Con la crisis energética observamos que los medios de prensa oficiales hacen hincapié en la próxima inauguración de la Central Nuclear Atucha II para aumentar la capacidad de la generación. ¿Es posible? ¿Es seguro?
El aporte nuclear al parque eléctrico se compone actualmente de dos centrales: Atucha I, de 360 MW de potencia, inaugurada en 1973, y Embalse Río Tercero, de 700 MW, que funciona desde 1984. Esta última ha cumplido 30 años y tiene que hacer una parada de por lo menos veinte meses para ampliar su vida útil. Al salir de circulación esta central, la generación se verá disminuida de casi un 4% a menos del 2%. En el supuesto caso de que ingresara Atucha II quedaría compensada esta baja, siempre y cuando Atucha I pudiera continuar funcionando, dado que aún no se sabe cómo extendería su capacidad de almacenamiento de combustible gastado.
En 2006, Néstor Kirchner anunció con bombos y platillos el reinicio de las obras de la Central Atucha II; había sido licitada en 1980 y adjudicada a Siemens por 1.500 millones de dólares. Cuando se retoma el proyecto, la empresa operadora de centrales nucleares, Nucleoeléctrica Argentina SA, estimó en 700 millones de dólares la inversión necesaria para su finalización, que se preveía para 2010. Sin embargo, en estos ocho años se han gastado 4.000 millones de dólares y no hay certeza de que se ponga en marcha. Siete años es el tiempo típico para construir una central nueva, pero la adecuación de una tecnología obsoleta y su puesta en funcionamiento lleva mucho más y está más que complicada.
Como indicaban los informes mensuales de entonces (www.na-sa.com.ar) hubo más de 4.500 personas en la obra, cientos de ómnibus para transportarlas diariamente al lugar y una impresionante cantidad de contratos sin control técnico-administrativo. La Unidad de Gestión responsable de las compras y contrataciones, liberada por decreto de los controles del régimen de la administración pública, no escatimó recursos y hasta apeló a la Anses para conseguirlos.
Hoy en día, con el montaje prácticamente terminado, las pruebas para poner en marcha son erráticas, no se da a conocer un plan, pero los anuncios oficiales prometen inaugurar en abril.
Las empresas amigas, como Electroingeniería, entre otras, dejaron un sinnúmero de problemas sin resolver. “Las pruebas para poner en marcha continúan en forma caótica… Luego de la breve conexión a la red con vapor producido con energía externa, pues el rector no puede funcionar aún, se detectaron defectos de construcción en los intercambiadores de refrigeración intermedia. Una de las bombas del circuito de control del agua pesada se dañó durante las pruebas” (Silvia Naishtat, Clarín, 3/1).
La carga anticipada de elementos combustibles realizada a principios de 2013 para generar un hecho político y quizá forzar la continuación de la obra, complicó enormemente la puesta en marcha, ya que las pruebas con agua liviana generaron cuantiosos gastos en equipamiento y horas de trabajo previos a la carga real de agua pesada para la puesta a crítico. Y ahora, en lugar de un plan coherente de actividades, se prefieren los eventos rimbombantes como la simbólica carga de agua pesada anunciada por la agencia Télam. En realidad, fue solamente un trasvase a uno de los recipientes contenedores de la instalación, ocasionando gastos en equipos y maniobras adicionales que no contribuyeron a acortar los tiempos de arranque.
La empresa española Tecnatom construyó para Nasa un simulador para capacitación de los operadores, pero en lugar de instalarlo en el país quedó en el extranjero. Así los operadores deberán ir a España para entrenarse.
La ARN, Autoridad Regulatoria Nuclear, organismo autónomo responsable de autorizar el funcionamiento de la central, no informa correctamente. Las declaraciones de su presidente no clarifican la situación respecto de la seguridad. Desde 2006 han contratado asistencia de organizaciones de inspección, entes reguladores privados y también empresas de construcción internacionales, como la misma Tecnatom, contribuyendo más al gasto descontrolado que a fiscalizar y evitar las dificultades durante el montaje y las pruebas, en una actitud de cómplice connivencia.
En definitiva, las presidencias de Nasa, ARN, CNEA, Unidad de Gestión CNA2, Gerencia de Ingeniería y Gerencia de Puesta tienen la mayor responsabilidad, no sólo por la demora y el dispendio sino por los accidentes que puedan ocasionarse, poniendo en peligro la vida de trabajadores y vecinos de Zárate. Los técnicos y operadores deberán organizase para desplazar esta dirigencia corrupta y hacerse cargo de la situación.
A. Rodríguez y A. Bordello
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