sábado, 31 de octubre de 2009

Héctor P. Agosti: un recorrido por su trayectoria.


Héctor Pablo Agosti nació en Buenos Aires el 20 de Agosto de 1911. Cómo muchos de sus contemporáneos, se unió a las filas del comunismo a temprana edad ingresando a la Federación Juvenil Comunista (FEDE), en 1927. A partir de entonces abrazará apasionadamente la causa revolucionaria con los avatares de desempeñarse al mismo tiempo como escritor y como militante político.
En 1928 participa como delegado juvenil al VII Congreso del Partido Comunista y comienza a dirigir Juventud Comunista, el periódico de la FEDE. En 1929 ingresa a la Facultad de Filosofía y Letras, en la que organiza con otros estudiantes el Partido Reformista de Izquierda, que junto con otros grupos, y a iniciativa de Agosti, fundarán el grupo Insurrexit. Una agrupación que tenía entre sus objetivos introducir el principio de la lucha de clases en la Universidad, y que tuvo entre sus resultados la publicación de “Crítica a la Reforma Universitaria” en 1933 en cinco números sucesivos de la revista Cursos y Conferencias del Colegio Libre de Estudios Superiores. Esta institución, fundada en 1930 por Aníbal Ponce, Luis Reisigg, Robero Guisti, Carlos Ibarguren, Narciso L. Laclau y Alejandro Korn, buscaba generar un espacio dedicado a la cultura superior, paralelamente a la política “antirreformista” que predominaba en la universidad oficial, a la vez que aglutinaba capas más amplias de la sociedad con el fin de brindar a la cultura una clara connotación política.
Agosti participó también en publicaciones como Bandera Roja, Orientación, Nueva Gaceta, Crítica, Clarín, Expresión, Nuestra Palabra y Cuadernos de Cultura, en esta última como director junto a Julio Luis Peluffo y Roberto Salama.
Cómo muchos de sus contemporáneos, abrazó la causa de la Unión Soviética con Stalin y de guerra civil española, con todas las expectativas que generaba la existencia de un socialismo real. Con aciertos y desaciertos, sus reflexiones generaron polémicas no sólo con intelectuales de otras corrientes políticas, sino también al interior del partido. Contribuyó de esta forma al enriquecimiento del debate cultural no sólo en el rescate del pensamiento Echeverría, Ingenieros y Ponce, reconocido por sus pares, sino a la más controvertida traducción de las obras de Antonio Gramsci al español. Bajo su iniciativa se tradujeron El materialismo histórico y la filosofía de Benedetto Croce en 1958, Los intelectuales y la organización de la cultura en 1960, Literatura y vida nacional en 1961, y Notas sobre Maquiavelo, sobre política y sobre el Estado moderno en 1962.
Fue respetado y reconocido como interlocutor por intelectuales de otras corrientes políticas, y llegó a ser secretario de la comisión Directiva de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) en 1948. Comienza aquí un período de intenso trabajo en algunos de sus libros más conocidos como Cuaderno de bitácora (1949), Echeverría (1951), Para una política de la cultura (1956), Nación y Cultura (1959), El mito liberal (1959), Tántalo recobrado (1964).
La preocupación por la lucha en el terreno de la cultura fue central desde sus primeros libros, y su concepción de la labor intelectual como forma de militancia política en sí, fue motivo de controversia, aún siendo miembro de la Comité Central del Partido Comunista desde 1963. En 1967 es el encargado de la redacción del informe de la Tercera Reunión de Intelectuales Comunistas. Durante los dos años siguientes realiza numerosos viajes, y a su regreso en es elegido copresidente del Encuentro Nacional de los Argentinos (ENA), un importante frente de partidos que aglutinó figuras como Agustín Tosco y Mario Roberto Santucho. En medio de las conmociones políticas de 1973 cierra en el Luna Park el XIII Congreso del PC, y se entrevista con Perón como parte de una delegación partidaria. En 1976, fallecido Emilio Troise, asume la presidencia de la Asociación Amigos de Aníbal Ponce. Durante los años de la dictadura logra publicar Ideología y cultura en 1979, Cantar opinando en 1982 y Mirar hacia delante 1983, año en el que recibirá además el Gran Premio de Honor de la SADE. Su labor incesante sólo se interrumpirá con su muerte el 29 de julio de 1984.
