miércoles, 23 de enero de 2013

Calentando los motores



Salarios versus inflación, así aparecen planteadas las negociaciones paritarias del 2013 en un clima marcado por declaraciones de alto voltaje desde todos los sectores.

El clima sindical que puede apreciarse desde los primeros días de enero preanuncia que la próxima tanda de paritarias abrirá un escenario complejo y agitado, seguramente en mayor medida que las negociaciones de los últimos años. En realidad podría decirse que se trata de una continuación de lo que ya venía ocurriendo en diciembre, teniendo en cuenta que hace poco más de un mes se daba la convocatoria a la Plaza de Mayo de las fracciones opositoras de la CGT y la CTA.
Tanto la CGT oficialista conducida por el metalúrgico Caló como la opositora liderada por Moyano coincidieron en anunciar que la mayoría de los gremios reclamarán aumentos en torno del 25%. También la CTA oficialista consideró razonable ese porcentaje, mientras que la CTA opositora fue más allá y habló de entre un 30 y un 35%. Como los años anteriores, la política del Gobierno nacional apunta a que los acuerdos salariales no superen un “techo salarial” tácito establecido esta vez alrededor del 20%, por debajo de los reclamos del conjunto de los gremios.
Por otro lado la inflación reconocida por el INDEC es cuestionada por los sindicalistas de todas las centrales quienes asumen que está por arriba de los veinte puntos porcentuales. Ante esta situación en el ambiente gremial circuló el rumor de que distintos gremios intentarían desdoblar las paritarias a lo largo del año para permitir una actualización de los salarios de acuerdo a la inflación realmente existente.
Por otro lado, si bien el ministro de Trabajo Carlos Tomada se reunió con dirigentes de la CGT y la CTA oficialistas para tratar de llevar sosiego a sus reclamos, los pedidos públicos de una modificación del mínimo no imponible del impuesto a las ganancias siguen reiterándose a los largo de los días. Tanto el taxista Viviani como el miembro de los “gordos” Lezcano volvieron a insistir con el tema. Viviani afirmó que se debería pagar ganancias con salarios “superiores a los 20 mil pesos” mientras que Lezcano aseguró que “deberíamos tener ya resuelto el tema de ganancias” porque de otro modo se pedirían aumentos desmedidos en las paritarias. En los cuatro meses que tiene de vida la CGT oficialista no se cuentan por ahora logros notorios, lo que tensa también las fuerzas a su interior.
La dirigencia de la Unión Industrial Argentina (UIA), lejos de la indiferencia frente a las declaraciones y movimientos de los líderes sindicales, intentó tomar el toro por las astas. Fueron De Mendiguren y Funes de Rioja, dos de sus principales dirigentes, quienes alertaron sobre la “politización del movimiento obrero”, la necesidad de pensar en la “productividad”, el riesgo de una “corrida salarial” y hasta de desembocar en una situación similar a la del “Rodrigazo” del año 1975. Aunque al mismo tiempo aseguraron que para ellos “salarios es igual a mercado”, intentando conjugar un perfil afín al ideario neodesarrollista que los acerca al Gobierno nacional con la furibunda defensa de sus ganancias característica de la burguesía argentina, quizás pensando en las próximas elecciones de la entidad patronal.
Pero, más allá de las palabras y las reuniones, entre los gremios más significativos fueron únicamente los bancarios los que llegaron a un acuerdo trimestral que implicará un aumento remunerativo de 1444 pesos por mes y una suma fija no remunerativa de 770 pesos por única vez. De esta manera, como todos los años, los trabajadores bancarios establecen una pauta aproximada de lo que más adelante negociarán en las paritarias que se retomarán en marzo. En términos porcentuales se trata de un número cercano al 20% de aumento, muy lejos del porcentaje de aumento de las ganancias de las patronales de la actividad, que según ellas mismas fue en promedio de un 41%. Este ejemplo particular ilustra la situación en la que se encuentra el movimiento obrero argentino desde hace unos cinco o seis años.
Las negociaciones paritarias se piensan como una vía para, en el mejor de los casos, alcanzar a la inflación, en permanente y desigual carrera, pero están muy lejos de permitir un avance sustancial sobre las ganancias empresariales. La existencia misma de estos niveles de inflación indica que los grandes grupos empresarios formadores de precios combaten los aumentos salariales con aumentos de precios, de manera tal que obstruyen el crecimiento del salario real de los trabajadores. Subir los precios es un recurso más rentable que la inversión para ganar en productividad y competitividad y se ve complementado por los pedidos de una devaluación, que también permita transferir de manera brutal los ingresos desde la clase trabajadora hacia los empresarios. En el fondo la inflación es una expresión de la lucha de clases argentina.
En el marco de un mercado laboral en el que aproximadamente uno de cada tres trabajadores están en negro o bajo distintas formas de tercerización, estas características de la negociación paritaria agravan la situación. A la desigualdad manifiesta entre los grandes grupos económicos y el movimiento obrero, se suma el desamparo de millones de trabajadores y trabajadoras que no están en condiciones de organizarse gremialmente ni de defender sus derechos. Por otro lado también existen enormes necesidades que tienen que ver con la mejora de las condiciones laborales y con el salario mínimo, que quedan corridas a un lugar secundario tal como están planteadas las negociaciones.
Los próximos pasos serán seguramente de los docentes porteños y bonaerenses, que ya tuvieron reuniones con sus respectivos empleadores, mientras que el regreso de la Presidenta de la gira por Vietnam genera expectativas de futuras medidas.

Marcha

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