viernes, 16 de octubre de 2009
Los trabajadores de Terrabusi tienen la palabra
Hace apenas unos años atrás, la afirmación sobre la desaparición del movimiento obrero como sujeto de cambio social se cargo con ríos de tinta.
El extremismo de esta ideología burguesa, arribó a conclusiones sorprendentes, al punto de desconocer al movimiento obrero como clase productora.
La “vieja lucha de clases”, abandonada definitivamente de la escena histórica, daba lugar nuevas formas de resistencia que ya no son antagónicas con el capitalismo y la explotación del hombre por el hombre, sino que intentan humanizarla.
La falta de “privilegios” de la clase obrera, sobre otras clases sociales, para encarar la dirección de la lucha anticapitalista, colocaba a todos los sectores en una situación de “horizontalidad”: lo que terminó por convertirse en el método más propagandizado para situarse en la nueva realidad social, fundada a partir de la caída del muro de Berlín.
En medio de un capitalismo renovado -a partir de la desaparición de los países comunistas- “las otras formas de lucha ciudadana” desplazaban la “vieja cuestión de la plusvalía”; es que, la producción industrial basada en la explotación del trabajo humano caía en desuso a partir de la instrumentación de la informática y la automatización lograda a partir de la “revolución de las computadoras”.
El capitalismo, venía ha demostrar que gozaba de buena salud, mientras que, las ideologías “obreristas”, entraban en un cono de invisibilidad.
La fractura histórica, que representaba la desaparición imaginaria de la clase obrera como sujeto social de cambio tranquilizó a los representantes de la burguesía que, de este modo, terminaron por ganar a posiciones reformistas a núcleos importantes de la sociedad, conformes con la teoría de que los cambios se suceden en democracia y en el marco de la “paz social”.
La política, a partir de ese momento, estriba en el hecho de la participación ciudadana como demandante a los gobernantes de turno o en el cambio de los mismos a partir de la votación en elecciones cada dos años. Un triunfo rutilante de la ideología de la democracia burguesa por sobre las “teorías utópicas”, que hacían referencia al socialismo, al gobierno obrero y a la expropiación de los expropiadores del trabajo social.
Toda ideología reaccionaria triunfante, o que se aprecie así misma como tal, comienza por modificar aspectos del lenguaje; despreciando concepciones adversas, adoptando otras que se adapten mejor a la nueva etapa y escamoteando términos, con la esperanza de que queden guardados definitivamente en “el museo del olvido”.
Pero la historia es caprichosa y el lenguaje resbaladizo. Así como la famosa transformación de “proletarios en propietarios” no pudo superar las sentencia de las rebeliones y piquetes de Cutral Có, Salta o Santiago del Estero en los ´90; la “transversalidad” kirchnerista no puede superar el retorno al lenguaje social, esto es masivamente popular, de términos como: lucha obrera, sindicalismo antiburocrático, huelga general o clasismo.
La concepción burguesa del Estado tiene como pilar para el disciplinamiento social, al derecho represivo: ejercicio monopólico de la violencia como fin que se ajusta a la defensa de los privilegios de explotación y usufructo del trabajo humano para la clase social en el poder. Pero, como “con las bayonetas se pueden hacer muchas cosas, menos sentarse en ellas”, a la represión física y directa se le une la represión ideológica del lenguaje. La proscripción y la censura de términos, coadyuvan a fijar el monopolio de la lengua junto con el monopolio de las armas. Cuando esta noria represora se rompe, y lo reprimido aparece gradualmente despejado y conceptualmente significativo ante los ojos de los oprimidos, la señal de alarma no para de sonar entre los más conspicuos representantes de la burguesía y sus aliados históricos, la burocracia sindical.
Es cierto, como dice el ministro de trabajo, Carlos Tomada, que conflictos obreros como el de Terrabusi-Kraft hubieron cientos, pero no es el aspecto cuantitativo lo que cuenta en esta lucha y lo que la destaca, sino el cualitativo.
El pensamiento lineal que lleva a las comparaciones históricas de los “cientos de conflictos anteriores como este” no le resulta creíble ni al propio ministro ni a la UIA ni a la embajada yanqui ni a las centrales obreras burocráticas, que evalúan de un modo dramático la continuidad y la fortaleza de esta lucha obrera.
Es que en realidad entre los trabajadores de Terrabusi-Kraft intervienen dos aspectos centrales que hablan de la calidad por sobre la cantidad. Por un lado, se concentra concientemente el antecedente de los “cientos de conflictos iguales”; pero por el otro, también se concentran las experiencias históricas más ricas de las luchas antipatronales y antiburocráticas de la clase obrera argentina.
El ministro, con sus declaraciones, intenta tranquilizar a la burguesía y al imperialismo decretando que este conflicto es un asunto terminado y de esta manera busca minimizar los componentes que rodean esta lucha y que ya la han tornado en una extraordinaria experiencia obrera y popular.
Los trabajadores de Terrabusi-Kraft, en 60 días han logrado apilar en una sola estiba a la patronal kirchnerista, la embajada yanqui y la burocracia sindical, sacado conclusiones públicas sobre esta entente de explotadores, que iluminan de aprendizaje a un movimiento obrero ansioso de comprender la estructura y el funcionamiento de la explotación capitalista.
Puede que algún desorientado considere esto como un asunto menor. Pero poner en palabras, rescatando del glosario del movimiento obrero, toda la experiencia vital que acompaña la lucha: desentramando las maniobras antiobreras de las instituciones del estado, interpretando públicamente actas cargadas de eufemismos, letra chica y trampas leguleyas, tiene una profundidad extraordinaria para el conjunto social.
La Comisión Interna de Terrabusi-Kraft se incorpora a la realidad política como una dirección clasista que, con una conciencia clara, da cuenta de las infranqueables barreras que se levantan para reivindicar la “justicia social” bajo un régimen de explotación.
Los trabajadores de Terrabusi, vienen a desmentir en pocos días toda la perversidad de aquellos burócratas que se reclaman como direcciones obreras. Lo que hace que vivan este proceso histórico, pensándose como clase para sí; es decir obteniendo de la experiencia de luchas anteriores –en muchos casos cargadas de derrotas- los elementos que se ponen en juego para minar su determinación al triunfo.
Han sufrido represión interna y externa en sus lugares de trabajo, presiones de agentes corporativos que defienden los intereses patronales -pooles periodísticos, funcionarios de primera línea, burócratas estatales y sindicales- y su lucha continua hasta el día de hoy, con una vitalidad, y rodeada de una solidaridad, estremecedoras.
Sin lugar a dudas en Terrabusi se ha abierto una nueva etapa, en la que se hace visible lo invisible.
Las patronales y sus escribas de centroizquierda y de derecha, querían ocultar la existencia del movimiento obrero, transformando la lucha popular en una instancia de ONGs. La desmentida a esta teoría posmoderna y globalizadora, se ha hecho escuchar con fuerza en los argumentos de los trabajadores de Terrabusi, en la lucha de los estudiantes que los acompañan a lo largo y lo ancho del país; en el papel que vienen cumpliendo los partidos de izquierda y en la simpatía y solidaridad que despiertan en el resto de los trabajadores: que comienzan a recuperar la palabra para demostrar que el clasismo sigue vivo y que los cepos al lenguaje de la lucha, que la burguesía ninguneó durante estos últimos años, no pudieron vaciarlo de su contenido histórico.
Palabra y acción se recuperan en estas épocas de crisis capitalista en la fabril localidad de Pacheco, bienvenidas sean.
Daniel Cadabón
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