Una importante crisis atraviesa actualmente al Partido Obrero. La misma ha tomado recientemente estado público, cuando trascendió a los medios de comunicación la división entre un sector mayoritario (con referentes como Néstor Pitrola, Romina del Plá y Gabriel Solano) y una “fracción pública” dirigida por el fundador del PO, Jorge Altamira, acompañado de Marcelo Ramal y un numeroso grupo de cuadros y militantes.
Pese a la división, ambas tendencias han reivindicado su pertenencia y apoyo al Frente de Izquierda y de Trabajadores Unidad. No se trata de un señalamiento menor, cuando estamos en un marco de “panquequismo” generalizado en los partidos capitalistas.
Los contornos de la crisis actual del PO
Como planteaba Lenin, uno de los desafíos más difíciles es construir organizaciones revolucionarias en momentos que no son revolucionarios. Luego de años de restauración capitalista (desde la caída del Muro de Berlín) y ofensiva neoliberal, desde la crisis de 2008 la izquierda en todo el mundo desarrolla sus proyectos en un contexto en el que vienen surgiendo nuevos fenómenos políticos y de la lucha de clases.
La Primavera Árabe y la crisis griega, o más recientemente los “Chalecos Amarillos”, han dado episodios importantes de la lucha de clases. A la vez, somos testigos de crisis y degradación de regímenes democrático burgueses que dieron lugar al ascenso de populismos de derecha como los de Donald Trump o Jair Bolsonaro, entre otros, y, también al surgimiento por izquierda de corrientes neoreformistas como Podemos en el Estado Español, Syriza en Grecia, Corbyn en Gran Bretaña y Sanders en Estados Unidos, aunque esta candidatura está impulsada por el DSA (grupo socialdemócrata de izquierda) pero se presenta a elecciones en el imperialista Partido Demócrata.
Sin embargo, a pesar de las profundas tendencias a mayores crisis, incluso en varios países imperialistas, y a que pasaron los años de mayor triunfalismo capitalista, en los que llegó a hablarse hasta del “fin de la historia”, aun no asistimos a ascensos obreros generalizados y por lo tanto no está aún en el horizonte político de sectores de masas la perspectiva de la revolución socialista.
En este escenario, está planteada -no solo en la Argentina sino a nivel internacional- la cuestión de cuál es en la actualidad la estrategia para construir partidos revolucionarios que puedan verdaderamente agrupar a la vanguardia y pelear por la influencia de masas, preparándose para incidir decisivamente en los procesos de lucha de clases, frente a los callejones sin salida del sectarismo autorreferencial o del oportunismo de diluirse en los fenómenos reformistas tal cual son.
En este marco, la experiencia del Frente de Izquierda en Argentina es seguida con atención por distintos sectores de la izquierda internacional, como coalición de partidos unidos por un programa de independencia de clase que avanzó en consolidarse como una voz minoritaria pero ineludible en la escena nacional (llegando a sacar más de un millón doscientos mil votos). Sus 40 legisladores (entre diputados nacionales, provinciales y concejales en numerosas provincias) lo convirtieron en la experiencia más exitosa de la izquierda trotskista en este terreno a nivel internacional, con la peculiaridad (en comparación con los fenómenos reformistas o de centroizquierda) de contar con miles de militantes en lugares de trabajo, estudio y barrios que son parte de los procesos de lucha, algo reconocido por amplios sectores de las masas.
Sin embargo, la falta de procesos de lucha generalizados y radicalización política (como desarrollaremos abajo) impone límites al crecimiento del FIT e incluso, como se vio en las elecciones provinciales, algunos retrocesos en las provincias donde más había avanzado. A su vez, en un plano más estratégico, la lucha por mantener y aumentar la influencia política conquistada para poder ser un factor decisivo en el próximo ascenso de la lucha de clases, implica reflexiones sobre la estrategia de construcción de partido revolucionario, y sobre los programas, prácticas y métodos en el parlamento, los sindicatos, el movimiento estudiantil, de las mujeres o en los movimientos de desocupados, para citar los más importantes. Las distintas respuestas que cada organización de izquierda planteó ante estos problemas en los últimos años son las que explican los diferentes desarrollos de cada una de ellas en la actualidad. Volveremos sobre este tema clave más adelante.
La crisis del Partido Obrero, en nuestra opinión, se inscribe en el marco de estas contradicciones. Ahora bien, de la lectura de los documentos públicos de ambos sectores del PO no surgen a nuestro entender cuestionamientos a la poca importancia que esta organización le da a la teoría, al internacionalismo, a la reflexión estratégica o al balance sobre su práctica política, que creemos atraviesan el fondo de su actual crisis. De allí que para cualquier observador externo parecería que lo que lleva a la división del PO es una discusión táctica (la oportunidad de levantar determinadas consignas) o, desde el punto de vista metodológico, un cuestionamiento a los métodos de dirección “personalistas” de Altamira o, desde el otro lado, a las sanciones y “persecuciones” sufridas por este sector. Ambos, al no abordar las cuestiones esenciales que señalamos arriba, hacen inentendible y encarnizada la lucha fraccional.
