martes, 30 de abril de 2019
Repudiamos la intentona golpista de Guaidó apoyado por el imperialismo y la derecha regional
Reproducimos la declaración de la Liga de Trabajadores por el Socialismo (LTS) de Venezuela ante la intentona golpista desencadenada en la mañana de este martes.
Los y las militantes de la Liga de Trabajadores por el Socialismo rechazamos claramente el nuevo intento de la oposición de derecha de desencadenar un golpe militar. En nuestra declaración de cara al 1ro de Mayo señalábamos que Guaidó se proponía transformar esa fecha en un acto para renovar el llamado a un golpe, lo cual se ha ratificado este martes.
Como hemos venido sosteniendo desde el inicio de la agresión imperialista encabezada por el gobierno de los Estados Unidos, nos oponemos y enfrentamos el intervencionismo imperialista, sin que eso implique en modo alguno ningún apoyo político al régimen reaccionario y antiobrero de Maduro y las FF.AA. A Trump y los suyos no les importa en nada el sufrimiento del pueblo venezolano, su único objetivo es imponer en Venezuela un gobierno títere al servicio del plan de recolonización que proponen, un plan con el cual no habrá ninguna salida progresiva a las miseria actual que padecemos.
Detrás de esta política se encolumnaron los gobiernos de la derecha regional que uno tras otros reconocieron primero a Guaidó y este martes salieron a apoyar este intento de golpe.
Desde el 23 de enero el imperialismo no ahorró llamados, maniobras y amenazas para intentar quebrar a las Fuerzas Armadas para que derroquen a Maduro. Luego de fracasados sus intentos y entrar en un fuerte impasse la ofensiva golpista, se concentraban en la agresión económica y la asfixia económica, que profundizan las penurias del pueblo, aunque no dejaba de estar latente el golpismo, el cual renovaron con la intentona de este martes.
¡Nada bueno vendrá para las masas de un gobierno surgido de un golpe militar y tutelado por los EE.UU.! En nombre de “la libertad” y “la democracia” buscan instalar un gobierno para la subordinación nacional a los dictados del FMI y los capitales imperialistas, quienes pasarían a ser los nuevos amos del país, con la imposición de más endeudamiento externo y la entrega masiva de empresas y recursos con una ola de privatizaciones. Un plan totalmente proempresarial, antinacional y antipopular, donde las necesidades del pueblo trabajador estarán, más que hoy, totalmente supeditadas a garantizar los intereses y ganancias capitalistas. Quienes enfrentamos al gobierno de Maduro y sus políticas, debemos oponernos con toda firmeza a esta avanzada reconolizadora del imperialismo, cuyo vehículo es Guaidó.
El gobierno de Maduro, sin embargo, no toma ninguna medida anti-imperialista verdadera, se limita a ponerse bajo el ala de potencias como Rusia o China, mientras se defiende del golpismo con métodos burocrático-militares que también golpean al pueblo, y no hacen más que fortalecer a las Fuerzas Armadas como el verdadero poder y árbitro de la situación. Por eso mismo no depositamos ninguna confianza en estas FF.AA. que pueden terminar negociando una salida pactada con la derecha. Por eso afirmamos que la lucha contra el golpismo y el imperialismo debe ser con total independencia política, con una política propia de los trabajadores en la perspectiva de fortalecernos también en la lucha contra la miseria a que somos sometidos y el autoritarismo del gobierno.
Debemos levantar un programa que apunte a afectar los intereses del capital imperialista y de la parasitaria burguesía nacional (tanto la opositora como la chavista), solo así podemos frenar realmente las apetencias de los EE.UU., la rapiña del capital internacional y luchar por conquistar nuestras demandas. Una derrota del golpismo proimperialista con nuestros propios métodos de lucha y levantando un programa de estas características, nos pondría en mejores condiciones para enfrentar también al propio de Maduro.
Junto a las organizaciones de trabajadores, mujeres y jóvenes con quienes conformamos la Fracción Trotskista por la Cuarta Internacional (FT-CI) en varios países de América Latina, Europa y los Estados Unidos, nos oponemos firmemente a este nuevo intento de golpe en desarrollo.
Liga de Trabajadores por el Socialismo (LTS)
El poder busca consenso electoral para aplicar el ajuste
Macri, el PRO y Cambiemos consiguieron consenso electoral en 2015 y 2017, con lo cual sustentaron el programa de ajuste en curso, con deterioro creciente de todas las variables económicas y sociales. Por eso, al tiempo que crece el desempleo, la pobreza y la desigualdad, junto a la concentración económica y la extranjerización, aparece el agotamiento en el consenso a la política oficial.
La inflación y la recesión son una realidad para definir el rumbo de la dominación, con impacto regresivo en la sociedad, impactando fuertemente en quienes perciben los menores ingresos y que constituyen la mayoría de la población. Son realidad porque son procesos deliberados en la disputa del poder. La recesión es provocada por el gobierno, para ajustar, aunque se le escape el tema precios. Estos aumentan como parte de la disputa entre fijadores de precios para ver quien acumula más riqueza socialmente generada. No solo hay distribución regresiva del ingreso entre el capital y el trabajo, sino que opera también una disputa por la renta entre los propios empresarios.
En ese cuadro, en estos días se agravó la situación, con nuevas alzas del tipo de cambio, con un dólar a 47 pesos, o un riesgo país cercano a los 1000 puntos, evidenciando la imposibilidad de pago de la deuda externa acrecida durante estos años en unos 185.000 millones de dólares. Todo puede seguir aumentando. El dólar no tiene techo y mientras alto cotice más fácil será el logro por sostener el déficit cero de las cuentas públicas, e incluso buscar el superávit exigido por la ortodoxia. El riesgo país es la presión internacional para acelerar el ajuste y las regresivas reformas laborales, previsionales y tributarias. La deuda seguirá refinanciándose tanto como se quiera, a cambio de nuevas rondas de ajustes. Los acreedores externos, más que cobrar, pretenden condicionar el cambio reaccionario.
Estas devaluaciones de la moneda son palmaria demostración del ejercicio del ajuste y se traslada a los precios, más allá de los “precios esenciales”, apenas 64 productos sobre una base de miles necesarios en el abastecimiento cotidiano. Algunos se sorprenden por la evolución de tal o cual variable, cuando todas y cada una de ellas son variantes del ajuste buscado por el poder económico y político, local y mundial. Ese conjunto de bienes y servicios del universo cotidiano de consumo sufren modificaciones en sus precios y afectan la vida diaria por la carestía. Solo a modo de ejemplo podemos verificar como las petroleras ya anuncian un 5% de incremento de los combustibles para mayo, y a no dudar, eso se transfiere a precio.
Sobre esta realidad y para intentar frenar la volatilidad cambiaria, la tasa de interés establecida desde el BCRA vuelve a superar el 70% (71,87% para las LELIQ del 26/4 según el BCRA) y persevera en un costo usurario para cualquier proyecto familiar, productivo o de desarrollo. Lo concreto es el estímulo a la especulación financiera para los pocos en capacidad de invertir excedentes en la timba de las finanzas. De hecho, basta observar el movimiento del saldo de las reservas internacionales para verificar que los ingresos de divisas desembolsados por el FMI o por liquidación de exportaciones favorecen la fuga de capitales. Si el 9/4 había 77.481 millones de dólares de Reservas internacionales, dos semanas después, el 24/4 quedaban 72.330 millones de dólares.
¡¡¡Son 5.151 millones de dólares menos en dos semanas!!! Después argumentan que en el país no hay recursos disponibles para inversiones productivas, ¡¡¡increíble, pero real!!! No a todos les va mal. Esos miles de millones se acreditaron en algunas cuentas, seguramente en el exterior o en activos externos, lo que incluye las cajas de seguridad.
Tan dura es la realidad económica y social que ahora se duda del mantenimiento del consenso electoral a la propuesta del oficialismo para gestionar otro periodo de gobierno y consolidar el cambio (reaccionario) del orden vigente. Crece el descontento social e incluso la protesta, que incluye un Paro Nacional con movilización para el próximo 30/4. Por eso, desde el mismo poder económico concentrado y extranjerizado se proponen adecuaciones en la oferta electoral de renovación presidencial, incluyendo hipótesis que demandan la abstención de la candidatura del presidente Macri. Aunque ello no ocurra, vale consignar la presión a Macri y su entorno más estrecho para acelerar los cambios que el poder demanda. Insistamos: reformas laborales, previsionales e impositivas.
El poder reconoce que, ante la baja de la consideración social al aporte del gobierno, ya no alcanza con el ajuste en desarrollo, ya que se necesita del consenso electoral para avanzar más allá de la contención del gasto público y promover reformas estructurales (laborales, previsionales y tributarias) para hacer rentable la inversión capitalista. Es una exigencia del capitalismo de época y no solo para la Argentina. Se trata de un programa que es hegemónico en el sistema mundial actual y que solo tiene resistencias nacionalizadas en función de la histórica organización social y popular en cada territorio.
Queda claro que en la Argentina no han podido torcer el brazo, aún, del movimiento sindical y social para realizar las reaccionarias reformas que requieren, pese a complicidades de organizaciones sindicales y sociales que retardan protestas y movilizaciones de confrontación con la estrategia del poder. Destacan suscripciones a la baja de convenios colectivos, caso de los petroleros en el sur patagónico para avanzar con las inversiones en Vaca Muerta, pero no pueden trasladarlo a otros sectores y territorios. Si alguien consulta por el conflicto energético cordobés, más allá de la pretendida privatización de la empresa pública (EPEC), lo que hay es una fuerte presión ´para modificar el histórico convenio colectivo de Luz y Fuerza de los tiempos de Agustín Tosco.
El objetivo del poder pasa por disciplinar a las organizaciones populares que retardan la adecuación estructural del capitalismo local a las demandas de la hegemonía neoliberal construida desde la política pública en las últimas cuatro décadas. El capitalismo, local y mundial ya no puede funcionar bajo las lógicas reformistas del Estado benefactor o su variante devaluada aplicada en nuestra región entre los 50 y los 70 del siglo pasado. Por eso el neoliberalismo ensayado bajo las dictaduras del Cono Sur entre 1973 y 1976, generalizadas luego en el capitalismo mundial en los 80 y 90, viene por más, que no es otra cosa que revertir derechos conquistados por más de un siglo. Insistamos, no es solo una cuestión nacional, es global.
La onda temporal pasa por la reestructuración regresiva de las relaciones laborales con precariedad del empleo, menos seguridad social y baja de salarios; pero también con la reforma del Estado vía privatizaciones, desregulación y nueva funcionalidad del Estado para sostener la demanda de ganancias y acumulación capitalista. Por eso no servía ni sirve para el poder la integración no subordinada en la lógica del ALBA, la CELAC e incluso Unasur. Estas dos últimas, aun conteniendo a regímenes de orientación contradictoria, no incluían la presencia de EEUU y Canadá, discutiendo así la hegemonía imperialista para la región.
En síntesis, el ajuste avanza con la política oficial consensuada y avalada por una oposición institucional complaciente, sin espacio por ahora para profundizar en líneas de intervención directa en cambios estructurales por la subsistencia de un movimiento popular en la resistencia. Este obstáculo es el que hay que remover, aducen desde el poder. La disputa electoral interviene en esa dirección, ya que el que gane deberá confrontar el mayoritario apoyo conseguido en las urnas con una lógica en sentido inverso de crítica, protesta y búsqueda de alternativas que satisfagan necesidades populares ampliadas. Esa contradicción no se resuelve en el mercado, sino que será producto de fuertes iniciativas enfrentadas, entre el bloque del poder y los sectores afectados por la política hegemónica, lo que incluye la represión crecientemente explícita.
La batalla es política y se busca hacer funcionar el orden económico en tiempos de brutal ofensiva del capital. Algunos intelectuales, como Joseph Stiglitz, Nobel de Economía 2001, y otros economistas críticos de la ortodoxia cree que es posible volver a la política económica de hace 4 décadas, restableciendo un orden entre mercado y sociedad, ilusionando con una lógica que asocia democracia con capitalismo. Es bueno discutir esa tesis para pensar si es posible encontrar solución a las necesidades sociales y de la propia naturaleza en el marco del capitalismo.
El socialismo no tiene buena prensa, pero su búsqueda sigue siendo un faro que ilumina el presente y el futuro, por lo que a veces nos entusiasma indagar sobre la posibilidad de construir nuevas propuestas políticas, que rompan el tablero de lo previsible y se presente una propuesta en contra y más allá de la lógica del capital. Ello supondría romper la fragmentación de una izquierda amplia, más allá de partidos, que articule a grupos políticos, sociales, a personalidades y a diferentes trayectorias históricas que anidan en una perspectiva crítica al capitalismo y horizonte socialista. Puede parecer un sueño, pero en la víspera del día internacional de los trabajadores y las trabajadoras bien vale anteponer un deseo por hacer realidad de la utopía en tanto objetivo que nos permita caminar para inducir una lógica de transformación social.
Julio C. Gambina
La inflación y la recesión son una realidad para definir el rumbo de la dominación, con impacto regresivo en la sociedad, impactando fuertemente en quienes perciben los menores ingresos y que constituyen la mayoría de la población. Son realidad porque son procesos deliberados en la disputa del poder. La recesión es provocada por el gobierno, para ajustar, aunque se le escape el tema precios. Estos aumentan como parte de la disputa entre fijadores de precios para ver quien acumula más riqueza socialmente generada. No solo hay distribución regresiva del ingreso entre el capital y el trabajo, sino que opera también una disputa por la renta entre los propios empresarios.
En ese cuadro, en estos días se agravó la situación, con nuevas alzas del tipo de cambio, con un dólar a 47 pesos, o un riesgo país cercano a los 1000 puntos, evidenciando la imposibilidad de pago de la deuda externa acrecida durante estos años en unos 185.000 millones de dólares. Todo puede seguir aumentando. El dólar no tiene techo y mientras alto cotice más fácil será el logro por sostener el déficit cero de las cuentas públicas, e incluso buscar el superávit exigido por la ortodoxia. El riesgo país es la presión internacional para acelerar el ajuste y las regresivas reformas laborales, previsionales y tributarias. La deuda seguirá refinanciándose tanto como se quiera, a cambio de nuevas rondas de ajustes. Los acreedores externos, más que cobrar, pretenden condicionar el cambio reaccionario.
Estas devaluaciones de la moneda son palmaria demostración del ejercicio del ajuste y se traslada a los precios, más allá de los “precios esenciales”, apenas 64 productos sobre una base de miles necesarios en el abastecimiento cotidiano. Algunos se sorprenden por la evolución de tal o cual variable, cuando todas y cada una de ellas son variantes del ajuste buscado por el poder económico y político, local y mundial. Ese conjunto de bienes y servicios del universo cotidiano de consumo sufren modificaciones en sus precios y afectan la vida diaria por la carestía. Solo a modo de ejemplo podemos verificar como las petroleras ya anuncian un 5% de incremento de los combustibles para mayo, y a no dudar, eso se transfiere a precio.
Sobre esta realidad y para intentar frenar la volatilidad cambiaria, la tasa de interés establecida desde el BCRA vuelve a superar el 70% (71,87% para las LELIQ del 26/4 según el BCRA) y persevera en un costo usurario para cualquier proyecto familiar, productivo o de desarrollo. Lo concreto es el estímulo a la especulación financiera para los pocos en capacidad de invertir excedentes en la timba de las finanzas. De hecho, basta observar el movimiento del saldo de las reservas internacionales para verificar que los ingresos de divisas desembolsados por el FMI o por liquidación de exportaciones favorecen la fuga de capitales. Si el 9/4 había 77.481 millones de dólares de Reservas internacionales, dos semanas después, el 24/4 quedaban 72.330 millones de dólares.
¡¡¡Son 5.151 millones de dólares menos en dos semanas!!! Después argumentan que en el país no hay recursos disponibles para inversiones productivas, ¡¡¡increíble, pero real!!! No a todos les va mal. Esos miles de millones se acreditaron en algunas cuentas, seguramente en el exterior o en activos externos, lo que incluye las cajas de seguridad.
Tan dura es la realidad económica y social que ahora se duda del mantenimiento del consenso electoral a la propuesta del oficialismo para gestionar otro periodo de gobierno y consolidar el cambio (reaccionario) del orden vigente. Crece el descontento social e incluso la protesta, que incluye un Paro Nacional con movilización para el próximo 30/4. Por eso, desde el mismo poder económico concentrado y extranjerizado se proponen adecuaciones en la oferta electoral de renovación presidencial, incluyendo hipótesis que demandan la abstención de la candidatura del presidente Macri. Aunque ello no ocurra, vale consignar la presión a Macri y su entorno más estrecho para acelerar los cambios que el poder demanda. Insistamos: reformas laborales, previsionales e impositivas.
El poder reconoce que, ante la baja de la consideración social al aporte del gobierno, ya no alcanza con el ajuste en desarrollo, ya que se necesita del consenso electoral para avanzar más allá de la contención del gasto público y promover reformas estructurales (laborales, previsionales y tributarias) para hacer rentable la inversión capitalista. Es una exigencia del capitalismo de época y no solo para la Argentina. Se trata de un programa que es hegemónico en el sistema mundial actual y que solo tiene resistencias nacionalizadas en función de la histórica organización social y popular en cada territorio.
Queda claro que en la Argentina no han podido torcer el brazo, aún, del movimiento sindical y social para realizar las reaccionarias reformas que requieren, pese a complicidades de organizaciones sindicales y sociales que retardan protestas y movilizaciones de confrontación con la estrategia del poder. Destacan suscripciones a la baja de convenios colectivos, caso de los petroleros en el sur patagónico para avanzar con las inversiones en Vaca Muerta, pero no pueden trasladarlo a otros sectores y territorios. Si alguien consulta por el conflicto energético cordobés, más allá de la pretendida privatización de la empresa pública (EPEC), lo que hay es una fuerte presión ´para modificar el histórico convenio colectivo de Luz y Fuerza de los tiempos de Agustín Tosco.
El objetivo del poder pasa por disciplinar a las organizaciones populares que retardan la adecuación estructural del capitalismo local a las demandas de la hegemonía neoliberal construida desde la política pública en las últimas cuatro décadas. El capitalismo, local y mundial ya no puede funcionar bajo las lógicas reformistas del Estado benefactor o su variante devaluada aplicada en nuestra región entre los 50 y los 70 del siglo pasado. Por eso el neoliberalismo ensayado bajo las dictaduras del Cono Sur entre 1973 y 1976, generalizadas luego en el capitalismo mundial en los 80 y 90, viene por más, que no es otra cosa que revertir derechos conquistados por más de un siglo. Insistamos, no es solo una cuestión nacional, es global.
La onda temporal pasa por la reestructuración regresiva de las relaciones laborales con precariedad del empleo, menos seguridad social y baja de salarios; pero también con la reforma del Estado vía privatizaciones, desregulación y nueva funcionalidad del Estado para sostener la demanda de ganancias y acumulación capitalista. Por eso no servía ni sirve para el poder la integración no subordinada en la lógica del ALBA, la CELAC e incluso Unasur. Estas dos últimas, aun conteniendo a regímenes de orientación contradictoria, no incluían la presencia de EEUU y Canadá, discutiendo así la hegemonía imperialista para la región.
