Pseudointelectuales, fascistas y criminales en busca del péndulo perdido
Teóricos: ante el proceso de desvanecimiento del discurso capitalista, proliferan intentos más o menos grotescos por encontrar, consensuar y tratar de imponer nuevos y floridos argumentos que, con una retórica menos soberbia y convenientemente camuflada con denuncias contra la pobreza, reemplacen los instrumentos de propaganda demolidos por la crisis. Apellidos como Aznar, Macri, Piñera, Grondona, Vargas Llosa y otros por el estilo representan lo contrario de la democracia y la prosperidad para los pueblos. No obstante, sin temor al ridículo, tratan de renovar el discurso y maquillar sus escuálidas figuras.
Durante unos pocos días la capital de Argentina fue plataforma de lo más conservador y retrógrado del pensamiento y el accionar políticos. Comenzando la semana del 14 de septiembre se dieron cita en un hotel del microcentro porteño profesores y periodistas –en su mayoría argentinos y algunos latinoamericanos– todos confesos defensores de la “opinión publicada”, como diría el Nobel de Literatura, José Saramago, no de la inhóspita y verdadera opinión pública. El seminario fue titulado Crear prosperidad para reducir la pobreza en América Latina y contó con la experiencia en estas lides del periodista argentino Mariano Grondona, de Álvaro Vargas Llosa, (a quien un diario local calificó como “vocero en bruto del pensamiento de su padre”), del ex titular de Economía de Carlos Menem, Roque Fernández y otros. Realizado a puertas cerradas, resultó difícil para quien escribe estas notas conocer los detalles del cónclave. Sin embargo, se supo que intentaron fundamentar que una menor intervención del Estado generará más prosperidad. Un cuarto panel clausuró la reunión: América Latina: Nuevos desafíos y políticas públicas para reducir la pobreza.
¿Quién sufragó generosamente los gastos?
Las Fundaciones Libertad, Atlas y la Friedrich Naumann, junto con la Red Liberal de América Latina. No hay espacio para explicar aquí las posturas históricas de estas organizaciones, o sus muy probables vínculos ideológicos o financieros con los servicios especializados de algunos países occidentales. Pocas horas después, el 15 de septiembre, se inauguró el Aquelarre que alude El Espejo, un periódico argentino hecho por jóvenes y trabajadores. De este evento hubo más noticias, porque se realizaba con bombos y platillos en un lugar público, en la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Bajo el título de Primera Jornada de Liderazgo para Jóvenes, la concurrencia estuvo conformada en su mayoría por asesores, legisladores y funcionarios de alto nivel, todos del oficialismo local (el Partido PRO), así como periodistas que lograron acreditarse. El evento corrió por cuenta de la ya mencionada Fundación Libertad, y de la no menos conocida Faes, que comanda el general de Gabinete y asesino en la invasión a Yugoslavia e Irak, José María Aznar. En la ocasión se pudieron escuchar sabios comentarios sobre las mejores respuestas a la crisis global, la realidad política de América Latina, la creciente preocupación por temas como la inseguridad, la educación y el trabajo, y sobre todo lo que parece ser el principal dolor de cabeza de los organizadores de este aquelarre: la expansión de los llamados “populismos vergonzantes”, en alusión a los procesos revolucionarios de Venezuela, Bolivia y la siempre vilipendiada Revolución Cubana, que para la ocasión fue reflotada como la principal causante de los atropellos, desvaríos, excesos y demás calamidades que las clases pudientes han debido sufrir en los últimos años, al sur de la mayor de las Antillas. El broche de cierre, y bajo el sugerente título de América Latina, una agenda de libertad, fue la mesa redonda donde participaron ex mandatarios de la oscura hora neoliberal y represiva de los años 1990, como el boliviano Jorge Quiroga, y el uruguayo Luis Alberto Lacalle, así como el ya mencionado “vocero en bruto del pensamiento de su padre”, Vargas Llosa; también el inefable candidato presidencial pinochetista, Sebastián Piñera, el ya mencionado Aznar y el anfitrión y jefe del Gobierno porteño, Mauricio Macri, que aspira a hacerse de una aureola de estadista por razones que no vienen al caso; al finalizar todos juntos se fotografiaron con la contrarrevolucionaria cubana, ex médica Hilda Molina. Casi en paralelo, cual parodia de la batalla de Playa Girón o Bahía de Cochinos desembarcó también en el microcentro porteño, el mismo día que los ex mandatarios iberoamericanos cerraban su evento, el denominado Grupo Internacional para la Responsabilidad Social Corporativa en Cuba, una auténtica pandilla con residencia en la emblemática ciudad de Miami, integrada en su mayoría por reconocidos miembros de la fauna anti cubana, con residencia en aquella ciudad estadounidense. Aquí los presentes no sumaron 50 almas, y su escasa relevancia no amerita mayor espacio, sólo cabe la mención por la coincidencia en tiempo y lugar. Faltaba algo para completar la seguidilla de semejantes encuentros académicos. Por eso, durante los días 21 y 22 de septiembre se encontraron las principales cabezas pensantes y dirigentes de Unoamérica, el último engendro de un fascismo trasnochado y lastimero, más embravecido que los anteriores, con un lenguaje menos publicable, si de pudor se trata. Desde la celebración del golpe militar en Honduras, hasta acusaciones de izquierdista contra el Departamento de Estado, las intervenciones francamente surrealistas parecen sacadas de un baúl ideológico desvencijado y superado por la porfiada realidad. Probablemente la mejor medicina para estos lunáticos sea el desconocimiento público. Sin embargo, el haberse reunido a pocos días y en el mismo lugar del cónclave de la Legislatura porteña, permite concluir que todas estas reuniones parecen formar parte de un rompecabezas mayor, sin dudas un esfuerzo desplegado en poquísimo tiempo, prácticamente al unísono, como si hubiera urgencias inaplazables. Ocurre que América Latina –y en general el mundo entero– está ante la caducidad de viejos paradigmas ideológicos. La tarea de estos visitantes a la capital argentina es intentar reciclarlos, no para explicar una cosmogonía que se va a pique, sino para reconstruir un discurso que a fuerza de electorero, resulta vacío de contenido propositivo, al mejor estilo de la retórica burguesa de los momentos de gloria de este decadente sistema, que apela a imágenes fabricadas, a la farandulización del mensaje político. Su debilidad está en que la efectividad es directamente proporcional a la ignorancia de los pueblos al que va dirigido, o su paciencia para tolerar que le prometan un pan, un médico o un maestro para sus hijos y que a la postre por “falta de presupuesto” no puedan cumplir. Pero ése es precisamente el dilema de los que hicieron turismo político en estos días en Buenos Aires. La concentración de la riqueza y la propiedad, unida a los embates de la crisis global en la región, son una fórmula socialmente explosiva porque vacía de presupuesto a cualquier autoridad que no procure modificar sus componentes.
¿Valió la pena para ellos reunirse?
Decididamente no, salvo para cubrir determinados e inconfesables expedientes monetarios: los expositores no trabajan gratis y los proveedores de fondos exigen algún montaje mediático que justifique sus gastos. ¿Tiene provecho informar y
alertar sobre estos eventos?
Decididamente sí. Porque “guerra avisada no mata soldados” y es deber perentorio estar vigilantes, no descuidarse, más allá de la mediocridad del mensaje ya apuntado. Ellos, la derecha regional, acumulan numerosas derrotas pero aún no está vencida. El capitalismo pasa por su peor momento, pero tratará de evitar su caída cobrándola muy cara.
Emilio Pac
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