jueves, 22 de agosto de 2019
El pacto devaluacionista a prueba
Entre el default y la crisis política
Se ha producido un pacto no escrito: entre Macri que decidió el lunes “negro” que el dolar vaya a donde tenga que ir, y Fernández que venía agitando la devaluación.
Despedido Dujovne, con el peso devaluado en un 27%, con una fuga de bonos de la deuda que llevó la tasa diferencial o “riesgo país” a 1800 puntos, con la tasa de las explosivas Leliqs de nuevo al 75%, con la suspensión de la llegada de la misión del FMI, la Argentina transita entre el default y la crisis política.
Se ha producido un pacto devaluacionista no escrito. Entre Macri que decidió el lunes “negro” que el dólar vaya a donde tenga que ir, según la creíble “info” de Martín Redrado, y Fernández que venía agitando la devaluación en la campaña y encontró “razonable” el dólar a $60. Naturalmente, sería razonable para los exportadores y especuladores, no para los trabajadores y jubilados. Pero esa es harina de otro costal, el punto es si esta nueva devaluación es la salida a la crisis como parecen coincidir “Alberto y Mauricio” en sus ya habituales llamadas telefónicas.
Las “no medidas” anunciadas por Lacunza y Sandleris, consisten básicamente en mantener a raya el dólar en el “precio Alberto”, apelando a las reservas del Banco Central. Pero entonces las reservas del Central tienen que servir al repago de la deuda y a financiar la fuga de capitales hacia el dólar. ¿Alcanzan? ¿hay posible refinanciación?
El precio basura de los bonos de deuda argentina es el indicador de que Argentina está completamente afuera del mercado de deuda. Por lo tanto la renovación de los u$s7800 millones que vencen antes de las elecciones es imposible. Sólo se puede pagar. Luego hay más vencimientos que elevan la factura a u$s9000 millones en Letes hasta fin de año.
Si el Central gasta 250 millones de dólares diarios y el Tesoro subasta 60 millones todos los días como viene ocurriendo, todo salta por los aires y Argentina entra en default, aunque Fernández prometa todos los días lo contrario. Los países entran en default, justamente, por querer pagar una deuda que no pueden.
Las reservas brutas han bajado u$s 8600 millones en lo que va de agosto, por retiro de depósitos que se van al billete ante el temor de una crisis bancaria y por pagos de deuda, entre ellos un “rescate de deuda” de bonos en garantías de varios bancos. Pero las netas, que son las que sirven para afrontar una corrida superior, están según especialistas en u$s11600 millones si descontamos los u$s15 mil millones del encaje de los depósitos en dólares, los u$s18,5 mil millones del Swap chino, los 2,5 mil millones de un crédito del banco suizo BIS, otros 10 mil millones que son del Tesoro prestados por el FMI, a lo que hay que restar algunas tenencias en oro y derechos de giro del FMI.
Una corrida se llevaría puesta a la Argentina entrando en una crisis no sólo cambiaria, sino de deuda y bancaria, porque si el dinero de los plazos fijos en pesos y las Leliqs, también en pesos, van al dólar, salta por los aires todo el sistema financiero.
El FMI en el comando del Titanic
La misión que cuida el pacto colonial postergó su llegada prevista para el martes 20. Es que el organismo tiene que establecer las condiciones para un desembolso de u$s5400 millones del superpréstamo. La “gobernabilidad” hasta el 27 de octubre pende de ese dinero aunque no alcance. Las posibles condiciones auguran nuevas crisis y choques intestinos, porque la recesión se agravará en este cuadro (se estima una caída del 2% del PBI anual) y el aumento de recaudación por inflación prometido por Lacunza es absolutamente vidrioso, lo que llevaría a cerrar el año no sólo con un déficit financiero de 4 o 5 puntos del PBI, sino también un déficit primario –antes del pago de intereses- de un punto. El gobierno prometió al capital agrario no aumentar las licuadas retenciones después de la devaluación, lo cual ha cancelado virtualmente lo firmado con el Fondo.
Macri es un cadáver político a la hora de negociar un acuerdo con el FMI. Pero en la transición política abierta el sujeto de la presión del FMI (y su negociación) es el ganador de las PASO, aunque no esté electo. En estas semanas interminables para la coalición de los Fernández y Massa estos han elegido refugiarse en la postura de que Macri sigue a cargo de sacar a flote el desastre. El trabajo sucio que está a cargo del derrotado, empieza a salpicar a los ganadores, comprometidos con la devaluación y con un FMI con el que no piensan romper, como no rompieron jamás cuando fueron gobierno porque, en medio del default Argentina siguió pagando la deuda con los organismos financieros multilaterales y, al final, canceló al contado el crédito del FMI, con reservas.
Romper el freno del peronismo a la movilización de las masas
La crisis del régimen del FMI conocerá nuevos capítulos. Pero los socialistas de un partido de lucha como el PO, tenemos que enfocarnos en la intervención de las masas trabajadoras que puede alterar el cuadro político y colocar a la clase obrera en la discusión de una crisis de poder. Alberto Fernández ya definió que al golpe devaluatorio contra los ingresos de los trabajadores le sigue un pacto social de 180 días con anulación de paritarias. Claro, que esto lo puede implementar sólo en diciembre o en último caso en un adelantamiento de la entrega del poder en noviembre, tras pasar por la elección de octubre.
Es a partir de esa realidad que la artillería de contención del peronismo en todos los frentes, el sindical, el piquetero y el político, en todas las organizaciones de masas, está centrada en garantizar la paz social a Macri para que ejecute su último ajuste, aunque sólo sirva para potenciar las contradicciones futuras. El pacto social de los Fernández ha empezado bajo la forma de garantías a la gobernabilidad de Macri. La magnitud de la crisis adelanta la experiencia con el gobierno que todavía debe ser electo.
Las medidas “sociales” de Macri no pretenden reconquistar a la clase media ni a los trabajadores, como sanatean desde los medios. Son la excusa brindada a la CGT y CTA para su tregua criminal, cuando deberían estar al frente de un plan de lucha para reabrir las paritarias, ocupar toda fábrica que cierre, para luchar por el salario mínimo de $32000 que proclaman.
En esta óptica, el chubutazo contra un Arcioni recién electo marca el camino. Crece la movilización popular y nuevos contingentes obreros se suman. Nuestra tarea de agitación política y organización en los lugares de trabajo, de estudio y en los barrios, es crucial.
Mientras escribimos estas líneas nuestros compañeros acompañan el corte del Puente Pueyrredón de Ran-Bat, los sindicatos combativos, el Polo Obrero y otras organizaciones de lucha, preparan la movilización del jueves 22 con un claro programa obrero de reivindicaciones, de ruptura con el FMI y de impulso a un paro activo nacional de 36 horas y un plan de lucha, que en nuestra perspectiva es hasta la huelga general.
Allí se centra el Partido Obrero, en quebrar la campaña desmovilizadora de la burocracia sindical y de las organizaciones sociales del trío Vaticano. Para ello, más que nunca, el impulso político y metodológico de un Congreso de Delegados de Bases de todos los sindicatos, de ocupados y desocupados, como aproximación política de poder de los trabajadores, puesto que una instancia de este tipo debe discutir un plan económico y social de salida a la crisis que abra el camino a un gobierno de trabajadores. La intervención electoral del FIT Unidad cobra redoblado valor para la agitación política de esta perspectiva, por lo que insistimos en un Congreso del Frente de Izquierda.
Néstor Pitrola
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