lunes, 15 de julio de 2019
La URSS: de la revolución a la burocratización
La Rusia de principios del siglo XX pasó de ser el “eslabón más débil de la cadena capitalista” a ser la segunda potencia mundial en la segunda mitad del siglo pasado.
La nacionalización de los medios de producción y la planificación centralizada de la economía permitieron a una nación extremadamente pobre como la Rusia de principios del siglo XX, con el 80% de su territorio desindustrializado —atrasada cultural, técnica y económicamente— pasar de ser el “eslabón más débil de la cadena capitalista” (Lenin) a ser la segunda potencia mundial en la segunda mitad del siglo pasado. La revolución obrera de 1917 permitió a Rusia conquistar en menos de 20 años una gran parte de lo que a Estados Unidos e Inglaterra le costó más de un siglo. Sin embargo, no fue suficiente para superar la competencia económica contra el imperialismo internacional, mostrando el fracaso del “socialismo en un sólo país”.
No cabe duda del hándicap que significó para la producción industrial soviética el traspaso de la dirección de la economía de las manos de los terratenientes y empresarios a manos de la clase obrera. Sin embargo, los logros conquistados en la URSS no bastaban para asegurar que lo que ocurrió en ese país fue socialismo, sobre todo a la luz de aberraciones totalitarias como los juicios de Moscú.
Para los fundadores del comunismo, la realización del socialismo depende, ante todo, de la superioridad de la productividad del trabajo del Estado proletario en relación con la productividad del trabajo de los países capitalistas más avanzados. Es decir, el socialismo supone una gran abundancia de riquezas producidas gracias a un rendimiento del trabajo superior al del capitalismo, traducido en la producción de mercancías de una calidad mejor, a un costo de producción menor y con un bajo precio de venta, en relación con la producción de mercancías de Estados Unidos, Alemania o Japón, por ejemplo.
En su Crítica al programa de Gotha, Marx señalaba que la conquista del comunismo, es decir, la desaparición de las clases sociales, y con ellas la extinción del Estado, se llevaría a cabo forzosamente en dos etapas. En la primera etapa, o la etapa inferior, el Estado, aún necesario como lastre heredado de siglos de historia de la sociedad dividida en clases, pero ya en manos de los obreros, iría extinguiéndose, “agonizando” en relación directa con el aumento del rendimiento del trabajo y el desarrollo de las fuerzas productivas.
Cabe, entonces, preguntarse: ¿qué transformación sufrirá el régimen estatal en la sociedad comunista? O, en otros términos: ¿qué funciones sociales, análogas a las actuales funciones del Estado, subsistirán entonces? [...] Entre la sociedad capitalista y la sociedad comunista media el período de la transformación revolucionaria de la primera en la segunda. A este período corresponde también un período político de transición, cuyo Estado no puede ser otro que la dictadura revolucionaria del proletariado. [1]
Este tipo de economía y de Estado (o semi-Estado, como dirá Lenin), sobre la base de un abundante stock de riquezas, de la reducción al mínimo de las cargas del trabajo y la alta calidad de mercancías, sería el motor fundamental para el alcance de la satisfacción de todas las necesidades humanas, la igualdad material de todos los seres humanos y el desarrollo completo de su libertad y personalidad, el tránsito “del reino de la necesidad al reino de la libertad” (Marx).
Así, la productividad relativa del trabajo era, para los fundadores del socialismo, un indicador insustituible de la realización de la etapa inferior del comunismo. Sin embargo, la revolución no triunfó en un país desarrollado industrialmente como Marx esperaba, sino en uno atrasado, en estado de desarrollo tecnológico inferior y sin mano de obra altamente calificada. Esta contradicción llevaba a la URSS a depender del triunfo de la revolución en por lo menos uno de los países más desarrollados, nutriéndose de su tecnología y de su cultura de trabajo experimentada para superar en poco tiempo la miseria cultural y material que la URSS heredó del viejo régimen. De no ser así, la URSS se vería aislada, con todos los monstruos que de ello se despertaron.
