domingo, 14 de julio de 2019

El PTS quiere meter una cuchara (democratizante y desmoralizada) en la pelea rupturista de Altamira con el PO

La Izquierda Diario ha dedicado un largo artículo en el fin de semana largo del 9 de julio a la ruptura del grupo de Jorge Altamira en el Partido Obrero. Luego de un prudente silencio respecto a la polémica que se viene desarrollando entre la mayoría del PO y este grupo, o referencias generales a que “igual todos votamos al FIT-U”, el PTS ahora lanza un curioso artículo donde casi no se consideran los puntos políticos teóricos ni prácticos en debate.

¿No pasa nada?

La operación del PTS consiste en mostrar que la ruptura de Altamira con el PO muestra una crisis por no estar preparado para “construir organizaciones revolucionarias en momentos que no son revolucionarios”, como conceptualizan en los últimos tiempos su actividad política. O sea que han pretendido aprovechar la atención política generada por la ruptura en el PO para volver a la carga con la caracterización desmoralizada de que no sucede nada en la lucha de clases. Muchos compañeros que no siguen la elaboración teórica de esta organización fueron sorprendidos hace poco cuando la dirigente del PTS Andrea D´Atri comentó en Twitter que los 31 años pasados desde la fundación de su partido fueron “tres décadas sin grandes acontecimientos. Sólo la gris y dificultosa tarea de formar revolucionaries en una época no revolucionaria. El futuro dirá si pasamos la prueba.” Impresiona la desconexión confesa con un movimiento obrero que atravesó en este tiempo duras derrotas con el ascenso del menemismo pero también las puebladas y piquetes de Santiago del Estero, Cutral-Co, Mosconi y Tartagal, las luchas del norte petrolero de Santa Cruz, los planes de lucha piqueteros y conflictos obreros y estudiantiles que prepararon el argentinazo, las propias jornadas de rebelión popular, las fábricas recuperadas, las asambleas populares, los piquetazos con epicentro en el Puente Pueyrredón y la movilización antirrepresiva de miles que hizo irse antes a Duhalde, la recuperación de decenas de sindicatos de manos de la burocracia, la inmensa lucha por Mariano Ferreyra que desnudó la connivencia del kirchnerismo con la precarización laboral y las patotas asesinas de la burocracia sindical y llegó a congregar 100 mil personas en la Plaza de Mayo, el ascenso del Frente de Izquierda como referencia política inédita de un bloque de independencia de clases… ¿En serio puede decirse que en la Argentina no pasó nada?
La ola de movimientos populares y rebeliones atravesó gran parte de Latinoamérica, volteando gobierno tras gobierno en Ecuador, en Bolivia. En el mismo período el imperialismo se ha embarcado en sucesivas ofensivas militares en el Medio Oriente que se han estancado y han ido transformado desde el Norte de África a Ucrania en una franja casi continua de choques militares hace muchos años. En la misma región se han vivido los levantamientos de la Primavera Árabe, que ahora tienen una nueva ola con las rebeliones de Argelia y Sudán. Hemos tenido enormes intervenciones de masas desde los chalecos amarillos de Francia a las movilizaciones en Grecia frente a la bancarrota, los movimientos de Occupy Wall Street o los indignados españoles. Ha sido la etapa de una enorme ola de movilizaciones de mujeres a nivel internacional. Estos movimientos no se han dirigido a derrotar el control de la burguesía sobre el poder estatal. No sólo porque les haya faltado un desarrollo, sino porque han primado direcciones políticas con otras orientaciones, no revolucionarias.
Los compañeros del PTS no ignoran estas cosas. Incluso reconocen en el artículo dedicado al PO que en los años recientes el escenario internacional ha estado dominado por procesos de masas y fuertes giros políticos a izquierda y derecha. Pero le restan importancia, forzando los hechos para que se ajusten a la idea de la “época no revolucionaria”, que es una justificación prefabricada para dedicarse a la autoconstrucción de un aparato y para justificar las adaptaciones políticas más variadas a presiones de la burguesía y la pequeño burguesía sobre los trabajadores. Estas convulsiones muestran la necesidad urgente de una intervención revolucionaria en esta etapa, no mantener la llama del socialismo viva para algún futuro lejano, como se plantea el PTS.
El PTS continúa muchos rasgos políticos del morenismo, encubiertos con una nueva fraseología tomada de Gramsci, Clausewitz y pensadores de la academia burguesa o pequeño burguesa. Retoma (dándole una escala global) la caracterización de Milcíades Peña de que la clase obrera argentina es quietista y conservadora y tiene conciencia peronista. El peronismo ha ido manteniendo sus lugares de dirección, aún pasando por grandes crisis, apoyados en el estado y las patronales, y explotando a su favor las claudicaciones y adaptaciones de la izquierda argentina. La idea de un movimiento obrero conservador pretende en primer lugar absolver de su responsabilidad a las direcciones que no plantean un camino revolucionario, como lo han sido el estalinismo y los grupos trotskistas que se adaptaron a corrientes burguesas como el posadismo, el morenismo o la izquierda nacional.
El hilo conductor de las crisis políticas y la emergencia de grandes movimientos de masas es la bancarrota capitalista. Las condiciones objetivas para la revolución están mucho más que maduras. Las crisis del capitalismo son cada vez más virulentas y la incapacidad de la burguesía para resolverlas está acumulando contradicciones que llevan a una escalada de conflictos que son lo opuesto exacto de una “época sin grandes acontecimientos”. La idea de la “crisis orgánica” que el PTS toma de Gramsci es usada para despreciar el alcance revolucionario de las crisis capitalistas, reconociendo crisis de alcance acotado y aislándolas de su carácter de crisis general. La crítica del PTS a la caracterización del PO y la CRCI de nuestra etapa como de guerras, catástrofes y revoluciones engendradas por la crisis capitalista es la base de su accionar crecientemente electoralista y conservador.
Esta comprensión de la etapa es la que el PO ha reivindicado como “catastrofista” en múltiples polémicas con quienes, como el chavista Claudio Katz y el propio PTS, minimizan las crisis capitalistas como ciclos económicos que ascienden y caen, sin poner en juego la dominación política de la clase capitalista.

