En síntesis pasan los gobiernos pero en la Argentina se mantiene, con matices, lo esencial de la historia mitrista: el panteón de héroes. Construyeron un relato histórico basado en las grandes gestas de héroes, la mayoría militares o presidentes con la finalidad de instalar a figuras políticas por encima del contexto de los hechos y otorgarles distintas intencionalidades políticas. En el caso de Güemes, hay algo más. Su vinculación con la defensa del territorio, la resistencia a las tropas realistas y su ideal independentista contradice a todos los gobiernos que hablan en nombre de la “patria” y la “libertad” pero honran el pago de la deuda externa, la dependencia económica de la Argentina y la entrega de los recursos naturales del país.
Güemes fue un salteño que estudió desde los 14 años la carrera militar ingresando a Infantería, combatió en la primera invasión inglesa y durante 1815 y 1821 fue designado gobernador de Salta y Jujuy. En este período resistió los ataques de las tropas realistas que disputaban el territorio al norte del país. Su resistencia en el actual noroeste argentino se combinó con los logros de San Martín que derrotó a los realistas en Chile y Perú. La carrera militar de Güemes, no solo es reivindicada por distintos partidos políticos, sino también por la Escuela de Gendarmería que lleva su nombre y otras fuerzas, como la policía de Salta.
En 1817, Güemes descubrió las intenciones realistas del mariscal de la Serna de invadir con 5.000 hombres la ciudad de Salta. Ante la posibilidad de estos hechos, preparó la resistencia combinando la “guerra de guerrillas” en el norte del territorio con la resistencia del pueblo salteño cansado de guerras y penurias económicas.
Durante el período independentista el pueblo salteño resistió a nueve invasiones españolas, no solo peleó contra los realistas sino también contra la oligarquía salteña que lo oprimía. Sufrió las consecuencias de una tierra devastada por las guerras de la independencia y por la interrupción del comercio con el Alto Perú, única vía para la obtención de recursos.
Ésta fue la base que le permitió a Güemes construir un entramado de poder político regional como jefe o caudillo indiscutido del interior y también un ejército de gauchos y desposeídos que se sometieron a sus órdenes para subsistir. A cambio de incorporarlos a su ejército, Güemes le otorgó la quita del pago del tributo que muchos pagaban a la elite salteña. De esta manera, cimentó un poder basado en el arbitraje sobre los grupos oligárquicos y populares. La estrategia de utilizar la “guerrilla gaucha” solamente contra el avance realista fortaleció a la oligarquía criolla norteña a la que Güemes perteneció.
El historiador marxista Milcíades Peña (2014) [1] definió a los caudillos y a Güemes como una “oligarquía con apoyo popular”: “Aunque educado y perteneciente a una clase notable de Salta, Martín Güemes manifestó siempre una tendencia a halagar las pasiones de las multitudes para conquistarse su afecto y dividirlas de las clases cultas de la sociedad, haciendo de ellas el pedestal de su elevación (Mitre, "Historia de Belgrano", 302).
Pero de todo esto no se desprende nada en favor de la temeraria afirmación ‘apoyándose en las clases más bajas y oprimidas los caudillos montoneros atacaban a las clases dominantes de las sociedad’. Los caudillos pertenecían por origen o interés a éstas clases dominantes”.
Si bien Güemes construyó su base de poder en el apoyo popular, resistiendo sin acompañamiento porteño a los ejércitos realistas, la elite burguesa gobernante de Buenos Aires no lo vio como un peligro. Güemes no tuvo intenciones de profundizar una reforma agraria u otorgar la participación política a los sectores populares. La preocupación del centralismo porteño se referenció en la oposición de José G. Artigas, por su control del Litoral y la Banda Oriental, la estrategia política de entrega de tierras y el modelo político federativo.
El año 1821, significó para Güemes un año difícil. El Cabildo de Salta, dominado por los sectores conservadores y terratenientes, decide deponerlo como gobernador con el apoyo de los realistas. Como respuesta, impulsó la “Guerra Gaucha” con un doble objetivo: derrotar a los realistas y recuperar el poder político, lo que logra. El general Olañeta envió desde Yavi 600 infantes a las órdenes del coronel José María Valdés (alias el Barbarucho), quien marchó a Purmamarca. Desde allí, por senderos desiertos rodeó la serranía de las Tres Cruces y del Nevado de Chañi, guiado por miembros de la familia realista Archondo. El 6 de junio tomó por sorpresa Salta, en donde una de sus partidas logró herir a Güemes. Herido se reúne con los oficiales, les traspasa el mando y da las indicaciones para lo que será el freno realista en el norte del actual territorio argentino. Murió 10 días después en la Cañada de la Horqueta.
Hernán Perriere
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