Argentina, bajo el impacto de la crisis capitalista
En el curso de la campaña electoral que acaba de concluir, con vistas a las PASO del próximo domingo, quedó en evidencia la precariedad del esquema económico montado por el macrismo, así como las limitaciones insalvables del programa ‘alternativo’ levantado por la oposición.
Sucede que en la última semana afloró con toda su fuerza uno de los factores fundamentales que signará todo el proceso político nacional: la crisis capitalista mundial. Argentina sintió el sacudón de la escalada del conflicto entre Estados Unidos y China. La rebaja de la tasa de interés de la Reserva Federal norteamericana -con el fin de evitar un inminente ingreso de la economía yanqui y mundial a una nueva fase recesiva- y los anuncios de nuevos embates arancelarios de Trump contra China; tuvo como respuesta la devaluación del yuan de parte del gobierno de Xi Jiping. Como no podía ser de otra manera, el paso de la guerra comercial a la monetaria alteró la “pax cambiaria” montada por el macrismo, que se logró a fuerza de rematar los dólares prestados por el FMI e infartando la economía nacional con tasas de interés exorbitantes, que han llevado la deuda del Banco Central a niveles récord. En este marco, el oficialismo, entre las PASO y las generales de octubre, deberá lidiar con el vencimiento de Letras del Tesoro por el orden de los 12 mil millones de dólares. Un resultado negativo de Macri en las primarias socavará las posibilidades de una refinanciación de la totalidad de esos vencimientos o los encarecerá enormemente.
Pero no sólo ha quedado en la picota el esquema oficial. Se han puesto en evidencia también la falta de solvencia del programa económico de Alberto Fernández, que busca una reactivación de la economía de la mano de una mega devaluación del peso, la que daría lugar a una mayor competitividad de la producción local, un incremento de las exportaciones y con ello un superávit comercial que lograría revertir la crisis de la balanza de pagos de Argentina. Sin embargo, un reciente informe revela que “la fuerte devaluación (…) de 2018 no fue suficiente para empujar las exportaciones, que hoy permanecen en los mismos niveles que doce meses atrás” (El Cronista 8/8). Y, al mismo tiempo, el inicio de una guerra monetaria (China prevé una mayor devaluación para 2020) plantea que los efectos de una nueva devaluación del peso argentino se verían completamente neutralizados.
En un país que carga con el peso de una deuda pública que equivale a la totalidad de su PBI, donde la inflación anual asciende al 50 por ciento, y los índices de pobreza y desocupación han crecido exponencialmente; el electorado debería tomar nota de la inviabilidad de los planes económicos de oficialistas y opositores. La crítica situación que atraviesa la provincia de Chubut, donde el recientemente reelecto gobernador albertista Arcioni está privando a los trabajadores estatales del cobro de sus salarios por el peso insoportable de la deuda pública provincial, es indicativo del futuro del país. El programa del Frente de Izquierda – Unidad, que plantea la nacionalización de la banca y el comercio exterior y el cese del pago de la deuda externa usuraria y fraudulenta, se ha revelado como el planteo más realista de todos. Pues en un cuadro de guerra comercial y monetaria, la concentración del ahorro nacional bajo la dirección de los trabajadores representaría una palanca formidable para un relanzamiento de la economía y el fortalecimiento del mercado interno.
Corridos a la derecha
En el curso de la campaña se ha visto el proceso de derechización de los principales bloques políticos en pugna. Este proceso acompañó el abierto y desembocado pedido del FMI y de la burguesía nacional de la ejecución de las reformas laboral, jubilatoria y fiscal. Los popes de la clase capitalista vernácula se vieron interpelados por las consecuencias gravosas que tendría para la “industria nacional” la puesta en práctica del acuerdo Unión Europea – Mercosur y por el avance de la reforma previsional en Brasil. En busca de apuntalar su tasa de beneficio, los capitalistas colocaron su propia agenda en el tope del debate político electoral.