La crisis de dirección

Es cierto sin embargo que el factor subjetivo, la construcción de una organización y un programa revolucionario que pueda llevar a los trabajadores al poder tienen un enorme retraso y han sufrido retrocesos históricos enormes. No existen hoy partidos revolucionarios de masas. No hay internacionales revolucionarias que organicen la solidaridad efectiva con los conflictos obreros alrededor del mundo. Esta ausencia pesa sobre las conciencias de los trabajadores. La famosa síntesis de Trotsky de que “la crisis de la humanidad es la crisis de dirección del proletariado” está más vigente que nunca.
También reivindicamos la comprensión de Trotsky de que así como la burguesía no puede resolver las contradicciones de la etapa senil del capitalismo, contradictoriamente ha acumulado una experiencia política fenomenal de siglos de gobierno, que explota desplegando estrategias contrarrevolucionarias muy variadas, desde la represión militarizada y los golpes de estado a la conciliación de clase; desde la pelea con una agenda pequeñoburguesa en el seno de los movimientos de masas a la promoción de la xenofobia, el fascismo y el rebrote de grupos proto-fascistas.
Vivimos entonces una etapa de grandes explosiones sociales y políticas donde, sin embargo, existen grandes bloqueos políticos para construir una conciencia revolucionaria en las masas. Quienes peleamos por construir un partido revolucionario debemos evitar dos trampas, que se adaptan a las dificultades reales de la etapa.
El PTS muestra un camino de adaptación. Frente a la falta de conciencia revolucionaria, volcaron todo su partido al electoralismo sin freno. Aunque los atores del artículo quieran reivindicar que la campaña del PTS en el 2015 no fue democratizante porque Nicolás del Caño se hizo conocido en el conflicto de Lear, esto equivale a tirar la pelota afuera. Los dirigentes del PO estuvieron en Lear y en incontables conflictos antes y después. No hay diferencia en eso. La línea del PTS en las elecciones fue la “renovación” en el FIT, la agitación sobre “la casta política” y tenía una base teórica en la necesidad de una “etapa de reivindicaciones democráticas” o de “democracia radical” que es la definición misma de la sustitución de una orientación de clase por la búsqueda de reformas bajo este sistema social y político. En el debate presidencial del 2015 Del Caño lo llamó “la pelea por una democracia más generosa”.
Su conservadurismo y espíritu de aparato hace que el PTS considere imposible la pelea por una nueva dirección en el movimiento obrero. Su orientación conservadora y su electoralismo los ha llevado a un retroceso muy fuerte en su inserción fabril: casi no dirigen ni una comisión interna. La necesidad de disimular este desplome los ha llevado a no participar del Plenario del Sindicalismo Combativo. El abstencionismo electorero a disputar en el movimiento obrero lo han llevado al punto de no convocar a movilizarse en movilizaciones de la CGT. Mientras los escribas del PTS dan cátedra sobre una abstracta “libertad de organización” de los desocupados, que no practican en barrio alguno de nuestro país, el Polo Obrero disputa la organización en todo nuestro territorio contra las estructuras de los punteros y las iglesias, con un programa y una acción de clase. En el movimiento estudiantil la juventud del PTS va y viene con eslogans electorales, presentándose como “la juventud de Nico y Miriam” sin incidir en la pelea por la dirección del movimiento estudiantil.

