martes, 9 de julio de 2019

Cretinismo anti-electoral tardío y capitulación ante el kirchnerismo

En su raid mediático de la última semana, Altamira ha combinado el ataque al Partido Obrero y a la militancia que protagonizó el XXVI Congreso con algunos planteos políticos que representan desde todo punto de vista un retroceso político e ideológico de magnitudes imprevistas. Esto se puso especialmente de manifiesto al referirse a la cuestión electoral. En su intento, sin fundamentos, de presentar al Partido Obrero en una deriva electoralista, Altamira se ha pasado a una posición de cretinismo anti-electoral, que encubre en realidad una capitulación política ante el kirchnerismo.
Según Altamira lo que hay que decir es lo siguiente: “La elección no conduce a ningún lado. ¿Qué importancia tiene que la izquierda diga que hay que romper con el FMI? Esto es un callejón sin salida. Nosotros apostamos a la rebelión popular para un cambio revolucionario. Hay que explicarle al pueblo que estas elecciones no sirven y que las candidaturas no resuelven nada. Hay que pelear por la revolución anticapitalista. Entiendo que no la vamos a hacer mañana o el viernes. Pero hay que explicarlo”. (Clarín, 04/07). Estas declaraciones de Altamira bien podrían ser las de Santucho en 1973. El foquismo planteaba “ni golpe ni elección, revolución”. La versión altamirista en más moderada: “No a las elecciones. Asamblea constituyente soberana”, que en definitiva son … elecciones.
¿Pero qué significa que las elecciones no resuelven nada? Esto es falso por donde se lo mire. Las elecciones resuelven una cuestión fundamental: quién será el síndico de la crisis nacional, una de las más profundas del último período en la Argentina. El síndico tiene la función clave de decidir quién paga esa crisis, si los trabajadores o la clase capitalista, y aún más, qué sectores de los capitalistas pueden beneficiarse a costa de otros. La burguesía dirige su Estado por medios constitucionales, combinado en muchos casos con medidas de excepción que violan esas propias normas. Pero incluso cuando las medidas de excepción cobran más peso, debe apelar a las elecciones para legitimar su dominación como clase y resolver de cara a las masas qué sector de ella prima sobre la otra. De hecho, el fracaso de la tercer vía que quiso encarnar Lavagna y sectores del PJ y la UCR fracasó a pesar del apoyo recibido por sectores muy amplios del capital, porque este tercer bloque no levantaba en las encuestas.
Pero hay un tema aún más importante para el PO, y es que con las elecciones la burguesía busca atraer a las masas y conquistarlas políticamente para sus programas. Visto lo sucedido en las elecciones provinciales y según lo que la inmensa mayoría de las encuestas anticipan que pasará en las PASO de agosto, la inmensa mayoría de las masas explotadas ha votado y votará por las candidaturas de la clase capitalista. Para un partido que se reclama de la clase obrera esta cuestión cobra una importancia fundamental, y debe conducirlo a reforzar una campaña electoral para separar a los trabajadores de las corrientes capitalistas. Quien no lo haga en nombre de que las elecciones no resuelven nada está incurriendo en una capitulación política ante la burguesía, al no librar batalla contra ella en el terreno más difícil que tenemos.
No caben dudas, además, que en el sector más activo de las masas explotadas la gran disputa que tiene el PO y el Frente de Izquierda es con el kirchnerismo. Un sector muy amplio de trabajadores y jóvenes, que incluso forman parte de organizaciones populares, tienen propensión a votar por la fórmula Fernández-Fernández, no sólo para sacarse a Macri sino también porque se ven atraídos por un programa de colaboración de clases. El kirchnerismo vende que puede llegar a un acuerdo con el FMI que sea compatible con la satisfacción de los reclamos populares y el desarrollo nacional. ¿Qué debe hacer un partido o un frente que se reclama de izquierda y de la clase obrera? Indudablemente, denunciar el carácter capitalista y ajustador de este bloque político y ofrecer un programa de salida alternativo. Pero para Altamira que la izquierda presente un programa de ruptura con el FMI, nacionalización de la banca y del comercio exterior en oposición al nacionalismo “no tiene importancia”. ¿Tendrá importancia, acaso, que para Altamira no tenga importancia ese programa? Altamira también cuestiona la consigna “que la crisis la paguen los capitalistas”, siendo que sirve para delimitar con todos los bloques patronales, que más allá de sus divergencias, tienen en común que reportan a uno u otro bloque patronal.