Así, los jefes bolcheviques basaban su programa totalmente en el triunfo de la revolución obrera internacional, donde la revolución rusa era, en todo caso, sólo el prólogo. Pero la revolución mundial no triunfó. La socialdemocracia salvó al capitalismo alemán de la insurrección obrera de 1918-19 y la breve República Soviética de Hungría fue aplastada. [2] El consecuente aislamiento y el bloqueo económico y militar de 14 ejércitos imperialistas al primer Estado Obrero de la historia llevaron a los bolcheviques a dirigir una descarnada guerra civil contra las fuerzas de la reacción.
De todos modos, el Ejército Rojo venció uno por uno a los ejércitos imperialistas coaligados con las fuerzas de la reacción rusa. Sin embargo, el costo fue muy alto. El aislamiento económico, la derrota de la revolución mundial, la herencia de siglos de atraso, cuatro años de la primera guerra mundial sumados a los tres años de insurrección y guerra civil eran un peso muerto que la recién nacida República de los Soviets cargaba inevitablemente sobre sus espaldas.
Las raíces de la burocratización de la URSS
Como decíamos antes, para los bolcheviques la revolución de octubre era el prólogo de la revolución mundial, y la revolución mundial era el prólogo de la edificación del socialismo. En tanto la perspectiva de una revolución mundial victoriosa se fuera retrasando, las contradicciones de orden histórico a las que se enfrentaban los soviets irían despertando obstáculos económicos y convulsiones políticas que la clase obrera sortearía con enormes dificultades.
La consecuencia directa fue el surgimiento de una burocracia que se iba enquistando en el poder sobre la base de despilfarrar para sí una gran parte de los raquíticos frutos materiales del pobre rendimiento del trabajo, diferenciándose socialmente del resto de la población.
Esta burocracia, comandada por Stalin, poco a poco irá erosionando los pilares fundamentales en los que descansaba la Dictadura del Proletariado y que eran la trinchera elemental de la URSS para luchar por una sociedad sin clases: hablamos de la democracia obrera y con ella, los soviets, órganos de autoorganización de los trabajadores y las masas empobrecidas.
Para Lenin y Trotsky, los consejos de fábricas o soviets eran los organismos que la clase obrera mundial había inventado al calor de la lucha para suplir al aparato del Estado Burgués. Estos organismos habían surgido como fenómeno novedoso en la Comuna de París, y después renacerían más extendidamente en la revolución rusa de 1905 y en la de 1917.
Para Lenin, los soviets eran la base para la transición al comunismo, es decir, a la extinción del Estado y las clases sociales. En la lucha contra las fuerzas de la reacción y por la consolidación de la revolución socialista es necesario aún el Estado, el instrumento de represión de una clase sobre otra. Los soviets son la forma que adquiere ese nuevo estado, la Dictadura del proletariado. En la transición del capitalismo al comunismo. Lenin explicaba que:
[…] es necesario todavía un aparato especial, una máquina especial para la represión, el ‘Estado’, pero éste es ya un Estado de transición, no es ya un Estado en el sentido estricto de la palabra (…) este Estado es compatible con la extensión de la democracia a una mayoría tan aplastante de la población, que la necesidad de una máquina especial para la represión comienza a desaparecer. [3]
Como vemos, este “Estado tipo Comuna” (Marx) goza de una democracia y libertad muy superior a la de cualquier otro tipo de Estado en el mundo. Para Lenin la garantía de la extinción del “semi-Estado” está dada por los elementos de democracia obrera:
Cuanto más completa sea la democracia, más cercano estará el momento en que deje de ser necesaria. Cuanto más democrático sea el ‘Estado’ formado por obreros armados y que ‘no será ya un Estado en el sentido estricto de la palabra’, más rápidamente comenzará a extinguirse todo Estado. [4]
Stalin y la camarilla de burócratas necesitaban liquidar los soviets, a partir de la represión y la mentira, para mantener sus privilegios como casta dirigente de un inmenso país que pagaba las consecuencias del retraso de la revolución mundial. En ese sentido, contrario a lo que decía el estalinismo y reproducían los intelectuales burgueses, no podemos decir que la URSS fue socialista. El ensanchamiento en la URSS de un pesado aparato burocrático con su personal parasitario e incompetente choca con los postulados de Marx, Engels y Lenin de un Estado que progresivamente se va extinguiendo. Para el Estado burocrático stalinista era fundamentalmente autopreservarse a través de un aparato represivo feroz y mantener el reparto desigual de lo producido, para su vida de privilegios a costa de la miseria de las masas.