Mientras el macrismo se declaró abiertamente en favor de llevar adelante estos planes, los Fernández optaron por disimular. Pero por las garantías otorgadas al Fondo Monetario, de que van por una “reestructuración” y de que “honrarán las deudas”, quedó en evidencia un acuerdo estratégico con esta ofensiva anti-obrera. Pues un acuerdo con el FMI tiene como precondición el compromiso de ejecutar de esas reformas. Al mismo tiempo, Fernández ha pactado con la burocracia sindical responsable de haber entregado los salarios y los convenios colectivos de trabajo, y de haber sellado con el macrismo las reformas laboral y jubilatoria que despertaron las jornadas de diciembre de 2017.
El macrismo apuntó a hacerse fuerte “bolsonarizando” su campaña. Acusó a Kicillof de “comunista”; se colocó como un ariete fundamental del imperialismo en América Latina en su cruzada contra Venezuela; e impulsó el retorno de una suerte de colimba a manos de la Gendarmería responsable de la desaparición seguida de muerte de Santiago Maldonado. El kirchnerismo, lejos de combatir la orientación oficial, optó por adaptarse. Al ataque macartista del macrismo, Cristina Fernández respondió reivindicándose más capitalista que Macri y acusando al presidente de “soviético”, defendiendo una suerte de capitalismo ‘humanizado’ capaz de compatibilizar la satisfacción de las necesidades de las masas con un régimen social en descomposición y caduco desde el punto de vista histórico. El alineamiento de Cristina Fernández con el imperialismo yanqui quedó en evidencia con su atronador silencio ante el golpismo de Guaidó y la escalada criminal del gobierno de Trump contra Venezuela.
El Frente de Izquierda-Unidad
El Frente de Izquierda - Unidad ha desarrollado una campaña, por un lado, claramente asociada a las luchas obreras y populares, y, por el otro, de alto voltaje político. El Partido Obrero en el Frente de Izquierda se ha valido de la campaña para apuntalar la gran huelga de los docentes salteños, la extraordinaria lucha que se encuentran desenvolviendo los trabajadores estatales de Chubut, la lucha de los molineros cordobeses, las extraordinarias movilizaciones de los desocupados del Polo Obrero y las organizaciones piqueteras en todo el país, de los obreros del Sutna, la lucha de los ceramistas neuquinos, etc. Participamos, en cada lucha, como parte de nuestra pelea por la irrupción de toda la clase obrera en el escenario nacional, peleando por el paro activo de 36 horas y el plan de lucha.
Nuestra campaña puso en marcha una intensa movilización política. Se desarrolló bajo la orientación trazada por el XXVI Congreso del Partido Obrero, la que se ha revelado completamente acertada a la luz de la evolución del proceso político. El Frente de Izquierda se ha instalado como la fuerza política que plantea la ruptura del acuerdo con el FMI, en contraste con todos los partidos del régimen, y que plantea que la crisis la paguen los capitalistas. Estas consignas posibilitaron el desarrollo de todo un programa de reivindicaciones inmediatas -la defensa de un salario equivalente a la canasta familiar, el fin de la precarización laboral, el reparto de las horas de trabajo, etc. en conexión directa con un programa de transformación social bajo la dirección de la clase obrera. La identificación del Frente de Izquierda–Unidad con la lucha por el aborto legal ha sido un aspecto fundamental para colaborar con la separación de las mujeres y los jóvenes protagonistas de la ola verde de los partidos patronales, fuertemente entrelazados, todos ellos, con las Iglesias. En síntesis, la campaña del PO y el FIT-U ha sido una campaña obrera y socialista.
En las horas que quedan hasta el domingo, toda la militancia del PO y del FIT-U se moviliza para sumar nuevos fiscales, para defender los votos de la izquierda contra las manipulaciones de los aparatos y punteros de los partidos patronales.
Pablo Giachello
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