El 60% de los trabajadores gana menos de $350 mil.
En los primeros tres meses del 2024 se registró la mayor desigualdad social de los últimos 16 años. Los ingresos per cápita familiar del decil más rico de la población fueron 15 veces superiores a los del decil más pobre, como resultado de un gobierno empeñado en transferir recursos desde el bolsillo de los trabajadores al de los grandes capitalistas.
El dato se desprende del último informe elaborado por el Indec sobre “Evolución de la distribución del ingreso”, correspondiente al primer trimestre del año. No sorprende, teniendo en cuenta que la megadevaluación de diciembre y la desregulación de los precios sumió a nuevos sectores en la pobreza, mientras los pulpos exportadores, los acreedores de deuda indexada y los monopolios de la alimentación salieron beneficiados. A su vez, la asimetría entre los grupos de mayor y menor poder adquisitivo se acentuó como consecuencia de los despidos masivos que tuvieron lugar en el último tiempo.
En la misma publicación podemos ver cuán heridos quedaron los ingresos populares tras el golpe devaluatorio, los topes a las paritarias y la licuación de las jubilaciones y asistencia social. El ingreso medio de la población con ingresos se ubicó en $369.085. A su turno, el ingreso medio de los asalariados registrados se situó en $449.382 y el de los informales en $197.467. Todas cifras inferiores a la línea de la pobreza de marzo, calculada en $773.385. Finalmente, ni siquiera los sueldos del ámbito formal alcanzan para cubrir la canasta básica, menos aún los del sector no registrado; sector, que, dicho sea de paso, crecerá a la luz de una Ley Bases que elimina las multas a los empleadores que incurren en fraude laboral.
El informe también revela que los ingresos individuales del 90% de la población asalariada no superaban los $700 mil, es decir, al finalizar el primer trimestre, 9 de cada 10 trabajadores percibían ingresos por debajo de la línea de pobreza de marzo. Incluso, el 60% de los asalariados contaba con ingresos de hasta $350 mil, perforando así el piso de la indigencia de dicho mes, ubicado en $358.049. Como vemos, el grueso de la clase trabajadora argentina se desloma en jornadas laborales extenuantes, y, aún así, su salario no le permite acceder a los bienes y servicios esenciales. Sin dudas, son las burocracias sindicales las que dejan pasar semejante atropello por parte de las patronales y el gobierno.
Por otra parte, mientras que el ingreso promedio de los varones fue de $429.741, el de las mujeres fue de apenas $310.064; sucede que las ramas más feminizadas son las peores pagas, y, a su vez, las mujeres destinan más tiempo a las tareas de cuidado no remuneradas. En ese sentido, de un año a otro, la brecha de género del promedio del ingreso de la ocupación principal pasó del 24,2% al 27,4%. En definitiva, Milei no solo se empecina en negar esta violencia económica que se posa sobre el colectivo femenino, sino que además, la profundiza bajo su mandato.
A fin de cuentas, es la radiografía de un gobierno abocado a hundir a los trabajadores hasta límites insondables, en favor de un puñado de capitalistas. Hay que derrotarlo con la huelga general.
Sofía Hart
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