Compañeros y compañeras:
Las elecciones del domingo pasado han abierto una gigantesca crisis política. La paliza electoral sufrida por el macrismo ha tenido lugar en oposición a los pronósticos de todas las encuestadoras. Este derrumbe, que fue anticipado por la seguidilla de resultados electorales en las provincias, pretendió ser revertido por el gobierno echando mano a los recursos del FMI y acrecentando la hipoteca nacional. Fracasó estrepitosamente. Pero el hundimiento electoral del macrismo no se limitó a la fórmula presidencial, arrastró también a la gobernadora Vidal y le plantea un escenario extremadamente difícil a Suárez en Mendoza e incluso a Rodríguez Larreta en CABA. El triunfo aplastante de la fórmula Fernández-Fernández en la Paso ha abierto una transición considerablemente convulsiva, ya que el macrismo, desautorizado por la derrota electoral, debe seguir hasta diciembre al frente del gobierno, según marca la legislación vigente.
Las características convulsivas de esta transición han quedado en evidencia desde el primer día posterior a las Paso. Con el claro objetivo de condicionar al futuro gobierno de Fernández, los especuladores financieros han respondido a la derrota electoral del macrismo con una corrida cambiaria que ha derivado en una nueva mega devaluación del peso. De la mano de la devaluación ha pegado un nuevo salto la deuda pública, la que en su inmensa mayoría se encuentra denominada en dólares. El cuadro de insolvencia de la Argentina ha disparado el riesgo país, encareciendo y dificultando las posibilidades de refinanciación de la deuda. Esto, cuando el Estado argentino deberá hacer frente, antes de las elecciones de octubre, a vencimientos por el orden de los 12.000 millones de dólares. La cotización de las acciones de las empresas argentinas se ha derrumbado, en algunos casos hasta un 70%. En este cuadro de crisis y desorganización económica, la Argentina queda en las puertas de una hiperinflación. La posibilidad de que el gobierno proceda a una renegociación anticipada de la deuda con el Fondo no sólo acentuaría la hipoteca nacional, sino que agravaría los condicionantes del capital financiero sobre el actual y el futuro gobierno, en pos de que se cumpla con las “obligaciones externas”.
La bancarrota nacional se desarrolla en estrecha conexión con la crisis capitalista internacional, que tuvo un nuevo salto la semana pasada. Con la rebaja de la tasa de interés de la Reserva Federal norteamericana, en función de evitar una inminente recesión, los anuncios de Trump de un incremento de los aranceles a los productos chinos, y la devaluación del yuan como contra respuesta a esas medidas; asistimos al principio del pasaje de la guerra comercial a la guerra monetaria. Este cuadro internacional pone en jaque las “salidas” capitalistas en danza a la actual bancarrota nacional. Pues la guerra monetaria neutralizaría la “competitividad” ganada por el peso argentino con la devaluación. Antes de las elecciones del domingo pasado ya había quedado en evidencia la inviabilidad del programa económico de los Fernández, basado en la mega devaluación del peso.
Mientras, de un lado, Macri ha declarado que la responsabilidad del descalabro económico es de la oposición -dada la falta de confianza de “los mercados” y “del mundo” con el kirchnerismo- y se ha desentendido de sus propias responsabilidades frente al derrumbe económico; del otro lado, Alberto Fernández ha rechazado tomar cartas en el asunto, declarándose un mero opositor y avalando de hecho el proceso de enorme confiscación popular que representa la mega devaluación. La fórmula F-F aspira a que sea Macri quién realice el “trabajo sucio” antes de la asunción del nuevo gobierno. La reestructuración del acuerdo con el Fondo antes de las elecciones de octubre traería aparejado el compromiso de avanzar con las reforma laboral, jubilatoria e impositiva, las que serían “heredadas” por los Fernández.
Es en este escenario en el que importa balancear los resultados obtenidos y la campaña realizada por el Frente de Izquierda – Unidad, y discutir los próximos pasos a dar. Nuestra elección logró sortear, hasta cierto punto, la pretendida polarización electoral, agitada por las encuestadoras y los grandes medios de comunicación a lo largo de toda la campaña. Hemos logrado defender una línea de resistencia electoral. Nuestros casi 700.000 votos han sido conquistados en base a una campaña de independencia de clase, identificando al FIT-U como la única fuerza que plantea la ruptura con el FMI, que la crisis la paguen los capitalistas, la reorganización integral del país bajo la dirección de la clase trabajadora, y que homogéneamente defiende el derecho al aborto legal. Nuestro Frente ha estado, antes y durante la campaña, completamente asociado al conjunto de las luchas obreras y populares.