Dicho esto, en las siguientes líneas queremos esbozar algunas reflexiones, a partir de las cuestiones que plantea la crisis del PO, sobre las contradicciones que enfrentamos los que queremos construir un partido revolucionario y nuestras ideas para encararlas.
La izquierda y los inicios de una crisis orgánica en Argentina
A partir de la lectura de los documentos públicos de ambas fracciones del PO, aunque difícilmente pueda justificar la ruptura de una organización revolucionaria, aparece como uno de los principales motivos del quiebre la definición de la situación actual y si es oportuno o no levantar determinadas consignas políticas. Veamos.
Al momento de escribir estas líneas, la votación por alguno de los dos principales bloques políticos patronales en estas elecciones se ve para las grandes mayorías, aunque con poco entusiasmo, como la única vía posible de intentar evitar la profundización de una crisis que ya ha causado el aumento de la pobreza, la desocupación, la entrega del país y la degradación del salario, la salud y la educación. A esta situación ha llevado la política de los “dadores voluntarios de gobernabilidad” como la burocracia sindical en todas sus alas, el peronismo-kirchnerismo y la Iglesia, que bajo la consigna “hay 2019” convocaron a dejar pasar todos los ataques hasta las elecciones.
Sin embargo, para los revolucionarios lo más importante es que este escenario podría cambiar bruscamente, ya que la realidad es que lo peor de la crisis aún está por venir, y será mediante la lucha de clases como se decidirá si siguen avanzando o no los ataques del FMI y el gran capital. La foto actual de la coyuntura política nos da una imagen engañosa de la realidad. Aunque la economía sigue cayendo y aumentan las penurias de las masas, el macrismo intenta mostrar una estabilidad (con ayuda del gobierno norteamericano y los actores mencionados), detrás de la cual se esconde un futuro de profundización de la crisis y acontecimientos de la lucha de clases.
En el debate del Partido Obrero, la discusión sobre las consignas parece girar en círculos alrededor de los elementos contradictorios de esta situación. En su documento, Jorge Altamira y quienes lo acompañan, sostienen que:
Para un partido revolucionario toda lucha de clases es una lucha política, es decir un planteamiento de poder. […] Las altas y bajas de esa lucha de clases no modifican esa metodología, solamente modifican la forma del planteamiento […] En contraste con este método cuartainternacionalista, se ha desarrollado en el partido una corriente que pregona la adaptación al proceso político en nombre del “realismo”, que solamente admite un planteo de poder cuando las masas desatan una ofensiva potencialmente revolucionaria.
A partir de este razonamiento, el documento plantea la necesidad de levantar las consignas: “Fuera Macri, Constituyente Soberana, Gobierno de Trabajadores” [1]. Definiendo este planteo como:
…el método mismo de diferenciación con el kirchnerismo, porque contrapone dos programas y dos métodos de acción en la oposición al gobierno macrista. El procedimiento de diferenciación que consiste en denunciar a todos los protagonistas de la política (Macri, K, Massa, Gobernadores, Intendentes, el Papa, Lavagna, etc.) marca un nivel grosero de despolitización, y funciona como autoproclamación de una izquierda que sigue siendo el extremo minoritario de todo el arco político.
Como ya hemos discutido con motivo del balance de las elecciones en Córdoba, este planteo no solo expresa una gran subestimación de la importancia de la evolución concreta de la lucha de clases, sino que exonera a la burocracia sindical, al kirchnerismo y a todos los actores que enumera en tanto protagonistas claves para permitir que pasen los ataques de Macri y se afirme la pasividad de las masas en la coyuntura electoral. El planteo de criticar solo al gobierno y negar la lucha política con la oposición burguesa (que ya estaría garantizada por levantar determinada consigna) se acerca peligrosamente a una ubicación de ala izquierda del “frente antimacrista”.
Por su parte, la fracción mayoritaria de Pitrola, Romina del Plá, Solano y sus compañeros, responde que:
JA afirma que las consignas “Fuera Macri-Asamblea Constituyente” deben ser levantadas con independencia del estadio concreto en el que se encuentra el movimiento de las masas y la evolución de la lucha de clases. Valdría de la misma forma para un período insurreccional como para uno en el cual la clase obrera atraviesa un reflujo, y una marcada expectativa electoral.
Mientras que Altamira viene exacerbando el catastrofismo mecanicista que tradicionalmente caracterizó al PO que no hace más que fomentar la ilusión de que la crisis misma o el ascenso de la lucha de clases pueden resolver por sí mismas las tareas preparatorias que la izquierda necesariamente debe encarar, en el caso de la actual mayoría, si bien ha matizado aquel tipo de catastrofismo, tampoco deja claro qué tareas de preparación están planteadas (más allá de definir determinada consigna política), ni cómo se conecta la acción que debe llevar adelante la izquierda en la actual coyuntura electoral (con su precaria “estabilidad”) con las perspectivas estratégicas de mayor crisis y lucha de clases que plantean la posibilidad cierta de cambios bruscos en la situación.
