miércoles, 26 de febrero de 2014

Algo más que la anécdota de la rana y el escorpión



El gobierno dice haber superado la crisis cambiaria, mientras Axel Kicillof evalúa “un alza gradual de tarifas de gas, luz, agua y transporte” (La Nación, 16/2). Entretanto, antes que los precios, las “cuidadas” son las paritarias, de modo que salarios y jubilaciones se conviertan, con su miseria, en el ancla precaria del tipo de cambio. En ese punto, como en 1975 (“Rodrigazo”) las paritarias quedan en el centro de la crisis, porque burocracia y gobierno buscan un “pacto social” contra los trabajadores y, paralelamente, se vislumbra una posibilidad de huelga general.
Es notable cómo toda la oposición patronal festejó que Kicillof reconociera una inflación del 3.7 por ciento en enero, la cual da una proyección anualizada de hasta el 45 por ciento. Esa admisión es parte del intento de permitir el escrutinio de cuentas por parte del FMI y “volver a los mercados”; es decir, al endeudamiento externo. Forman parte de la misma política los reconocimientos a los fallos del Ciadi, las negociaciones con los fondos buitre y el Club de París, y hasta el intento (por ahora fallido) de cumplir las normas del GAFI sobre lavado de dinero. En ese panorama de aproximación al desastre, se ven patéticos los patrullajes de La Cámpora por los supermercados.
Por otra parte, recrudecen las internas dentro del gobierno y las tendencias “destituyentes” que emergen en el propio oficialismo. La pelea entre el titular del Banco Central, el hasta hace poco ignoto Juan Carlos Fábrega, y el ministro Kicillof, se hace más dura cada día. Y por ahora gana ampliamente el jefe del Central; es decir, los bancos.
De todos modos, “no descartan en Balcarce 50 que la inflación 2014 obligue a fin de año a devaluar otro 15 o 20 por ciento y que el dólar oficial termine en 9,60 pesos” (ídem). El dólar futuro se cotiza ahora por encima de los diez pesos, para julio próximo.
En ese cuadro de situación se cocina la ofensiva judicial contra funcionarios del gobierno, en especial contra Amado Bouodu, primero en la línea de sucesión, la lucha por la presidencia provisional del Senado, la constitución de la liga de gobernadores y los realineamientos en el PJ.

Los “barones” del conurbano

El traspaso de Raúl Othacehé, el matón que gobierna Merlo con métodos policiales y patoteriles, a las filas de Sergio Massa encendió en el gobierno la alerta roja. Por eso, Julio de Vido fue el encargado de reunirse con intendentes del Gran Buenos Aires para retenerlos con promesas de obras a granel. Entre esos intendentes se han constituido logias (los Oktubres, los sub-40) que son en verdad grupos de presión para chantajear al gobierno. Mientras tanto, el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, trata de hacer lo mismo con municipios del interior. Esos intentos tienen un límite preciso: la cooptación masiva por medio de la caja pública enfrenta un tiempo de las vacas flacas.

La pelea por la sucesión

La vicepresidencia del Senado —presidido naturalmente por el vicepresidente, ahora en riesgo cierto de ir preso— se vuelve una lucha clave porque queda en la línea sucesoria inmediata, un puesto decisivo si los “destituyentes” (los oficialistas y los opositores) creyeran en algún momento llegada la necesidad de forzar elecciones anticipadas.
La oposición, buena parte del PJ y algunos kirchneristas que preparan su emigración a otras tiendas, pugnan porque ese lugar quede en manos de Miguel Ángel Pichetto, pero el senador por Río Negro se ha hecho sciolista y es rechazado por La Cámpora, de modo que bloquearán esa posibilidad. El bloque K quiere imponer al ex gobernador santiagueño Gerardo Zamora o, en todo caso, dejar allí a la vapuleada Beatriz Rojkés, la mujer de José Alperovich, el gobernador de Tucumán, más vapuleado aun. Es notable, pero los K proponen siempre a los peores, a los de prontuarios más ventrudos, y no parece casual. No por nada, en uno de sus últimos discursos, la Presidenta recordó la anécdota de la rana y el escorpión, como si dijera “después de mí, el diluvio” o “si el escorpión me pica, nos hundimos ambos”.
Esta crisis no se desenvuelve, por cierto, en un contexto de quietud social. Por el contrario, con la paritaria docente empantanada, todas las otras bajo la amenaza de “techo” o de resolución por decreto, la burocracia paralizada y una movilización creciente por abajo, empiezan a prepararse las condiciones para la huelga general, para terminar con la vieja política de descargar las crisis sobre las espaldas de los trabajadores y para darle a la Argentina su necesaria salida obrera y socialista.

A. Guerrero

No hay comentarios:

Publicar un comentario