Su labor militante como intelectual, siempre condicionada por los avatares de la política nacional, mereció el reconocimiento de sus camaradas partidarios sino también el de muchos intelectuales de otras corrientes políticas. El libro Los infortunios de la realidad, de una muy reducida tirada, y que recopila su epistolario con su gran amigo Enrique Amorim, resulta un ilustrativo recorrido desde sus propias reflexiones por sus más agitados años de militancia. Constituye a la vez un ejemplo lúcido pensamiento y autocrítica, del que vale la pena reproducir algunas enseñanzas, aún vigentes:
“… la teoría de la realidad, en estos duros años (…) prueba los malestares de choque entre la teoría y la realidad cuando la teoría es manejada en fórmulas de homeopática ortodoxia. El gris de la teoría que Goethe solía oponer al verdor perenne de la vida se manejó frecuentemente como desaprensiva metáfora para denostar la teoría en su condición de cuerpo orgánico en cambio de enjuiciar con ello la impávida insistencia en su mal aplicación. Y creo que de eso se trata cuando se examinan las cosas de este período [1938 - 1960] y no de una supuesta (y deseada) crisis en el pensamiento político de izquierda, una izquierda, dicho sea de paso, a la que ahora se otorga definido nombre y apellido después de haberla desterrado minuciosa, alegre e irresponsablemente de los elencos de la historia. Si pretendemos asumir autocríticamente la aplicación de la teoría, es el caso de advertir los rasgos de su inadecuación frente a la realidad cambiante y no de repudiarla in Toto (…) creo que la realidad y lo real fueron a veces distorsionados por la aplicación anómala de esa teoría revolucionaria sin la cual, a menos de recaer en un mero determinismo positivista, no cabe la acción revolucionaria”
“La alternancia in re entre esencia y fenómeno condiciona el carácter contradictorio que asume el mecanismo del conocimiento (…) Esto sin duda alguna se traslada también al campo específico de la política. Puede explicar (o explica) algunos de los desconciertos frente a la realidad…”
“…infortunios de la realidad no siempre cabalmente capturada y los desaciertos de un realismo reducido por lo común a la corteza apariencial de las cosas. Es fácil percibir que en estos intrincados vericuetos subyace la noción básica de comprender la experiencia como intervención activa del hombre sobre el mundo exterior y no como mero reflejo contemplativo. Pero ¿nos permitió semejante experiencia sobrepasar el núcleo de las contradicciones, armonizarlas en su unidad dialéctica o al menos utilizarlas para que su diversidad fuera un acercamiento a las esencias y no una sumisa conformidad con las apariencias? Mucho me temo que algunos de nuestros actuales interrogantes provengan de esa aplicación mocha de la teoría, visible por ejemplo en la apreciación del realismo estético.”
“Nos e trata, pues, de repudiar la teoría, sino de admitir que fue dejada de lado en lo que tiene de dinámica y fecunda. Transformada en una especie de dogma, y no en guía para la acción como la definía el maestro genial, la teoría no era culpable, ni mucho menos culposa, de su morbosidad reiterada. Fue su nombre, torcidamente usado, el responsable de alejamientos y conflictos (…) Lo que más interesa es saber hasta que punto fuimos capaces de reservar un espacio habitable a quienes coincidían (aproximadamente) en la visión de la realidad, aunque no siempre estuviesen dispuestos (sobre todo estéticamente) a someterse a modos envejecidos y contrarios al bon sens, como si todo lo ajeno fuera tierra abominada para siempre, incapaz de proporcionarnos ese gramo de racionalidad aprovechable que Marx sabía encomiar.”
“De esas memorias de trata ahora, de recuperar los fueros de Mnemosina para que el Olvido no nos defraude en renovados yerros (…) el tiempo no es fatídico, ni menos aun inexorable, cuando aprendemos a administrarlo. Volver sobre el pasado no es, no puede ser, no debe ser una profesional laceración de reproches. Volver sobre el pasado para no insistir en sus torpezas es ciertamente “víspera del mañana”. Pero ese mañana difícilmente lo conquistemos si no mitigamos los infortunios de la realidad con la objetividad desprejuiciada de su examen.”

(Los infortunios de la realidad).