En nuestra opinión, en este momento en el que aún no hay grandes acciones de lucha de masas en las calles y enfrentamientos agudos entre las clases, el planteo del Frente de Izquierda de derrotar al FMI, Macri y los gobernadores, y que la crisis la paguen los capitalistas busca reagrupar, desde ahora, a sectores cada vez más amplios de trabajadores y trabajadoras, jóvenes y estudiantes que estén por derrotar al régimen del FMI y los partidos patronales, y desarrollar un gran proceso de agitación política para plantearles esta perspectiva a las grandes mayorías del pueblo trabajador con el objetivo de que millones la tomen en sus manos. De esta forma, aspiramos a fortalecer la preparación política, para cuando efectivamente la movilización de masas rompa el aparato de contención montado para impedirla, imponga su impronta a la situación y se plantee como posibilidad concreta para la acción en las calles tirar abajo al gobierno (actual o futuro) y a todo el régimen del FMI y los partidos patronales, planteando además, desde ahora, la necesidad de imponer un gobierno de los trabajadores con la movilización de los explotados y oprimidos, como postula el programa del Frente de Izquierda y de Trabajadores Unidad [2]. Este trabajo preparatorio es clave porque no hay ningún muro que separe ambos momentos, depende solamente del propio desarrollo de la acción de las masas.
Sin embargo, en la discusión al interior del PO no hay, a la par del debate de consignas, una problematización de la propia práctica política y los métodos en las organizaciones de masas, lo cual, a nuestro entender, desarma estratégicamente para la construcción de un partido de combate y la intervención en la lucha de clases.
La tarea de explicar a amplias masas lo que vendrá no puede hacerse desligada de una política para formar corrientes clasistas y militantes al interior de las organizaciones de masas, que sean capaces, contra las burocracias que buscan vaciar de participación los sindicatos, centros de estudiantes u organizaciones de desocupados, de transformarlas en herramientas de autoorganización democrática para luchar no solo por los intereses corporativos de cada sector, sino también por un programa de conjunto como el que agitamos en la campaña electoral, en la lucha contra el régimen del FMI y los partidos patronales.
Elecciones y lucha de clases
Los documentos de ambas fracciones muestran que la derrota de Altamira y la lista 2U en la interna del FIT en 2015 (que el PO prefirió forzar antes que aceptar que Del Caño fuera candidato a vicepresidente) actuó como disparador de la crisis que atraviesa el Partido Obrero. Ninguna de las fracciones se pregunta si subestimaron a Del Caño y por qué lo hicieron. Ambas se conforman con seguir repitiendo el relato oficial según el cual el PTS habría triunfado en la interna gracias a una campaña “democratizante” (y juvenilista). Esto es no querer ver la realidad.
Cualquier estudio serio de opinión (que podría perfectamente haber hecho el PO), le hubiera mostrado que la popularidad de Del Caño no es un misterio, sino que proviene de ser valorado por “estar con los trabajadores”. ¿Cómo logró eso? Sencillo, estuvo con los trabajadores en primera fila en los principales combates. En aquel entonces fue el duro conflicto contra la multinacional Lear que estalló en 2014 con sus 21 cortes de la principal autovía de Buenos Aires, 16 jornadas nacionales de lucha con piquetes en todo el país, 5 represiones, 22 detenidos, 80 heridos, 16 medidas judiciales a favor de los trabajadores, dos semanas de lockout patronal. Además de ser reprimido junto a los trabajadores, Del Caño se ganó el ataque público sistemático del secretario de seguridad Sergio Berni, e incluso, en un hecho inédito, la patota de la burocracia del SMATA fue al Congreso Nacional a hostigarlo en plena sesión. En el mismo período también estuvo codo a codo con los trabajadores de otro de los conflictos emblemáticos de aquel entonces, el de la multinacional Donnelley (actual Madygraf).
No se trata solo de Del Caño, es la orientación del PTS para todas sus figuras electorales y parlamentarias estar siempre en la primera fila de los principales combates. Seguimos en esto lo que dictan las tesis sobre el parlamentarismo revolucionario de la III Internacional. Pero tampoco se trata de figuras, es una concepción política con la que orientamos toda nuestra militancia. En esto tomamos el planteo de Lenin de hacer de cada conflicto importante, y en primer lugar en el movimiento obrero (que es donde se concentran la patronal, la burocracia y las fuerzas del Estado, desde los ministerios a las fuerzas represivas), una verdadera “escuela de guerra” para transformarlos en grandes causas de la clase contra la burocracia que intenta aislarlos o directamente liquidarlos. Este elemento es parte fundamental de la formación de las nuevas generaciones de militantes revolucionarios, y de la construcción de un partido que verdaderamente “sirva” para la lucha de clases.
La idea de que Del Caño ganó la elección interna por ser figura “democratizante”, en la que coinciden ambos sectores del PO, no hace más que evitar la discusión real.
¿Qué significa ser “democratizante”?
Las dos fracciones del PO reivindican para sí la lucha contra las tendencias “democratizantes” en general y al interior del FIT en particular. En ambos casos limitan estas tendencias a la adaptación al régimen democrático-burgués exclusivamente al terreno parlamentario, pero ninguna se cuestiona las prácticas “democratizantes” en cuestiones de primer orden como la administración de los planes sociales otorgados por el Estado, las prebendas y privilegios que son moneda corriente para los dirigentes en los sindicatos, o las presiones implicadas en la administración de múltiples servicios (bares, fotocopiadoras, etc.) en los centros de estudiantes y federaciones.
