sábado, 27 de febrero de 2010

Raúl Reyes, Iván Ríos y Manuel Marulanda: ¡Vivos en la memoria y lucha de los pueblos!


El mes de marzo de 2008 tiene una significación muy grande por el profundo dolor que para la insurgencia fariana y las fuerzas revolucionarias en Latinoamérica y el mundo entero tuvieron las muertes de los Comandantes Raúl Reyes, Iván Ríos y Manuel Marulanda Vélez.
Raúl fue asesinado el 1 de marzo tras producirse un bombardeo a su campamento guerrillero ubicado en Angostura, en la zona del Putumayo, lo cual además provocó la muerte de otras veinte y cuatro personas, entre ellas cinco estudiantes de nacionalidad mexicana que se hallaban en dicho lugar. Lucía Morett fue la única sobreviviente de ese grupo de estudiantes. Actualmente ella es perseguida por parte del gobierno narcoparamilitar colombiano y por representantes de la justicia ecuatoriana, que han procedido a criminalizarla por el hecho de haber estado en el campamento guerrillero de Raúl.
El desarrollo y ejecución de la “Operación Fénix” estuvo a cargo de las fuerzas de seguridad colombianas, las mismas que contaron con el respaldo de efectivos militares y de espionaje estadounidenses e israelitas. Miembros de los servicios de inteligencia del ejército y policía ecuatorianos también contribuyeron para infiltrar y posteriormente establecer la localización precisa del campamento del Comandante de las FARC-EP. El mayor de policía Manuel Silva y el coronel del ejército Mario Pazmiño fueron figuras claves en ésta tarea al trabajar directamente con la servicios de investigación policial colombianos, a espaldas del gobierno ecuatoriano.
La sevicia fue lo que caracterizó a ésta acción, resaltada positivamente por la industria mediática colombiana que, al mismo tiempo, se deleitaba con la exposición morbosa de las fotografías del abatido Raúl Reyes. Juan Manuel Santos, ex ministro de Defensa de Colombia, exhibía una sonrisa macabra al dar a conocer la noticia, presentando el cadáver de Raúl como un trofeo de guerra.
Sin todavía restablecerse del dolor, la insurgencia fariana se enteraba del asesinato del Comandante Iván Ríos, miembro también del Secretariado de las FARC-EP, el 3 de marzo de 2008. Iván fue victimado por Pedro Pablo Montoya, alías “Rojas”, un cobarde sujeto que obnubilado por el dinero y los “beneficios” que la política de seguridad democrática del uribismo ofrece a los sapos, a los traidores y asesinos del pueblo colombiano, le disparó en la cabeza así como a su compañera cuando estaban dormidos en su campamento, para luego cortarle una de sus manos y llevársela como prueba al ejército colombiano con el propósito de cobrar la recompensa de 5 mil millones de pesos que inicialmente se le había ofrecido. Una vez más Uribe, Santos y Padilla no podían esconder su cara de satisfacción frente a este nuevo golpe asestado a las FARC-EP. Las declaraciones de estos mafiosos a través de sus pirañas informativas se sucedían unas tras otras, señalando con euforia desmedida que la derrota de las FARC era cuestión de poco tiempo.
La embriaguez del régimen narcoparamilitar de Álvaro Uribe Vélez llegó a su clímax cuando en el mes de mayo las FARC-EP confirmaron la muerte de su Comandante en Jefe, Manuel Marulanda Vélez, a la edad de 78 años, el 26 de marzo de 2008, producto de un paro cardiaco. Excitado por dicha información, el criminal Juan Manuel Santos daba la orden al ejército colombiano de ir en busca del cadáver de Marulanda, para lo cual ofrecía una millonaria suma de dinero a quien entregue datos sobre su localización.