Esta brillante definición de Lenin está lejos de ser paradisíaca. Muy al contrario, aporta los elementos materiales sobre los cuales descansaría esta nueva sociedad. Lenin, sin ingenuidad, no descarta que en una sociedad en transición existan “excesos”, comportamientos heredados del capitalismo como la diferenciación social de los dirigentes y su burocratización, que efectivamente alcanzó a ver. No obstante, Lenin proponía medidas políticas que el gobierno obrero implementaría para erradicarlas, basado en las conclusiones que Marx y Engels reivindicaron de la Comuna de Paris: elegibilidad y revocabilidad en cualquier momento de todos los mandatarios, supresión de los privilegios materiales, control activo de las masas armadas, etc.
Continúa Lenin:
[…] sabemos que la causa social más importante de los excesos, consistentes en la infracción de las reglas de convivencia, es la explotación de las masas, la penuria y la miseria de éstas. Al suprimirse esta causa fundamental, los excesos comenzarán inevitablemente a ‘extinguirse’. [5]
Al pensamiento vulgar y superficial no le alcanzaría más que concluir de esto que Lenin “se equivocó”. Muy al contrario, el método marxista exige no confundir la esencia de la realidad con su lado aparente (así como no separarles). El desarrollo de la URSS posterior a la muerte de Lenin no hizo más que confirmar trágicamente las ideas del revolucionario ruso. Mientras más se suprimiera “la penuria y la miseria” de las masas, los excesos “comenzarán inevitablemente a extinguirse”; y, mientras más democrático fuese el Estado más se acercaba a desaparecer, vemos que, en tanto la URSS no lograba liquidar el atraso y la miseria heredados del zarismo, los “excesos” burocráticos se profundizaban y consolidaban; mientras Stalin aceleraba su ataque a las libertades democráticas, más se robustecía la maquinaria del Estado. Ergo, éste iba en dirección opuesta al de su extinción, es decir, en dirección opuesta al comunismo.
Basado en esta amplitud de pensamiento, Trotsky desarrollará el programa político de combate a la contrarrevolución estalinista analizando el fenómeno novedoso de la burocratización del Estado Obrero, magistralmente sintetizado en La Revolución Traicionada y en la fundación de la Oposición de Izquierda, la cual reivindicará los principales postulados de Lenin. Incluso, para los marxistas latinoamericanos Christian Castillo y Matías Maiello, La Revolución Traicionada representa una continuación del Estado y la Revolución “a la luz de las nuevas condiciones”. [6]
Revolución Internacional vs Socialismo en un solo país
Para Trotsky, y la Oposición de Izquierda en Rusia, no se trataba de esperar pasivamente el triunfo de la revolución internacional. En tanto la etapa entre la Revolución de Octubre y una nueva oleada revolucionaria en el mundo se ensanchaba, la clase obrera rusa debía pelear por la elevación del bienestar material del pueblo y por el triunfo definitivo de su libertad.
En ese sentido, había que presentarle un combate intransigente a todas las contradicciones que emanaban de tomar el poder en un país atrasado al que la revolución mundial aún no acudía a socorrerlo. Se trataba de redoblar los esfuerzos por desarrollar no sólo cuantitativa, sino cualitativamente las fuerzas productivas, pues sólo la técnica y el progreso material pueden ser las columnas del poder económico de la humanidad; esto es, las columnas sobre la que descansa la edificación socialista. Para Marx, “el desarrollo de las fuerzas productivas es la primera condición absolutamente necesaria, por esta razón: que sin él se socializa la indigencia y ésta haría recomenzar la lucha por lo necesario y recomenzaría, consecuentemente, todo el viejo caos”.
