Como en una novela guionada, el libreto estaba distribuido entre distintos actores. Mientras la mayoría culpaba al PO por apoyar la toma, otros criticaban simultáneamente a Berni y a nuestro partido. Ni que decir que la función más miserable les tocó a éstos últimos. Su argumento se reduce a que si bien la represión no es la salida deseada como pretende Berni, el PO hizo todo lo posible para que eso ocurra. Esta réplica de la nefasta teoría de los dos demonios fue repetida sin tapujos por Verbitsky, que se presume miembro de un organismo de derechos humanos. Al final de cuentas la lógica es la de siempre: si no luchas nadie te va a reprimir. Claro que si no luchas tampoco vas a tener vivienda. Pero para nuestros críticos eso son detalles menores –quizás porque están bien cobijados haciendo uso y abuso a las frondosas cajas de los funcionarios.
Como ha ocurrido tantas veces, quienes encabezaron esa campaña contra las organizaciones combativas y el PO son justamente dos funcionarios que, en un sentido amplio, provienen de la izquierda. Es que tanto Axel Kicillof como su ministro de Desarrollo de la Comunidad, Andrés Larroque, comenzaron su militancia ligados a las organizaciones de izquierda del movimiento estudiantil. El actual gobernador era el dirigente de la fuerza política (TNT de Ciencias Económicas de la UBA) que integró un frente con toda la izquierda en el 2001 para desplazar a Franja Morada de la dirección de la Federación Universitaria de Buenos Aires. El Cuervo Larroque, por su lado, integró el Frente de Lucha del Nacional de Buenos Aires junto a la UJS-PO en la década del 90, con el cual se conquistó la dirección del principal centro de estudiantes del país. Gracias a ese frente Larroque fue presidente del Centro. Por esas ironías que tiene la historia, con su represión Larroque terminó encarcelando a la actual presidenta del Centro de Estudiantes del Nacional Buenos Aires, nuestra compañera Tati. Los medios K se preguntaban qué hacía allí una dirigente estudiantil de un colegio de la Ciudad de Buenos Aires, cuando la respuesta es más que evidente: defendiendo a las familias que reclaman por vivienda. Tal actitud enaltece a Tati y a sus compañeras y compañeros, y degrada a Larroque, que estuvo allí pero para reprimir.
Es interesante señalar que aun cuando compartían listas y hasta agrupaciones con la izquierda, tanto Kicillof como Larroque se presentaban como “independientes”. Esa independencia, sin embargo, no refería a una delimitación con la clase capitalista, sus partidos y su Estado, sino fundamentalmente con la propia izquierda. Inicialmente, la crítica a ésta tenía que ver con las formas de los partidos. La especie en boga era que los partidos eran malos per se, sin importar si éstos eran de la clase obrera o de la clase capitalista. Así, colocaban en la misma bolsa al PO y al PJ, por poner solo un ejemplo.
Pero este independentismo fue luego dejado de lado para pasarse al propio pejotismo, sin importar que se parece más a una mafia o guerra de clanes que a un verdadero partido. Esta evolución permite sacar conclusiones muy actuales, porque ahora mismo vemos que grupos que proviniendo del autonomismo terminan en las redes de la cooptación estatal. La razón de ello, al menos en el plano de la teoría, es que la independencia para ser tal requiere un programa de la clase obrera en oposición al capital y su Estado. Quienes eluden o carecen de este programa, y se atrincheran en las formas supuestamente democráticas, son candidatos directos a la integración al nacionalismo burgués.
La lucha de Guernica ha permitido corroborar la justeza de esta tesis hasta más allá de lo necesario. Muchos grupos que se reclaman como autonomistas mostraron en el propio transcurso de la lucha su tendencia al compromiso y, como no decirlo, hasta la traición a las familias. Antes de llegar a ese extremo habían comprado el verso de que había que operar en las internas del gobierno y que una cosa es Kicillof y Larroque y otra Berni. Tales argumentos eran propagados por los propios funcionarios, para jugar de modo más efectivo su papel de cooptación. Después de todo, el Estado burgués funciona así. Por un lado tiene la policía que te reprime y por el otro la ventanilla del secretario de derechos humanos que te toma la denuncia. El oportunista ve entre uno y otro una oposición de principios, quizás porque quiere ocupar el lugar de secretario. En cambio, el militante serio debe ver una división del trabajo dentro de una estructura de represión y opresión.
Analizamos recién la matriz teórica de esa cooptación. Pero debemos rechazar todo fatalismo teórico. Dicho de otro modo: ningún militante está condenado por un error de análisis o de enfoque a terminar como funcionario de un gobierno represor. El verdadero militante popular podrá corregir sus errores gracias a los vínculos entablados con las masas oprimidas. En cambio el pequeñoburgués que quiere un ascenso social bajo el amparo del propio Estado no. Al revés, acomodará sus teorías a sus propias necesidades para intentar darle algo de coherencia a su carrera política personal. Pero nada permite ocultar que el macartismo, usado para defender una represión contra familias pobres, delata una tendencia fascistizante que ya hemos visto en el pasado. Después de todo la Triple A la formó el propio Juan Domingo Perón.
Viendo lo que está en juego no es casual que tanto Kicillof como Larroque, así como los plumíferos periodistas que les hacen de corifeos, apunten con especial saña sus cañones contra el PO. Es finalmente un tema de estrategia política. Saben de primera mano y como resultado de su propia experiencia, que el programa, la trayectoria y los cuadros del PO expresan del modo más acabado la lucha contra el nacionalismo burgués, el Estado, los partidos patronales y el capital. Cuando se refieren al PO en realidad se están dirigiendo a las organizaciones intermedias e incluso a su propia base con un ultimátum: si apoyas a las familias de Guernica te haces del PO, que es trotskista y rechaza al movimiento nacional y popular.
Al final de cuenta, es una señal de debilidad.
Gabriel Solano
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