La deriva sectaria del grupo de Altamira, con pretensiones internacionales.
El grupo de Altamira, bajo la pluma de Marcelo Ramal, ha decidido salir al cruce de la Declaración internacional en apoyo al Frente de Izquierda-Unidad consensuada por los cuatro partidos integrantes del frente. Para quién no haya advertido la deriva sectaria del grupo de Altamira, el ataque al texto internacional del FIT-U que realiza Ramal le resultará sorprendente. Pues la Declaración tiene definiciones políticas y programáticas completamente principistas.
La Declaración se pronuncia por la unidad de los explotados del mundo en la lucha contra el capital y por gobiernos de trabajadores. En oposición a las intervenciones imperialistas y al renovado fracaso de las experiencias nacionalistas latinoamericanas y a la colaboración de clases que promueven, reivindica la lucha de clases y la pelea por la unidad socialista de América Latina. Ante el fracaso de la Unión Europea y de las tentativas centroizquierdistas como Syriza y Podemos, se pronuncia por la unidad socialista de Europa. Se destaca a su vez que el FIT-U no se ha limitado a la pelea electoral, sino que impulsa activamente la intervención de los trabajadores ocupados y desocupados en la crisis nacional y la pelea por el paro activo de 36 horas y el plan de lucha.
Las definiciones que figuran en la Declaración, por su alcance internacional, estratégico y principista, son un avance en relación a las del Manifiesto programático del FIT firmado en 2013. Reúnen algunos de los principios fundamentales sobre los cuales el Partido Obrero fundó su reagrupamiento internacional, como por ejemplo la actualidad de la lucha por gobiernos de trabajadores y socialistas, el rechazo a la colaboración de clases y la elaboración de una estrategia anticapitalista basada en el método y en las reivindicaciones de transición.
Esto, naturalmente, no exime a nuestros aliados del FIT-U de las políticas que sus partidos hermanos levantan en el resto del mundo, que en muchos casos son contradictorias con las definiciones de la Declaración internacional y de la política del propio FIT-U. Por caso, la oportuna disolución política del MST con Syriza y su actual franeleo con los demócratas socialistas norteamericanos; o la integración de IS al armado centroizquierdista del Frente Amplio de Perú; o el seguidismo del PTS al PSOL de Brasil. Pero las contradicciones de nuestros socios deberán ser respondidas por ellos. Para el PO, en cambio, la Declaración internacional del FIT-U representa un aporte para el desarrollo de una intervención política revolucionaria en el terreno internacional.
Ramal afirma que “El aval ‘internacionalista’ que busca el FIT-U es una trampa para la izquierda internacional y un pedido de salvoconducto político”. En momentos donde Alberto Fernández se encuentra recorriendo el mundo buscando el apoyo de distintos gobiernos y fuerzas capitalistas y fijando posición frente a distintos procesos internacionales, para Ramal, la salida de una declaración internacional principista sería, prácticamente, un crimen político. Es decir, quienes reivindican el Manifiesto del FIT de 2013 condenan la Declaración internacional del FIT-U. Sin darse cuenta, se vuelca al nacional-trotskismo.
Sucede que, para Ramal, la Declaración perseguiría el objetivo de acicatear una maniobra del PTS: la conformación de un partido amplio con innumerables tendencias. Pero la franela con este planteo democratizante no emanó de la dirección del PO. En un Altamira Responde, éste se hizo eco del planteo del PTS, pasando por alto que se trataba de una mera maniobra publicitaria, ya que rechazaban cualquier iniciativa práctica común del Frente de Izquierda. No fue casualidad que La Izquierda Diario levantara las declaraciones de Altamira como expresión de una señal auspiciosa. Digamos, de paso, que quienes se han revelado como los campeones del partido de tendencias han sido, justamente, Altamira y Ramal. Luego de perder 80% a 20% el Congreso partidario fundaron una nueva organización, con sus propios planteos políticos, con sus propios organismos y finanzas paralelas, pero pretendiendo usurpar el nombre al Partido Obrero bajo la coartada de constituirse como una “fracción pública” o “tendencia”.