En síntesis, el ajuste avanza con la política oficial consensuada y avalada por una oposición institucional complaciente, sin espacio por ahora para profundizar en líneas de intervención directa en cambios estructurales por la subsistencia de un movimiento popular en la resistencia. Este obstáculo es el que hay que remover, aducen desde el poder. La disputa electoral interviene en esa dirección, ya que el que gane deberá confrontar el mayoritario apoyo conseguido en las urnas con una lógica en sentido inverso de crítica, protesta y búsqueda de alternativas que satisfagan necesidades populares ampliadas. Esa contradicción no se resuelve en el mercado, sino que será producto de fuertes iniciativas enfrentadas, entre el bloque del poder y los sectores afectados por la política hegemónica, lo que incluye la represión crecientemente explícita.
La batalla es política y se busca hacer funcionar el orden económico en tiempos de brutal ofensiva del capital. Algunos intelectuales, como Joseph Stiglitz, Nobel de Economía 2001, y otros economistas críticos de la ortodoxia cree que es posible volver a la política económica de hace 4 décadas, restableciendo un orden entre mercado y sociedad, ilusionando con una lógica que asocia democracia con capitalismo. Es bueno discutir esa tesis para pensar si es posible encontrar solución a las necesidades sociales y de la propia naturaleza en el marco del capitalismo.
El socialismo no tiene buena prensa, pero su búsqueda sigue siendo un faro que ilumina el presente y el futuro, por lo que a veces nos entusiasma indagar sobre la posibilidad de construir nuevas propuestas políticas, que rompan el tablero de lo previsible y se presente una propuesta en contra y más allá de la lógica del capital. Ello supondría romper la fragmentación de una izquierda amplia, más allá de partidos, que articule a grupos políticos, sociales, a personalidades y a diferentes trayectorias históricas que anidan en una perspectiva crítica al capitalismo y horizonte socialista. Puede parecer un sueño, pero en la víspera del día internacional de los trabajadores y las trabajadoras bien vale anteponer un deseo por hacer realidad de la utopía en tanto objetivo que nos permita caminar para inducir una lógica de transformación social.
Julio C. Gambina
Adónde va la burguesía en Argentina
Dos meses después de haber expuesto en público sus graves tensiones internas, el núcleo dominante del gran capital no ha resuelto la táctica a seguir y, en consecuencia, mantiene la posibilidad de ruptura y brusco cambio político.
En sordina durante 2018, abiertamente desde fines de enero pasado, los integrantes de la Asociación Empresaria Argentina (Aea) disputan en función de dos diferentes tácticas frente a las elecciones: mantener el apoyo al gobierno de Mauricio Macri y Cambiemos, o jugar su futuro a un candidato calificado como “de centro”, Roberto Lavagna.
En torno a la Aea, centro decisivo del capitalismo en Argentina, se aglomera el hasta ahora sólido frente amplio burgués (Fab), colocado por la coyuntura en situación de posible fragmentación.
El aún nonato proyecto de fuga hacia otro candidato con el mismo programa tiene base en por lo menos uno de los miembros de Aea, Paolo Roca (dueño de la transnacional Techint), quien a su vez ostenta estrechos vínculos de diferente tipo con el grupo Clarín, que oscila sobre la medianera, pero de todos modos pone a sus periodistas al servicio de una demolición sistemática de la figura de Macri. Otros empresarios, con peso pero fuera del círculo áulico, son el banquero Jorge Brito, el grupo Manzano-Vila, entre muchos otros nombres de menor gravitación, donde figuran por supuesto los más de 40 empresarios presos o procesados. Aunque todos ellos fueron socios-colaboradores-beneficiarios de los gobiernos de Kirchner y su esposa, buscan una figura capaz de vencer a Macri y, a la vez aventar la posibilidad de una eventual victoria de Cristina Fernández. Éste es el respaldo con que cuentan la socialdemocracia, diferentes ramas del Partido Justicialista (PJ) y el grueso de la estructura sindical, para presentar un tercer candidato. El plan es convocar otra vez (y van…) a un gran acuerdo nacional, con base en el PJ, la Unión Cívica Radical (UCR), las cúpulas sindicales y, como telón de fondo, el Vaticano. El candidato en cuestión, muy lejos del supuesto centro, cuenta con el respaldo del hoy menguado Opus Dei y su otrora famosa infantería di Dio, Comunión y Liberación, la vanguardia fascista del Vaticano.
La indefinición de Lavagna hasta el momento no proviene de sus dudas, sino de la irresolución del núcleo dirigente del Fab. Depende también de otro factor, para abrir el camino a la inclusión del peronismo: un acuerdo furtivo entre Lavagna y Cristina Fernández, para garantizar un trato judicial benévolo en caso de acceder a la Presidencia. El gestor de tal acuerdo es Alberto Fernández, hombre de Domingo Cavallo durante el menemismo, luego primera espada de Néstor Kirchner y siempre, según afirman quienes lo conocen de cerca, seguro colaborador del Departamento de Estado.
Argentina ha ingresado en una fase agravada de la lucha interburguesa
Ahora bien ¿por qué reemplazar a Macri? ¿Por qué el capital correría el riesgo de un gobierno de frente único entre socialdemócratas y peronistas clásicos, con estos últimos basados en feudos provinciales ajenos a toda idea de país Federal y con la conocida capacidad para barrer de un plumazo a tibios liberales socialdemócratas, acosados además por socialcristianos con rótulo de centro y garras derechistas?
Una respuesta generalizada es que el programa de Cambiemos ha fracasado. Que se ha instalado la volatilidad de la moneda y la inestabilidad puede tomar la forma de una espiral hacia la ingobernabilidad.
En función de estas inconsistentes certezas sectores patronales han llegado al extremo inédito de exigir públicamente que Macri no sea candidato para las presidenciales próximas y que en su luga ponga a la gobernadora de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, devota discípula del papa Francisco. Una campaña mediática aplastante condena a Macri casi con la misma ferocidad con que denuesta a Nicolás Maduro. El alegado fracaso de Cambiemos parece ser un desenlace avistado recién desde febrero en adelante. Ya se verá qué ocurrió antes, para dar lugar a tan sagaz descubrimiento.
Hay considerable distancia entre la verdad y estas socorridas explicaciones. Porque… ¿fracasó Cambiemos? ¿Qué debía hacer y qué hizo este gobierno del frente amplio burgués?
Su misión explícita era sanear la economía, obviamente desde la perspectiva de la continuidad capitalista. Hacerlo implicaba atacar de frente a las masas, impidiendo a la vez que una sublevación social generalizada rompiera el frágil equilibrio del sistema. Está fuera de discusión la rampante ineptitud de una mayoría de los miembros del gabinete, así como la estolidez del Presidente. No obstante, tales objetivos se han alcanzado en gran medida en estos 40 meses.
Ningún grupo económico dominante, ningún Banco, por supuesto, puede aducir pérdidas económicas. ¿Acaso los grandes capitalistas derraman lágrimas por las quiebras en masa y los cierres de pequeñas y medianas empresas, o por el aumento de la desocupación? ¿Será un fracaso la caída del salario real, el aumento del desempleo y las superganancias para los especuladores de aquí y allá? ¿Será un fracaso la suba del dólar de 15 a 45 pesos, con la consecuente licuación de deudas del Estado en pesos?
¿Qué pensamiento revolucionario es ése que basa su afirmación acerca del fracaso de un gobierno en las pullas de un sector burgués y los gritos en falsete de las burocracias sindicales?
El pequeño detalle, desde la perspectiva de la clase obrera y el socialismo científico, es que si el gobierno del frente burgués ha fracasado, las clases dominantes están a la defensiva y la clase obrera puede tomar la iniciativa, puede aprovechar relaciones de fuerza a su favor y dar un gran salto hacia delante. ¡Bravos estrategas quienes están viendo semejante paisaje en la Argentina de hoy!
No. La realidad es muy diferente. El gobierno de Macri no ha fracasado. Es verdad que sus tremendos éxitos en el saneamiento económico dieron lugar al empobrecimiento de las masas y la traslación volcánica de la plusvalía, lo cual pone en riesgo su victoria electoral en las presidenciales. Pero eso puede ser resuelto con relativa facilidad, dado que las víctimas de la victoria de Macri no tienen organización, ni programa de acción, ni estrategia propias. O puede que no, y que otro elenco con su mismo programa se haga morder el polvo en octubre o noviembre. En cualquier caso, los ataques que recibe Macri provienen de otras causas.
Mixturado con socialdemócratas y desarrollistas, además de liberales puros refunfuñantes pero de notoria plasticidad, apoyado en la venta por internet de espejitos de colores a las masas para consumar el saqueo, el de Cambiemos ha sido un gobierno extremadamente condicionado por presiones sectoriales de todo tipo, en primer lugar porque la carnada mayor en la excursión de pesca fue modernizar el país, acabar con la ineficiencia (y por extensión con una de sus causas principales, la corrupción, llegada con los Kirchner a niveles inmanejables para un sistema estable), erradicar al peronismo seguidor de la Sra. Fernández y, último pero de primera importancia, equilibrar precios relativos llevados a un desquicio sin límites.
Sometido a esas presiones múltiples y casi siempre contradictorias, en su recorrido hacia esos objetivos el gobierno del Fab dio lugar a acontecimientos resonantes, trascendentales más allá de su resultado inmediato. A comienzos de 2018 Macri envió al Congreso la ley sobre la despenalización del aborto, por las mismas razones que Néstor Kirchner y su esposa abrazaron en 2003, burda e inopinadamente, la causa de los derechos humanos.
Esa medida oportunista, obró como fulminante descarga eléctrica sobre la sociedad. No ya legisladores adocenados, en su mayoría ignorantes, acomodaticios y reaccionarios, sino grandes franjas de la población se vieron discutiendo un tema de peso singular: la interrupción voluntaria del embarazo.
Con Francisco a la vanguardia beligerante, la iglesia se lanzó contra Macri. En el camino, para poner sólo un ejemplo, el episcopado se vio obligado a admitir que el Estado deje de pagarle el salario a los miembros del egregio purpurado. Que la gran prensa lo minimice no debería implicar que el pensamiento político deje de medir el extraordinario impacto que esto tiene en el ordenamiento institucional.
Casi simultáneamente, y como por arte de magia (¿o habrá sido por la formidable laboriosidad y osadía de un periodista?), salieron a la luz misteriosos cuadernos con registro incontrastable de cobro de coimas a empresarios por parte de los gobiernos de Kirchner primero y su esposa después. La explosiva revelación no sólo golpeó a funcionarios del gobierno y en particular a Cristina Fernández. Sobre todo puso en la picota a grandes empresarios. Varios de ellos fueron detenidos y otros están desde entonces procesados, a merced del escarnio público. Dos emblemas del capitalismo local cayeron bajo el maleficio: Roggio y Roca. El primero se convirtió en colaborador arrepentido para eludir la cárcel; el otro lanzó a su segundo a los leones y huyó a México.
Sólo hay que imaginarlo: el titular de la única verdadera transnacional con asiento en Argentina, socio del Vaticano, patriarca entre los socios subordinados del imperialismo, huyendo como conejo en Pascuas frente a su propio sistema judicial.
Los mismos jueces comprometidos con la suma de tropelías cometidas desde siempre en el manejo de los tribunales respecto de los delitos económico, llenaron las cárceles VIP con nombres impensables. Muchos más están desde entonces procesados y a la espera del rumbo político que tome el país. Entre ellos figuran parientes cercanos del Presidente y hasta la empresa de su propia familia está bajo la lupa. Un fenómeno semejante no tiene parangón: grandes empresarios, altos funcionarios (entre ellos el ex vicepresidente y el todopoderoso ex ministro de Planificación), presos por un gobierno… ¡de empresarios!.
A esto cabe agregar que, sin cuadernos pero con montañas de pruebas, el gobierno de Cambiemos llevó a la cárcel –o intentó hacerlo, sin suerte en el caso más notorio- a prominentes señores feudales con membrete de dirigentes sindicales, también parte de la clase patronal, aunque con las singularidades del caso.
En suma: la búsqueda del indispensable saneamiento para que el capitalismo sobreviva, llevó por diferentes caminos y como resultante de un inmanejable juego de presiones a una confrontación interburguesa como jamás ha vivido Argentina.
Acaso involuntariamente, Macri estuvo al timón de esta tormenta impensable. Mientras tanto, para sofrenar los efectos del aspecto estrictamente económico del saneamiento, Cambiemos sostuvo e incluso incrementó las formas de contención social mediante asignaciones familiares y otros mecanismos adoptados por el capitalismo en las últimas décadas para evitar el apocalipsis social. Una herejía para el dogma liberal, existente sólo en antiguos libros que nadie lee. Paradojalmente, lo hizo con los que estaban y siguen estando al límite de la supervivencia, con lo cual el mayor peso del ajuste cayó sobre las clases medias: su propio electorado.
Quienes apostaron a la fuga de Macri en helicóptero y debieron soportar el oprobio de su arrolladora victoria electoral en 2017, cuando la Sra Fernández perdió contra nadie menos que Esteban Bullrich, en la Provincia de Buenos Aires, ahora han descubierto que Cambiemos comanda al Titanic. Para aludir al fracaso oficial, cambiaron de vehículo. Acaso no entienden la diferencia entre un helicóptero, símbolo de la derrota de un Presidente, y un transatlántico, representación del país todo, efectivamente a la deriva en medio de devastadores obstáculos. Al parecer el afán por regresar a la posesión de algún cargo oficial y eludir la cárcel nubla la vista y el entendimiento.
Quienes desechan o minimizan en papel de Macri en esta deriva de la crisis nacional, tienen razón en el sentido de que hay una fuerza invisible que ordena sus pasos, pero yerran redondamente en cuanto al significado de los hechos. Semejan a quienes pretendieron desconocer los juicios a las juntas militares, porque el presidente era Raúl Alfonsín.
Está ocurriendo una fractura muy honda en la burguesía y sus aliados de arriba (imperialistas de diferente nacionalidad) y abajo (sindicalistas venales, iglesias, instituciones deportivas, culturales, etc). En la coyuntura, la arremetida judicial contra algunos de los capitalistas mayores y la supuesta caída en las encuestas (otro instrumento repugnante de manipulación social) lleva al capital a la indecisión estratégica.
Como lo hizo después del Cordobazo, cuando la burguesía vio el rostro de la Revolución frente a frente, un sector entonces mayoritario y hoy minoritario apela al peronismo para sortear la crisis. Medio siglo atrás era la clase obrera quien lideraba la oposición social. Por eso los llamados “gorilas” abrieron las puertas a Perón para que –Triple A mediante- frenara ese ímpetu desde las bases, que implicaba un choque frontal con el capitalismo. Hoy, frente a quienes propugnan perseverar con Macri, hay quienes creen que es imprescindible abrir alguna válvula de escape y que para eso bastaría con… Lavagna. Tal la confusión, desorganización e indefensión políticas de trabajadores, estudiantes y pueblo en general. Aunque no está dicho que Lavagna llegue a ser candidato (aparte otras razones, las decisivas, hasta fines de abril no lo favorecen las mediciones), no está desencaminada la interpretación que le atribuya la posibilidad de encarnar “la tercera vía”.
Una suma considerable de siglas alusivas a agrupamientos denominados progresistas se ha sumado a la eventual candidatura del ex ministro de economía de Eduardo Duhalde. Algo semejante ocurre para apoyar un retorno de la ex presidente Fernández. Según ignotos encuestadores, tan corruptos como los empresarios hoy encarcelados, Macri sería el tercero frente a estos dos contrincantes.
Mientras tanto, si la tilinguería dominante en los medios de incomunicación ha reemplazado la división de la sociedad en clases por “la grieta”, el vaciamiento del pensamiento socialista científico ha cambiado la tarea de concientización y organización de las masas por la obtención de una banca legislativa, siquiera sea de Concejal.
Es comprensible que en este cuadro político las mayorías estén abrumadas y confundidas y la intención de voto cambie como veleta en torbellino. Esa indecisión se traslada a las clases dominantes, razón por la cual aún no han optado. Obligadamente lo harán en los próximos 45 días, puesto que deben definirse candidaturas y fórmulas para las Paso (Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias, engendro mediante el cual el país vive diez meses en campaña electoral y vota innumerables veces).
Papel de los intelectuales orgánicos del capital
Ínterin, la suma de cualidades de analistas, comentaristas y periodistas de los grandes medio los ha llevado al pánico.
Como ocurre con ciertas mentes enfermizas, crean una fantasmagoría en sus propios cerebros, la proyectan a su entorno, son presa del pánico que propagan y luego tuercen desesperadamente para alejarse del peligro imaginado. Así, obligados por sus mandantes a corroer a Macri, ahora gimen ante lo que creen un segura victoria de Fernández.
El mecanismo es retorcido pero simple: primero asumen que a la primera magistratura se llega por la opinión consciente de las mayorías; luego, con base en ridículas encuestas pagas arriban a la conclusión de que esa opinión mayoritaria ya escogió a Fernández; enseguida, ya en la frontera del delirio, se convencen y difunden que Fernández presidiría un gobierno de cambios radicales y transformaciones estructurales con sentido anticapitalista (no importa que la propia interesada ponga como modelo a Portugal, así como en 2007 señaló a Alemania). Finalmente, cocinados en su propia salsa, salen desesperados a pedir que Macri ceda su lugar, o que Lavagna los salve de la pesadilla.
No se debería minimizar el hecho de que están en la cárcel muchos de quienes robaron sumas fabulosas (Fernández está amparada en fueros, como su hijo y a diferencia de su hija, parapetada en Cuba por el momento), pero sólo una ínfima parte de esos dineros ha sido recuperada. Dicho de otro modo: hay montañas de recursos para acicatear la opinión de encuestadores, periodistas, comentaristas, analistas y políticos a la caza de un cargo o, al menos, buena pitanza.
Además de Clarín, también La Nación contribuyó con ese clima que llegó al límite de la histeria: “Fernández gana y Argentina vuelve a enfilarse hacia Venezuela”; la sagrada “libertad de prensa está en peligro”.
Hay más falacias que palabras en esa afirmación. Los historiadores del futuro podrán hacerse un festín con estas elucubraciones a mitad de camino entre la ignorancia, la enajenación y la corrupción. Pero no importa, hoy lo difunden los grandes medios. Y convence a buena parte de la ciudadanía interesada en la política (una ínfima proporción de la sociedad), más los operadores financieros, que al socaire aprovechan para hacer grandes fortunas con obscenas especulaciones día a día.
La lucha interburguesa a punto de salirse de control y la estridente debilidad de Cambiemos y su presidente alientan este absurdo político que no se corresponde con la coyuntura económica del país y, mucho menos, con las relaciones de fuerzas sociales y políticas.
Un sector del capital y los políticos y sindicalistas a su servicio, con el cuco del caos pretenden llevar el generalizado descontento a votar por un Perón calvo y con sandalias de pescador; tan anciano como aquél, pero con apenas el espectro de los sindicatos, partidos, iglesia y respaldo social que apoyaron al original.
Imposible predecir si al límite el gran capital recompondrá el Fab y mantendrá su apoyo a Macri u optará por Lavagna. Depende en mucho del devenir económico de los próximos tres meses. Es altamente probable que quienes ven a un Macri en agonía inmediata se lleven una sorpresa. Para estar al día, observe si acaso Clarín y La Nación comienzan a cambiar el tono.