Un hombre de ayer y de hoy

Desde que empecé a estudiar la obra de Héctor Pablo Agosti me han preguntado en reiteradas oportunidades qué fue lo que despertó mi interés por este intelectual comunista, bastante olvidado. Habiendo egresado de la carrera de historia en la Universidad de Buenos Aires, donde poco se estudia el Partido Comunista argentino, y de familia no comunista, mi llegada a Agosti no se produjo sino luego de terminar la carrera. Conversando un día con Juan Carlos Portantiero, a quien tuve la suerte de conocer, sobre su trabajo cultural en la Federación Juvenil Comunista (FEDE) escuché por primera vez una referencia sobre Agosti:
En ese trabajo en la Comisión Cultural de la FEDE el partido tenía un frente de masas cultural que se llamaba la Casa de la Cultura. Estaba en le calle Córdoba y Riobamba. Entonces a mí me mandaron ahí para organizar, para colaborar en la organización de la parte más juvenil de la Casa. Y el hombre del partido en la Casa de la Cultura era Héctor, era Agosti. Entonces a partir de ahí empezó la relación (…) por esa época salió el libro de Agosti que me parece más importante de él que se llama “Echeverría”, que salió justo en el aniversario de Echeverría en el ´51, en el centenario de Echeverría. Entonces yo tenía muchísima admiración, yo lo había leído y a partir de ahí después busqué otros libros, Cuaderno de bitácora, El hombre prisionero, el primero que escribió en la cárcel en el año treinta y pico. Y bueno y era “la” figura…
Ese mismo día me prestó un libro de Agosti y cuando terminé le leerlo comprendí la “admiración” a la que se refería Portantiero. Su estilo, refinadamente complicado por momentos, y su preocupación por temas que casi 40 años después me seguían pareciendo vigentes me fueron llevando también a la búsqueda de más libros suyos. Todos ellos confirmaron mi sensación de que era, y es, necesario rescatar de ese injusto olvido a unos de los intelectuales más lúcidos que ha dado la izquierda argentina.

Alexia Massholder


Transcripción del testimonio de Roberto Socolovsky para el Archivo Oral del CCC (06-09-2004)

Había una muy fuerte oposición al intelectual comunista con el asunto de que recibían directivas y etcétera, etcétera. Y aquí viene el papel fundamental de Agosti, que junto con Mariátegui, Mella, y… busca las raíces nacionales y latinoamericanas y descubre a Gramsci planteando todo lo que íntimamente sentía. Y ahí se produce, digamos, el gran descubrimiento ó la ampliación de miras del marxismo, de los intelectuales marxistas. A partir de Gramsci de produce una especia de confirmación de la justeza teórica de los planteos que permanentemente eran rebatidos
Es decir que es inescindible en Agosti que él paralelamente estudia literatura, literatura francesa de la que tiene dos libros para secundario, el “Emilio Zola” y “La Literatura Francesa”, sigue interesado en la literatura desde el punto de vista teórico y desde el punto de vista humano, se mete en la crítica literaria tomando, aplicando el marxismo a la novelística argentina ¿Cuántos tenés críticos literarios? Y Agosti es el hombre de jerarquía que puede polemizar con Mallea, con Victoria Ocampo y al mismo tiempo con Martínez Estrada que está en una línea opuesta, con Hernández Arregui, el tótem de los nacionalistas. Y Hernández Arregui es el único que Hernández Arregui respeta como contradictor ó como oponente ideológico, acepta la polémica. Carlos Astrada, filósofo nacionalista, por supuesto que de los escritores liberales, Carlos Alberto Erro y Barreiro eran el prototipo del pensador y escritor liberal, y ellos se enorgullecían de caminar por la calle Florida al lado de Héctor Agosti que terminaba de darles una paliza terrible en “El Mito Liberal”. Publicaba “El Mito Liberal”, les sacudía con un caño y ellos estaban orgullosos de cartearse con Agosti, conversar, compartir en la Sociedad Argentina de Escritores, y son los que después le dan el gran premio de honor. Porque Agosti no era un polemista cualquiera, era un hombre que fundamentaba sus opiniones, que cuando yo te digo que era el Everest entre las sierras de Córdoba, esto lo he mamado en su literatura, que todavía no terminé por supuesto.

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