Lo que importa destacar de la experiencia del FIT, y ahora el del FIT-U, es su singularidad. Sucede que representa un caso excepcional en referencia a los frentes de izquierdas existentes en el mundo, que por sus programas y estrategias, ofician de pata izquierda del sistema o se mantienen en la completa marginalidad política. La impugnación de una Declaración internacional principista habla de una política de ataque al Frente de Izquierda. Se pretende socavar, de esta manera, al frente único de la izquierda clasista que se encuentra batallando por la separación política de los trabajadores de los partidos patronales. Se trata, a las claras, de la política de una secta. Es decir, un grupo que exacerba las divergencias (faccionalismo), ni siquiera de programa sino de ‘caracterización’, para impugnar el conjunto de la iniciativa y restarle apoyos al FIT-U. A tal punto, que la ‘crítica’ se hizo pública antes que la Declaración criticada. Es claro que se coloca el interés de grupo por sobre encima del interés general de la clase.
Una lucha política principista plantea la necesidad de defender al FIT-U, incluso combatiendo las tendencias a su disolución que nuestros aliados puedan manifestar (y han manifestado) en diferentes oportunidades. Si el FIT-U es una herramienta clasista para enfrentar político-electoralmente a los partidos burgueses, y canalizar una ruptura de la vanguardia y parte de las masas hacia posiciones de independencia política, hay que defenderlo activamente.
Mecanicismo peligroso
Todo el texto de Ramal está impregnado de una metodología que lo aleja del análisis marxista y lo acerca al mecanicismo. Sencillamente miente cuando plantea que “en el análisis del FIT-U está ausente la perspectiva catastrófica”. Pues, concretamente, en la Declaración se señala que “A diez años de la crisis capitalista mundial desatada en 2007/08 nos encontramos en las vísperas de una nueva recesión internacional (…) los capitalistas nos están llevando aceleradamente hacia una nueva catástrofe”. No sólo eso: se destaca que las rebeliones de Argelia y Sudán, los chalecos amarillos de Francia y la rebelión de Puerto Rico “son síntomas de que en el próximo período las batallas de la lucha de clases se expandirán”. La confusión de Ramal reside en que confunde la bancarrota capitalista con un “inmovilismo estratégico” e “impasse generalizado” de la burguesía y sus partidos. Para él, la bancarrota sería incompatible con el desarrollo de una ofensiva capitalista contra las masas.
Semejante afirmación se realiza en las vísperas de que se apruebe definitivamente en el Senado brasileño la reforma previsional reaccionaria y que se encuentre en discusión el presupuesto 2020, que establece un recorte de los presupuestos de salud, educación, programas sociales, etc. Lo mismo vale para Macri, un gobierno políticamente derrotado y en retirada, pero que acaba de asestar un nuevo golpe a los trabajadores con la reducción de las indemnizaciones por accidentes laborales. Las iniciativas de los gobiernos capitalistas contra las masas se redoblan, justamente, en los momentos de mayor crisis del régimen, pues se juegan allí su propia supervivencia.
Las ofensivas capitalistas no sólo se apoyan en la fuerza política que dirige el gobierno y el Estado. También encuentran puntos de apoyo fundamentales en las fuerzas patronales opositoras y en las burocracias sindicales. Es lo que Ramal parecería pasar por alto cuando afirma que el FIT-U “dejó en manos del kirchnerismo el liderazgo de ‘la oposición al ajuste’”, por no haber levantado la consigna Fuera Macri. Resulta fatigoso tener que repetir por enésima vez el papel de colaboración de los K con el macrismo. Esta colaboración tuvo su ‘punto de inflexión’ luego de las jornadas del 14 y 18 de diciembre de 2017 contra la reforma previsional, cuando pusieron en marcha la estrategia “hay 2019”, destinada a sacar a los trabajadores de la calle y estructurar la salida electoral. El papel de traición y entrega que jugaron las burocracias sindicales K y peronistas, en todas y en cada una de las luchas libradas por el movimiento obrero, sea contra los despidos, por el salario o en defensa de los convenios colectivos de trabajo, son una expresión cabal de la colaboración política del kirchnerismo con el macrismo y, más de conjunto, con la ofensiva capitalista.
