miércoles, 13 de enero de 2010

TODOS DE ACUERDO EN PAGAR


Se pelean tanto entre ellos que van a terminar lastimados

El pedido de renuncia de Martín Redrado a la presidencia del Banco Central generó la primera crisis política del año, que promete ser por demás agitado tanto en disputas por arriba como por abajo. La legitimidad de la deuda externa, las operaciones judiciales y políticas de la derecha neoliberal, la continuidad de una política económica promotora de la dependencia y una ofensiva regional por derecha, son algunas de las claves de esta coyuntura, no acotada a la lectura nacional pero no por eso ajena a particularidades locales.
El reclamo del no pago de la deuda externa - ni con reservas ni sin ellas - tiene un carácter histórico y fue sostenido durante muchos años a la par del pedido de juicio y castigo a los autores materiales de asesinatos y torturas de la última dictadura militar, período en el que se acrecentó con más fuerza el monto de la deuda. El planteo se sostiene en que la inmensa mayoría del volumen de endeudamiento corresponde a licuaciones de deudas, regímenes de promoción o exención impositiva y toma de acciones como forma de pago de bienes públicos, fueron sistemáticamente, bajo gobiernos militares pero también en democracia, en beneficio de los sectores más concentrados de la economía local y transnacional.
De esta manera, señalar la ilegitimidad de la deuda externa no es un planteo táctico u opotunista que cierra filas con los promotores del liberalismo que hoy disputan el rumbo de le política económica, sino por el contrario, apunta a evidenciar que la toma de deuda y su consiguiente reconocimiento y pago, son mecanismos de regeneración de una lógica que vuelve a entregar a nuestro país a las garras del mercado mundial internacional, colocándolo una vez más como proveedor de materias primas, generador de beneficios transnacionales y regímenes de promoción productiva o financiera para los grupos económicos locales y/o extranjeros.
En este aspecto y más allá del conflicto desatado en torno al pedido de renuncia a Martín Redrado, están de acuerdo en pagar la deuda el gobierno y la oposición por derecha. Los argumentos plantean que honrar vencimientos y capitales es condición necesaria para poder seguir recibiendo inversiones y así lo defienden por ejemplo desde la CGT y las cámaras bancarias. El matiz es si para ello se deben utilizar reservas o si se debe pagar con lo previsto para tal fin en el presupuesto del año que comienza.
Dicho lo anterior, hay que agregar que pagar deuda con reservas no es un planteo novedoso para el oficialismo. En 2005 saldó la deuda con el FMI mediante el uso de las reservas del Banco Central, cuyo presidente era Martín Redrado. Organizaciones populares y voces de la izquierda se opusieron entonces y ahora. Lo diferente en el esquema es la fragmentación en la representación política del bloque dominante: la existencia de una fracción por derecha con mayor margen de maniobra, se potencia por la acción de los medios opositores y la torpeza de los propios funcionarios nacionales. En 2005 muchas de esas voces acompañaban al oficialismo.
Ni siquiera importó esta vez que el nombre del reemplazante de Redrado fuera Mario Blejer, cuya trayectoria garantiza en extenso la continuidad de los pagos de la deuda y de la política monetaria en su conjunto. Pareciera que hoy para la derecha opositora el asunto es golpear por todo y ya mismo.
Es redundante pero vale la pena remarcar que quienes defienden la “autonomía” del organismo son quienes años atrás lograron una integración armónica del funcionamiento de esta entidad a un disciplinado orden neoliberal, que en muchos de los casos los tuvo como protagonistas. Estos mismos actores que ahora reclaman por el “mal uso” de las reservas, nunca levantaron la voz ante la masiva y avalada fuga de capitales de las últimas décadas. Indudablemente, ni el BCRA ni ningún otra institución/herramienta de la política económica de un país, es “neutral” o “autónoma” en el diseño de políticas económicas.
La apreciación de continuidades en el plano económico, no puede eclipsar sin embargo que estamos ante una ofensiva de la derecha neoliberal a nivel regional. Lo notable de este momento histórico, radica en las formas que adoptan estos planes ya que, hoy por hoy, no se recurre a golpes militares, sino que busca la forma de adaptar sus estrategias a los planos institucionales vigentes y permisivos. En Honduras, si bien la destitución de Mel Zelaya fue mediante un golpe militar, éste fue avalado por el Congreso y la Corte Suprema hondureña.
En sintonía al país centroamericano, durante las últimas semanas se dieron a conocer versiones, algunas de ellas confirmadas mediante reportajes públicos, de la existencia de planes desestabilizadores en el Paraguay. El instrumento del que se habla en el país guaraní es la utilización del juicio político para interrumpir el gobierno constitucional de Fernando Lugo. Incluso gobiernos que han arrasado en las contiendas electorales bastante más transparentes y democráticos que el promedio regional, como el caso de Evo Morales en Bolivia que se alzó con más del 60% de los votos, son acusados de avanzar hacia dictaduras o gobiernos totalitarios, toda una paradoja.
Estas estrategias de la reacción, antes que generar una defensa cerrada de cualquier tipo de política y sus representantes, deberían dar la alerta para evaluar cuanto se ha logrado en cada uno de los países y cuan consistente es lo generado. Buscando por un lado cual es el nivel de participación y de movilización popular en la definición, implementación y sostenimiento de las políticas y por el otro, la profundidad en la ruptura buscada con cada una de esas decisiones, quedará demarcado el esquema con el que se enfrenta nuevamente a la derecha neoliberal, que desata a nivel continental una campaña para recuperar el espacio perdido durante la última década, cuestión que era de esperarse que ocurriera más temprano que tarde.

Prensa de Frente

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