Desde adentro, Milei solo refuerza los rasgos despóticos del Estado capitalista contra los trabajadores.
En una entrevista a The Free Journal, Javier Milei dijo “amo ser el topo, soy el que destruye el Estado desde adentro”. Sin embargo, el presidente viene impulsando una política de reforzamiento del intervencionismo estatal que perjudica principalmente a los trabajadores y beneficia a sectores de la clase capitalista y del capital financiero internacional. Veamos por qué.
En primer lugar, desde el Ministerio de Trabajo, el gobierno le impuso un tope a las paritarias para que queden rezagadas frente a la inflación. Por ejemplo, se negó a homologar convenios como el de camioneros o el de comercio. En paralelo, como consecuencia de esto, distintos sectores capitalistas (alimenticias, mineras, petroleras, farmacéuticas, prepagas, un sector de la burguesía industrial) vienen obteniendo ganancias considerables. Todo, además, esto cuando en el primer trimestre del año hubo más de 3 millones de pobres nuevos.
Por otro lado, Milei impulsa una licuación de los ahorros de la población trabajadora, bajando la tasa de interés que paga el BCRA por los plazos fijos y dejándola por detrás de la marcha inflacionaria. En cambio, a los banqueros les otorga bonos públicos indexados a la inflación o al tipo de cambio. Gracias a la devaluación que ejecutó Caputo en diciembre pasado, Banco Macro, Grupo Supervielle, Galicia y BBVA Argentina vieron crecer sus acciones en pesos entre un 200% y casi un 400% (ElDiarioAr, 10/6) y acumularon ganancias récord.
El elenco libertario, por otra parte, subió el Impuesto País que grava la compra de divisas y las importaciones. Es, por un lado, un reforzamiento del cepo cambiario que afecta a los trabajadores que quieren ahorrar en moneda dura, y, por el otro, una política inflacionaria puesto que las patronales trasladan ese plus que pagan por obtener dólares a los precios de los productos que venden.
Asimismo, Milei utiliza los resortes del Estado para impulsar aumentos de servicios. Acaba de anunciar un régimen de tarifazos permanentes para el gas y la luz, en momentos en los que el salario no para de perder su poder adquisitivo. Esto, en un cuadro de fuertes presiones devaluatorias y cuando las condiciones para que Argentina asista a un desmadre inflacionario están latentes.
Una de las actividades favoritas del “antiestado” Milei es utilizar el Estado para perseguir a la oposición política. En esta línea se inscriben los allanamientos que ordenó contra 27 referentes de organizaciones sociales y el allanamiento y espionaje contra el local central del Partido Obrero, acusando sin ninguna prueba a estos sectores de estar metidos en corruptelas.
Entretanto, le da protección estatal a Sandra Pettovello, su ministra de Capital Humano, envuelta en varios escándalos de corrupción: la retención de 6 millones de kilos de alimentos mientras todo un sector de la población sufre hambre, el armado de cajas negras para pagar sobresueldos a ñoquis y estafadores, entre otros.
Si se aprueba la Ley Bases que promueve, Milei tendría superpoderes para utilizar los resortes del Estado en función de despedir trabajadores del sector público o reajustar partidas presupuestarias a su antojo. Además, por ejemplo, quedarían prohibidas las protestas sindicales en los lugares de trabajo.
El intervencionismo estatal de contenido autoritario que impulsa Milei se vio claramente con su protocolo antiprotestas, que no permite a los trabajadores realizar movilizaciones para defenderse de los atropellos del mismo Estado y sus personeros.
Desde adentro, Milei solo refuerza los rasgos despóticos del Estado capitalista contra los trabajadores.
Nazareno Suozzi
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