Mientras es cierto que el grupo de Altamira se opuso explícitamente en Chubut, donde se desarrolla desde hace dos meses una verdadera rebelión de los trabajadores estatales, a la consigna Fuera Arcioni; es falso que el PO no haya levantado la consigna Fuera Macri. El Comité Central del PO votó, en julio de 2018, poner en el centro de la agitación política de nuestro partido la consigna “Fuera Macri y el régimen corrupto, por una Asamblea Constituyente soberana” como parte de un sistema de consignas precedidas por los planteos “Que la crisis la paguen los capitalistas” y “Derrotemos el plan de guerra de Macri, los gobernadores y el FMI”. Con la agudización de la crisis y el ascenso de la lucha popular, en el curso de agosto y septiembre de 2018, el “Fuera Macri” y la “Asamblea Constituyente” pasaron a ser la consigna central de nuestra agitación política. Como parte de la lucha por esa orientación, hacia octubre de 2018, el PO realizó un masivo acto en la plaza de los Dos Congreso y actos en la mayoría de las provincias del país.
Pero una vez contenido y cerrado ese proceso de luchas, e iniciado el 2019, la consigna pasó a ser funcional al recambio patronal a través del proceso electoral. A principios de año, Ramal y Altamira sostenían que el “kirchnerismo es un tigre de papel” y que no era un obstáculo para el desarrollo de la izquierda y de la lucha de la clase obrera. En forma sigilosa y vergonzante, en las semanas previas a las Paso, los detractores de la Declaración internacional, retiraron la consigna Fuera Macri e hicieron propia (aunque en forma devaluada) la del PO. La orientación votada por el XXVI Congreso del Partido Obrero (fuera el régimen del FMI; que la crisis la paguen los capitalistas; por una salida de los trabajadores), y adoptada por el FIT-U en el proceso electoral, le permitió a la izquierda establecer una línea de resistencia ante la elección plebiscitaria del “tigre de papel” kirchnerista.
Con el tufo de la descomposición
Resulta sugestiva la insinuación de Ramal de que la Declaración ningunea la lucha de clases de nuestro país. Pues el cúmulo de falsificaciones que lanza contra el PO y el FIT-U ha estado precedido por una acción concreta, de parte del grupo de Altamira, en la lucha de clases de los últimos meses. El rechazo a la política de frente único, tanto en el terreno político como en el sindical, antes sólo podía ser catalogado como “un crimen en grado de tentativa”. Pero ahora hemos pasado de los dichos a los hechos.
El boicot al Frente de Izquierda-Unidad no sólo ha quedado de manifiesto con el rechazo a la Declaración internacional. Altamira ha motorizado el armado de una lista divisionista en Salta contra el FIT-U y ha recorrido los medios de numerosos distritos del país con el objetivo de atacar y hasta difamar a los referentes locales y nacionales del PO. Se han ausentando de todos los actos del FIT-U y han boicoteado la realización del acto en Tucumán, donde la lista es encabezada por un adherente a Altamira.
El grupo de Altamira boicoteó los planes de lucha piqueteros, que tuvieron al Polo Obrero como uno de sus principales protagonistas y que se colocaron en el centro del escenario político nacional, conmoviendo al país. En la misma línea, trabajaron en contra del plenario de ocupados y desocupados de Pilar porque un miembro de su grupo no era parte de la mesa de coordinación del mismo, lo que motivó el repudio de sectores muy importantes de la vanguardia del movimiento obrero. Como parte de este derrotero, hay que anotar el boicot a la lista de oposición ferroviaria, que logró el 32% de los votos contra la burocracia pedracista.
Nunca repudiaron la represión contra el acampe piquetero ni se pronunciaron contra la criminalización de Eduardo Belliboni y Oscar Kuperman, y la persecución a nuestra compañera Patricia Jure. Tampoco frente al pedido de Hebe de Bonafini de represión y criminalización de Nicolás Del Caño y Néstor Pitrola. La ceguera faccional y sectaria ha llevado al grupo de Altamira a violar un principio de clase elemental: se está siempre con el oprimido contra cualquier ataque del Estado. El apoyo debe ser incondicional, es decir, con independencia de las divergencias que se tengan con la víctima o con su organización, pues del otro lado está el Estado, representante general del régimen capitalista.
Los que dicen apoyar al FIT-U “críticamente” dan una muestra más de que ponen el mayor de sus empeños, por poco efectivo que fuere, en obstaculizar el desarrollo de un bloque de independencia de clase. Es que el sectarismo es una enfermedad peligrosa, y así lo testifica el grupo de Altamira, quien ya deambula portando el tufo de la descomposición política.
Pablo Giachello
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