martes, 9 de julio de 2019
Elogio a la provocación revolucionaria
Sobre el debate acerca del lenguaje inclusivo en las elecciones cordobesas
Los Congresos Internacionales de la Lengua Española (CILE) se han transformado en un gran negocio y una fuente de realce político de la monarquía y la burguesía españolas. Como lo fue -y sigue siendo- la conmemoración los 12 de octubre del “día de la raza”. Conmemoración a la que el gran revolucionario méxico-cubano Julio Antonio Mella denunció y repudió en un célebre artículo.
Iniciados en Zacatecas, México, en 1997, se usan estos eventos sobre lingüística para promocionar negocios y cursos idiomáticos (con sus exámenes en la ‘madre patria’, etc.), emprendimientos turísticos, culturales y editoriales. Detrás del congreso idiomático se mueven importantes inversiones, razón por la cual cuentan también con el patrocinio de empresas imperialistas españolas (Banco Santander, Repsol, etc.) y de los gobiernos latinoamericanos anfitriones, cipayos a la corona. No olvidemos que su organización reposa en la RAE (Real Academia Española). El Instituto Cervantes, toma exámenes de todo el mundo para emitir certificados de perfección. Es una copia de los británicos, con su ya famoso First Certificate.
En torno a este negocio cultural se calcula que se mueven unos 160 mil millones de euros que ingresan a España, provenientes de todo el mundo (especialmente los EEUU y China).
Este año, el CILE se realizó en la argentina ciudad de Córdoba. Y contó con toda la pompa oficial: su inauguración estuvo a manos del presidente Macri y del rey de España, ambos con sus consortes. La burguesía argentina es cholula: no olvidemos que cuando el anterior rey (padre del actual) visitó la Argentina de la dictadura entre lo más granado de la sociedad hubo un oligarcón que se robó la capa de la reina.
En alguno de estos CILE hubo provocaciones interesantes al mundo académico y la comunidad de negocios capitalistas que se mueve en su torno. En Zacatecas fue García Márquez el que propugno eliminar el concepto de “errores de ortografía”. El terror de la niñez y la juventud. El idioma debe servir para comunicarse, no importa como esta escrito (con o sin acentos, con o sin la hache muda del español, etc.).
O la intervención de Fontanarrosa en Rosario (2004) que pidió la ‘legalización’ de las llamadas ‘malas palabras’.
De gran impacto cultural debido al prestigio de sus oradores.
Pero este año, en el CILE que se realizo en Córdoba, la actitud disruptiva corrió por cuenta de nuestro diputado Eduardo Salas, del Partido Obrero-FIT, que desarrolló ante la presencia del presidente de la Real Academia un discurso que no solo utilizo el llamado “lenguaje inclusivo” (horror para la Real Academia que se opone terminantemente a estos ‘barbarismos’ y al contenido político-social que trasuntan) sino que atacó frontalmente a la monarquía, reclamó la libertad de los presos políticos catalanes y apoyó la lucha por una república.
El lenguaje inclusivo es un gesto de rebeldía de la juventud, que pegó un salto en su popularidad en las movilizaciones por el derecho al aborto. Como signo de rebeldía nos solidarizamos con su espíritu de lucha. No se trata de que los revolucionarios busquemos un lenguaje de tipo ‘realismo socialista’. Las luchas obreras y populares instauran modismos que a veces son circunstanciales y otras quedan incorporados al acervo cultural de una lucha.
En la Argentina, el término “camaradas” utilizado por la militancia de los partidos socialdemócratas y comunistas del mundo fue reemplazado por el de “compañeros” impuesto bajo el peronismo. Es probable que fuera un intento del poder nacionalista burgués de borrar todo precedente que lo ligara al clasismo. Pero, rápidamente las jóvenes generaciones obreras, transformaron el término de compañeros en parte de una identidad de clase contra los patrones capitalistas. La dirigencia peronista trata -siempre que puede- de rescatar el término para la conciliación de clases: cuando llama de compañeros a sus dirigentes burgueses e incluso a los patrones que lo apoyan. Pero en el seno de la militancia obrera seguimos luchando y usando el termino de compañeros para indicar una pertenencia de clase y una lucha común.
Lo que hizo Eduardo Salas en el CILE de Córdoba debe ser saludado como una provocación revolucionaria frente al representante máximo del sistema monárquico ibérico. No casualmente recibió numerosas felicitaciones desde Cataluña y toda España y diversos lugares del mundo por su valiente actitud de lucha principista.
Escribo estas líneas como desagravio a los ataques que recibió (y recibe) el ‘Largo’ Salas y el Comité Córdoba del Partido Obrero, acusados injustamente de desarrollar una campaña electoral en términos feministas usando lenguaje inclusivo.
Rafael Santos
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