Como desarrolló extensamente Trotsky en su obra, así como Gramsci con su concepto de “Estado integral”, los mecanismos de cooptación de la democracia burguesa van mucho más allá de sus instituciones “representativas”. El Estado capitalista no solo “espera” el consentimiento de las masas (y cuando esto falla reprime) sino que lo “organiza”. Esto parece un secreto oculto bajo siete llaves para ambas alas del PO que coinciden en reivindicar la orientación que ha tenido su partido durante las últimas décadas de alianzas con sectores no clasistas para su construcción en los sindicatos. Acuerdos necesariamente episódicos son transformados en estratégicos, liquidando la lucha al interior de dichas alianzas.
Esta política ha fracasado una y otra vez. En el último tiempo, dos de los cuatro “secretarios generales” que eran el corazón de la Corriente Sindical Clasista, Roberto Macho (ATE Mendoza) y Víctor Grossi (SITRAIC) de un día para el otro rompieron con el PO, abandonaron el supuesto “clasismo” que se les imputaba y se fueron a las filas de “Cachorro” Godoy. A pesar de que ambos se reivindicaron siempre peronistas, Macho había sido presentado por PO como “referente del clasismo”, del “sindicalismo antiburocrático y combativo” e incorporado a la Lista Naranja y a la conducción nacional de Tribuna Estatal del PO. Grossi, más aún, llegó a ser militante pleno del PO y delegado a sus congresos partidarios. No es un fenómeno novedoso para el PO: producto de esta misma política, sus dirigentes partidarios telefónicos hace varios años se unieron a la burocracia de FOETRA, y lo mismo los del SOIP de Mar del Plata.
Pero no se trata solo de alianzas que fracasan, sino que mientras duran, imprimen una práctica “democratizante” (es decir, burocrática) en los sindicatos. Por un lado, porque la adaptación a estos aliados obtura claramente la lucha política por la independencia de clase al interior del movimiento obrero, dando lugar a una doble vara típicamente “democratizante”: Frente de Izquierda en el parlamento y las elecciones, y alianzas estratégicas con caudillos peronistas en los sindicatos (a los cuales se los ensalza como “clasistas” que no son). Y por otro lado, porque la independencia de los sindicatos del Estado no es solo un problema de delimitación política, sino también de combatir consecuentemente las formas que el Estado impone a los mismos (impedir la democracia sindical plena, perpetuar indefinidamente a sus dirigentes, representar solo a sus afiliados en el mejor de los casos, dejando afuera a los tercerizados y contratados, etc.). Las alianzas estratégicas con dirigentes no clasistas, como queda demostrado, justamente conspiran contra ello.
Por eso, desde el PTS hemos intentado siempre otro camino. Allí donde conseguimos ganar la conducción en un gremio, por ejemplo, en el sindicato ceramista de Neuquén (SOECN), nos propusimos desde el comienzo revolucionar la organización. Esto implicó desde discutir y votar un nuevo estatuto, estableciendo mecanismos democráticos de decisión, derechos para las minorías y rotación de los dirigentes, entre otros temas claves, hasta proponerse ser un factor de coordinación y unidad con los trabajadores desocupados y sectores explotados y oprimidos de la región y el país. En este largo y duro camino, en el marco del mercado capitalista, a veces nos tocó ser mayoría y otras veces minoría, pero siempre peleando desde nuestra fracción clasista contra las tendencias a la burocratización y sin hacer concesiones en contra de nuestra estrategia por el solo motivo de mantener cargos..
Ninguna de las dos alas del PO pone en cuestión la lógica según la cual “vale más” un “secretario general” al estilo Grossi, que minorías fuertes verdaderamente clasistas en los sindicatos. Para el PTS, al contrario, la prioridad es el desarrollo de corrientes militantes en fábricas, establecimientos y sindicatos. Y eso ha dado sus frutos como se puede ver, por ejemplo, en el sindicato de la alimentación donde el PTS y la agrupación Bordó (que han protagonizado luchas emblemáticas, como Kraft en el 2009, Pepsico en 2017, o recientemente frenando el despido de delegados), con triunfos y derrotas, se ha mantenido como minoría en el sindicato por años.
Así en cada lugar donde tiene peso el PTS hay corrientes militantes, no solo sindicales sino militancia política obrera, lo que contrasta con, por ejemplo, la casi nula influencia política del PO en el neumático. Por eso en las discusiones sobre los mecanismos de agrupamiento y coordinación de la vanguardia, el Partido Obrero sostiene siempre que la clave es la preeminencia de los “secretarios generales”, aunque sea un caudillo peronista no clasista, y desprecia a las minorías clasistas que cuentan con la votación del 20, 30 o 40% del sindicato, comisión interna o cuerpo de delegados. De lo contrario, se mostraría la debilidad de su construcción militante en el movimiento obrero.
Según el PO, el PTS está en retroceso en el movimiento porque pierde elecciones. La realidad es que las corrientes que impulsamos avanzan y retroceden de acuerdo al momento de la lucha de clases y la situación de cada establecimiento, pero cuando retroceden se mantienen como minorías con amplia influencia en el ala izquierda de las fábricas, con militantes, dirigentes y agrupaciones, con tácticas y política hacia la estructura. Contrariamente, la estrategia del PO, que reivindican sus dos fracciones, lleva a que un día supuestamente “dirijan” un sindicato como con Grossi, Macho, FOETRA o el SOIP, y al otro día, cuando rompen determinados caudillos, vuelvan a cero y pasen a no tener nada.
