domingo, 9 de febrero de 2014

Una respuesta obrera contra la inflación galopante



Según estimaciones privadas, el mes de enero cerró con un aumento de 4% en alimentos, bebidas, y artículos de higiene. A un mes de concretado el acuerdo de “Precios cuidados”, los precios no sólo no se frenan sino que aceleran la tasa de aumento, que sería del doble que el mismo mes del año anterior, cuando no regía ningún acuerdo. Y todo esto a pesar de que los “Precios cuidados” legalizaban importantes aumentos respecto de los precios que los empresarios habían negociado previamente con Guillermo Moreno.
Todo esto cuando apenas empezaron a sentirse algunos efectos de la fuerte devaluación del peso. A pesar de que el gobierno intentó negar que el ajuste cambiario pudiera tener efectos sobre los precios, ayer autorizó un aumento de hasta el 6% en los combustibles.
El impacto inflacionario pega más sobre los sectores de menores ingresos: llegó a un 5,7% en aquéllos sectores que se encuentran por debajo de la línea de la pobreza.
Ante la evidencia de que el acuerdo “Precios cuidados” no permitió siquiera maquillar la inflación durante un período breve, y la perspectiva de que la devaluación agravará aún más las cosas, el gobierno sacó ahora a relucir el “control popular” de precios. Aunque el Secretario de Comercio Augusto Costa y el Ministro Kicillof pretendieron convencer que este acuerdo tendría resultados diferentes que los fallidos acuerdos de Guillermo Moreno, el gobierno está reconociendo de esta forma que las maniobras empresarias perforaron alevosamente los acuerdos.
Ante este resultado, ahora la solución estaría en sumar a los sectores populares. En su discurso de ayer, Cristina retó particularmente a los sindicatos por concentrarse en los aumentos salariales. En vez de eso, deberían concentrarse en controlar los precios. Como las organizaciones participantes en “mirar para cuidar”, deberían recorrer los supermercados, verificar los precios y la disponibilidad de productos. Curiosamente, algo similar había sugerido el jefe de la CGT Balcarce, Antonio Caló, que propondría a los sindicatos que dirige. Esta contraposición entre aumentos de salarios y control de precios es insostenible. Entre otras cosas porque aunque se cumpla los acuerdos de precios estos validaron aumentos que ya golpearon los salarios, junto a otros como el del transporte público que los siguen erosionando. El control que estamos viendo es para contener el salario y las jubilaciones. Estas últimas después del aumento anunciado el martes tienen un mínimo de $ 2.757, mientras que el salario mínimo se ubica en $ 3.300 y la mitad de los asalariados gana menos de $4.000, es decir bien por debajo de la canasta familiar.
Por eso, la primer medida elemental para evitar que la inflación carcoma nuestros ingresos es pelear por adelantar las negociaciones paritarias, libres y sin techo, para imponer en ellas aumentos acordes a la inflación registrada en los últimos meses (que anualizada se acerca al 60%), pero también “cláusulas gatillo”, una indexación automática de acuerdo a la inflación. Además de luchar por fin del trabajo precario y un salario mínimo igual a la canasta familiar.
Junto a esto, la fuerza social de los trabajadores es fundamental para desmontar las maniobras de los empresarios y garantizar el abastecimiento de productos a precios accesibles, cortando con la pesca a río revuelto que hacen los empresarios como remarcadores seriales que son. Pero no es labrando actas en los supermercados sobre los incumplimientos como van a controlarse los precios. Allí donde los capitalistas cocinan las trampas con las que buscan saltarse los compromisos de los "Precios cuidados" es la clase trabajadora la que puede desnundarlos. Opuesto al “control popular” que ahora propone el gobierno, que no es otra cosa que limitarse a recorrer supermercados y comprobar las maniobras ya consumadas, es decir otra coartada para deslindar responsabilidades por el ajuste en marcha dejando que las patronales se lleven su buena tajada. Por su lugar en la producción social los trabajadores tienen la capacidad para conocer al dedillo las variables económicas de todo el circuito productivo, desde las fábricas a las góndolas. Actuando de forma coordinada pueden desnudar los costos reales y la disponibilidad efectiva de mercancías en todas las cadenas productivas.
Contra el inmovilismo de la burocracia sindical, que en algunos gremios negocia aumentos como puente hacia las paritarias pero mira para otro lado mientras los empresarios remarcan, en necesario batallar en todos los lugares de trabajo por poner en acción este verdadero control de los precios: organizando desde los sindicatos comités junto con consumidores populares, por ejemplo amas de casas de las familias trabajadoras o desocupadas, luche para exigir la apertura de los libros de contabilidad en todas las alimenticias y otras empresas de productos básicos para la vida, para dejar al desnudo el “gran secreto” capitalista, las formidables ganancias que logran acrecentar en los marcos de la escalada inflacionaria. Los trabajadores de las grandes cadenas de supermercados también pueden aportar en el seguimiento diario de la remarcación. Contra las maniobras capitalistas que ocultan productos para obligar a comprar los que no tienen precios acordados, los trabajadores de las grandes fábricas resultan clave para hacer una contabilidad de los productos guardados en depósitos.
Sólo de esta forma se le puede parar la mano a los aumentos, desnudar las maniobras del gran capital para golpear a los asalariados, y pelear por garantizar el acceso a los productos de la canasta básica para la clase trabajadora y los sectores populares.

Esteban Mercatante

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