Como sea, la crisis estructural del país muestra que ni siquiera dominando sin disputa el escenario político el capital logra sostener, por medios democrático-burgueses, la hegemonía sobre la propia clase dominante. Por eso, si Macri revierte el cuadro negativo en el que lo han encerrado los suyos propios, obligadamente acelerará la dinámica hacia un bonapartismo colindante con el fascismo.
Aunque los cerebros del Fab no le dan apoyo y por tanto descartan la perspectiva de una victoria de Fernández, si yerran Argentina ingresaría a una fase diferente, superior, de la lucha interburguesa. Nuevas mafias, con rasgos desconocidos hasta ahora, más carteles narcotraficantes, enseñoreados en el país en los últimos años, estarían formalmente en la disputa. Esto implicaría ingobernabilidad y descontrol económico. Lavagna ofrecería un desenlace semejante, aunque en ritmos diferentes y con otros modales. En los tres casos el país vería formas crecientes de violencia como forma regular del accionar político.
Estas son las perspectivas que la burguesía, en cualquiera de sus fracciones, ofrece al país. Será necesario un arduo esfuerzo para comprender, asumir y educar a millones sobre este horizonte en el abismo. Quiérase o no, el futuro reclama un drástico cambio del panorama político actual, con la irrupción de una fuerza de masas basada en un programa anticapitalista, con metodología democrática y vocación de transformación raigal. No hay racionalidad alguna en aceptar el rumbo que le ofrece el capitalismo a nuestro país.
Luis Bilbao
@BilbaoL
En sordina durante 2018, abiertamente desde fines de enero pasado, los integrantes de la Asociación Empresaria Argentina (Aea) disputan en función de dos diferentes tácticas frente a las elecciones: mantener el apoyo al gobierno de Mauricio Macri y Cambiemos, o jugar su futuro a un candidato calificado como “de centro”, Roberto Lavagna.
En torno a la Aea, centro decisivo del capitalismo en Argentina, se aglomera el hasta ahora sólido frente amplio burgués (Fab), colocado por la coyuntura en situación de posible fragmentación.
El aún nonato proyecto de fuga hacia otro candidato con el mismo programa tiene base en por lo menos uno de los miembros de Aea, Paolo Roca (dueño de la transnacional Techint), quien a su vez ostenta estrechos vínculos de diferente tipo con el grupo Clarín, que oscila sobre la medianera, pero de todos modos pone a sus periodistas al servicio de una demolición sistemática de la figura de Macri. Otros empresarios, con peso pero fuera del círculo áulico, son el banquero Jorge Brito, el grupo Manzano-Vila, entre muchos otros nombres de menor gravitación, donde figuran por supuesto los más de 40 empresarios presos o procesados. Aunque todos ellos fueron socios-colaboradores-beneficiarios de los gobiernos de Kirchner y su esposa, buscan una figura capaz de vencer a Macri y, a la vez aventar la posibilidad de una eventual victoria de Cristina Fernández. Éste es el respaldo con que cuentan la socialdemocracia, diferentes ramas del Partido Justicialista (PJ) y el grueso de la estructura sindical, para presentar un tercer candidato. El plan es convocar otra vez (y van…) a un gran acuerdo nacional, con base en el PJ, la Unión Cívica Radical (UCR), las cúpulas sindicales y, como telón de fondo, el Vaticano. El candidato en cuestión, muy lejos del supuesto centro, cuenta con el respaldo del hoy menguado Opus Dei y su otrora famosa infantería di Dio, Comunión y Liberación, la vanguardia fascista del Vaticano.
La indefinición de Lavagna hasta el momento no proviene de sus dudas, sino de la irresolución del núcleo dirigente del Fab. Depende también de otro factor, para abrir el camino a la inclusión del peronismo: un acuerdo furtivo entre Lavagna y Cristina Fernández, para garantizar un trato judicial benévolo en caso de acceder a la Presidencia. El gestor de tal acuerdo es Alberto Fernández, hombre de Domingo Cavallo durante el menemismo, luego primera espada de Néstor Kirchner y siempre, según afirman quienes lo conocen de cerca, seguro colaborador del Departamento de Estado.
Argentina ha ingresado en una fase agravada de la lucha interburguesa
Ahora bien ¿por qué reemplazar a Macri? ¿Por qué el capital correría el riesgo de un gobierno de frente único entre socialdemócratas y peronistas clásicos, con estos últimos basados en feudos provinciales ajenos a toda idea de país Federal y con la conocida capacidad para barrer de un plumazo a tibios liberales socialdemócratas, acosados además por socialcristianos con rótulo de centro y garras derechistas?
Una respuesta generalizada es que el programa de Cambiemos ha fracasado. Que se ha instalado la volatilidad de la moneda y la inestabilidad puede tomar la forma de una espiral hacia la ingobernabilidad.
En función de estas inconsistentes certezas sectores patronales han llegado al extremo inédito de exigir públicamente que Macri no sea candidato para las presidenciales próximas y que en su luga ponga a la gobernadora de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, devota discípula del papa Francisco. Una campaña mediática aplastante condena a Macri casi con la misma ferocidad con que denuesta a Nicolás Maduro. El alegado fracaso de Cambiemos parece ser un desenlace avistado recién desde febrero en adelante. Ya se verá qué ocurrió antes, para dar lugar a tan sagaz descubrimiento.
Hay considerable distancia entre la verdad y estas socorridas explicaciones. Porque… ¿fracasó Cambiemos? ¿Qué debía hacer y qué hizo este gobierno del frente amplio burgués?
Su misión explícita era sanear la economía, obviamente desde la perspectiva de la continuidad capitalista. Hacerlo implicaba atacar de frente a las masas, impidiendo a la vez que una sublevación social generalizada rompiera el frágil equilibrio del sistema. Está fuera de discusión la rampante ineptitud de una mayoría de los miembros del gabinete, así como la estolidez del Presidente. No obstante, tales objetivos se han alcanzado en gran medida en estos 40 meses.
Ningún grupo económico dominante, ningún Banco, por supuesto, puede aducir pérdidas económicas. ¿Acaso los grandes capitalistas derraman lágrimas por las quiebras en masa y los cierres de pequeñas y medianas empresas, o por el aumento de la desocupación? ¿Será un fracaso la caída del salario real, el aumento del desempleo y las superganancias para los especuladores de aquí y allá? ¿Será un fracaso la suba del dólar de 15 a 45 pesos, con la consecuente licuación de deudas del Estado en pesos?
¿Qué pensamiento revolucionario es ése que basa su afirmación acerca del fracaso de un gobierno en las pullas de un sector burgués y los gritos en falsete de las burocracias sindicales?
El pequeño detalle, desde la perspectiva de la clase obrera y el socialismo científico, es que si el gobierno del frente burgués ha fracasado, las clases dominantes están a la defensiva y la clase obrera puede tomar la iniciativa, puede aprovechar relaciones de fuerza a su favor y dar un gran salto hacia delante. ¡Bravos estrategas quienes están viendo semejante paisaje en la Argentina de hoy!
No. La realidad es muy diferente. El gobierno de Macri no ha fracasado. Es verdad que sus tremendos éxitos en el saneamiento económico dieron lugar al empobrecimiento de las masas y la traslación volcánica de la plusvalía, lo cual pone en riesgo su victoria electoral en las presidenciales. Pero eso puede ser resuelto con relativa facilidad, dado que las víctimas de la victoria de Macri no tienen organización, ni programa de acción, ni estrategia propias. O puede que no, y que otro elenco con su mismo programa se haga morder el polvo en octubre o noviembre. En cualquier caso, los ataques que recibe Macri provienen de otras causas.
Mixturado con socialdemócratas y desarrollistas, además de liberales puros refunfuñantes pero de notoria plasticidad, apoyado en la venta por internet de espejitos de colores a las masas para consumar el saqueo, el de Cambiemos ha sido un gobierno extremadamente condicionado por presiones sectoriales de todo tipo, en primer lugar porque la carnada mayor en la excursión de pesca fue modernizar el país, acabar con la ineficiencia (y por extensión con una de sus causas principales, la corrupción, llegada con los Kirchner a niveles inmanejables para un sistema estable), erradicar al peronismo seguidor de la Sra. Fernández y, último pero de primera importancia, equilibrar precios relativos llevados a un desquicio sin límites.
Sometido a esas presiones múltiples y casi siempre contradictorias, en su recorrido hacia esos objetivos el gobierno del Fab dio lugar a acontecimientos resonantes, trascendentales más allá de su resultado inmediato. A comienzos de 2018 Macri envió al Congreso la ley sobre la despenalización del aborto, por las mismas razones que Néstor Kirchner y su esposa abrazaron en 2003, burda e inopinadamente, la causa de los derechos humanos.
Esa medida oportunista, obró como fulminante descarga eléctrica sobre la sociedad. No ya legisladores adocenados, en su mayoría ignorantes, acomodaticios y reaccionarios, sino grandes franjas de la población se vieron discutiendo un tema de peso singular: la interrupción voluntaria del embarazo.
Con Francisco a la vanguardia beligerante, la iglesia se lanzó contra Macri. En el camino, para poner sólo un ejemplo, el episcopado se vio obligado a admitir que el Estado deje de pagarle el salario a los miembros del egregio purpurado. Que la gran prensa lo minimice no debería implicar que el pensamiento político deje de medir el extraordinario impacto que esto tiene en el ordenamiento institucional.
Casi simultáneamente, y como por arte de magia (¿o habrá sido por la formidable laboriosidad y osadía de un periodista?), salieron a la luz misteriosos cuadernos con registro incontrastable de cobro de coimas a empresarios por parte de los gobiernos de Kirchner primero y su esposa después. La explosiva revelación no sólo golpeó a funcionarios del gobierno y en particular a Cristina Fernández. Sobre todo puso en la picota a grandes empresarios. Varios de ellos fueron detenidos y otros están desde entonces procesados, a merced del escarnio público. Dos emblemas del capitalismo local cayeron bajo el maleficio: Roggio y Roca. El primero se convirtió en colaborador arrepentido para eludir la cárcel; el otro lanzó a su segundo a los leones y huyó a México.
Sólo hay que imaginarlo: el titular de la única verdadera transnacional con asiento en Argentina, socio del Vaticano, patriarca entre los socios subordinados del imperialismo, huyendo como conejo en Pascuas frente a su propio sistema judicial.
Los mismos jueces comprometidos con la suma de tropelías cometidas desde siempre en el manejo de los tribunales respecto de los delitos económico, llenaron las cárceles VIP con nombres impensables. Muchos más están desde entonces procesados y a la espera del rumbo político que tome el país. Entre ellos figuran parientes cercanos del Presidente y hasta la empresa de su propia familia está bajo la lupa. Un fenómeno semejante no tiene parangón: grandes empresarios, altos funcionarios (entre ellos el ex vicepresidente y el todopoderoso ex ministro de Planificación), presos por un gobierno… ¡de empresarios!.
A esto cabe agregar que, sin cuadernos pero con montañas de pruebas, el gobierno de Cambiemos llevó a la cárcel –o intentó hacerlo, sin suerte en el caso más notorio- a prominentes señores feudales con membrete de dirigentes sindicales, también parte de la clase patronal, aunque con las singularidades del caso.
En suma: la búsqueda del indispensable saneamiento para que el capitalismo sobreviva, llevó por diferentes caminos y como resultante de un inmanejable juego de presiones a una confrontación interburguesa como jamás ha vivido Argentina.
Acaso involuntariamente, Macri estuvo al timón de esta tormenta impensable. Mientras tanto, para sofrenar los efectos del aspecto estrictamente económico del saneamiento, Cambiemos sostuvo e incluso incrementó las formas de contención social mediante asignaciones familiares y otros mecanismos adoptados por el capitalismo en las últimas décadas para evitar el apocalipsis social. Una herejía para el dogma liberal, existente sólo en antiguos libros que nadie lee. Paradojalmente, lo hizo con los que estaban y siguen estando al límite de la supervivencia, con lo cual el mayor peso del ajuste cayó sobre las clases medias: su propio electorado.
Quienes apostaron a la fuga de Macri en helicóptero y debieron soportar el oprobio de su arrolladora victoria electoral en 2017, cuando la Sra Fernández perdió contra nadie menos que Esteban Bullrich, en la Provincia de Buenos Aires, ahora han descubierto que Cambiemos comanda al Titanic. Para aludir al fracaso oficial, cambiaron de vehículo. Acaso no entienden la diferencia entre un helicóptero, símbolo de la derrota de un Presidente, y un transatlántico, representación del país todo, efectivamente a la deriva en medio de devastadores obstáculos. Al parecer el afán por regresar a la posesión de algún cargo oficial y eludir la cárcel nubla la vista y el entendimiento.
Quienes desechan o minimizan en papel de Macri en esta deriva de la crisis nacional, tienen razón en el sentido de que hay una fuerza invisible que ordena sus pasos, pero yerran redondamente en cuanto al significado de los hechos. Semejan a quienes pretendieron desconocer los juicios a las juntas militares, porque el presidente era Raúl Alfonsín.
Está ocurriendo una fractura muy honda en la burguesía y sus aliados de arriba (imperialistas de diferente nacionalidad) y abajo (sindicalistas venales, iglesias, instituciones deportivas, culturales, etc). En la coyuntura, la arremetida judicial contra algunos de los capitalistas mayores y la supuesta caída en las encuestas (otro instrumento repugnante de manipulación social) lleva al capital a la indecisión estratégica.
Como lo hizo después del Cordobazo, cuando la burguesía vio el rostro de la Revolución frente a frente, un sector entonces mayoritario y hoy minoritario apela al peronismo para sortear la crisis. Medio siglo atrás era la clase obrera quien lideraba la oposición social. Por eso los llamados “gorilas” abrieron las puertas a Perón para que –Triple A mediante- frenara ese ímpetu desde las bases, que implicaba un choque frontal con el capitalismo. Hoy, frente a quienes propugnan perseverar con Macri, hay quienes creen que es imprescindible abrir alguna válvula de escape y que para eso bastaría con… Lavagna. Tal la confusión, desorganización e indefensión políticas de trabajadores, estudiantes y pueblo en general. Aunque no está dicho que Lavagna llegue a ser candidato (aparte otras razones, las decisivas, hasta fines de abril no lo favorecen las mediciones), no está desencaminada la interpretación que le atribuya la posibilidad de encarnar “la tercera vía”.
Una suma considerable de siglas alusivas a agrupamientos denominados progresistas se ha sumado a la eventual candidatura del ex ministro de economía de Eduardo Duhalde. Algo semejante ocurre para apoyar un retorno de la ex presidente Fernández. Según ignotos encuestadores, tan corruptos como los empresarios hoy encarcelados, Macri sería el tercero frente a estos dos contrincantes.
Mientras tanto, si la tilinguería dominante en los medios de incomunicación ha reemplazado la división de la sociedad en clases por “la grieta”, el vaciamiento del pensamiento socialista científico ha cambiado la tarea de concientización y organización de las masas por la obtención de una banca legislativa, siquiera sea de Concejal.
Es comprensible que en este cuadro político las mayorías estén abrumadas y confundidas y la intención de voto cambie como veleta en torbellino. Esa indecisión se traslada a las clases dominantes, razón por la cual aún no han optado. Obligadamente lo harán en los próximos 45 días, puesto que deben definirse candidaturas y fórmulas para las Paso (Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias, engendro mediante el cual el país vive diez meses en campaña electoral y vota innumerables veces).
Papel de los intelectuales orgánicos del capital
Ínterin, la suma de cualidades de analistas, comentaristas y periodistas de los grandes medio los ha llevado al pánico.
Como ocurre con ciertas mentes enfermizas, crean una fantasmagoría en sus propios cerebros, la proyectan a su entorno, son presa del pánico que propagan y luego tuercen desesperadamente para alejarse del peligro imaginado. Así, obligados por sus mandantes a corroer a Macri, ahora gimen ante lo que creen un segura victoria de Fernández.
El mecanismo es retorcido pero simple: primero asumen que a la primera magistratura se llega por la opinión consciente de las mayorías; luego, con base en ridículas encuestas pagas arriban a la conclusión de que esa opinión mayoritaria ya escogió a Fernández; enseguida, ya en la frontera del delirio, se convencen y difunden que Fernández presidiría un gobierno de cambios radicales y transformaciones estructurales con sentido anticapitalista (no importa que la propia interesada ponga como modelo a Portugal, así como en 2007 señaló a Alemania). Finalmente, cocinados en su propia salsa, salen desesperados a pedir que Macri ceda su lugar, o que Lavagna los salve de la pesadilla.
No se debería minimizar el hecho de que están en la cárcel muchos de quienes robaron sumas fabulosas (Fernández está amparada en fueros, como su hijo y a diferencia de su hija, parapetada en Cuba por el momento), pero sólo una ínfima parte de esos dineros ha sido recuperada. Dicho de otro modo: hay montañas de recursos para acicatear la opinión de encuestadores, periodistas, comentaristas, analistas y políticos a la caza de un cargo o, al menos, buena pitanza.
Además de Clarín, también La Nación contribuyó con ese clima que llegó al límite de la histeria: “Fernández gana y Argentina vuelve a enfilarse hacia Venezuela”; la sagrada “libertad de prensa está en peligro”.
Hay más falacias que palabras en esa afirmación. Los historiadores del futuro podrán hacerse un festín con estas elucubraciones a mitad de camino entre la ignorancia, la enajenación y la corrupción. Pero no importa, hoy lo difunden los grandes medios. Y convence a buena parte de la ciudadanía interesada en la política (una ínfima proporción de la sociedad), más los operadores financieros, que al socaire aprovechan para hacer grandes fortunas con obscenas especulaciones día a día.
La lucha interburguesa a punto de salirse de control y la estridente debilidad de Cambiemos y su presidente alientan este absurdo político que no se corresponde con la coyuntura económica del país y, mucho menos, con las relaciones de fuerzas sociales y políticas.
Un sector del capital y los políticos y sindicalistas a su servicio, con el cuco del caos pretenden llevar el generalizado descontento a votar por un Perón calvo y con sandalias de pescador; tan anciano como aquél, pero con apenas el espectro de los sindicatos, partidos, iglesia y respaldo social que apoyaron al original.
Imposible predecir si al límite el gran capital recompondrá el Fab y mantendrá su apoyo a Macri u optará por Lavagna. Depende en mucho del devenir económico de los próximos tres meses. Es altamente probable que quienes ven a un Macri en agonía inmediata se lleven una sorpresa. Para estar al día, observe si acaso Clarín y La Nación comienzan a cambiar el tono.
Como sea, la crisis estructural del país muestra que ni siquiera dominando sin disputa el escenario político el capital logra sostener, por medios democrático-burgueses, la hegemonía sobre la propia clase dominante. Por eso, si Macri revierte el cuadro negativo en el que lo han encerrado los suyos propios, obligadamente acelerará la dinámica hacia un bonapartismo colindante con el fascismo.
Aunque los cerebros del Fab no le dan apoyo y por tanto descartan la perspectiva de una victoria de Fernández, si yerran Argentina ingresaría a una fase diferente, superior, de la lucha interburguesa. Nuevas mafias, con rasgos desconocidos hasta ahora, más carteles narcotraficantes, enseñoreados en el país en los últimos años, estarían formalmente en la disputa. Esto implicaría ingobernabilidad y descontrol económico. Lavagna ofrecería un desenlace semejante, aunque en ritmos diferentes y con otros modales. En los tres casos el país vería formas crecientes de violencia como forma regular del accionar político.