Son las corrientes verdaderamente clasistas, y en perspectiva revolucionarias, las que de desarrollarse con suficiente fuerza –tarea que aún tenemos por delante– serán la clave en momentos decisivos para poder desplegar con toda su fuerza a gran escala la táctica del Frente Único Obrero, tal como la formulasen Lenin y Trotsky en los congresos de la Internacional Comunista bajo la fórmula “golpear juntos, marchar separados”. “Golpear juntos” para que la clase obrera enfrente unificada a los capitalistas, lo cual implica exigir a las direcciones reformistas que salgan a la lucha. “Marchar separados” porque el objetivo estratégico es ganar a los trabajadores reformistas para el programa revolucionario en la propia experiencia con sus direcciones oficiales. De esta forma pelear por conquistar a la mayoría de la clase trabajadora para la lucha por un gobierno de los trabajadores y el pueblo explotado y oprimido.
Las presiones a la adaptación en los movimientos de desocupados y estudiantil
En lo que hace al movimiento de desocupados, la fracción de Altamira plantea la necesidad de “un plan de politización que desarrolle una fuerte conciencia de clase y que convierta a estos sectores más conscientes en militantes cuartainternacionalistas”. Por su parte, el ala mayoritaria le responde que “esta recomendación que solo es indicada para los desocupados (obreros sin trabajo) destila un prejuicio de clase sostenido por el PTS y gran parte de los medios de comunicación en manos de los capitalistas”.
Este debate demuestra dos cuestiones. En primer lugar, que ninguna de las dos alas del PO está dispuesta a cuestionar lo esencial de la práctica que mantienen desde hace casi 20 años. Es decir, la aceptación de la forma que el Estado se propuso darle al movimiento de trabajadores desocupados, que consiste en que cada corriente se relaciona con el Estado para gestionar planes sociales. Yendo al fondo de la cuestión, un balance serio debería resaltar que por medio de este mecanismo las clases dominantes lograron cooptar a la mayor parte del movimiento para mantener la paz social y evitar que se desarrolle cualquier lucha seria por trabajo genuino.
Es por eso que desde el PTS siempre hemos planteado otro camino, lo cual nos lleva a la segunda cuestión que es que, por supuesto, en el debate del PO se falsifica la posición de nuestro partido. A contramano de lo dicho en los documentos del debate fraccional, el PTS nunca “menospreció” al movimiento de desocupados. Nuestro planteo siempre fue que, junto con la lucha por trabajo genuino, era necesario poner en pie un movimiento único de desocupados con libertad de tendencias en su interior, contra el modelo de que cada organización administre planes. Esto implicaba, en el caso de los planes sociales, que fueran autogestionados en común, independientemente de en qué organización militase cada trabajador desocupado. De esta forma, desligar la percepción del plan de la adscripción política, para combatir el clientelismo al que el Estado pretendía someter al movimiento.
Por más propaganda marxista que se haga dentro de las propias “colaterales”, sin una crítica profunda a estos mecanismos estatales difícilmente pueda conquistarse una fracción revolucionaria. En esto no hay diferencias entre las dos fracciones del PO.
En lo que respecta al movimiento estudiantil, también es necesario subrayar que ninguna de las dos fracciones del Partido Obrero cuestiona nada de lo esencial de la práctica que vienen desarrollando desde hace casi veinte años.
Nos referimos al “modelo FUBA” inaugurado luego de 2001, que consiste en hacer todo tipo de alianzas oportunistas para mantener la conducción de una organización de masas vaciada de participación estudiantil y dedicada a administrar bares y fotocopiadoras con una enorme cantidad de militantes rentados, “ejemplo” heredado de la Franja Morada, brazo universitario de la UCR. Recordemos que hoy en día, sin que esto sea cuestionado por ninguna de las fracciones del PO, esta organización co-dirige la FUBA en alianza con La Cámpora y La Mella.
Esta orientación, después de tantos años, no solo ha resultado en una FUBA y centros vaciados y desligados de las bases estudiantiles, sino que el PO tampoco ha logrado desarrollar una corriente militante superior en número, por ejemplo, a la Juventud del PTS, a pesar de “dirigir” al movimiento estudiantil.
En contraposición a esta orientación, en el caso del PTS, peleamos por un movimiento estudiantil militante y autoorganizado en asambleas y cuerpos de delegados, que busque unirse en sus luchas a la clase trabajadora. No es casual que el activismo –cuando surge- muchas veces choca naturalmente con el burocratismo de los “cuerpos orgánicos”. En los centros y federaciones tampoco aceptamos cargos políticos rentados y planteamos separar la administración de los “servicios” de la conducción política, sorteando el 100 % de los puestos de trabajo, y con comisiones revisoras de cuentas abiertas y públicas.