Esos días fueron muy difíciles y muy tristes para la guerrillerada de las FARC-EP. Pero, pese a la campaña mediática desatada por la propaganda del uribismo que ponía énfasis en señalar que la insurgencia estaba desorganizada y desmoralizada, las y los combatientes farianos no perdieron el rumbo trazado desde su origen para combatir por la construcción de la Nueva Colombia, a la vez que tomaban las medidas necesarias para recomponerse frente a los reveses y dificultades sufridas y surgidas como resultado lógico de la guerra en la que se halla inmerso el pueblo colombiano, producto de la política criminal de la oligarquía de ese país y del imperialismo yanqui. El Comandante Alfonso Cano fue designado como el nuevo líder de las FARC-EP.
Lo sucedido en ese aciago mes de marzo del año 2008 para la insurgencia fariana y para todas y todos los revolucionarios, no puede ser recordado con melancolía y en base a sentimentalismos que no conducen a la acción transformadora del sistema imperante y del orden vigente, porque eso es precisamente lo que pretenden lograr quienes detentan el poder a través de un sinnúmero de mecanismos de alienación y enajenación, entre los cuales está el sometimiento por medio del miedo a la muerte y a lo sucedido en situaciones pasadas que han sido negativas para las organizaciones revolucionarias y las de sus integrantes.
El revolucionario vasco Iñaki Gil de San Vicente dice que “un pueblo vive en la medida que hace que sigan vivas las personas que han muerto porque ese pueblo viva”. No basta entonces con recordar a nuestras heroínas y nuestros héroes cada aniversario de su muerte o tan sólo hacer actos en su homenaje en las fechas en las cuales ellas y ellos murieron. Eso solamente provocaría la momificación o petrificación de sus acciones, de sus pensamientos. Las recordaciones estériles son también auspiciadas por quienes detentan el poder para aprovecharse de esos momentos con el objetivo de vaciar de contenido la vitalidad de las y los combatientes revolucionarios muertos o para continuar denigrándoles o manchando su imagen rebelde. Así lo han hecho con el Che durante 43 años.
“Un pueblo vive en la medida que esa memoria sea presente, sea acción, sea práctica y no un mero recuerdo podrido entre los libros”, expresa Iñaki. Y añade que un pueblo sólo puede vivir “en la medida que sea capaz de mantener en la calle, en las acciones, en las movilizaciones las aportaciones de las personas que lucharon y que murieron y no dudaron en enfrentarse a los mayores riesgos por mantener unas reivindicaciones para ellos y las generaciones futuras, porque la memoria no es una cosa solamente del pasado, sino un arma cargada de futuro, un instrumento de liberación, de acción”.
Marx señaló en las tesis sobre Feurbach la necesidad no sólo de contemplar la realidad, sino de transformarla.
Para ello es imprescindible que no solamente (aunque tampoco sin dejar de hacerlo) se repitan consignas o se usen gorras o camisetas con las imágenes de las y los revolucionarios o se coloquen pósteres de las y los combatientes insurgentes en las puertas o paredes de una habitación u oficina.
La praxis revolucionaria implica nutrirse de un cuerpo teórico adecuado para comprender la realidad, no sólo para explicarla o profundizar en su conocimiento, sino para buscar constantemente cambiarla, modificarla, mucho más si esa realidad es de miseria y explotación para la mayoría de la población.
Pero no se trata de la acción individual, de una persona sola, aislada de los colectivos sociales. Por el contrario, son los pueblos y sus diversas organizaciones las que deben llevar adelante la tarea política revolucionaria de luchar contra los enemigos del género humano: el imperialismo, el sionismo, la burguesía mundial y las oligarquías, para así lograr la construcción de una sociedad distinta a la capitalista.
En ese proceso los pueblos no deben olvidar, ni perdonar a quienes les han infringido dolor y sufrimiento. Las acciones criminales cometidas por personajes como Uribe, Santos, Padilla, Bush y sus aparatos militares y paramilitares, no pueden ser relegadas al pasado, sino estar presentes en la memoria de los colectivos sociales con el propósito de dar impulso a la lucha revolucionaria para acabar precisamente con la política criminal y guerrerista de la oligarquía y del imperialismo. De igual manera hay que mantener vivos cada uno de los hechos cometidos por los criminales al servicio de quienes detentan el poder en la sociedad capitalista, para que más temprano que tarde rindan cuentas ante los tribunales revolucionarios.