Es por eso que en esta nueva fase de la campaña, signada por la desorganización económica y la crisis política, el Frente de Izquierda – Unidad debe apoyarse en el lugar conquistado y dirigirse al conjunto de los trabajadores agitando la necesidad de que la clase obrera intervenga en la crisis levantando sus propias banderas y reivindicaciones. No sólo debemos denunciar enérgicamente al gobierno por sus responsabilidades en el descalabro económico y la consecuente pauperización de las masas. También hay que denunciar el quietismo de los Fernández, que es funcional a que se consume toda esta confiscación contra el pueblo. Las medidas anunciada por el gobierno de Macri en el día de hoy son completamente insuficientes para afrontar la carestía creciente. Son una aspirina para un enfermo terminal. Todo el cúmulo de reivindicaciones inmediatas, inscriptas en el programa del FIT-U, pasan a jugar, en esta situación, un papel fundamental: salario y jubilaciones mínimas igual al costo de la canasta familiar e indexados por inflación, la ocupación de toda empresa que cierre o despida, la apertura de los libros de contabilidad de las empresas y cadenas de supermercados y el control obrero para frenar el espiral inflacionario, etc. Es necesario que el FIT-U se dirija a la clase obrera, la que pretende ser enmudecida por una burocracia sindical que, en un 90%, integra las listas de los Fernández. La lucha por un paro activo de 36 horas y un plan de lucha por todas esas reivindicaciones debe ocupar, en esta fase de la crisis, un lugar central. Contra el papel de contención de las burocracias sindicales de todos los pelajes, el FIT-U debe reivindicar la necesidad de un Congreso de delegados de base de la CGT, la CTA y todos los sindicatos, electos y mandatados por las asambleas de trabajadores. El impulso de este planteo colocaría al FIT-U como la fuerza política que pelea por la deliberación y la acción del movimiento obrero, que logre colocarlo como protagonista del proceso político, marcando un fuerte contraste con los partidos patronales y la burocracia sindical. En conexión con el programa de reivindicaciones urgentes, el FIT-U debe levantar el planteo de la nacionalización de la banca y el comercio exterior, el cese del pago de la deuda y la ruptura del pacto con el FMI, como parte de un planteo de reorganización integral del país bajo la dirección de la clase obrera, impuesta por un gobierno de trabajadores. Es el único planteo de salida realista a la bancarrota capitalista en curso.
Para motorizar esta acción e interesar a la vanguardia del movimiento obrero, de la mujer y la juventud, y a parte del electorado que votó por el FIT-U u otros partidos de izquierda, es que desde el Partido Obrero insistimos en la necesidad de preparar para principios de septiembre un Congreso del Frente de Izquierda-Unidad. Se trata de una iniciativa con la que hemos insistido desde principios de año. La negativa, de vuestra parte, de realizar un Congreso o incluso un acto del Frente de Izquierda imposibilitó una mayor homogenización política de nuestra Frente y, en consecuencia, limitó la potencialidad de nuestra intervención en la campaña. Una iniciativa de estas características sería un factor de enorme movilización política y de atracción para un sector del electorado que votó a los Fernández en las primarias. Pues mostraría un contraste concreto entre la política pro-activa de la izquierda y el quietismo del peronismo, que es funcional al ajuste capitalista. En un Congreso de este tipo, además de la discusión y actualización de un programa, se deberían impulsar iniciativas de lucha para promover la intervención de los trabajadores en la crisis y el impulso de la propia campaña electoral. La intervención del FIT-U en todo el proceso de la crisis, colocando en el centro de nuestra agitación política la agenda de la clase obrera y los sectores populares, y el involucramiento de la mayor parte de la vanguardia obrera y juvenil en la campaña electoral del FIT-U, será un aspecto decisivo para pelear por consagrar diputados de la izquierda tanto por la provincia de Buenos Aires como por la CABA.
Compañeros y compañeras del FIT-U, transitamos una situación política extraordinaria que reclama de parte de la izquierda obrera y socialista la mayor de las audacias, para explotarla en favor del desarrollo de una perspectiva revolucionaria. Pongamos manos a la obra.
Comité Nacional del Partido Obrero 14/8
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