Esto, desde luego, sin perder la perspectiva de la revolución mundial. Para Trotsky, incluso en este caso se trataba de “preparar las condiciones más o menos favorables para una solución internacional del problema”. [7] Lo cual se oponía por el vértice a la idea del “socialismo en un solo país” que defendían Stalin y sus epígonos.
En Trotsky, como vemos, todo el tiempo está la insistencia de la superación de las contradicciones heredadas. En Stalin, por el contrario, el desarrollo de la teoría del “Socialismo en un solo país” era la adaptación oportunista a las mismas. De lo que se trataba para el fundador del Ejército Rojo era encontrar las raíces del enorme contraste entre “el esquema del Estado Obrero de Marx-Engels-Lenin y el Estado a cuya cabeza se encuentra Stalin”. [8]
Escribe Trotsky:
Si la sociedad que debía formarse sobre la base de la socialización de las fuerzas productivas de los países más avanzados del capitalismo representaba para Marx la ‘etapa inferior del comunismo’, esta definición no se aplica, seguramente, a la URSS, que sigue siendo, a ese respecto, mucho más pobre en cuanto a técnica, a bienes y a cultura, que los países capitalistas. Es más exacto, pues, llamar al régimen soviético actual, con todas sus contradicciones, transitorio entre el capitalismo y el socialismo, o preparatorio al socialismo y no socialista. [9]
Esta definición implicaba que el Estado en transición no tenía asegurado su mutación definitiva al socialismo, sino que siempre estaba latente el peligro de que las contradicciones de la degeneración burocrática del Estado Obrero lo llevaran de retorno a un régimen capitalista, como efectivamente pasó.
Democracia de los Soviets vs Burocratización
La discusión en torno al carácter del régimen social en la URSS no era secundaria. Como Trotsky demuestra, “la fuerza y la estabilidad de los regímenes se miden, en último análisis, por la productividad relativa del trabajo. Una economía socialista, en vías de sobrepasar en sentido técnico al capitalismo, tendría asegurado realmente un desarrollo socialista, en cierto modo automático, lo que desdichadamente no puede decirse de la economía soviética”. [10]
Y es que la burocracia soviética nunca pudo superar la productividad del trabajo de las economías capitalistas y su avanzado desarrollo tecnológico aún y en los años de la segunda posguerra (a excepción de la industria bélica y aeroespacial) y el promedio histórico en la URSS no logró superar más de la tercera parte de la productividad estadounidense. Es conocido en la historia el televisor a color soviético por incendiarse estando apagado y, más trágicamente, la explosión de la planta nuclear de Chernóbil.
En ese sentido, la burocracia se convertía en el obstáculo principal contra el rendimiento del trabajo, contra el florecimiento de “la acción creadora técnica y cultural” del ser humano ¿Por qué? Porque la burocracia, a cambio de mantener sus privilegios económicos y con un fuerte aparato policiaco-militar, erosionaba la participación democrática de los trabajadores en la conducción de todas las áreas de la economía y la industria, una condición necesaria para el desarrollo tecnológico. A través del totalitarismo que gangrenaba las esferas directivas de cada fábrica, la burocracia liquidaba “la iniciativa creadora y el sentimiento de responsabilidad, sin los cuales no puede haber progreso cualitativo”.
Para Trotsky no se trataba de una reivindicación decorativa. La restitución de la democracia de los soviets había llegado a ser cuestión “de vida o muerte para el país”, en la medida en que “la calidad supone la democracia de los productores y de los consumidores, la libertad de crítica y de iniciativa, cosas incompatibles con el régimen totalitario del miedo, de la mentira y de la adulación”. [11]
La restauración capitalista
Después de los inmediatos años de la segunda posguerra, el fortalecimiento del aparato burocrático-policial contrastaba con el endurecimiento de las condiciones de vida de las masas. Ya en 1959 empezaban a registrarse las primeras caídas en el consumo, la productividad del trabajo y la producción agrícola, lo que llevó al gobierno de Kruschev a subir los precios y recortar salarios. A partir de entonces los síntomas del agotamiento del “socialismo en un solo país” no dejarían de presentarse.