El verdadero sentido de la agitación política
Una de las primeras grandes batallas políticas de Lenin, reflejada en su clásico ¿Qué Hacer?, fue por forjar un periódico común de la socialdemocracia para toda Rusia, que fuese “una partícula –decía- de un enorme fuelle que avivase cada chispa de la lucha de clases y de la indignación del pueblo convirtiéndola en un gran incendio”. Sin embargo, Lenin no podía ni soñar con los medios técnicos de los que disponemos hoy para llegar a sectores de masas. ¿Por qué entonces la izquierda hoy tiene que limitarse a la práctica superficial de dirigirse a ese auditorio masivamente solamente una vez cada dos años cuando hay elecciones (y a través de los miserables espacios que otorgan el Estado capitalista y las empresas de medios)?
Este debate leninista crucial está ausente en la discusión del Partido Obrero. Desde nuestro punto de vista, no proponerse en la actualidad hacer todo lo posible por cerrar la brecha que existe entre la militancia de la izquierda (que se cuenta por miles) y los más de un millón de votos que llegó a obtener el FIT, tiene como consecuencia inevitable caer en el rutinarismo, el sindicalismo y el electoralismo. Es por eso que, de nuestra parte impulsamos desde 2014 La Izquierda Diario, que en los últimos meses tuvo picos de 3 millones de visitas mensuales [3]. Se trata de una herramienta con la que apostamos a sembrar con profundidad nuestro programa e ideas en amplias franjas de los trabajadores, las mujeres y la juventud, contra las ideologías dominantes de la época, que, como sabemos, son las que impulsan los capitalistas desde sus medios de comunicación, universidades e instituciones de todo tipo. Más específicamente, apuntamos a mantener un diálogo permanente con las más de un millón de personas que llegaron a votar al FIT o con las que participan de los movimientos de lucha. En el mismo sentido, buscamos usar las técnicas más modernas de comunicación como las redes sociales al servicio de los intereses de la clase trabajadora, como otra forma de agitación y propaganda cotidiana, e impulsamos el programa de radio El Círculo Rojo que se emite todos los domingos por Radio con Vos. El diario digital del PTS, a su vez, es parte de la red internacional La Izquierda Diario, que se publica en 12 países y 8 idiomas (castellano, catalán, portugués, alemán, inglés, francés, italiano y una sección en turco), con la cual la FT-CI, organización internacional de la que somos parte, impulsa campañas internacionalistas y debates de forma permanente, acercando también las polémicas de internacionales a nuestro público.
No hay ninguna espera del ascenso de masas que justifique que la izquierda no haga todos los esfuerzos por utilizar los medios disponibles para intentar llevar su programa y sus ideas a sectores de masas.
Internacionalismo y método para la reconstrucción de la IV Internacional
La construcción de un partido revolucionario en un país está indisolublemente ligada al internacionalismo y a la lucha por un partido internacional de la revolución socialista (que para nosotros, así como para el PO, pasa por la reconstrucción de la IV Internacional). El PO ha impulsado el MRCI (luego CRCI) llamando en su momento a un reagrupamiento en base a cuatro puntos generales [4]. Ninguna de las dos fracciones cuestiona este método. Sin embargo, la experiencia de la CRCI ha demostrado que es imposible desarrollar un reagrupamiento revolucionario capaz de intervenir en la lucha de clases simplemente sobre la base de principios generales.
La CRCI permaneció prácticamente paralizada desde el estallido de la crisis mundial de 2008, sufrió la ruptura con el PCL italiano, uno de sus principales aliados originales, e incluso se separó de su grupo en Grecia EEK para llamar a votar por Syriza. Finalmente llegó a la parálisis total. Sin embargo, el PO no solo no sacó lecciones de ello, al contrario, profundizó su deriva internacional llamando en 2018 a una conferencia bajo el lema “construyendo la internacional” con un grupo neoestalinista como el Partido Comunista Unificado de Rusia (OKP). Cuestión que tampoco es cuestionada por ninguna de las alas del PO.
La FT-CI –a la que pertenece el PTS- siempre apostó a confluir con otras corrientes a nivel internacional [5]. Pero para ello retomamos el método utilizado por Trotsky en los ‘30, que consiste en basarnos en acuerdos frente a las grandes cuestiones estratégicas y programáticas que la crisis capitalista ha puesto en debate en la izquierda mundial, así como en la prueba de la práctica política y la lucha de clases. Partimos del planteo de Trotsky cuando critica a la IC estalinizada porque “consideran los grandes combates del proletariado solo como acontecimientos objetivos, como expresión de ‘la crisis general del capitalismo’ y no como experiencia estratégica del proletariado”. Buscamos acuerdos no diplomáticos basados en estas lecciones, que sirvan para la acción.
Desde luego, hoy por hoy, se trata de una tarea contra la corriente. Sin embargo, ello no implica que se tenga que caer en la parálisis o desbarrancar con alianzas totalmente oportunistas. La evolución de la FT-CI creemos que es una humilde muestra de que es posible. Hemos puesto en pie con mucho esfuerzo militante la red internacional de diarios, varios de los cuales son referencia para la vanguardia de sus países. Hemos confluido con el grupo italiano FIR, cuyos militantes provienen de la juventud del PCL, también con la CST de Perú, y la Organización Socialista de Costa Rica. Nuestros compañeros en Francia han tenido, con sus modestas fuerzas, un papel destacado en el proceso de los Chalecos Amarillos, varias de las organizaciones del FT han avanzado en su militancia e influencia, e intervienen incluso electoralmente (como en México, Chile y Brasil), etc.