Estas son las perspectivas que la burguesía, en cualquiera de sus fracciones, ofrece al país. Será necesario un arduo esfuerzo para comprender, asumir y educar a millones sobre este horizonte en el abismo. Quiérase o no, el futuro reclama un drástico cambio del panorama político actual, con la irrupción de una fuerza de masas basada en un programa anticapitalista, con metodología democrática y vocación de transformación raigal. No hay racionalidad alguna en aceptar el rumbo que le ofrece el capitalismo a nuestro país.
Luis Bilbao
@BilbaoL
Argentina en la era de las turbulencias permanentes
Esta nota se apoya en parte en el informe presentado por el autor a las deliberaciones del XVII Congreso Nacional del PTS, así como a las intervenciones de distintos delegados que enriquecieron lo planteado inicialmente, y a la actualización realizada con los hechos ocurridos posteriormente al debate.
Partimos de una situación internacional donde continúan las tendencias a las crisis orgánicas en numerosos países y donde lo nuevo es la irrupción de acciones de masas, como vienen siendo los Chalecos Amarillos en Francia o las rebeliones populares en Argelia y Sudán; en América Latina la derecha viene avanzando pero sin dar derrotas de envergadura al movimiento de masas y con gran parte de sus gobiernos empantanados. Continúan las guerras comerciales y hay varios pronósticos sobre una desaceleración de la economía mundial para este año o el que viene, y distintos países, entre ellos el nuestro, que están al borde de generar una crisis de deuda.
Para pensar la situación política nacional es conveniente hacer un análisis previendo dos escenarios. Uno en el cual, a pesar de la crisis, el gobierno no se derrumba y logra llegar a las elecciones; y otro en el cuál la crisis se acelera y, por alguna vía, Macri cae antes de completar su mandato o, sin llegar a esto, renuncia a su candidatura y modifica el cronograma electoral para el recambio presidencial. En el primero de los casos, la situación debería pensarse en dos tiempos: uno el que va hasta las elecciones de octubre, y otro, más de mediano plazo, que tiene que ver con la perspectiva más general de lo que podríamos denominar el “régimen del FMI”. Desde ya que esta no es una división estanca y ambos escenarios pueden entremezclarse.
Hablamos de “régimen del FMI” en el mismo sentido en que durante los noventa podíamos señalar la existencia, con el plan de Menem-Cavallo, de un “régimen de la convertibilidad” que abarcó la gran parte de los gobiernos de Menem y los dos años de De la Rúa. O sea, de situaciones donde la economía y la política se desarrollan en medio de fuertes condicionantes estructurales a los que se amoldan las fuerzas políticas burguesas. En la actualidad, con uno de los desembolsos más grandes de su historia, de USD 57.000 millones, la injerencia del FMI en la economía local va más allá de cualquier gobierno “episódico”; es algo que difícilmente se quiebre o se modifique sin una irrupción decisiva del movimiento de masas o un salto en el carácter catastrófico de la crisis.
Los sucesivos fracasos del macrismo
Macri entregó al país al FMI a partir de una serie de fracasos. Cuando llegó al gobierno tenía el problema, para aplicar el conjunto de su plan, de que no llegaba en medio de una crisis catastrófica, como fueron la hiperinflación de 1989 y 1990 o la quiebra de diciembre de 2001, que llevara a la población a aceptar cualquier plan para salir de una situación insoportable. Por eso Macri no planteó en las elecciones de 2015 su real programa económico sino un planteo de “cambio light” o “cambio con continuidad”, como se lo denominó entonces. Mintió descaradamente con el fin de, una vez en el gobierno, tratar de ganar fuerza política para ir por la agenda real del gran capital. Con la victoria en las elecciones legislativas de octubre de 2017 opinó que había conseguido esa fuerza y lanzó su política de “reforma permanente”, pero se chocó con el movimiento de masas en diciembre de 2017.
Aquí se produjeron las acciones de masas más importantes de todo el ciclo macrista, las jornadas de lucha contra la reforma previsional del 14 y el 18 de diciembre, que aunque no lograron evitar la sanción de esa ley nefasta, apoyada por 23 de 24 gobernadores que firmaron el pacto fiscal que le da sustento, frenaron parcialmente el resto de la ofensiva macrista, en particular la reforma laboral flexibilizadora. Justamente este “frenazo” impuesto por la acción de masas es uno de los aspectos centrales que explica el golpe de mercado devaluatorio de abril de 2018, que lleva al gobierno al FMI al cortarse los préstamos de capitales privados a los que masivamente había recurrido en los dos primeros años de su gestión.
Con la complicidad de la burocracia sindical y los sectores de la oposición peronista, que le votaron todas las leyes en el Congreso, las masas sufrieron una caída sustancial en sus niveles de vida. Al calor de una inflación galopante se pulverizaron los salarios y las jubilaciones, mientras crecieron la desocupación y la pobreza. La deuda pública superó los niveles del 2001, con una proporción creciente de la misma emitida en dólares. Pero pese a la muy importante transferencia de riqueza desde el trabajo hacia sectores del capital más concentrado ocurrida en este período, lo hecho es solo una parte de la política que busca implementar la clase dominante. Como venimos denunciando, el FMI y los organismos internacionales son desde los ochenta factores activos para aplicar en los distintos países las “reformas estructurales” que se generalizaron durante el neoliberalismo. Dan préstamos impagables y a cambio de renegociar los vencimientos imponen la agenda neoliberal del momento, ordenando toda la economía de los distintos países en función del pago de la deuda a los acreedores externos.
En los noventa estas “reformas” tenían al tope a las privatizaciones de las empresas de servicios públicos y de las jubilaciones y la flexibilización laboral, así como la apertura económica de los mercados locales. Hoy son una trilogía de contrarreformas: la previsional, para subir la edad jubilatoria y bajar los haberes; la laboral, para avanzar en la precarización del trabajo lo más que se pueda, con los sistemas tipo Uber o Rappi como amenaza general para ir logrando concesiones permanentes de las burocracias sindicales; la tributaria, para subir el IVA a los productos esenciales mientras se les bajan los impuestos a los ricos. En síntesis, aumentar la plusvalía que se le extrae a la clase trabajadora mientras se destinan porciones crecientes del gasto estatal hacia el pago de la deuda.
Es el combo de contrarreformas antiobreras que repiten como un mantra todos los gobiernos derechistas del continente bajo los auspicios de Donald Trump. Pero lo cierto es que los avances que han realizado esos gobiernos derechistas son aún parciales y, además, se encuentra empantanada la ofensiva golpista del imperialismo en Venezuela, que todos ellos apoyan fervientemente. Un derrumbe del gobierno de Macri y un fracaso del plan del FMI sería un golpe a la imposición de esta agenda antiobrera que, en sus lineamientos centrales, comparte el conjunto de las fracciones burguesas.
La coyuntura nacional y las turbulencias permanentes
Si nos centramos en el tiempo más coyuntural, Argentina está en una suerte de “arenas movedizas”, parafraseando el título de una de las series de moda, o cruzada por turbulencias permanentes. Esto hace a una situación política muy cambiante y dinámica, con escenarios muy abiertos.
Lo que hasta ahora ha mantenido a Macri no es el FMI en general, sino el papel que ha jugado el gobierno de Trump en el apoyo del Fondo a la Argentina. Le han hecho muchas concesiones. Primero, dándole uno de los préstamos más grandes en la historia del organismo. Segundo, a los dos meses de fracasado el primer plan, se lo renegocian rápidamente. Y tercero, le dan waivers todos los días, lo que se llama “perdones” en la jerga del FMI, revisiones parciales de los acuerdos planteados. No se olviden que el desenlace de la crisis de fines de 2001 se produjo ante la negativa del FMI a girar un desembolso ya pautado de apenas USD 1.500 millones, a iniciativa del gobierno norteamericano de entonces. Eso aceleró todavía más la fuga de capitales, llevó al corralito y terminó en la crisis que desembocó en el 19 y 20 de diciembre, llevando a la caída de De la Rúa y Cavallo.
Hoy la plata del FMI se usa para las subastas diarias de dólares, financiando la fuga de capitales. Al mismo tiempo vienen tratando de sostener el precio del dólar armando un gran negocio para los bancos que son las Leliq, con un rendimiento que supera el 100 % anual. Buscan que con tasas muy altas (que los bancos cobran por las Leliq y en menor medida pagan por los depósitos), en la ecuación “codicia/temor” de la que hablan los analistas, gane la primera. Sin embargo, esto cada vez parece funcionar menos, en particular desde finales de febrero, cuando se empezó a ver que la inflación, en vez de bajar, va subiendo. Y en marzo terminamos con precios aumentando un 4,7 %.
Desde un comienzo resultó evidente que las medidas anunciadas el 17 de abril son una suerte de “manotazo de ahogado” que no parece destinado a tener mayor efecto. Una intervención ultralight en la economía para tratar de contener la inflación y acordar con el FMI para fijar un tope en 51 pesos por dólar a la banda cambiaria.
El combo del “plan alivio” (término usado recurrentemente por Carolina Stanley en la conferencia de prensa donde presentó las medidas junto a Nicolás Dujovne y Dante Sica) buscaba tratar de contener en algo la inflación alrededor de congelar los precios de algunos productos (los 64 comprendidos en los “precios esenciales”) y servicios. En este último caso se trata de frenar lo que habían dado como ineludible, que era un nuevo salto en los aumentos de tarifas (aunque las programadas del gas y el agua van a mantenerse, pero no las de transporte y luz, y sin nuevas subas por fuera de las programadas, con un costo fiscal de $ 9.000 millones). Por último, los aumentos de los créditos a los que cobran la AUH y a los jubilados tienen mucho más de anuncio que de efectividad, más allá que muchos los pueden querer tomar para pagar las tarifas, que es para lo que se está endeudando una parte de la población a la que llegar a fin de mes se le vuelve cada vez más difícil.
Pero, como mostró la crisis de esta última semana con la suba del dólar y del riesgo país y la caída de los bonos de las empresas argentinas en Nueva York, el problema que tiene todo este plan es que no garantiza que el gobierno logre ninguno de los sus dos objetivos. Primero, evitar el derrumbe y llegar sin perder completamente el control de la economía a las elecciones. Y segundo, llegar con alguna expectativa de victoria a octubre, o más bien al ballottage de noviembre, un escenario cada vez más improbable para Cambiemos de mantenerse la candidatura de Macri.
Hoy estamos en una coyuntura con una crisis abierta, donde la fragilidad política del gobierno se retroalimenta con la de la economía, y donde cada vez más sectores de las patronales y de la propia coalición gobernante parecen dispuestos a bajarle el pulgar al proyecto reeleccionista de Macri antes de las elecciones. Es por eso que debemos prepararnos para la continuidad de los tiempos turbulentos y para saltos en la crisis, aunque por el apoyo de Trump y del FMI no pueda descartarse que logren llegar, aún en muletas, a las elecciones.
Este escenario de crisis es lo que lleva a la indefinición en cuanto a la conformación de las distintas coaliciones políticas burguesas y a los rumores sobre multitud de enjuagues políticos tan típicos de estas situaciones.
Lo que empuja las especulaciones hacia distintas variantes de “gobiernos de unidad nacional” antes o después de las elecciones es la constatación de que, tal como están los bloques políticos burgueses actuales (Cambiemos, el peronismo aliado a Cristina y Alternativa Federal), ninguno de los eventuales ganadores contará con fuerza propia en el Parlamento para implementar las medidas necesarias para cumplir con los pagos al FMI y los acreedores privados, los “nuevos buitres”. Sin embargo, como señalamos, nada está dicho y más allá de lo que hoy miden las encuestas, podemos ver realineamientos de distinto tipo.
El peso de la deuda eterna
La deuda pública es nuevamente el condicionamiento general de la economía argentina dentro del “régimen del FMI”. Hoy llega a USD 332.000 millones según el informe de la Secretaría de Finanzas del Ministerio de Economía, a lo que debemos sumar unos USD 13.000 millones en cupones atados al crecimiento del PBI no contemplados en esta suma. Esa deuda es un 76 % en dólares, un cambio muy importante en la matriz de deuda generado en estos cuatro años. El kirchnerismo tenía una deuda de cerca de USD 225.000 millones, o sea que esta se incrementó en más de USD 120.000 millones, pero el perfil de la misma cambió: antes era mayormente en pesos argentinos y con deuda intra-Estado, donde le debían a Anses (y al Banco Nación, PAMI y otros organismos), por lo que el kirchnerismo estaba creando también una bomba, pero de otro tipo porque la deuda en dólares era débil. Lo otro que ha ido modificando Macri es a quién se le debe: aumentaron los pasivos públicos con acreedores externos privados y con los organismos internacionales FMI, BM, BID. Esto, lo que la jerga llama deuda “relevante”, se está acercando al 60 % de la deuda total.
Para tener una idea de la gravedad de la hipoteca, digamos que en el mandato del próximo gobierno, entre 2020 y 2023, hay que afrontar el pago de USD 160.000 millones; en promedio USD 40.000 millones por año. Esto es importante tenerlo en cuenta para confrontar los discursos facilistas de salida de la crisis que esgrimen el kirchnerismo y el conjunto de las variantes peronistas.
Tratando de defender que no es necesario romper con el FMI, como planteamos desde la izquierda, algunos sostienen que los pagos de la deuda podrían cubrirse sin profundizar el ajuste en base a una nueva suba de las retenciones a las exportaciones agrarias. Para que nos demos una idea de lo ridículo de este planteo, solo tengamos en cuenta que el total de las exportaciones argentinas viene siendo más o menos de USD 60.000 millones, incluyendo todo (agro, autos, minería, etc.). De este total, lo que exporta el campo alcanza a USD 28.000 millones. Es decir, que aunque hubiese retenciones al 100 % (lo que significa que los productores no reciben un peso), aún estaríamos lejos de los USD 40.000 millones… Con mucha suerte, con la reimplantación del esquema kirchnerista anterior, con la alícuota del 35 %, se llegarían a recaudar USD 9.000 millones. O sea que aún con los niveles de retenciones que los kirchneristas reivindican, pagar la deuda (que es lo que los kirchneristas aseguran que van a hacer) exige la continuidad y profundización del ajuste. No es menos ilusoria la salida que señalan otros economistas kirchneristas que, partiendo del hecho cierto que toda renegociación de pagos con el FMI será en condiciones leoninas, siembran la expectativa de librarse del organismo mediante el pago al contado de lo adeudado, recordando lo que hizo en su momento Néstor Kirchner. Pero la deuda con el fondo era entonces de USD 10.000 millones y Argentina tenía superávits comercial y fiscal y crecía a “tasas chinas”. Hoy la deuda con el FMI es seis veces superior. ¿De dónde saldrían los recursos para pagar tamaña cifra? Como vemos, por más vueltas que se le dé, no hay salida indolora del “régimen del FMI”. Seguir pagando la deuda, aún con renegociaciones y refinanciaciones, implica la profundización del ajuste hoy en curso.
Así como Macri vendió humo con respecto al facilismo de la salida de lo que había dejado el kirchnerismo y se hundió, ahora las distintas variantes del peronismo lo hacen respecto de una salida fácil y no traumática de la dependencia del FMI. Y esto incluye las hipótesis de renegociación de la deuda, ya que el FMI en general renegocia los acuerdos, ampliando los vencimientos de pago, pero a cambio exige medidas de “reforma estructural” mucho más agresivas, y un monitoreo aún mayor que el actual de la economía local por parte del organismo.
La contención y el ajuste que se viene
Por ello no extraña que economistas de Lavagna y Massa estén diciendo que están de acuerdo en hacer algún tipo de reforma en los ámbitos que las exige el FMI: laboral, previsional y tributaria. El peronismo en sus distintas variantes, ya sea kirchnerista o el de los gobernadores, plantea una estrategia que, más allá de los discursos de campaña, de una de otra manera nos lleva a la continuidad del ajuste permanente si las masas no irrumpen y modifican todo el escenario político. Esta última es la perspectiva realista frente a la que nos preparamos.
Veamos algunos ejemplos recientes. Cristina es muy amiga de Alexis Tsipras, el primer ministro griego de Syriza que llegó en 2015 al gobierno diciendo que era fácil renegociar con la Troika (integrada por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el FMI). Incluso lo hizo con un discurso mucho más de izquierda del que tiene hoy el kirchnerismo, y ya en el gobierno llegó a llamar un plebiscito para discutir si se aceptaba o no lo que pedía la Troika. Votó el 60 % de la población en contra de la aplicación del Memorándum de ajuste que había firmado el gobierno anterior de la derecha. La Troika no se conmovió y respondió –como no podía ser de otra manera– que eso podían decir los griegos, pero que los bancos alemanes que tienen la deuda opinaban lo contrario. Le dijeron que si no quería salir del euro iban a tener que pagar y seguir ajustando. Tsipras, traicionando el mandato del plebiscito, arrugó y desde entonces viene aplicando un plan fondomonetarista brutal sobre las masas, que incluyó 14 recortes en las jubilaciones (que redujeron sus montos a la mitad) y todavía está con una desocupación global del 18 % y del 60 % en los menores de 25 años. Un millón de griegos dejaron el país por la crisis y la economía es un 25 % más chica que hace una década. Es una situación de catástrofe, aunque Kiciloff dice en su último libro que los griegos tienen una relación más “madura” hoy con el FMI. Aunque la salida que presenta como ejemplo, al igual que lo hace Lavagna, no es Grecia sino Portugal.
Pero este caso tampoco resiste la prueba de los datos. Portugal tuvo una situación de ajuste recargado. El IVA era del 10 % en 2010 y lo subieron al 23 %, y ahí se mantuvo desde entonces. Los salarios públicos cayeron entre un 20 y un 25 %. El desempleo subió inicialmente del 8 al 18 %. Hicieron una flexibilización laboral brutal. O sea que, antes de tener una cierta recuperación basada en el turismo como elemento central, junto con algunas exportaciones que aumentaron producto de la baja en los salarios, provocaron una precarización generalizada especialmente en la juventud. Allí, en diez años se pasó de un 10 a un 67,5 % de jóvenes con empleos de corta duración o a tiempo parcial, y los índices de desocupación en la juventud triplican la media nacional. Después de pasar todo el ajuste tuvieron un cierto rebote, pero antes hicieron todo un importante trabajo de ajuste, y el gobierno supuestamente progresista mantuvo lo esencial de los ataques. Si fueran serios tendrían que decir quién va a hacer el ajuste brutal que precedió a la leve recuperación actual, que es lo que verdaderamente ocurrió en Portugal.
El kirchnerismo, es evidente, también está girando al “centro” en lo económico, con algunos de sus altos exfuncionarios yendo a los medios a defender que no se puede de ninguna manera romper con el FMI. Esta ubicación acompaña la alianza que viene teniendo con los gobernadores en las elecciones provinciales, incluyendo bajar sus candidatos en Córdoba en la intendencia de Tucumán o en Tierra del Fuego, para apoyar a quienes hasta ayer nomás denunciaban como socios de Macri.
Por su parte, el proyecto de Lavagna es el del pacto social, similar al del diálogo “Argentina 2000” de Duhalde, junto con la Iglesia católica, la CGT y la UIA. Tiene un problema, porque si va a la interna del Peronismo Federal pierde por el momento a los aliados no peronistas, y si no juega ahí, y el Peronismo Federal no se subordina, entonces es un plan que todavía no cierra porque además aún no despega en las encuestas pese al apoyo de sectores importantes de Techint y otros importantes grupos económicos.