Cuando Altamira dice que las elecciones no tienen importancia en realidad está encubriendo una capitulación ante el nacionalismo, frente al cual no quiere librar una batalla para disputarle la dirección de las trabajadoras. Esta capitulación ya estaba inscripta en su planteo de hacer la campaña con la consigna “fuera Macri”, eludiendo una disputa directa con el pejotismo-kirchnerismo. En este cuadro la alusión a la “rebelión popular” es mera fraseología rimbombante para ocultar esta capitulación. Altamira ignora lo elemental: que la mejor manera de preparar no sólo una rebelión popular, sino de formar una dirección revolucionaria de la clase obrera, es utilizar las elecciones para separar a los trabajadores del nacionalismo de colaboración de clases oponiendo un programa de transición que una la conciencia actual de los trabajadores con la lucha por el poder.
Al despreciar la lucha electoral, que sin embargo atrae a un sector de las masas, Altamira pierde la oportunidad de denunciar el proceso político real que se manifiesta a través de la campaña. Un ejemplo claro de ello es la nominación de Alberto Fernández por parte de Cristina Kirchner como candidato a presidente, y en la misma línea, el encabezamiento de su lista de diputados nacionales de la provincia por parte de Massa. ¿No conviene en vez de discursear que a nadie le importa las elecciones denunciar concretamente cómo el kirchnerismo termina reducido a su mínima expresión detrás de los figurones que han cogobernado con Macri? ¿O denunciar que Alberto Fernández debutó su campaña rechazando el aborto legal bajo la excusa que ´divide´? Altamira ni siquiera tiene en cuenta el resultado de las elecciones provinciales, donde quedaron expresadas tendencias reales de las masas en esta fase de la crisis. Si se hubiese manifestado, por ejemplo, una tendencia al boicot o la abstención el PO podría llamar a sabotear el proceso electoral; pero no fue lo que sucedió. Por el contrario, las elecciones en las provincias mostraron una capacidad de la clase capitalista para atraer al electorado popular. No dar una batalla electoral en estas condiciones equivale a una política paralizante, más propia de las sectas impotentes que de un partido de combate.
El cretinismo anti-electoral y anti-parlamentario no es nuevo en las corrientes socialistas. Surgió siempre ante la incapacidad para superar los bloqueos reales que levanta la lucha de clases. Lenin lo consideró “un izquierdismo, una enfermedad infantil del comunismo”. Trotsky los combatió políticamente, como lo prueba la copiosa obra por ejemplo sobre la revolución española. Refutó a las afirmaciones de que el parlamento o las elecciones estaban superadas por la historia como simplificaciones unilaterales, que no tenían en cuenta que las masas aún no habían superado esa etapa y eso obliga a los comunistas a intervenir en el proceso electoral y en los parlamentos. El cretinismo antielectoral de Altamira representa una involución política de proporciones, que se ha manifestado en otras elaboraciones suyas en los últimos meses, cuyo punto común es ignorar la situación concreta de las masas, su nivel de politización y la de la vanguardia y la relación de fuerza entre las clases.
Pero el cretinismo anti-electoral de Altamira es tardío. Luego de haber sido 5 veces candidato a presidente y más de una decena de veces candidato a cargos legislativos, sus campañas electorales tuvieron un contenido distinto al que él pretende que tengan ahora las campañas del PO y del FIT. Sería lícito concluir que esta involución política está determinada por el lugar que al propio Altamira le ha tocado jugar. Del milagro por Altamira, o de su simple afiche “Altamira al Congreso”, o el de Ramal “la ciudad necesita diputados de izquierda”, han pasado al cretinismo anti-electoral por el simple hecho de no ocupar un lugar entre los candidatos. Nunca está de más recordar que fue el propio Altamira quien afirmó que la formación del FIT "había permitido recuperar la política socialista en la campaña electoral”, esto por facilitar una confrontación de clase en vez de un choque entre la propia izquierda. Un estudio de las campañas electorales que él encabezó, o Ramal, mostraría que ninguno de los dos soporta un archivo.
Triste constatarlo, pero más triste es no ver las cosas de frente.

Miguel Bravetti

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