No se trata de hacer autobombo, sino de fundamentar que es posible mantener un nivel de iniciativa internacional sobre la base de los fenómenos que da la situación actual. Es para evitar este debate real que el PO ha inventado el “mito” –que sostienen hasta hoy sus dos alas- de que la FT-CI impulsa “partidos amplios”, una estrategia que de hecho está en la base de la crisis de muchas organizaciones provenientes del trotskismo a nivel internacional. El supuesto fundamento sería que la corriente de la FT-CI en Francia, la Courant Communiste Révolutionnaire (que cuenta con un diario que tiene 1,5 millones de visitas mensuales promedio) constituye una tendencia del Nuevo Partido Anticapitalista. Sin embargo, lo que oculta el PO es que la CCR pelea abiertamente dentro del mismo contra el proyecto de “partido amplio” sin delimitación de clase (por eso nunca ha votado los “principios fundadores” del NPA) y por un partido revolucionario [6]. El mismo “mito” sostienen sobre la corriente de la FT-CI en Brasil, el Movimento Revolucionário de Trabalhadores (que también cuenta con un diario digital que llegó a tener 7 millones de visitas mensuales) por haber pedido públicamente ingresar al PSOL, ocultando que lo hizo planteando abiertamente que quería pelear en sus filas por un programa y una estrategia revolucionarias, por lo cual nunca fue admitido por la dirección mayoritaria.
Todos estos inventos y discusiones de mala fe, desde luego no afectan al PTS sino al propio PO que se autojustifica para no abordar seriamente el hecho de que su práctica internacionalista se encuentra cada vez más degradada.
Sin teoría marxista no hay izquierda revolucionaria
Algo similar a lo que señalamos sobre el internacionalismo podríamos decir respecto a la elaboración teórica y a la lucha ideológica. Ninguna de las dos alas se pregunta si el retroceso en este terreno tiene algo que ver con la crisis que atraviesan. El PO, por ejemplo, supo tener una editorial como El Yunque que fue muy importante en su momento para la difusión de los libros de Trotsky. Sin embargo, en la actualidad una política editorial de este tipo brilla por su ausencia, sin que haya ninguna justificación “objetiva” para ello. Hoy, si en todas las principales librerías del país están los libros de Trotsky, es casi exclusivamente por esfuerzos de la editorial IPS-CEIP que impulsa del PTS, lo cual es parte de un esfuerzo que ya lleva más de veinte años con el desarrollo del Centro de Estudios, Investigaciones y Publicaciones León Trotsky, con sede también en México y reconocido internacionalmente.
Entre ambas fracciones se discute cual expresa mejor la tradición de su corriente en los ’70, sin embargo, han pasado cuatro décadas e inexplicablemente todavía el PO no tiene un balance de aquel ascenso obrero. Siendo una corriente mucho más joven, el PTS publicó Insurgencia Obrera en la Argentina de Ruth Werner y Facundo Aguirre donde desarrollamos aquel balance en profundidad. En los documentos del PO también se debate duramente sobre tal o cual aspecto parcial de la política hacia el movimiento de mujeres, pero la realidad es que el PO no cuenta con una elaboración teórica sobre el feminismo socialista, cuando se trata de una reflexión de primer orden para cualquier intervención coherente en el importantísimo movimiento de mujeres que se desarrolla en la actualidad. En nuestro caso, ya hace varios años, con el libro Pan y Rosas de Andrea D’Atri (hoy traducido al portugués, italiano, francés, alemán) abordamos esta tarea, la cual fue clave para dar fundamentos sólidos a la agrupación Pan y Rosas que hoy es la principal agrupación feminista socialista de la izquierda de Argentina y que se ha desarrollado en otros 13 países. Algo similar podríamos señalar en el terreno de la estrategia, la teoría política, la historia del movimiento obrero argentino, o los debates teóricos actuales, etc. [7].
No hay avance posible de la izquierda revolucionaria sin responder desde el marxismo a los desafíos de nuestro tiempo desarrollando las armas de la crítica.
El partido que necesitamos
Para concluir queríamos referirnos a una reflexión que realizara Pablo Stefanoni a propósito de la crisis del PO. Según, él:
Al mismo tiempo se experimentan cambios sociológicos en el PO, especialmente tras su crecimiento en el movimiento universitario (sector de Solano) y piquetero/territorial (Pitrola), además de su participación activa en el movimiento de mujeres (Romina del Plá, Vanina Biasi). El liderazgo personalista de Altamira resulta funcional a un pequeño partido de cuadros ultraconvencidos, pero representa un bloqueo para un partido más grande. No es trivial que la nueva dirección haya acusado a Altamira de mesiánico y sectario…
En este esquema, pareciera que la crisis del PO consiste en que el sectarismo de Altamira –que en el planteo de Stefanoni simbolizaría la ortodoxia marxista–, que fue útil para un grupo chico, se ha convertido en un bloqueo para que continúen creciendo las diferentes “ramas” que permitirían construir un partido más grande.
