martes, 23 de febrero de 2010
El general Hernán Prieto Alemandi retirado por codearse con Cobos, de su pasado y amistades uniformadas no se habla
Hace unos días, el pase a retiro del gral. Hernán Prieto Alemandi llevó a la “prensa independiente” a tejer conjeturas que de inmediato minimizaron los argumentos oficiales; se sabe: el oficialismo no siempre es creíble, aunque también es cierto que en estos tiempos nuestros, tampoco es creíble la oposición...
Lo cierto es que se deslizaron algunos datos que no debieran pasarse por alto. Por ejemplo: es uno de los uniformados que aspiraban a conducir la fuerza y al parecer, desde esas inquietudes de ascenso, el oficial se codeaba con Julio Cobos, el radical individualista que pretende suceder al kirchnerismo.
Se habló también de las amistades uniformadas de Prieto Alemandi, con cierto pasado, que explican por qué no se dijeron algunas cosas del flamante retirado.
En concreto, lo que no se dijo es esto: en 2001 cuando la junta de calificaciones del ejército lo incluyó en el listado de promociones, se lo impugnó porque, con el grado de subteniente figura en el legajo nro. 2297 de la ex Conadep, como integrante de sección o grupo de Artillería Blindada 1 de Azul "cnel.Chilavert", Bs.As. cuando en ese cuartel se produjo la desaparición del soldado conscripto Alfredo Thomas Molina el 30/6/1976; la víctima cumplía allí el servicio militar obligatorio y estaba arrestado cuando no volvió a saberse de él. Pero en 2001 también se impugnaron represores como el tte. de navío Julio Cesar Binotti o el tte. cnl. Gonzalo Ángel Palacios o el golpista carapintada Miguel Ángel Macchi –ladero de Aldo Rico en Semana Santa de 1987- entre otros. Al lado de esos pedigrees, Prieto Alemandi parecía un nene de teta; Palacios había participado en la misión clandestina de instrucción y apoyo a torturadores de ejércitos de Centroamérica; Binotti había desarrollado una “brillante” carrera como secuestrador en la ESMA, y se había sumado al grupo de tareas (GT) en operaciones en 1982. En este marco, la comisión de acuerdos del Senado, imbuida de la idea de “una de cal y una de arena” no obstaculizó el ascenso de Prieto Alemandi.
Ahora sí se explican mejor sus amistades: Prieto mantiene una estrecha relación con el gral. (re) Carlos Raimundes, uno de los imputados en la causa por la violación de mails de funcionarios y personajes de la farándula.
Cuenta también, con el aval de otro gral. (re), Ernesto Bossi, a cargo de la poderosa Sociedad Militar Seguros de Vida; Bossi fue secretario general del ejército en los últimos años 90, cuando esa fuerza estuvo dirigida por el actual embajador en Colombia, gral. (re) Martín Balza, otro uniformado estrechamente ligado a Prieto Alemandi; en los ‘80 Bossi estuvo en misión en Bolivia; eran tiempos del golpe de estado de “los generales narcotraficantes”, encabezados en el país del altiplano por Luis García Meza, un sangriento episodio en el que los militares argentinos dieron cátedra de represión a sus colegas bolivianos, cómodamente instalados en los sótanos del ministerio del Interior paceño, en el coqueto barrio de Miraflores ó matando gente en las calles, trasladándose en ambulancias, como pasó con el jurista Marcelo Quiroga Santa Cruz, a quien sorprendieron bajando las escaleras de la Central Obrera Boliviana, en el paseo de la Alameda, el mismo día del cuartelazo, el 17 de julio de 1980. En diciembre de 1999 durante la presidencia de Fernando De La Rua, Bossi ingresó a la SIDE de la mano de Fernando de Santibañez, que lo puso al frente de la Central Nacional de Inteligencia; por aquella época estaba muy ligado al Coti Nosiglia, ese tipo de amistades que se mantienen de por vida; en abril de 2000, el entonces fiscal Carlos Stornelli dictaminó su procesamiento por tentativa de estafa procesal reiterada en tres oportunidades, falsedad ideológica y encubrimiento de los delitos cometidos mediante asociación ilícita en la causa del contrabando de armas a Ecuador y Croacia; sin embargo, poco después el juez federal Jorge Urso lo desprocesó.
Como se ve, son amistades con un pasado conectado al terrorismo de Estado.
Antes de pasar a retiro, Prieto Alemandi se desempeñaba como Jefe de la Dirección General de Personal del Estado Mayor General del Ejército. Venía de haber sido titular de la Sexta Brigada de Montaña de Neuquén. Antes incluso, se había destacado como Jefe de los Granaderos a caballo, puesto desde el cual en 2003 lanzó el plan de extensión cultural del regimiento; en ese marco se programaron simulacros de la batalla de San Lorenzo en plena Plaza de Mayo; más de 150.000 alumnos fueron a ver a los granaderos en distintas circunstancias, lo que incluyó visitas a la sede de la fuerza en Palermo; siempre con ánimo docente, el regimiento emprendió viajes por el interior del país.
Todo esto lo ubicó en un lugar privilegiado, para alcanzar la titularidad de la fuerza; hubiera sido un verdadero galardón, si se tiene en cuenta que conseguía el preciado mando militar en un gobierno que derogó las leyes de impunidad y posibilitó el enjuiciamiento de los represores.
Prieto Alemandi no pudo llegar. Si lo hubiera hecho se habría sumado a la lista de represores que dirigieron el ejército en democracia; recordemos, como ejemplos al ex jefe gral. Héctor Ríos Ereñú, vinculado al secuestro y desaparición del escribano Aldo Melitón Bustos, ocurrido el 2/2/1978 en Tartagal, Salta. O el gral. Dante Caridi quien como tte. cnl., a partir de 1978 fue uno de los jefes que encabezaron el GADA (Grupo de Artillería de Defensa Antiaérea) 601 de Mar del Plata. O al subjefe de la fuerza, gral. Mario Chretien, quien fue instructor en el Colegio Militar de la Nación entre 1976 y 1978, y como capitán estuvo en el Regimiento de Infantería de Montaña 16 de Uspallata, Mendoza, de 1979 a 1980 y en la escuela superior de guerra de 1981 a 1983, aunque siempre sufrió amnesia sobre temas de terrorismo de Estado, al punto de sostener que, durante esos años, nunca tuvo conocimiento de la existencia de actividades ilegales, centros clandestinos de detención o personas desaparecidas, tampoco supo que se hubiera ordenado interrogatorios bajo tortura. En fin...
María Cristina Caiati
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