El kirchnerismo, recordemos, nunca comulgó con el formato clásico del “pacto social”, ya que tanto Néstor Kirchner como Cristina opinaban que era darle poder de veto a la CGT y la UIA. En sus dos primeros gobiernos, hasta la ruptura del dirigente camionero, lo que hacían era una suerte de “pacto social” de hecho, a partir de un tope en los reclamos en las paritarias que establecía el acuerdo camionero. Después fue poner un parche tras otro, donde el rojo creciente de la economía se cubría agotando las reservas del Banco Central. Pero, más allá de estas y otras diferencias, no hay planteos económicos discordantes entre estos sectores, cuestión que también explica los elogios que han vuelto a cruzarse Cristina con Duhalde.
Nosotros hemos definido que estamos en los inicios de una nueva crisis orgánica. Decimos inicios porque si bien la crisis económica es profunda (aunque no aún en los niveles de fines del 2001), todavía no se ha derrumbado la adhesión electoral, según muestran las encuestas, a las coaliciones políticas burguesas existentes, aunque este resultado sea en gran parte por “consenso negativo”. Es decir, Macri mantiene una parte del apoyo como garantía a que no vuelva CFK y esta, a su vez, incrementa su caudal electoral como instrumento para sacar del gobierno al actual presidente. Pero esta es la “foto”. Ya sea porque pierde completamente el control de la economía, por una irrupción de masas o porque se afiance la percepción que no puede ganar, el apoyo electoral que aún exhibe Macri (en torno de un 25 %) puede evaporarse rápidamente. Si la crisis se acelera el macrismo puede sufrir un rápido derrumbe, con los radicales migrando en masa de Cambiemos y aún rupturas de importancia en el PRO, en busca de otros acuerdos políticos que le permita a la burguesía evitar el recurso de tener que aceptar a CFK como variante de contención de las masas.
Si en Argentina las masas fuesen un factor más actuante, la situación tiene muchas características para transformarse en prerrevolucionaria abierta, pero eso hasta ahora no ha ocurrido por una serie de cuestiones. Bajo el macrismo, el movimiento de masas desarrolló grandes movilizaciones y cobró nueva fuerza el movimiento de mujeres, alrededor del reclamo de la legalización del aborto y contra las diversas formas de la violencia machista. Pero, con excepción de las jornadas de lucha contra la reforma previsional, no hubo acciones radicalizadas de la lucha de clases. Es evidente que en esto ha jugado un papel el conjunto de la burocracia sindical, incluidos los sectores alineados con el kirchnerismo, que frenaron toda lucha seria detrás de la consigna “hay 2019”. A esto hay que agregar otro actor muy relevante en la política Argentina que es Bergoglio, el Papa Francisco, con multitud de lazos tanto políticos como con las burocracias sindicales y de los “movimientos sociales”. Bergoglio alienta un recambio “ordenado” de Macri, con quien nunca simpatizó, a alguna variante peronista, y es uno de los factores que explica por qué no ha habido irrupciones radicalizadas del movimiento de masas a pesar del agravamiento de las penurias del pueblo trabajador.
A esto hay que agregar el temor al desempleo entre los trabajadores ocupados y el aumento “estructural”, en relación al 2001, de las medidas de contención social para los desocupados y los sectores más vulnerables de la población. En el momento que cae De La Rúa había solo 300.000 planes entre nacionales y provinciales. Es después, cuando asume Duhalde, que el Banco Mundial le financia la aplicación de los “planes Jefes y Jefas”, antecesores de la AUH y de otras medidas de ayuda social, llegando a dos millones y medio de receptores. Desde entonces el nivel de beneficiarios se ha mantenido, a lo que hay que agregar el peso “organizacional” puesto al servicio de esa contención mediante los acuerdos entre Stanley (también con lazos con el Papa) y los “cayetanos” liderados por Juan Grabois, otro de los hombres del pontífice. Como vemos, una multitud de recursos materiales y políticos destinados a impedir la irrupción de quienes más están sufriendo las consecuencias de este plan de hambre y miseria.
Nuestra perspectiva
Nuestra perspectiva es la opuesta. Sabemos que sin acciones históricas independientes de las masas no es posible terminar con el “régimen del FMI”, ya sea antes o después de las elecciones. Esta irrupción de masas puede, esquemáticamente, darse por dos vías. Una, más parecida al Cordobazo o a diciembre del 2017, donde se les impone el frente único a los burócratas traidores y los sindicatos son articuladores de alguna forma de la movilización callejera. El otro escenario es uno donde, a pesar de la tregua de la burocracia sindical, las masas igual irrumpen, tipo como ocurrió el 19 y 20 de diciembre 2001 o como ocurrió con los Chalecos Amarillos en Francia. En ambos casos, es fundamental la política de favorecer la coordinación de los sectores en lucha, y empezar ya mismo a tratar de establecer esos lazos entre sectores de trabajadores ocupados y desocupados y otros sectores populares, tarea en la cual las fábricas bajo gestión obrera pueden jugar hoy un papel muy relevante.
En el reciente XVII Congreso Nacional del PTS destacamos un bloque de consignas para la agitación y la agitación propagandística que apuntan a delimitar los campos políticos en la actual situación. En primer lugar clarificar quiénes están por seguir con el “régimen del FMI” y quiénes decimos que no hay salida sin romper con el fondo: “Derrotemos al FMI, Macri y los gobernadores. El kirchnerismo, aliado de la burocracia sindical, la Iglesia y los gobernadores del PJ, no puede ser alternativa. Que la crisis la paguen los grandes empresarios, banqueros y terratenientes. Construyamos una gran fuerza política que impulse la movilización de los trabajadores, las mujeres y la juventud. Por un gobierno de trabajadores”. A esto sumamos la exigencia a las direcciones sindicales de un plan de lucha que empiece por un paro general activo de 36 horas que culmine con una huelga general política. Y, si la crisis política se desarrolla, la demanda de Asamblea Constituyente verdaderamente libre y soberana puede jugar un papel muy progresivo, oponiéndola a toda salida antidemocrática a espaldas del pueblo, y la lucha por una Constituyente servir como puente para favorecer el desarrollo de los organismos de poder obreros y del pueblo explotado, sobre los que tendrá que basarse un gobierno de los trabajadores en ruptura con el capitalismo.
Empezamos a vivir tiempos interesantes. En cualquier momento lo extraordinario puede volverse cotidiano. La autoridad política conquistada en estos años por nuestro partido y por el Frente de Izquierda es un gran capital político para intervenir en esta situación.
Christian Castillo
La Izquierda Diario
Partimos de una situación internacional donde continúan las tendencias a las crisis orgánicas en numerosos países y donde lo nuevo es la irrupción de acciones de masas, como vienen siendo los Chalecos Amarillos en Francia o las rebeliones populares en Argelia y Sudán; en América Latina la derecha viene avanzando pero sin dar derrotas de envergadura al movimiento de masas y con gran parte de sus gobiernos empantanados. Continúan las guerras comerciales y hay varios pronósticos sobre una desaceleración de la economía mundial para este año o el que viene, y distintos países, entre ellos el nuestro, que están al borde de generar una crisis de deuda.
Para pensar la situación política nacional es conveniente hacer un análisis previendo dos escenarios. Uno en el cual, a pesar de la crisis, el gobierno no se derrumba y logra llegar a las elecciones; y otro en el cuál la crisis se acelera y, por alguna vía, Macri cae antes de completar su mandato o, sin llegar a esto, renuncia a su candidatura y modifica el cronograma electoral para el recambio presidencial. En el primero de los casos, la situación debería pensarse en dos tiempos: uno el que va hasta las elecciones de octubre, y otro, más de mediano plazo, que tiene que ver con la perspectiva más general de lo que podríamos denominar el “régimen del FMI”. Desde ya que esta no es una división estanca y ambos escenarios pueden entremezclarse.
Hablamos de “régimen del FMI” en el mismo sentido en que durante los noventa podíamos señalar la existencia, con el plan de Menem-Cavallo, de un “régimen de la convertibilidad” que abarcó la gran parte de los gobiernos de Menem y los dos años de De la Rúa. O sea, de situaciones donde la economía y la política se desarrollan en medio de fuertes condicionantes estructurales a los que se amoldan las fuerzas políticas burguesas. En la actualidad, con uno de los desembolsos más grandes de su historia, de USD 57.000 millones, la injerencia del FMI en la economía local va más allá de cualquier gobierno “episódico”; es algo que difícilmente se quiebre o se modifique sin una irrupción decisiva del movimiento de masas o un salto en el carácter catastrófico de la crisis.
Los sucesivos fracasos del macrismo
Macri entregó al país al FMI a partir de una serie de fracasos. Cuando llegó al gobierno tenía el problema, para aplicar el conjunto de su plan, de que no llegaba en medio de una crisis catastrófica, como fueron la hiperinflación de 1989 y 1990 o la quiebra de diciembre de 2001, que llevara a la población a aceptar cualquier plan para salir de una situación insoportable. Por eso Macri no planteó en las elecciones de 2015 su real programa económico sino un planteo de “cambio light” o “cambio con continuidad”, como se lo denominó entonces. Mintió descaradamente con el fin de, una vez en el gobierno, tratar de ganar fuerza política para ir por la agenda real del gran capital. Con la victoria en las elecciones legislativas de octubre de 2017 opinó que había conseguido esa fuerza y lanzó su política de “reforma permanente”, pero se chocó con el movimiento de masas en diciembre de 2017.
Aquí se produjeron las acciones de masas más importantes de todo el ciclo macrista, las jornadas de lucha contra la reforma previsional del 14 y el 18 de diciembre, que aunque no lograron evitar la sanción de esa ley nefasta, apoyada por 23 de 24 gobernadores que firmaron el pacto fiscal que le da sustento, frenaron parcialmente el resto de la ofensiva macrista, en particular la reforma laboral flexibilizadora. Justamente este “frenazo” impuesto por la acción de masas es uno de los aspectos centrales que explica el golpe de mercado devaluatorio de abril de 2018, que lleva al gobierno al FMI al cortarse los préstamos de capitales privados a los que masivamente había recurrido en los dos primeros años de su gestión.
Con la complicidad de la burocracia sindical y los sectores de la oposición peronista, que le votaron todas las leyes en el Congreso, las masas sufrieron una caída sustancial en sus niveles de vida. Al calor de una inflación galopante se pulverizaron los salarios y las jubilaciones, mientras crecieron la desocupación y la pobreza. La deuda pública superó los niveles del 2001, con una proporción creciente de la misma emitida en dólares. Pero pese a la muy importante transferencia de riqueza desde el trabajo hacia sectores del capital más concentrado ocurrida en este período, lo hecho es solo una parte de la política que busca implementar la clase dominante. Como venimos denunciando, el FMI y los organismos internacionales son desde los ochenta factores activos para aplicar en los distintos países las “reformas estructurales” que se generalizaron durante el neoliberalismo. Dan préstamos impagables y a cambio de renegociar los vencimientos imponen la agenda neoliberal del momento, ordenando toda la economía de los distintos países en función del pago de la deuda a los acreedores externos.
En los noventa estas “reformas” tenían al tope a las privatizaciones de las empresas de servicios públicos y de las jubilaciones y la flexibilización laboral, así como la apertura económica de los mercados locales. Hoy son una trilogía de contrarreformas: la previsional, para subir la edad jubilatoria y bajar los haberes; la laboral, para avanzar en la precarización del trabajo lo más que se pueda, con los sistemas tipo Uber o Rappi como amenaza general para ir logrando concesiones permanentes de las burocracias sindicales; la tributaria, para subir el IVA a los productos esenciales mientras se les bajan los impuestos a los ricos. En síntesis, aumentar la plusvalía que se le extrae a la clase trabajadora mientras se destinan porciones crecientes del gasto estatal hacia el pago de la deuda.
Es el combo de contrarreformas antiobreras que repiten como un mantra todos los gobiernos derechistas del continente bajo los auspicios de Donald Trump. Pero lo cierto es que los avances que han realizado esos gobiernos derechistas son aún parciales y, además, se encuentra empantanada la ofensiva golpista del imperialismo en Venezuela, que todos ellos apoyan fervientemente. Un derrumbe del gobierno de Macri y un fracaso del plan del FMI sería un golpe a la imposición de esta agenda antiobrera que, en sus lineamientos centrales, comparte el conjunto de las fracciones burguesas.
La coyuntura nacional y las turbulencias permanentes
Si nos centramos en el tiempo más coyuntural, Argentina está en una suerte de “arenas movedizas”, parafraseando el título de una de las series de moda, o cruzada por turbulencias permanentes. Esto hace a una situación política muy cambiante y dinámica, con escenarios muy abiertos.
Lo que hasta ahora ha mantenido a Macri no es el FMI en general, sino el papel que ha jugado el gobierno de Trump en el apoyo del Fondo a la Argentina. Le han hecho muchas concesiones. Primero, dándole uno de los préstamos más grandes en la historia del organismo. Segundo, a los dos meses de fracasado el primer plan, se lo renegocian rápidamente. Y tercero, le dan waivers todos los días, lo que se llama “perdones” en la jerga del FMI, revisiones parciales de los acuerdos planteados. No se olviden que el desenlace de la crisis de fines de 2001 se produjo ante la negativa del FMI a girar un desembolso ya pautado de apenas USD 1.500 millones, a iniciativa del gobierno norteamericano de entonces. Eso aceleró todavía más la fuga de capitales, llevó al corralito y terminó en la crisis que desembocó en el 19 y 20 de diciembre, llevando a la caída de De la Rúa y Cavallo.
Hoy la plata del FMI se usa para las subastas diarias de dólares, financiando la fuga de capitales. Al mismo tiempo vienen tratando de sostener el precio del dólar armando un gran negocio para los bancos que son las Leliq, con un rendimiento que supera el 100 % anual. Buscan que con tasas muy altas (que los bancos cobran por las Leliq y en menor medida pagan por los depósitos), en la ecuación “codicia/temor” de la que hablan los analistas, gane la primera. Sin embargo, esto cada vez parece funcionar menos, en particular desde finales de febrero, cuando se empezó a ver que la inflación, en vez de bajar, va subiendo. Y en marzo terminamos con precios aumentando un 4,7 %.
Desde un comienzo resultó evidente que las medidas anunciadas el 17 de abril son una suerte de “manotazo de ahogado” que no parece destinado a tener mayor efecto. Una intervención ultralight en la economía para tratar de contener la inflación y acordar con el FMI para fijar un tope en 51 pesos por dólar a la banda cambiaria.
El combo del “plan alivio” (término usado recurrentemente por Carolina Stanley en la conferencia de prensa donde presentó las medidas junto a Nicolás Dujovne y Dante Sica) buscaba tratar de contener en algo la inflación alrededor de congelar los precios de algunos productos (los 64 comprendidos en los “precios esenciales”) y servicios. En este último caso se trata de frenar lo que habían dado como ineludible, que era un nuevo salto en los aumentos de tarifas (aunque las programadas del gas y el agua van a mantenerse, pero no las de transporte y luz, y sin nuevas subas por fuera de las programadas, con un costo fiscal de $ 9.000 millones). Por último, los aumentos de los créditos a los que cobran la AUH y a los jubilados tienen mucho más de anuncio que de efectividad, más allá que muchos los pueden querer tomar para pagar las tarifas, que es para lo que se está endeudando una parte de la población a la que llegar a fin de mes se le vuelve cada vez más difícil.
Pero, como mostró la crisis de esta última semana con la suba del dólar y del riesgo país y la caída de los bonos de las empresas argentinas en Nueva York, el problema que tiene todo este plan es que no garantiza que el gobierno logre ninguno de los sus dos objetivos. Primero, evitar el derrumbe y llegar sin perder completamente el control de la economía a las elecciones. Y segundo, llegar con alguna expectativa de victoria a octubre, o más bien al ballottage de noviembre, un escenario cada vez más improbable para Cambiemos de mantenerse la candidatura de Macri.
Hoy estamos en una coyuntura con una crisis abierta, donde la fragilidad política del gobierno se retroalimenta con la de la economía, y donde cada vez más sectores de las patronales y de la propia coalición gobernante parecen dispuestos a bajarle el pulgar al proyecto reeleccionista de Macri antes de las elecciones. Es por eso que debemos prepararnos para la continuidad de los tiempos turbulentos y para saltos en la crisis, aunque por el apoyo de Trump y del FMI no pueda descartarse que logren llegar, aún en muletas, a las elecciones.
Este escenario de crisis es lo que lleva a la indefinición en cuanto a la conformación de las distintas coaliciones políticas burguesas y a los rumores sobre multitud de enjuagues políticos tan típicos de estas situaciones.
Lo que empuja las especulaciones hacia distintas variantes de “gobiernos de unidad nacional” antes o después de las elecciones es la constatación de que, tal como están los bloques políticos burgueses actuales (Cambiemos, el peronismo aliado a Cristina y Alternativa Federal), ninguno de los eventuales ganadores contará con fuerza propia en el Parlamento para implementar las medidas necesarias para cumplir con los pagos al FMI y los acreedores privados, los “nuevos buitres”. Sin embargo, como señalamos, nada está dicho y más allá de lo que hoy miden las encuestas, podemos ver realineamientos de distinto tipo.
El peso de la deuda eterna
La deuda pública es nuevamente el condicionamiento general de la economía argentina dentro del “régimen del FMI”. Hoy llega a USD 332.000 millones según el informe de la Secretaría de Finanzas del Ministerio de Economía, a lo que debemos sumar unos USD 13.000 millones en cupones atados al crecimiento del PBI no contemplados en esta suma. Esa deuda es un 76 % en dólares, un cambio muy importante en la matriz de deuda generado en estos cuatro años. El kirchnerismo tenía una deuda de cerca de USD 225.000 millones, o sea que esta se incrementó en más de USD 120.000 millones, pero el perfil de la misma cambió: antes era mayormente en pesos argentinos y con deuda intra-Estado, donde le debían a Anses (y al Banco Nación, PAMI y otros organismos), por lo que el kirchnerismo estaba creando también una bomba, pero de otro tipo porque la deuda en dólares era débil. Lo otro que ha ido modificando Macri es a quién se le debe: aumentaron los pasivos públicos con acreedores externos privados y con los organismos internacionales FMI, BM, BID. Esto, lo que la jerga llama deuda “relevante”, se está acercando al 60 % de la deuda total.
Para tener una idea de la gravedad de la hipoteca, digamos que en el mandato del próximo gobierno, entre 2020 y 2023, hay que afrontar el pago de USD 160.000 millones; en promedio USD 40.000 millones por año. Esto es importante tenerlo en cuenta para confrontar los discursos facilistas de salida de la crisis que esgrimen el kirchnerismo y el conjunto de las variantes peronistas.