Entre 1976 y 1988, la URSS creció sólo el 2.0%, mientras Estados Unidos había crecido el 6.7%. La caída sostenida de la tasa de crecimiento y el aumento del desabasto de productos provocaba una precarización de la vida y un descontento ampliado entre los trabajadores, mientras se desarrollaba una corrupción unida al comercio ilegal y al mercado negro.
Para 1987 se pone en práctica la Perestroika (reestructuración), una serie de políticas económicas encaminadas a liquidar las bases de la economía planificada y profundizar las reformas en pro de la economía de mercado. Las consecuencias de la perestroika fueron devastadoras: en 1991 el PIB había sufrido una caída del 17% y la inflación era incontenible, —entre 1990 y 1991 los precios minoristas habían aumentado un 140%. En diciembre de 1991 la URSS se disolvió formalmente luego de que el levantamiento de las masas contra la burocracia fuera canalizado hacia la restauración capitalista.
La restauración del capitalismo en la URSS se cumplió de acuerdo al pronóstico que hacía Trotsky al analizar el problema del carácter social de la URSS. Para él, en tanto una revolución política no hacía caer a la burocracia, conservando la propiedad de los medios de producción, ni tampoco una intervención directa de la burguesía aniquilaba las conquistas de la revolución bolchevique, sería la misma burocracia la que se encargaría de restaurar el capitalismo en el futuro, condiciones que en los hechos ya estaba creando la contrarrevolución staliniana.
Como observó el periodista catalán Rafael Poch de Feliu:
[…] la tradicional clase dirigente administrativa soviética logró realizar el sueño histórico de la nomenclatura de convertirse en nueva clase propietaria, de acumular rápidamente patrimonios convertibles y transmisibles por herencia, y de saciar su apetito hacia el consumo de lujo que tanto envidiaba a la burguesía y a la clase dirigente occidental. Se cumplió así, en lo esencial, la profecía de Lev Trotsky, formulada en 1936, según la cual la burocracia acabaría transformándose en clase propietaria, porque ‘el privilegio sólo tiene la mitad del valor si no puede ser transmitido por herencia a los descendientes’, y porque ‘es insuficiente ser director de un consorcio si no se es accionista’. [12]
A la luz de la experiencia histórica, estudiar lo que ocurrido en la URSS es fundamental para reconstruir el horizonte político de la lucha de los trabajadores no sólo por un gobierno de los trabajadores, sino para pelear por la democratización de nuestros sindicatos, en perspectiva de erradicar definitivamente la explotación del hombre por el hombre.
La lucha por una sociedad socialista se hace más vigente que nunca en un mundo convulsionado por once años de crisis económica, donde la propiedad privada de los medios de producción ha encorsetado el potencial humano en la camisa de fuerza del capital. Hoy por hoy, la jornada de trabajo en la gran mayoría de las industrias de México es de al menos 10 horas, a pesar de que el vertiginoso avance de la tecnología permite reducir exponencialmente la misma, a no más de 6 horas al día y 5 días a la semana. Pero el capitalismo imperialista en decadencia sólo se sobrevive a expensas de incrementar la productividad con mayor cantidad de horas de trabajo precarizado.
Ramón Morales
Notas
[1] Marx, K. Crítica al programa de Gotha, Glosas marginales al programa del Partido Obrero Alemán, IV.
[2] Al respecto ver "Cuando la revolución se propagó por el mundo", La Izquierda Diario, 29 de noviembre de 2014.
[3] Lenin, V. (1918) El Estado y la Revolución, recuperado en
https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1910s/estyrev/.
[4] Ídem.
[5] Ídem.
[6] Castillo, C. Y Maiello, M. (2014) “Prólogo: Lecciones para reactualizar la perspectiva comunista en el siglo XXI”, en L. Trotsky. La Revolución Traicionada, Buenos Aires: Ediciones IPS-CEIP.
[7] Trotsky, L. (1936) La Revolución Traicionada, D.F.: Juan Pablos Editor.
[8] Ídem, pp.50-52.
[9] Ídem, p. 49.
[10] Ibídem
[11] Ídem, pp. 225-238.
[12] Poch-de-Feliu, Rafael. (2013), La gran transición, España: Editorial Crítica.
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