Propagandismo electorero, propagandismo abstencionista

La evolución de Jorge Altamira muestra otro camino, que es bastante distinto en la forma, pero responde a la misma presión política. Las crisis no engendran por sí solas una vanguardia revolucionaria. El activismo en el que intervenimos está atravesado por una presión enorme hacia las corrientes patronales, y en particular el nacionalismo burgués. Altamira elige desconocer esta presión, ignorar las dificultades y el nivel de conciencia en las masas y limitar el análisis a las crisis económicas y los choques políticos que sufre la burguesía. Considera que alcanza con hacer una agitación política general por lo que llama “consignas de poder” y esperar a que esto contribuya a que en algún momento las masas irrumpan con una insurrección. Llamativamente esto lo lleva también a rechazar muchas de las instancias concretas de pelea de los trabajadores y los explotados, que no se asimilan a su esquema. Altamira también rechaza al Plenario Sindical Combativo. Levanta planteos sectarios frente al movimiento de desocupados, al que descarta en bloque por asistencial, igual que el PTS, sin reivindicar el trabajo revolucionario que lleva adelante el Polo Obrero contra la cooptación organizada por el gobierno de Macri y el triunvirato de San Cayetano. También se distancia con críticas forzadas al reclamo de ESI y al uso de lenguaje inclusivo de los masivos movimientos juveniles que se desarrollaron al calor de la “ola verde” de pelea por el aborto legal. La deriva propagandística de Altamira es otra cara de una presión electoralista que hoy aparece bloqueada por diversos obstáculos y que él resuelve diciendo “no importan las elecciones”.
Por más que el PTS se jacte de sus portales, su política editorial u otros avances organizativos. Una cosa, de todos modos, es editar a Trotsky, y otra poder hacer algún aporte propio, cosa que es muy difícil para quienes niegan la existencia de una etapa de crisis capitalista cuya comprensión domina todos los debates sobre estrategia revolucionaria. No se aprecia, por otra parte, que la multiplicación de clicks en sus portales haya hecho del PTS una organización más numerosa en carne y hueso. Más bien viene retrocediendo en sus posiciones en la lucha de clases.

Teoría revolucionaria e internacionalismo militante

Para el Partido Obrero, estamos frente a una ofensiva muy importante contra la clase obrera, argentina y mundial. Por la magnitud de la crisis, quieren hacer retroceder las condiciones de vida conquistadas por nuestra clase en todo el periodo histórico precedente. Esto no puede pasar sin choques, cuya amplitud empezamos a ver en las jornadas de diciembre del 2017, que dieron lugar a recules de las reformas en carpeta del gobierno, a una amplia contención, y a una crisis del gobierno que no pudo imponer las reformas que exigen las patronales locales y el imperialismo.
Nuestra agitación política electoral y no electoral. La acción en los sindicatos y en todos los movimientos de masas. La acción de nuestros parlamentarios tiene por objeto separar a los trabajadores de las alternativas patronales y preparar las condiciones políticas para los choques que se avecinan. Los trabajadores nos deben probar como dirección en la práctica, en los choques callejeros. No alcanza que tengan una relación virtual con nuestra organización, ni que escuchen nuestras explicaciones. El partido revolucionario puede ser una alternativa de poder si la masa de los trabajadores lo puede probar como una herramienta vital para derrotar la ofensiva que se descarga sobre nuestras espaldas.
La comprensión de la etapa de crisis capitalista como generadora de catástrofes, guerras y revoluciones muestra la necesidad urgente de avanzar en la organización internacional de los revolucionarios. Por eso el XXVI Congreso del PO votó darle un fuerte impulso a las iniciativas discutidas con la Coordinadora por la Refundación de la Cuarta Internacional de publicaciones y reuniones internacionales que ayuden a reagrupar a los revolucionarios alrededor de una acción internacionalista común. Las Tesis de la CRCI votadas en nuestro congreso del 2004 son la expresión de una comprensión revolucionaria de esta etapa.
Es en esta vía de construcción que está empeñado el Partido Obrero. Sin perder la cabeza por las dificultades, porque el análisis científico nos muestra que nuestros enemigos de clase no pueden gobernar tranquilos como lo venían haciendo. Sin ultimátums a las masas, porque no podemos saltearnos ninguna etapa en la formación de la conciencia revolucionaria. Sin atajos, porque se trata de constituir una organización revolucionaria, no una experiencia electoral teñida de rojo.

Guillermo Kane

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