Tratando de defender que no es necesario romper con el FMI, como planteamos desde la izquierda, algunos sostienen que los pagos de la deuda podrían cubrirse sin profundizar el ajuste en base a una nueva suba de las retenciones a las exportaciones agrarias. Para que nos demos una idea de lo ridículo de este planteo, solo tengamos en cuenta que el total de las exportaciones argentinas viene siendo más o menos de USD 60.000 millones, incluyendo todo (agro, autos, minería, etc.). De este total, lo que exporta el campo alcanza a USD 28.000 millones. Es decir, que aunque hubiese retenciones al 100 % (lo que significa que los productores no reciben un peso), aún estaríamos lejos de los USD 40.000 millones… Con mucha suerte, con la reimplantación del esquema kirchnerista anterior, con la alícuota del 35 %, se llegarían a recaudar USD 9.000 millones. O sea que aún con los niveles de retenciones que los kirchneristas reivindican, pagar la deuda (que es lo que los kirchneristas aseguran que van a hacer) exige la continuidad y profundización del ajuste. No es menos ilusoria la salida que señalan otros economistas kirchneristas que, partiendo del hecho cierto que toda renegociación de pagos con el FMI será en condiciones leoninas, siembran la expectativa de librarse del organismo mediante el pago al contado de lo adeudado, recordando lo que hizo en su momento Néstor Kirchner. Pero la deuda con el fondo era entonces de USD 10.000 millones y Argentina tenía superávits comercial y fiscal y crecía a “tasas chinas”. Hoy la deuda con el FMI es seis veces superior. ¿De dónde saldrían los recursos para pagar tamaña cifra? Como vemos, por más vueltas que se le dé, no hay salida indolora del “régimen del FMI”. Seguir pagando la deuda, aún con renegociaciones y refinanciaciones, implica la profundización del ajuste hoy en curso.
Así como Macri vendió humo con respecto al facilismo de la salida de lo que había dejado el kirchnerismo y se hundió, ahora las distintas variantes del peronismo lo hacen respecto de una salida fácil y no traumática de la dependencia del FMI. Y esto incluye las hipótesis de renegociación de la deuda, ya que el FMI en general renegocia los acuerdos, ampliando los vencimientos de pago, pero a cambio exige medidas de “reforma estructural” mucho más agresivas, y un monitoreo aún mayor que el actual de la economía local por parte del organismo.
La contención y el ajuste que se viene
Por ello no extraña que economistas de Lavagna y Massa estén diciendo que están de acuerdo en hacer algún tipo de reforma en los ámbitos que las exige el FMI: laboral, previsional y tributaria. El peronismo en sus distintas variantes, ya sea kirchnerista o el de los gobernadores, plantea una estrategia que, más allá de los discursos de campaña, de una de otra manera nos lleva a la continuidad del ajuste permanente si las masas no irrumpen y modifican todo el escenario político. Esta última es la perspectiva realista frente a la que nos preparamos.
Veamos algunos ejemplos recientes. Cristina es muy amiga de Alexis Tsipras, el primer ministro griego de Syriza que llegó en 2015 al gobierno diciendo que era fácil renegociar con la Troika (integrada por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el FMI). Incluso lo hizo con un discurso mucho más de izquierda del que tiene hoy el kirchnerismo, y ya en el gobierno llegó a llamar un plebiscito para discutir si se aceptaba o no lo que pedía la Troika. Votó el 60 % de la población en contra de la aplicación del Memorándum de ajuste que había firmado el gobierno anterior de la derecha. La Troika no se conmovió y respondió –como no podía ser de otra manera– que eso podían decir los griegos, pero que los bancos alemanes que tienen la deuda opinaban lo contrario. Le dijeron que si no quería salir del euro iban a tener que pagar y seguir ajustando. Tsipras, traicionando el mandato del plebiscito, arrugó y desde entonces viene aplicando un plan fondomonetarista brutal sobre las masas, que incluyó 14 recortes en las jubilaciones (que redujeron sus montos a la mitad) y todavía está con una desocupación global del 18 % y del 60 % en los menores de 25 años. Un millón de griegos dejaron el país por la crisis y la economía es un 25 % más chica que hace una década. Es una situación de catástrofe, aunque Kiciloff dice en su último libro que los griegos tienen una relación más “madura” hoy con el FMI. Aunque la salida que presenta como ejemplo, al igual que lo hace Lavagna, no es Grecia sino Portugal.
Pero este caso tampoco resiste la prueba de los datos. Portugal tuvo una situación de ajuste recargado. El IVA era del 10 % en 2010 y lo subieron al 23 %, y ahí se mantuvo desde entonces. Los salarios públicos cayeron entre un 20 y un 25 %. El desempleo subió inicialmente del 8 al 18 %. Hicieron una flexibilización laboral brutal. O sea que, antes de tener una cierta recuperación basada en el turismo como elemento central, junto con algunas exportaciones que aumentaron producto de la baja en los salarios, provocaron una precarización generalizada especialmente en la juventud. Allí, en diez años se pasó de un 10 a un 67,5 % de jóvenes con empleos de corta duración o a tiempo parcial, y los índices de desocupación en la juventud triplican la media nacional. Después de pasar todo el ajuste tuvieron un cierto rebote, pero antes hicieron todo un importante trabajo de ajuste, y el gobierno supuestamente progresista mantuvo lo esencial de los ataques. Si fueran serios tendrían que decir quién va a hacer el ajuste brutal que precedió a la leve recuperación actual, que es lo que verdaderamente ocurrió en Portugal.
El kirchnerismo, es evidente, también está girando al “centro” en lo económico, con algunos de sus altos exfuncionarios yendo a los medios a defender que no se puede de ninguna manera romper con el FMI. Esta ubicación acompaña la alianza que viene teniendo con los gobernadores en las elecciones provinciales, incluyendo bajar sus candidatos en Córdoba en la intendencia de Tucumán o en Tierra del Fuego, para apoyar a quienes hasta ayer nomás denunciaban como socios de Macri.
Por su parte, el proyecto de Lavagna es el del pacto social, similar al del diálogo “Argentina 2000” de Duhalde, junto con la Iglesia católica, la CGT y la UIA. Tiene un problema, porque si va a la interna del Peronismo Federal pierde por el momento a los aliados no peronistas, y si no juega ahí, y el Peronismo Federal no se subordina, entonces es un plan que todavía no cierra porque además aún no despega en las encuestas pese al apoyo de sectores importantes de Techint y otros importantes grupos económicos.
El kirchnerismo, recordemos, nunca comulgó con el formato clásico del “pacto social”, ya que tanto Néstor Kirchner como Cristina opinaban que era darle poder de veto a la CGT y la UIA. En sus dos primeros gobiernos, hasta la ruptura del dirigente camionero, lo que hacían era una suerte de “pacto social” de hecho, a partir de un tope en los reclamos en las paritarias que establecía el acuerdo camionero. Después fue poner un parche tras otro, donde el rojo creciente de la economía se cubría agotando las reservas del Banco Central. Pero, más allá de estas y otras diferencias, no hay planteos económicos discordantes entre estos sectores, cuestión que también explica los elogios que han vuelto a cruzarse Cristina con Duhalde.
Nosotros hemos definido que estamos en los inicios de una nueva crisis orgánica. Decimos inicios porque si bien la crisis económica es profunda (aunque no aún en los niveles de fines del 2001), todavía no se ha derrumbado la adhesión electoral, según muestran las encuestas, a las coaliciones políticas burguesas existentes, aunque este resultado sea en gran parte por “consenso negativo”. Es decir, Macri mantiene una parte del apoyo como garantía a que no vuelva CFK y esta, a su vez, incrementa su caudal electoral como instrumento para sacar del gobierno al actual presidente. Pero esta es la “foto”. Ya sea porque pierde completamente el control de la economía, por una irrupción de masas o porque se afiance la percepción que no puede ganar, el apoyo electoral que aún exhibe Macri (en torno de un 25 %) puede evaporarse rápidamente. Si la crisis se acelera el macrismo puede sufrir un rápido derrumbe, con los radicales migrando en masa de Cambiemos y aún rupturas de importancia en el PRO, en busca de otros acuerdos políticos que le permita a la burguesía evitar el recurso de tener que aceptar a CFK como variante de contención de las masas.
Si en Argentina las masas fuesen un factor más actuante, la situación tiene muchas características para transformarse en prerrevolucionaria abierta, pero eso hasta ahora no ha ocurrido por una serie de cuestiones. Bajo el macrismo, el movimiento de masas desarrolló grandes movilizaciones y cobró nueva fuerza el movimiento de mujeres, alrededor del reclamo de la legalización del aborto y contra las diversas formas de la violencia machista. Pero, con excepción de las jornadas de lucha contra la reforma previsional, no hubo acciones radicalizadas de la lucha de clases. Es evidente que en esto ha jugado un papel el conjunto de la burocracia sindical, incluidos los sectores alineados con el kirchnerismo, que frenaron toda lucha seria detrás de la consigna “hay 2019”. A esto hay que agregar otro actor muy relevante en la política Argentina que es Bergoglio, el Papa Francisco, con multitud de lazos tanto políticos como con las burocracias sindicales y de los “movimientos sociales”. Bergoglio alienta un recambio “ordenado” de Macri, con quien nunca simpatizó, a alguna variante peronista, y es uno de los factores que explica por qué no ha habido irrupciones radicalizadas del movimiento de masas a pesar del agravamiento de las penurias del pueblo trabajador.
A esto hay que agregar el temor al desempleo entre los trabajadores ocupados y el aumento “estructural”, en relación al 2001, de las medidas de contención social para los desocupados y los sectores más vulnerables de la población. En el momento que cae De La Rúa había solo 300.000 planes entre nacionales y provinciales. Es después, cuando asume Duhalde, que el Banco Mundial le financia la aplicación de los “planes Jefes y Jefas”, antecesores de la AUH y de otras medidas de ayuda social, llegando a dos millones y medio de receptores. Desde entonces el nivel de beneficiarios se ha mantenido, a lo que hay que agregar el peso “organizacional” puesto al servicio de esa contención mediante los acuerdos entre Stanley (también con lazos con el Papa) y los “cayetanos” liderados por Juan Grabois, otro de los hombres del pontífice. Como vemos, una multitud de recursos materiales y políticos destinados a impedir la irrupción de quienes más están sufriendo las consecuencias de este plan de hambre y miseria.
Nuestra perspectiva
Nuestra perspectiva es la opuesta. Sabemos que sin acciones históricas independientes de las masas no es posible terminar con el “régimen del FMI”, ya sea antes o después de las elecciones. Esta irrupción de masas puede, esquemáticamente, darse por dos vías. Una, más parecida al Cordobazo o a diciembre del 2017, donde se les impone el frente único a los burócratas traidores y los sindicatos son articuladores de alguna forma de la movilización callejera. El otro escenario es uno donde, a pesar de la tregua de la burocracia sindical, las masas igual irrumpen, tipo como ocurrió el 19 y 20 de diciembre 2001 o como ocurrió con los Chalecos Amarillos en Francia. En ambos casos, es fundamental la política de favorecer la coordinación de los sectores en lucha, y empezar ya mismo a tratar de establecer esos lazos entre sectores de trabajadores ocupados y desocupados y otros sectores populares, tarea en la cual las fábricas bajo gestión obrera pueden jugar hoy un papel muy relevante.
En el reciente XVII Congreso Nacional del PTS destacamos un bloque de consignas para la agitación y la agitación propagandística que apuntan a delimitar los campos políticos en la actual situación. En primer lugar clarificar quiénes están por seguir con el “régimen del FMI” y quiénes decimos que no hay salida sin romper con el fondo: “Derrotemos al FMI, Macri y los gobernadores. El kirchnerismo, aliado de la burocracia sindical, la Iglesia y los gobernadores del PJ, no puede ser alternativa. Que la crisis la paguen los grandes empresarios, banqueros y terratenientes. Construyamos una gran fuerza política que impulse la movilización de los trabajadores, las mujeres y la juventud. Por un gobierno de trabajadores”. A esto sumamos la exigencia a las direcciones sindicales de un plan de lucha que empiece por un paro general activo de 36 horas que culmine con una huelga general política. Y, si la crisis política se desarrolla, la demanda de Asamblea Constituyente verdaderamente libre y soberana puede jugar un papel muy progresivo, oponiéndola a toda salida antidemocrática a espaldas del pueblo, y la lucha por una Constituyente servir como puente para favorecer el desarrollo de los organismos de poder obreros y del pueblo explotado, sobre los que tendrá que basarse un gobierno de los trabajadores en ruptura con el capitalismo.
Empezamos a vivir tiempos interesantes. En cualquier momento lo extraordinario puede volverse cotidiano. La autoridad política conquistada en estos años por nuestro partido y por el Frente de Izquierda es un gran capital político para intervenir en esta situación.
Christian Castillo
La Izquierda Diario
Sin plan de lucha sigue el ajuste: Impulsemos el paro desde las bases
Este 30 de abril, convocado por el Frente Sindical, las CTAs y con la adhesión del Sindicalismo Combativo, tendrá lugar un paro contra el ajuste Macrista. Si bien casi 70 regionales de la CGT se suman a la medida la conducción de la Confederación General del Trabajo, vergonzosamente y de acuerdo a lo esperado, no será parte de la convocatoria. Los $32.000 millones para el financiamiento de la “caja negra” de las obras sociales, prometidos por el Gobierno de Cambiemos, fueron más que suficientes para que la burocracia cegetista venda nuevamente a los trabajadores.
Este nuevo paro llega en un momento crítico para los trabajadores y los sectores populares.
El Indec anunció que la inflación de marzo trepó al 4,7% y en el primer trimestre del 2019 los precios ya han aumentado un 11.8%. El incremento interanual escaló al 54,7% y es el peor dato desde la salida de la hiperinflación en 1991.
Esto se traduce en miseria para las familias trabajadoras en un país en donde el 32% de la población está debajo de la línea de pobreza con perspectivas a seguir subiendo.
A su vez, el Gobierno responde con una serie de “medidas” absolutamente insuficientes que no tendrán prácticamente impacto alguno en la economía real. La actitud del empresariado en el poder se asemeja a la del plomero del Titanic intentando poner un parche de bicicleta para frenar su hundimiento.
Ante este panorama, si el Gobierno aún se sostiene es debido a la amplia gobernabilidad que le han prestado, de una forma u otra, los partidos patronales. Sumado a la ausencia de un plan de lucha serio, que tenga como objetivo concreto poner un final definitivo a las políticas de ajuste impulsadas por el macrismo a nivel nacional y por los Gobernadores a nivel provincial.
En general se hacen comunicados que hablan de la necesidad de un “plan de lucha” pero que nunca llega. Por lo tanto, lo que vemos son medidas aisladas unas de otras que no expresan una continuidad que ponga fin al ajuste.
Los paros inconexos unos de otros y con reivindicaciones generales no son suficientes para torcer el rumbo del país. Lo que necesitamos es un auténtico plan de lucha que se construya con la fuerza de las bases en asambleas democráticas y que tengan un objetivo claro y concreto: Echar al gobierno de Macri e impulsar, con la fuerza de la calle, una serie de medidas económicas concretas que impliquen que la crisis la paguen los patrones y no los trabajadores y la clase obrera.
Aquellos que plantean un supuesto respeto a la “democracia” en abstracto lo único que hacen es permitir que el ajuste siga corriendo y profundizándose hasta fines de este año ¿Pueden los trabajadores seguir soportando más ajuste y degradación? ¿De qué democracia hablan? No puede haber ningún tipo de democracia posible cuando hay hambre. Solo una democracia obrera puede garantizar una salida para los de abajo y para eso es necesario poner un final a la democracia burguesa y patronal.
Es por eso que los trabajadores debemos debatir una serie de medidas junto con las acciones necesarias para que las mismas se materialicen, de nada sirve hablar de reivindicaciones sino se va a organizar la fuerza necesaria para que estas se concreten.
Tenemos que pelear para que el salario y la jubilación mínima sean equivalentes al costo de la canasta familiar y que esto sea acompañado por una escala móvil de los salarios y una escala móvil de las horas de trabajo. Los sindicatos y las organizaciones de masas, que defienden los intereses de la clase trabajadora, deben unir a aquellos que tienen trabajo con los que carecen de él, así el trabajo existente es repartido entre todas las manos obreras existentes y es así como se determina la duración de la semana de trabajo, para de esta manera poner un freno a la desocupación que ya trepa al 9,1 %, según informo el Indec en marzo, reflejando que hay 400.000 desocupados más que hace un año.
El derecho al trabajo es el único derecho que tiene el trabajador en una sociedad fundada sobre la explotación, por lo tanto, no podemos ser flexibles o blandos en esto. Tenemos que oponernos tajantemente a los despidos y los retiros voluntarios planteando la ocupación de toda fábrica o empresa que cierre, suspenda o despida.
Otro de los ataques brutales que venimos soportando los trabajadores son los impagables tarifazos de luz, agua, gas y transporte. Según el Centro de Investigación y Formación de la República Argentina en los últimos tres años los tarifazos en servicios públicos llegaron al 2.338 %, llevándose en algunos casos el 13,3% del salario.
Esta situación debe ser revertida con carácter de urgencia. El acceso a los servicios básicos representa un derecho humano para los trabajadores por lo cual es necesario romper con la visión mercantilista propia del capitalismo. Debemos exigir la reestatización de todas las empresas privatizadas de servicios, bajo control de los trabajadores y usuarios, para parar en seco el tarifazo y ofrecer un servicio de calidad y a precio de costo para la clase trabajadora y los sectores populares.
Un ejemplo de lucha nos han mostrado a los trabajadores franceses anunciado que le cortarían la electricidad a los barrios ricos y a las empresas que despidieran a sus trabajadores y se la re-conectarían a los hogares que no tuvieran servicio por falta de pago.
Según datos del Banco Central la fuga de capitales sumó U$S61.287 millones desde que asumió Cambiemos, en enero fue de U$S2.000 millones. La “formación de activos externos del sector privado no financiero” no es otra cosa que la timba financiera. Esta es un eje central del Gobierno de Macri y la oligarquía financiera, que representa un saqueo obsceno a las riquezas que producimos los trabajadores día a día. Esta sangría constante hace cada día más rico a los ricos y más pobres a los pobres. Algo que queda claramente a la vista cuando vemos los propios datos del BCRA que arrojan que el sistema financiero cerró el año 2018 con una rentabilidad de $172.106 millones, un alza de 121% respecto a los $77.709 millones de 2017.
Es por eso que los sindicatos deben plantear dentro del plan de lucha, la nacionalización de la banca privada para establecer el monopolio estatal de la banca y frenar el derroche espantoso de trabajo humano que resulta de la anarquía del capitalismo y sus especuladores financieros. Los recursos que los trabajadores producimos deben ser para los trabajadores mismos y no para enriquecer a un puñado de buitres nacionales y extranjeros. Los bancos reflejan, bajo una forma concentrada, toda la estructura del capitalismo: tendencia al monopolio y la anarquía.
Esta medida debe ser acompañada a su vez de la nacionalización del comercio exterior que es otra fuente a través de la cual los capitalistas se hacen de millones de dólares que no van a la producción sino a la especulación y la timba. La Bolsa de Comercio de Rosario estimó un ingreso de dólares por exportaciones del complejo de la soja en torno a los U$S 18.000 millones a la que accede una minoría ínfima, ya que el 0,94% de los dueños de las grandes extensiones productivas maneja el 33,89% del total del territorio argentino. Lo cual también evidencia la necesidad que tenemos de discutir la tenencia común de la tierra, ya que quien ejerce el control de la tierra decide sobre su uso y determina el destino de los beneficios de su explotación.
La nacionalización del comercio exterior nos permitiría contar con los recursos que hoy se embolsan los grandes terratenientes, y se podría subsidiar los precios internos de productos básicos de la canasta familiar asegurándonos la comida en cada mesa obrera.