A lo largo de estas líneas hemos tratado de fundamentar exactamente lo contrario. No solo que el planteo de Altamira está muy lejos de ser “sectario” si de política estamos hablando, sino que es justamente el modelo de partido que Stefanoni consideraría un avance el que está en la base de la crisis actual del PO. Si la izquierda tiene un peligro de “desplomarse”, como le gusta decir a Altamira, no es por perder espacio electoral, sino por adaptar su programa y su teoría (o la ausencia de la misma) y ceder a las presiones del Estado vía administración de la asistencia social en el movimiento de desocupados, o a la estructura de los sindicatos tal cual son vía acuerdos estratégicos con sectores no clasistas, o a la organización estudiantil de servicios, o al parlamentarismo mediante bancas separadas de la lucha de clases. Es decir, adaptar las formas partidarias a las estructuras del “Estado ampliado”. De lo que se trata, es de utilizar todos los medios posibles pero siempre manteniendo la independencia del Estado (en su sentido “integral”), como única forma de mantener la independencia de nuestro programa y estrategia.
El FIT (y apostamos a que también el FIT-U) representa hoy un importante polo en la lucha por la independencia de clase. Sobre esta base para las tareas que tenemos por delante, con la profundización de la crisis y la más que probable agudización de la lucha de clases, necesitamos ir más allá y poner en pie un verdadero partido revolucionario en el que se organicen una parte de los cientos de miles trabajadores, mujeres y jóvenes que apoyan en la actualidad al Frente de Izquierda para lograr un peso decisivo en los futuros enfrentamientos entre las clases.
Por eso venimos sosteniendo la propuesta de avanzar en un partido unificado de la izquierda, de los trabajadores y socialista, claramente delimitado del reformismo y el “anticapitalismo” en general, un partido para la lucha de clases con un programa y una estrategia revolucionarios. Este planteo, lejos está de ser una “maniobra” como es catalogado en alguno de los documentos del PO. Las discusiones que hemos desarrollado sintéticamente en estas páginas [8] van más allá de la actual crisis del Partido Obrero, hacen a problemas fundamentales que todo proceso de unificación serio, en clave revolucionaria, de la izquierda deberá necesariamente abordar para avanzar hacia poner en pie un partido revolucionario Argentina, así como para pelear por un partido internacional de la revolución social.
Fernando Scolnik
Matías Maiello
Notas al pie
[1] En el artículo “La crisis nacional y el planteo de una asamblea constituyente” hemos debatido con el PO sobre la significación del planteo de asamblea constituyente y su articulación con la consigna de “gobierno obrero”, que para nosotros hace referencia a un gobierno de los trabajadores y el pueblo impuesto por la movilización de los explotados y oprimidos, que disuelva las actuales fuerzas represivas garantes de orden capitalista para sustituirlas por los trabajadores haciéndose cargo de su propia autodefensa para garantizar las bases de un nuevo orden, donde gobierne una asamblea nacional de consejos de los trabajadores y el pueblo pobre con diputados elegidos a partir de los lugares de trabajo o territorio.
[2] En este sentido, este año el PTS hizo agitación en redes sociales de un spot por un gobierno de los trabajadores que tuvo millones de reproducciones.
[3] De acuerdo al sitio Similar Web, que compara las visitas a distintos sitios, el periódico digital del PO tiene mensualmente algo menos de 200.000 visitas y el del Nuevo MAS entre 50.000 y 70.000. En el caso del MST e Izquierda Socialista es menos aun.
[4] Estos son: “la actualidad de la revolución socialista y la dictadura del proletariado, la lucha contra la colaboración de clases, la necesidad de la revolución social y/o política en los ex estados obreros y la estrategia de lucha contra el capitalismo basada en un programa de reivindicaciones transitorias”.
[5] De hecho en el 2004 cuando se realizó la conferencia del MRCI en Bs. As., le propusimos la realización de una reunión común con la FT que estaba realizando también aquí su conferencia en forma simultánea. La respuesta fue negativa, en su lugar, el PO invitó nada menos que a Raúl Castells.
[6] A diferencia de militantes del Partido Obrero en Francia que están acríticamente dentro el NPA, sin tener siquiera una publicación propia.
[7] Como intentos de contribuir a esta tarea con nuestro humilde aporte es que en el último tiempo hemos publicado Estrategia Socialista y Arte Militar de Emilio Albamonte y Matías Maiello; Hegemonía y Lucha de clases y El marxismo de Gramsci ambos de Juan Dal Maso; Salir del Fondo y La economía en su laberinto de Esteban Mercatante; Zanon. Fábrica militante sin patrones de Raúl Godoy; Villazo. La gran gesta obrera en Villa Constitución de Octavio Crivaro o Cien años de historia obrera en Argentina de Alicia Rojo, Josefina Luzuriaga, Walter Moretti y Diego Lotito, entre otras muchas publicaciones, a las que hay que agregar la publicación de la revista y semanario Ideas de Izquierda donde constantemente intentamos abordar los principales debates ideológicos actuales.
[8] Aquí nos referimos a los temas centrales de la actual discusión. En un próximo artículo abordaremos el debate que tuvo lugar entre Guillermo Kane y Jorge Altamira en torno a la revolución cubana.
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