martes, 31 de diciembre de 2013

Radicalización del neodesarrollismo



Luego de un quinquenio de estabilización progresiva, a partir de 2008 el proyecto neodesarrollista impulsado por el kirchnerismo desde el Estado comenzó una etapa bisagra.

Entre ese año y 2011 las contradicciones que habían creado barreras crecientes al proyecto hegemónico, comenzaron a tornarse en límites cada vez más complejos de superar dentro de la misma estrategia de poder. Una economía altamente dependiente, basada en el saqueo de las riquezas naturales y la superexplotación del trabajo, bajo el control estructural del gran capital transnacional fue incapaz de acomodarse al cambio en la coyuntura internacional y el surgimiento de vulnerabilidades crecientes. La agudización progresiva de la crisis fiscal del Estado, la renovada crisis externa, el retroceso en la redistribución del ingreso a favor de los trabajadores y el bloqueo de la reindustrialización fueron sus manifestaciones más evidentes. A esto se sumaron graves errores de política, evidentes en:
(a) la crisis energética, causada –entre otras cosas- por una fallida política de subsidios y de “dejar hacer” a las empresas de energía y petróleo. Esa política condujo a la creciente necesidad de importar combustibles con su impacto negativo en el balance de pagos,
(b) la crisis de reservas internacionales. Ella es resultado en gran medida de la política de “pagador serial” de una deuda pública ilegítima e ilegal,
(c) la crisis en el transporte público. Esta es producto combinado de la promoción indiscriminada de la industria automotriz y el transporte individual (en parte vinculada a nuestra posición subordinada al Brasil), y una política de subsidios a las empresas transportistas que alimentó las ganancias pero destruyó la infraestructura, y
(d) la crisis habitacional, resultado de la falta de una política que regule la especulación inmobiliaria y los contratos de alquileres.
En 2011 con un amplio triunfo electoral bajo el brazo, el kirchnerismo comenzó un giro que pretendía ser el camino para intentar disminuir las vulnerabilidades e iniciar una dificultosa transición para “radicalizar” el rumbo neodesarrollista. Es decir, desde el gobierno buscaron dar continuidad al proyecto hegemónico, sin superar sus limitantes estructurales (inserción dependiente, de perfil extractivista/exportador bajo control transnacional y subordinada regionalmente).
Ese giro implicó, entre otras cosas:
(a) Acentuar la apropiación de todos los recursos fiscales disponibles (fundamentalmente a través del ANSES) sin alterar la estructura tributaria y flexibilizar las regulaciones del BCRA para convertirlo en medio de financiación del Estado. Ello buscó dar al Estado “poder de fuego” para alimentar la demanda global –por la vía del gasto y el crédito barato- e intentar estimular el consumo y la inversión privada (que no repuntó significativamente en la última década a pesar de la alta rentabilidad).
(b) Iniciar un ciclo de desvalorización del peso. El objetivo de ese cambio es recuperar parte de la competitividad perdida, aún a costa de acicatear la inflación.
(c) Aumentar la política de control salarial indirecto. La misma logró estancar los salarios reales aunque sin conseguir ninguna mejora significativa en la competitividad o reducciones en las tasas de inflación.
(d) Aumentar el control de la compra/venta de divisas. Sin embargo, ello se hizo sin cambiar la estructura del comercio exterior, el peso de las transnacionales en la economía, los patrones de consumo suntuario, la política energética o la de “pago serial” de la deuda externa que son, entre otras, las fuentes básicas del creciente déficit externo.
(e) Tomar mediadas parciales para corregir la política de subsidios en energía y transporte. Sin embargo, ello se hizo sin alterar sustancialmente la estructura de propiedad y gestión en las ramas de producción y distribución de energía y combustible, o la estructura global del transporte masivo (de cargas y pasajeros).
(f) La reestatización parcial de YPF opera como cambio importante en la etapa. Su principal objetivo es desplazar la “restricción externa” convirtiendo a la Argentina en nación petrolera (exportadora neta de hidrocarburos).
(g) Comenzar un proceso de planificación “en los papeles”. La estrategia de radicalización productivista del proyecto neodesarrollista a través de los Planes Estratégicos Agroalimentario y Agroindustrial (PEAA2020) y el Industrial (PEI2020) tiene el objetivo de acelerar la inversión, el crecimiento de la productividad y, consecuentemente, mejorar la competitividad.
(h) Implementar el Plan Procrear, aunque sin dar una solución de fondo a la crisis habitacional.
Esta política no logró evitar la desaceleración general de la economía, el empleo y los salarios, ni corrigió las principales vulnerabilidades macroeconómicas (fiscal, externa, alta inflación) ni alteró la re-concentración global de los ingresos en manos del capital. En los dos años que concluyeron en las elecciones legislativas de 2013 las barreras, los límite y la tendencia general a la crisis del proyecto hegemónico se profundizaron.
La derrota electoral del kirchnerismo abrió la puerta a una acentuación de ese giro estratégico. En la misma línea, se producen cambios parciales en la política cambiaria, energética, de transporte, etc., sin una alteración sustantiva de las bases estructurales del proyecto hegemónico:
(1) Se acelera la devaluación del peso para recuperar competitividad al costo de una inflación creciente y de la desvalorización salarial.
(2) Se estatiza parcialmente el sistema de transporte (incluidos peajes) con reducción de subsidios y aumentos de tarifas, pero sin redefinir integralmente su estructura, o el lugar del automóvil en el sistema.
(3) Se aceleran los acuerdo con transnacionales para la explotación de hidrocarburos no convencionales, con el fin de realizar obras hidroeléctricas o para la llamada “modernización” del sistema de transporte. Brilla por su ausencia una política de desarrollo nacional de las tecnologías o bienes de capital necesarios para esas obras, pues los mismos son importados a cambio del ingreso de divisas y/o la garantía de demanda externa de los productos de exportación (ej., trenes por soja).
(4) Continúan las demandas del kirchnerismo al conjunto de la burguesía para que aumenten las tasas de inversión, mientras las fracciones dominantes exigen a cambio del “progreso” una mayor cuota de “orden”.
(5) Comienzan a producirse “deslizamientos” en la estructura salarial a favor de las fuerzas de seguridad, eslabón que ganará peso en una etapa que augura mayores niveles de conflictividad y menor consenso.
El neodesarrollismo atraviesa momentos duros en los que la necesidad de su radicalización productivista enfrenta la fractura de bloque de poder y la explosión silenciosa de sus contradicciones y límites. La transición se ha iniciado. Su final no está anunciado.

Mariano Féliz
Investigador CONICET. Profesor UNLP. Miembro del Centro de Estudios para el Cambio Social. Agradezco los comentarios de Ismael Domian, Diego Paz y Melina Deledicque a la versión inicial de esta nota.

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