Otro aspecto fundamental que debe ser contemplado en el plan de lucha es la ruptura completa con el FMI. No hay país posible con el lastre brutal de la deuda, solo entre 2022 y 2023, Argentina tendrá que devolver ¡U$S45.800 millones! al Fondo Monetario Internacional por el acuerdo
La continuidad del FMI sobre la economía nacional representa una bota en el cuello para cualquier tipo de recuperación. Incluso la renegociación o restructuración de la deuda con los usureros es absolutamente imposible ya que es un camino directo al fracaso. Tenemos decenas de ejemplos que dan cuenta de esto. Desde 1978 hasta la fecha unos 22 países han re-negociado sus deudas con el FMI, todos terminaron mal y empujaron la economía de esos países hacia la depresión. Grecia es uno de los ejemplos más recientes.
No obstante, debemos tener claro que para una efectiva soberanía territorial, económica y financiera es necesario nacionalizar, bajo control obrero, todas las palancas fundamentales de la economía para la planificación de la misma.
El control obrero significa exactamente lo que dice: la clase obrera y sus representantes en las fábricas gestionan y desarrollan el proceso de producción y comercialización.
Somos los trabajadores los que con nuestros brazos y cabezas creamos la riqueza en esta sociedad a la vez que somos la inmensa mayoría de la población, somos la columna vertebral que sostiene todo el andamiaje económico y social del país. Pero el problema central es que solo una minoría de capitalistas se apropia de estos inmensos recursos.
Esto implica que los trabajadores necesitamos reorganizar todo el sistema de producción y distribución para orientar la economía a satisfacer las necesidades de los propios trabajadores, que el capitalismo no puede satisfacer por su propia lógica de funcionamiento anárquica que se orienta a la pura y simple persecución del lucro.
Los burócratas de los sindicatos se opondrán, por regla general, a este tipo de medidas por lo tanto es necesario que impulsemos comités de fábricas que nos unan por encima de las direcciones sindicales y que seamos las bases, las que independientemente de a que sindicato o central obrera pertenezcamos, podamos discutir cómo llevar adelante estas tareas urgentes. Estos comités nos permitirían poner en pie un frente único para golpear como un solo puño.
La crisis que atravesamos no es solo una crisis producto de las políticas macristas, sino que esta está enraizada en la crisis del capitalismo como expresión directa de la crisis capitalista mundial que sacude al mundo desde 2008. Las diferentes variantes que proponen reformar al capitalismo para retrotraer la crisis no pueden ofrecer otra cosa que la continuidad del ajuste por otros medios, ya que la crisis estructural no puede ser gestionada a voluntad sino que se corresponde a una etapa determinada de la crisis de sobreproducción que azota al planeta dejando en evidencia que este sistema de producción, no solo esta caduco y moribundo, sino que amenaza con imponernos un ajuste permanente.
Los sindicatos y los trabajadores tenemos una tarea impostergable que es poner en debate la necesidad de contar con un Partido de Trabajadores que defienda los intereses de nuestra clase, superando así a los partidos poli-clasistas que pretenden que clases sociales antagónicas, como los trabajadores y los empresarios, convivan en armonía. Esto en época de crisis, como la actual, no implica absolutamente otra cosa que transferir la crisis a nuestras espaldas.
La clase obrera debe organizarse en Partido aparte, para que sus intereses de clase no sean desviados o adulterados. Impulsemos este debate con fuerza en cada fábrica, sindicato, lugar de trabajo, comisión interna o plenario de trabajadores.
Nuestra consigna debe ser:
¡Por un Partido de Trabajadores!
¡Por un Gobierno de Trabajadores!
Corriente Socialista Militante
Cuatro motivos para ir este martes con el clasismo y el Frente de Izquierda a Plaza de Mayo
El acto será este martes a las 17 horas en Plaza de Mayo. Antes, al mediodía participaremos del paro y marcha con una columna independiente bajo las banderas “Derrotar al FMI, Macri y los gobernadores en las calles” y “Paro activo de 36 horas y plan de lucha”. Hablan Del Caño, Bregman y dirigentes del Movimiento de Agrupaciones Clasistas.
- Porque nos están saqueando y el ajuste no se aguanta más
Cada semana que pasa, la situación social y económica del país está peor. La inflación del primer trimestre fue de 12 % y el dólar sigue subiendo. Los alimentos aumentaron más todavía. La desocupación ya pasó el 10 % y la pobreza se acerca al 35%
Mientras el bolsillo popular no da más, el gobierno paga 1 millón de “intereses de deuda” por minuto, los especuladores hacen negocios millonarios con el dólar y las tasas de interés. A pesar de ese saqueo, la última semana dijeron que es difícil que Argentina pueda pagar la deuda y se disparó el “riesgo país”.
El país está en manos del FMI y están llevando al pueblo trabajador a la ruina. No se puede esperar más. Hay que salir a las calles.
- Porque hay que romper el pacto de las cúpulas y exigir un plan de lucha
Ante esta situación, la CGT no hace nada. A cambio de millones para las obras sociales, continúan con una tregua criminal. El Frente Sindical de Moyano, Palazzo y Pignanelli, después de 7 meses de seguir el mismo libreto, hace un paro este martes 30 y un acto en Plaza de Mayo junto a las CTA.
Pero se ha negado a convertirlo en un paro activo con piquetes para ayudar a que paren trabajadores y trabajadoras de otros sindicatos. Tampoco ha convocado a asambleas en cada gremio, para discutir cómo darle continuidad con un plan de lucha y cómo transformar la jornada del 30 en un pronunciamiento masivo contra el FMI y los ajustadores.
Es que los sindicatos que se reclaman opositores, alineados con el kirchnerismo, no quieren que se desate toda la bronca y toda la fuerza de la clase trabajadora. Quieren convertir esa jornada en una manifestación de apoyo electoral al peronismo.
El clasismo plantea: paro activo de 36 horas, plan de lucha ya.
- Porque el clasismo y el Frente de Izquierda tienen una salida
El control del FMI sobre nuestra economía es aceptado por todas las fuerzas políticas tradicionales. Los que lo apoyan abiertamente, como Macri, los gobernadores de todos los colores y la CGT cómplice. Y los que se niegan a romper con el Fondo o enfrentarlo, como el kirchnerismo y corrientes sindicales como el Frente Sindical y las CTA.
El clasismo y el Frente de Izquierda plantean otra salida. No hay vueltas: o se rompe con el Fondo o se profundizará el ajuste contra las mayorías populares.
Por eso el Movimiento de Agrupaciones Clasistas que impulsa el PTS en el Frente de Izquierda participará con una política independiente en la jornada del 30. Peleando para que el paro sea contundente en los gremios donde fue convocado y luego de la movilización del mediodía a Plaza de Mayo con una columna independiente. Allí estarán sus agrupaciones en los gremios convocantes y los despedidos en lucha de SIAM, Kraft-Mondelez y Coca-Cola, así como quienes pelean en Fate, Docentes y otros sectores. Lo haremos exigiendo un paro activo de 36 horas y un plan de lucha por todas las demandas obreras, empezando por el no pago de la deuda, la ruptura con el FMI y medidas de emergencia en defensa del bolsillo y el empleo, como el reparto de las horas de trabajo y un salario igual a la canasta familiar actualizado por la inflación.
Nos convocamos a las 12 horas en Avenida de Mayo y 9 de Julio.
- Porque vamos a levantar una tribuna obrera, socialista e internacionalista
En las vísperas del Día Internacional de los Trabajadores, el Frente de Izquierda levantará una tribuna de lucha en Plaza de Mayo. Contra quienes quieren llevar la bronca obrera ante la crisis al apoyo electoral al peronismo, nosotros luchamos por la independencia política de los sindicatos y la clase trabajadora.
La convocatoria del Frente de Izquierda deja clara cuál es nuestra salida. “Derrotemos al FMI, Macri y los gobernadores. Que la crisis la paguen los grandes empresarios, banqueros y terratenientes. No al pago de la deuda. Ruptura con el FMI. Paro activo nacional de 36 horas y plan de lucha. Apoyo al sindicalismo combativo y antiburocrático. Fuera la burocracia sindical. Apoyo a todas las luchas. Fuera el imperialismo de Venezuela y América Latina. Por un gobierno de los trabajadores. Por la Unidad Socialista de América Latína”.
Por eso estarán allí miles de luchadores. Del sindicalismo clasista, de las mujeres y el feminismo socialista, de la juventud trabajadora y estudiantil, y los referentes políticos del Frente de Izquierda.
Hablarán referentes de esos sectores. Será la oportunidad de escuchar a Juan Contrisciani, parte de la nueva generación de delegados del combativo Astillero Río Santiago y de la Agrupación Marrón (MAC), sobre las propuestas que tenemos para coordinar a los trabajadores y estudiantes que salgan a la lucha ante la crisis. También a Lorena Gentile, obrera de Kraft y referente de la oposición a Daer en la Alimentación, que viene de participar de una histórica acción en esa fábrica contra la violencia machista y subirá al escenario junto a Myriam Bregman, diputada porteña y una de las principales referentes del PTS-Frente de Izquierda.
Y cerrará el acto Nicolás del Caño, diputado nacional del PTS-FIT y referente del Frente de Izquierda. Antes lo harán Romina del Pla, diputada nacional del PO-FIT, así como dirigentes del PO e Izquierda Socialista.
Para pelear por una salida como la que planteará el FIT en esta jornada, el PTS insistirá en la necesidad de construir una gran fuerza política que impulse la movilización independiente de los trabajadores, las mujeres y la juventud.
LID
A la deriva: otro giro del Gobierno y el FMI en la política monetaria
Que se fijan las bandas de no intervención del Banco Central en el dólar. Que se ponen parches en los precios. Que se levantan las bandas de no intervención. Los ensayos del FMI y del gobierno para llegar a octubre mientras el barco se hunde.
A sólo siete meses de su sanción, este lunes el Banco Central dio por terminado su "nuevo esquema" de política monetaria consistente en su abstención de intervenir en el mercado de cambios (vendiendo dólares en general), siempre que la cotización del dólar fluctúe dentro de una "banda" o "zona de no intervención". Ahora el Banco podrá vender dólares en un monto que "considere conveniente".
Este esquema había sido una de las piezas clave del acuerdo del gobierno con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y una de las condiciones más estrictas que el organismo impuso a la política monetaria local que preside hoy Guido Sandleris (Banco Central).
Es de público conocimiento que el abandono de dicha política no responde a su éxito, sino precisamente a su fracaso, y a la profunda crisis política abierta que tiene el gobierno de Macri impulsada por la situación de inestabilidad e incertidumbre económica.
Desde hace un par de semanas el gobierno no deja de tirar manotazos de ahogado. El pasado 16 de abril el FMI había aceptado congelar el piso y el techo de la zona de no intervención del dólar ($ 39,75 y $ 51,45 respectivamente, en el mercado mayorista) debido a la incapacidad del gobierno de poner un coto a la inflación.
Posteriormente, en una curiosa "conferencia de prensa" Macri lanzó un plan totalmente limitado para contener los precios: el famoso "pacto de caballeros" que abarcaría sólo 64 productos y que entró en vigencia recién en el día de ayer.
Pero estas medidas, lejos de contener el dólar, fueron correctamente leídas por los operadores de capital financiero como una muestra más de incompetencia política. A su vez, como una habilitación a que el dólar llegara rápidamente a su techo de $ 51,45, a partir del cual el Banco Central podría vender apenas U$S 150 por día.
La semana pasada fue una "semana negra", no hubo ni un día en que el nerviosismo no se apoderara de los mercados financieros y cambiarios. Suba del dólar, del riesgo país, derrumbe de las acciones y los bonos argentinos. Los "mercados" parecieron amagar en "solarle la mano" a su socio Macri.
Freno momentáneo del dólar, pero el riesgo es explosivo
La noticia de este lunes es que, tras los anuncios de la posibilidad de intervención por parte del BCRA, la cotización de la divisa norteamericana descendió desde sus candentes picos de $ 47 a un promedio minorista de $ 45,59, según el dato que elabora el mismo Banco Central. No obstante, a cada corrida siempre suma unos pesos por encima de los valores previos, considerando que a inicios de la semana pasada rondaba los $ 43,60.
A su vez, la tasa de interés de referencia, la de las Letras de Liquidez (Leliq) que emite el Banco Central, alcanzó ayer su pico más alto de la era Sandleris, promediando 73,19 %, tras dos licitaciones. Parece ser que la única receta para apagar el fuego es arrojar más leña para terminar de sumergir en una recesión profunda al país.
Pero a pesar de los giros y del freno momentáneo al dólar la incertidumbre no termina. El riesgo país sigue en niveles elevados, a 940 puntos básicos, y los fondos de inversión siguen pretendiendo desprenderse de sus activos en bonos y acciones argentinas y llevarse los dólares afuera.
Esta nueva medida fue recibida con beneplácito por "los mercados", dando tranquilidad de que tendrán más garantías de obtener dólares baratos para fugárselos al exterior. El riesgo es múltiple. En las corridas del año pasado, el ex titular del Banco Central, Luis Caputo, habilitó la subasta de miles de millones de dólares de reservas para que los grandes bancos y fondos de inversión los sacaran sin impedimentos.
En esta ocasión, el efecto explosivo de una corrida es no sólo dilapidar dichas reservas provenientes del préstamo con el FMI, que pretende ser cobrado con intereses y planes de ajuste más ofensivos, sino también acelerar la desconfianza de los acreedores en que podrán cobrar algo de los pocos dólares restantes.
El nuevo giro de ayer en la política monetaria significa la cuarta o quinta modificación del acuerdo con el Fondo, luego del segundo préstamo Stand By. En cualquier caso, no hay una bondad del organismo ni una conquista del gobierno: lo que queda expresado sin dudas es que es el FMI quien dictamina el rumbo del país.
LID
A sólo siete meses de su sanción, este lunes el Banco Central dio por terminado su "nuevo esquema" de política monetaria consistente en su abstención de intervenir en el mercado de cambios (vendiendo dólares en general), siempre que la cotización del dólar fluctúe dentro de una "banda" o "zona de no intervención". Ahora el Banco podrá vender dólares en un monto que "considere conveniente".
Este esquema había sido una de las piezas clave del acuerdo del gobierno con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y una de las condiciones más estrictas que el organismo impuso a la política monetaria local que preside hoy Guido Sandleris (Banco Central).
Es de público conocimiento que el abandono de dicha política no responde a su éxito, sino precisamente a su fracaso, y a la profunda crisis política abierta que tiene el gobierno de Macri impulsada por la situación de inestabilidad e incertidumbre económica.
Desde hace un par de semanas el gobierno no deja de tirar manotazos de ahogado. El pasado 16 de abril el FMI había aceptado congelar el piso y el techo de la zona de no intervención del dólar ($ 39,75 y $ 51,45 respectivamente, en el mercado mayorista) debido a la incapacidad del gobierno de poner un coto a la inflación.
Posteriormente, en una curiosa "conferencia de prensa" Macri lanzó un plan totalmente limitado para contener los precios: el famoso "pacto de caballeros" que abarcaría sólo 64 productos y que entró en vigencia recién en el día de ayer.
Pero estas medidas, lejos de contener el dólar, fueron correctamente leídas por los operadores de capital financiero como una muestra más de incompetencia política. A su vez, como una habilitación a que el dólar llegara rápidamente a su techo de $ 51,45, a partir del cual el Banco Central podría vender apenas U$S 150 por día.
La semana pasada fue una "semana negra", no hubo ni un día en que el nerviosismo no se apoderara de los mercados financieros y cambiarios. Suba del dólar, del riesgo país, derrumbe de las acciones y los bonos argentinos. Los "mercados" parecieron amagar en "solarle la mano" a su socio Macri.
Freno momentáneo del dólar, pero el riesgo es explosivo
La noticia de este lunes es que, tras los anuncios de la posibilidad de intervención por parte del BCRA, la cotización de la divisa norteamericana descendió desde sus candentes picos de $ 47 a un promedio minorista de $ 45,59, según el dato que elabora el mismo Banco Central. No obstante, a cada corrida siempre suma unos pesos por encima de los valores previos, considerando que a inicios de la semana pasada rondaba los $ 43,60.
A su vez, la tasa de interés de referencia, la de las Letras de Liquidez (Leliq) que emite el Banco Central, alcanzó ayer su pico más alto de la era Sandleris, promediando 73,19 %, tras dos licitaciones. Parece ser que la única receta para apagar el fuego es arrojar más leña para terminar de sumergir en una recesión profunda al país.
Pero a pesar de los giros y del freno momentáneo al dólar la incertidumbre no termina. El riesgo país sigue en niveles elevados, a 940 puntos básicos, y los fondos de inversión siguen pretendiendo desprenderse de sus activos en bonos y acciones argentinas y llevarse los dólares afuera.
Esta nueva medida fue recibida con beneplácito por "los mercados", dando tranquilidad de que tendrán más garantías de obtener dólares baratos para fugárselos al exterior. El riesgo es múltiple. En las corridas del año pasado, el ex titular del Banco Central, Luis Caputo, habilitó la subasta de miles de millones de dólares de reservas para que los grandes bancos y fondos de inversión los sacaran sin impedimentos.
En esta ocasión, el efecto explosivo de una corrida es no sólo dilapidar dichas reservas provenientes del préstamo con el FMI, que pretende ser cobrado con intereses y planes de ajuste más ofensivos, sino también acelerar la desconfianza de los acreedores en que podrán cobrar algo de los pocos dólares restantes.
El nuevo giro de ayer en la política monetaria significa la cuarta o quinta modificación del acuerdo con el Fondo, luego del segundo préstamo Stand By. En cualquier caso, no hay una bondad del organismo ni una conquista del gobierno: lo que queda expresado sin dudas es que es el FMI quien dictamina el rumbo del país.
LID
lunes, 29 de abril de 2019
Las alternativas en danza frente al derrumbe macrista
Hacia un mayo caliente
Macri llega con "la lengua afuera". Así describió el editorialista de La Nación (29/4) el derrumbe del gobierno macrista. La corrida cambiaria y el desmadre económico están indicando la impotencia del gobierno para pilotear la crisis. La exhortación del editorialista de marras a que Macri tiene que "controlar la economía" es un pedido en saco roto en momentos en que la política oficial ha ido agotando todo los cartuchos, incluso con una rapidez inusitada.
En medio de este escenario, el gobierno ha apelado a un nuevo volantazo. Tras siete meses de 'flotación libre', el Banco Central le dijo adiós a la 'zona de no intervención' en una virtual eliminación de la banda que estaba vigente desde octubre de 2018 y anunció, con el aval del FMI, que intervendrá en el mercado para contener al dólar. A su vez, el esquema incluye una subida de US$150 a US$250 millones del límite diario de venta de reservas si el tipo de cambio mayorista supera los $51,45. Ese es el valor que el Banco Central congeló, a mediados de abril, como techo a la banda cambiaria hasta fin de año.