A lo largo de estos últimos cincuenta años las FARC-EP han demostrado con su praxis y la de sus combatientes como Raúl, Iván y sobre todo la del “viejo querido”, el Comandante Manuel, ser consecuentes con los principios que ellos establecieron para defender al pueblo, practicando a su vez, con firmeza y decisión, el antiimperialismo y el internacionalismo revolucionario, ahora con mayores bríos al haber recuperado la espada de combate del Libertador Simón Bolívar.
Al cumplirse dos años del asesinato de Raúl Reyes e Iván Ríos y de la muerte natural del Comandante en Jefe, Manuel Marulanda Vélez, las y los revolucionarios deben practicar la solidaridad militante, activa y frontal con las FARC-EP. El temor, la claudicación, no pueden caber en la mente de quienes luchan por la construcción de un mundo distinto al impuesto por el sistema capitalista.
La oligarquía santanderista y el imperialismo pretenden que los pueblos del mundo internalicen y hagan suyas las mentiras que ellos repiten constantemente sobre la insurgencia colombiana.
Es triste escuchar a muchos personajes supuestamente progresistas, así como a organizaciones políticas aparentemente de izquierda, repetir los argumentos esgrimidos por la propaganda negra de la oligarquía colombiana y el imperialismo yanqui sobre las FARC-EP. Esa gente y esos movimientos que jamás han estado “donde las papas queman”, a decir del Che, no merecen ninguna consideración por parte de los pueblos que luchan contra sus enemigos, sus explotadores.
No cabe duda que la propaganda fascista ha tenido un efecto poderoso también en gran parte de la población, que diariamente es intoxicada con mentiras respecto al movimiento guerrillero colombiano.
Por ello es vital ir desmontando ese discurso y hacer conocer a las personas, en diversos espacios, lo que realmente es la insurgencia fariana. Ganar la hegemonía a los mentirosos oligarcas e imperialistas, es tarea fundamental de las y los revolucionarios. La derecha tiene muy claro ello. Por eso Uribe y el monigote Gabriel Silva, actual ministro de Defensa de Colombia, impartieron órdenes a sus embajadas para lanzar una campaña agresiva con el objetivo de denigrar a las FARC-EP, luego de que se diera a conocer en Argentina el documental “FARC-EP, la insurgencia del siglo XXI”, donde se presenta a la guerrilla colombiana en su verdadera dimensión, es decir como una fuerza popular, político-militar, al servicio de los pobres.
Guardar silencio, permanecer escondidos o sentados cómodamente al frente de un computador en una oficina de trabajo, no es digno de quienes dicen luchar por un mundo mejor. La solidaridad, el respaldo a la insurgencia colombiana, no obstante conocer los riesgos que ello implica, producto de la persecución desatada por el régimen narcoparamilitar dirigido por Uribe, tiene que ser a viva voz, como se hizo con los revolucionarios vietnamitas y argelinos y como se hace con el pueblo palestino víctima de los más bestiales crímenes por parte del Estado sionista de Israel.
Esa solidaridad también debe expresarse con quienes hoy son criminalizados por denunciar los violaciones a los derechos humanos cometidos por el régimen fascistoide colombiano y por defender a la insurgencia revolucionaria, como es el caso de los periodistas Jorge Enrique Botero y Dick Emanuelsson, entre otras y otros consecuentes comunicadores y pensadores sociales.
Ese es el mejor tributo para Manuel, Raúl, Iván, Martín Caballero, Efraín Guzmán, pero también para las y los revolucionarios que han sido capturados y confinados a las cárceles colombianas o estadounidenses por el delito de luchar por la construcción de la Nueva Colombia como Sonia, Simón Trinidad o Iván Vargas.

Dax Toscano Segovia

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