Esto significa, en resumen, que el gobierno podrá utilizar las reservas para tratar de mitigar el incremento del precio del dólar. No olvidemos que esta estrategia fue implementada por el BCRA, con Luis Caputo como presidente, y recibió en ese momento criticas de del FMI. Luego del ingreso de los primeros US$15.000 millones provenientes del acuerdo con el Fondo, la entidad monetaria realizó intervenciones para frenar al dólar, pero resultaron insuficientes. Y esto terminó costándole la cabeza al funcionario macrista. No hay nada que indique que este nuevo experimento no termine de la misma forma, o sea, financiando la fuga de capitales y desplumando al BCRA. Con más razón cuando la situación es mucho más grave que el año anterior. Estamos ante un esquema agarrado con alfileres y prueba de ello es que, aun anuncios mediante, el gobierno no ha podido evitar subir la tasa de interés a un 73 por ciento, orillando el record que había alcanzado a comienzos de 2019, echando más leña al fuego a la recesión.
Por otra parte, usar hoy divisas de las reservas implica menos disponibilidad en 2020, factor que puede incrementar las dudas en el mercado sobre la capacidad de pago de los compromisos de deuda de la Argentina en moneda extranjera, lo cual puede derivar en un mayor riesgo país.
El carácter precario de la política oficial se constata también en los llamados "precios cuidados”, dado que ya esta semana se anuncia un nuevo aumento de los combustibles. El "pacto de caballeros" que ya tenía mucho de fraude, promete desvanecerse antes de empezar pues los involucrados en el acuerdo de precios ya han anticipado que no podrían mantenerlos si se desborda la inflación.
Recambio
La crisis se concentra, como nunca, en el plano político. El “golpe de mercado”, como coinciden diferentes analistas, estaría motivado por la tentativa de poner en marcha el plan V, en virtud del cual Macri cedería su postulación presidencial y sería reemplazado por la gobernadora de la provincia de Buenos Aires, Vidal (un plan cuya implementación por sí misma no le aseguraría un triunfo, teniendo en cuenta que Vidal ha sido arrastrada también por la debacle de Cambiemos y la ventaja que le adjudican los sondeos no es garantía tampoco para una victoria).
Los debates de un cambio de Macri por Vidal no se reducen a un cambio de figuritas. Lo que está en discusión es que el relevo puede traducir una nueva configuración política: la estructuración de un gran acuerdo nacional, que incluya al pejotismo y a la burocracia sindical o al menos alguna de sus alas. Es la orientación que vino fogoneando, aunque sin éxito, el presidente de Diputados Emilio Monzó, contra el núcleo duro PRO encabezado por Marcos Peña. No olvidemos que esa política es la que desenvolvió Vidal en la provincia, donde armó un esquema de gobernabilidad que integró al massismo, al PJ y hasta un sector del kirchnerismo, explotando a su favor sus divisiones intestinas, y se hizo extensivo a la burocracia sindical. A partir de esa política, el gobierno de Vidal logró hacer pasar leyes estratégicas en la provincia.
El plan V implicaría el acta de defunción del gobierno Cambiemos y el paso a una variante de gobierno de unidad nacional. Esta tendencia ya está presente en las tensiones en la propia UCR, con un ala que propone abiertamente pegar un salto y promover una alianza con Lavagna. La propuesta de una "tercera vía" de Lavagna tiene punto de contacto con las movidas de Vidal, dado que Lavagna alienta una coalición que abarque desde el PJ hasta la centroizquierda. Hasta se empezó a especular con la posibilidad de un acuerdo de la gobernadora con el ex ministro de Economía. Pero los apetitos e intereses que hay que conciliar son muy grandes, de modo que esto por ahora no pasa de una perspectiva remota y vidriosa. Pero, más allá de ello, lo cierto es que la transición a favor de un recambio está en marcha y se va abriendo paso, aunque sea a los tumbos y en forma proporcional al derrumbe del macrismo. Como si algo faltara, Santa Fe ha terminado de confirmar esa caída de Macri en picada y ya está cantada una catástrofe similar en Córdoba, donde el radicalismo podría hasta perder la intendencia de la Capital.
Lo cierto es que el gobierno de Macri está en terapia intensiva y esta situación arrastra al régimen político de conjunto. En forma creciente, sectores del gran capital comparten esta convicción y fogonean un relevo. Esto incluye a Wall Street que, incluso, viene actuando a contramano del libreto del FMI, cuyo esfuerzo está enderezado a salvar la reelección de Macri.
El “golpe de mercado” no sólo ha servido para condicionar al oficialismo sino también a la oposición. El gran capital le está marcando la cancha a todas los bloques políticos patronales y, de esa forma, estableciendo los términos de la transición en marcha. En primer lugar, plantea honrar el pago de la deuda. Miguel Pichetto dedicó su gira por Wall Street a brindar garantías acerca de que la tercera vía en el gobierno tendrá como compromiso principal cumplir con esos compromisos. La promesa del dirigente del PJ Federal fue realizada ante los principales fondos de inversión que tienen intereses en la Argentina.
El kirchnerismo también acusó recibo y volvió a mandar señales que va respetar los compromisos con el FMI y los vencimientos de la deuda. No hay que olvidar que CFK fue un pagador serial de la deuda: desembolsó 170.000 millones dólares, incluido el pago de la deuda en defol con el Club de París y los juicios del Ciadi, como se encargó de destacarlo Alberto Fernández en una entrevista reciente.
Axel Kicilof y su equipo no han ahorrado elogios al “modelo portugués” y lo han puesto como el ejemplo a seguir, asegurando que es la prueba de que se puede pagar la deuda y honrar los acuerdos con el FMI y a la vez crecer. Omitieron lo más importante: que dicho crecimiento, por demás a cuenta gotas, estuvo basado en un ajuste gigantesco a la griega, superior al de 2001 en Argentina, a través una confiscación histórica de la fuerza de trabajo, incluida una reforma laboral que trajo aparejada una precarización laboral que sigue en pie hasta el presente y que incluso el gobierno socialista de Portugal ha agravado. El elogio al modelo lusitano anticipa el programa de un eventual gobierno de Cristina Kirchner.
Pero por más profesión de fe y garantías de los K, el gran capital considera poco digerible un gobierno kirchnerista, al que estaría dispuesto a admitir sólo como una carta última en caso de que la situación se desmadre. El golpe de mercado es un tiro por elevación para bloquear la presentación de Cristina e integrar y someter a los K a un acuerdo más general con el aparato del PJ. Una línea que ya ha sido delineada en Córdoba con el levantamiento de la lista K para apoyar a Schiaretti, y en Santa Fe con la resignación del rossismo para apoyar al sojero y clerical Omar Perotti.
Programa y salida
La situación excepcional reclama la irrupción de los trabajadores para terciar en la crisis, que ha entrado en un peldaño superior con el derrumbe del gobierno, que atraviesa todo el régimen político. Si la suba del riesgo país y la profundización de la corrida contra el peso continúan, no hay que descartar un escenario de renuncia anticipada del gobierno.
Si esta irrupción no se ha producido es, por sobre todas las cosas, por un escollo político. Estamos frente a un operativo político dirigido a desactivar y abortar la lucha en nombre de una salida que vendría de la mano de las elecciones, ya sea con la consagración de Cristina u otro candidato alternativo. El paro del 30 oficia como una tentativa de descomprimir la situación. No tiene la intención de abrir una perspectiva de lucha. Se trata de una protesta de una fracción de la burocracia sindical para dosificar la protesta en función del "Hola Cristina".
En oposición a esta política, planteamos que la lucha es ahora, que no podemos esperar. Que es necesario lanzamiento de un paro activo de 36 horas. Planteamos la convocatoria de un Congreso de delegados de todos los sindicatos y centrales obreras para discutir cómo impulsar la lucha y discutir un programa de salida frente a la crisis.
Lo que está en discusión es quién paga la crisis. La burocracia de todos los colores pretende atar a los trabajadores al carro de la UIA y otros sectores patronales que pretenden una redistribución de los subsidios pero, al mimo tiempo, ir a fondo con la flexibilización laboral y la reforma jubilatoria, mientras se cumple con el FMI y el pago de la deuda externa. En oposición a esta política, planteamos invertir la fórmula y que la crisis sea pagada por el capital y no por los trabajadores. Repudiar la deuda, nacionalizar el sistema financiero y los resortes estratégicos de la economía, colocar los recursos al servicio de un plan de industrialización y dar satisfacción a las necesidades apremiante de la población. Un programa de esta clase es incompatible con el orden imperante. Es necesario revocar todos los poderes estatales y que el poder político pase a manos de una Asamblea Constituyente soberana, que debería tener en sus manos la ejecución de este programa.
Contra un recambio “en orden”, con los trabajadores desmovilizados y cargando la crisis sobre sus espaldas, que alientan la burocracia sindical y las fuerzas políticas que revistan en el campo opositor, impulsamos la movilización política de los trabajadores de modo de imponer una salida propia y transformar a la clase obrera en alternativa de poder.
Pablo Heller
domingo, 28 de abril de 2019
Turbulencias en medio de la crisis
Nadie cree en las medidas que toma el Gobierno
Entre un control de precios que nació desinflado, una imagen presidencial en picada y un establishment que aúpa a Vidal, la economía cruje fuerte otra vez.
Las medidas de emergencia tomadas en el marco del también programa de emergencia acordado con el FMI fueron el centro de todos los debates y cambio de opiniones de estos días. Medidas que no están destinadas a controlar la inflación -que en marzo pegó un brinco más que alarmante- sino apenas a morigerar su impacto, complementadas por retraso en los aumentos tarifarios y planes de crédito que solo harán incrementar el nivel de endeudamiento de los más necesitados. Medidas, hay que reconocerlo, en las que nadie cree, o en las que nadie apuesta por su efectividad aunque desearían que las tengan.
La mayoría del empresariado acepta pero no comparte estas medidas. Las ven como un regreso al intervencionismo estatal, una restricción a la economía de mercado y la libertad de comercio. Para más el Gobierno por un DNU impuso reformas a la Ley de Lealtad Comercial (de tiempos de la dictadura) que establecen mayores controles en el comercio, penalidades económicas y diversas sanciones. Todo para garantizar el «acuerdo de caballeros» pero en contra del relato oficial.
Por necesidad
Los consumidores desconfían del congelamiento, precios fijos o como se los quiera llamar, en el que ven una suerte de trampa. Porque este congelamiento fue precedido de aumentos de precios en los productos ahora llamados esenciales, y el Gobierno convalidó esos aumentos. Al mismo tiempo saben que se mantiene el programa de precios cuidados, pero que este vence en mayo y habrá nuevos aumentos para los más de 500 productos, que lo componen, excluidos los esenciales.
Una mirada más profunda permitiría ver una maniobra del Gobierno (con acuerdo del empresariado) para adelantar la inflación. Que resulte más fuerte ahora y más suave en los meses previos a las elecciones. En síntesis no lo hacen por convicción sino por necesidad, no pensando en los consumidores y los más necesitados, sino en la caída de las encuestas y en los votantes.
Los rumores se sustentan en la fragilidad de la situación económica pero fueron disparados por los resultados de una inesperada encuesta -se dice que de la encuestadora preferida de la Casa Rosada- que da como ganadora en segunda vuelta a CFK por un holgado margen de nueve puntos. Otras indagaciones del momento también dan ganadora a la expresidenta pero por márgenes menores. El rumor no se hizo esperar, Mauricio Macri se bajaba de su candidatura para dar lugar al Plan V, esto es María Eugenia Vidal candidata presidencial por Cambiemos. Ya pasó otras veces en los últimos meses, pero esta vez fue tan fuerte que no bien regresó de sus cortas vacaciones pascuenses el presidente convocó a los empresarios que ingresaron al programa de precios congelados para ajustar detalles y comprometerlos en su cumplimiento pero también para confirmarles, una vez más, que era candidato, que no se bajaba y comentarles una nueva encuesta que arroja resultados similares a los del 2015, cuando resultó electo.
Incapacidad
Tanto las encuestas como los focus groups dan cuenta que la principal causa de la caída en la intención de voto de Macri (y su contrapartida, el ascenso de CFK) es la ausencia de un liderazgo fuerte a tono con la crisis y la manifiesta incapacidad de gestión del equipo de Gobierno, que no puede recuperar la economía, que no logra controlar la inflación, que cada tanto el dólar se le escapa…
En el establishment preocupa que, según resulte la compulsa de las PASO, una nueva corrida cambiaria termine desmadrando todo, además temen que un éxito electoral del kirschnerismo dé por tierra con las reformas pro-mercado impulsadas por el Gobierno. Así las cosas el sector que aglutina a la banca, las petroleras, las empresas de servicios públicos privatizados, los exportadores de servicios y el sector más concentrado de la agroindustria se debaten entre sostener la continuidad de Macri o la alternativa del Plan V. Esto quedó registrado en la forma que más de 350 empresarios recibieron alborozados a Vidal en la cena del Cicyp este martes. Allí la gobernadora tuvo que reafirmar que no será candidata a la presidencia. Mientras tanto los grandes industriales, el comercio, la patria contratista, los sindicatos tradicionales ven en la figura de Roberto Lavagna la posibilidad de una candidatura que amalgame un programa más industrialista, más mercado internista que pueda contener las demandas sociales y lograr consenso para las reformas que el capital necesita, incluso se especula con una interna Lavagna-Vidal. Todos perciben que el impulso de Macri está agotado, por el contrario Vidal-Lavagna todavía pueden vender futuro. De todas maneras todo está atado al dólar y se definirá en los próximos dos meses.
Imagen en picada
Son estas variantes sustentadas en que la imagen presidencial se derrumba al ritmo de la inflación y el riesgo país, las que empujan los debates al interior de Cambiemos, especialmente en la UCR, que también se filtran en Alternativa Federal mientras que CFK crece en las encuestas sin ser todavía candidata.
Más allá de estas especulaciones y alquimias políticas la crisis sigue su curso. La caída de la economía no se detiene, el riego país volvió a subir y bate récords; el índice de precios mayoristas dado a conocer esta semana indica que la inflación no cederá en el corto plazo, mientras la desocupación va en ascenso. Ninguno de los candidatos o precandidatos arriesga a decir cómo resolverá la crisis, por ahora solo importan los votos, luego se verá. La desconfianza de los mercados se generaliza.
El destino de los argentinos no parece que caerá en buenas manos.
Eduardo Lucita. Integrante del colectivo EDI (Economistas de Izquierda).
Entre un control de precios que nació desinflado, una imagen presidencial en picada y un establishment que aúpa a Vidal, la economía cruje fuerte otra vez.
Las medidas de emergencia tomadas en el marco del también programa de emergencia acordado con el FMI fueron el centro de todos los debates y cambio de opiniones de estos días. Medidas que no están destinadas a controlar la inflación -que en marzo pegó un brinco más que alarmante- sino apenas a morigerar su impacto, complementadas por retraso en los aumentos tarifarios y planes de crédito que solo harán incrementar el nivel de endeudamiento de los más necesitados. Medidas, hay que reconocerlo, en las que nadie cree, o en las que nadie apuesta por su efectividad aunque desearían que las tengan.
La mayoría del empresariado acepta pero no comparte estas medidas. Las ven como un regreso al intervencionismo estatal, una restricción a la economía de mercado y la libertad de comercio. Para más el Gobierno por un DNU impuso reformas a la Ley de Lealtad Comercial (de tiempos de la dictadura) que establecen mayores controles en el comercio, penalidades económicas y diversas sanciones. Todo para garantizar el «acuerdo de caballeros» pero en contra del relato oficial.
Por necesidad
Los consumidores desconfían del congelamiento, precios fijos o como se los quiera llamar, en el que ven una suerte de trampa. Porque este congelamiento fue precedido de aumentos de precios en los productos ahora llamados esenciales, y el Gobierno convalidó esos aumentos. Al mismo tiempo saben que se mantiene el programa de precios cuidados, pero que este vence en mayo y habrá nuevos aumentos para los más de 500 productos, que lo componen, excluidos los esenciales.
Una mirada más profunda permitiría ver una maniobra del Gobierno (con acuerdo del empresariado) para adelantar la inflación. Que resulte más fuerte ahora y más suave en los meses previos a las elecciones. En síntesis no lo hacen por convicción sino por necesidad, no pensando en los consumidores y los más necesitados, sino en la caída de las encuestas y en los votantes.
Los rumores se sustentan en la fragilidad de la situación económica pero fueron disparados por los resultados de una inesperada encuesta -se dice que de la encuestadora preferida de la Casa Rosada- que da como ganadora en segunda vuelta a CFK por un holgado margen de nueve puntos. Otras indagaciones del momento también dan ganadora a la expresidenta pero por márgenes menores. El rumor no se hizo esperar, Mauricio Macri se bajaba de su candidatura para dar lugar al Plan V, esto es María Eugenia Vidal candidata presidencial por Cambiemos. Ya pasó otras veces en los últimos meses, pero esta vez fue tan fuerte que no bien regresó de sus cortas vacaciones pascuenses el presidente convocó a los empresarios que ingresaron al programa de precios congelados para ajustar detalles y comprometerlos en su cumplimiento pero también para confirmarles, una vez más, que era candidato, que no se bajaba y comentarles una nueva encuesta que arroja resultados similares a los del 2015, cuando resultó electo.
Incapacidad
Tanto las encuestas como los focus groups dan cuenta que la principal causa de la caída en la intención de voto de Macri (y su contrapartida, el ascenso de CFK) es la ausencia de un liderazgo fuerte a tono con la crisis y la manifiesta incapacidad de gestión del equipo de Gobierno, que no puede recuperar la economía, que no logra controlar la inflación, que cada tanto el dólar se le escapa…
En el establishment preocupa que, según resulte la compulsa de las PASO, una nueva corrida cambiaria termine desmadrando todo, además temen que un éxito electoral del kirschnerismo dé por tierra con las reformas pro-mercado impulsadas por el Gobierno. Así las cosas el sector que aglutina a la banca, las petroleras, las empresas de servicios públicos privatizados, los exportadores de servicios y el sector más concentrado de la agroindustria se debaten entre sostener la continuidad de Macri o la alternativa del Plan V. Esto quedó registrado en la forma que más de 350 empresarios recibieron alborozados a Vidal en la cena del Cicyp este martes. Allí la gobernadora tuvo que reafirmar que no será candidata a la presidencia. Mientras tanto los grandes industriales, el comercio, la patria contratista, los sindicatos tradicionales ven en la figura de Roberto Lavagna la posibilidad de una candidatura que amalgame un programa más industrialista, más mercado internista que pueda contener las demandas sociales y lograr consenso para las reformas que el capital necesita, incluso se especula con una interna Lavagna-Vidal. Todos perciben que el impulso de Macri está agotado, por el contrario Vidal-Lavagna todavía pueden vender futuro. De todas maneras todo está atado al dólar y se definirá en los próximos dos meses.
Imagen en picada
Son estas variantes sustentadas en que la imagen presidencial se derrumba al ritmo de la inflación y el riesgo país, las que empujan los debates al interior de Cambiemos, especialmente en la UCR, que también se filtran en Alternativa Federal mientras que CFK crece en las encuestas sin ser todavía candidata.
Más allá de estas especulaciones y alquimias políticas la crisis sigue su curso. La caída de la economía no se detiene, el riego país volvió a subir y bate récords; el índice de precios mayoristas dado a conocer esta semana indica que la inflación no cederá en el corto plazo, mientras la desocupación va en ascenso. Ninguno de los candidatos o precandidatos arriesga a decir cómo resolverá la crisis, por ahora solo importan los votos, luego se verá. La desconfianza de los mercados se generaliza.
El destino de los argentinos no parece que caerá en buenas manos.
Eduardo Lucita. Integrante del colectivo EDI (Economistas de Izquierda).
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