domingo, 17 de enero de 2010
Dardo Cabo y la muerte de Vandor: siete falacias
Hay quienes sostienen que “la duda es una jactancia de los intelectuales”. Pero a mí nunca me “cerró” que Dardo Cabo, formado en los años de la Resistencia Peronista y forjado desde la adolescencia en el ámbito sindical, haya participado directa o indirectamente en 1969 del asesinato de Augusto Timoteo Vandor, secretario general de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM).
Hijo del legendario sindicalista metalúrgico Armando Cabo –hombre de la vieja guardia peronista muy cercano a Evita, encargado de la frustrada creación de milicias sindicales en 1951 y peso pesado de la Resistencia– Dardo saltó a las primeras planas de las noticias el 28 de septiembre de 1966. Ese día, junto con su novia, la periodista y dramaturga Cristina Verrier, y otros 16 muchachos, encabezó el desvío de un avión hacia las Islas Malvinas, donde desplegaron siete banderas argentinas. Esa pequeña gran gesta se conoce como Operación Cóndor.
Dardo Cabo fue asesinado por el ejército el 6 de enero de 1977, una semana después de cumplir 36 años. Había estado preso, en distintos momentos de su agitada militancia política, exactamente la mitad de su vida. Afortunadamente, le sobreviven muchos que pueden dar testimonio por él.
LOS HECHOS
El asesinato de Augusto Vandor fue a las 11:40 de la mañana del 30 de junio de 1969, en la sede que la UOM tenía en La Rioja Nº 1945. El general Juan Carlos Onganía –cuyas únicas lecturas se reducían a reglamentos militares, folletos de formación católica y revistas ilustradas sobre cría de caballos– había cumplido el día antes tres años como presidente de facto.
Aquel día, cinco hombres jóvenes entran al local sindical con credenciales falsas de empleados de Tribunales y la Policía Federal. Reducen a los dos custodios de la puerta y a todas las personas que encuentran a su paso. Tres de ellos suben al primer piso, ubican a Vandor y le disparan seis balazos calibre 45. Conocido como “El Lobo” y astuto interlocutor del gobierno militar, el dirigente muere poco después en la ambulancia que lo lleva al sanatorio de los metalúrgicos.
Un desconocido Ejército Nacional Revolucionario (ENR) se atribuye el asesinato, al que denomina Operación Judas. Catorce meses después, el ENR vuelve a ser noticia: el 27 de agosto de 1970, mata a tiros a José Alonso, dirigente de la Asociación Obrera Textil.
Después del golpe del 24 de marzo de 1976, ciertos periodistas –posiblemente empleados de los poco confiables servicios de inteligencia autóctonos– hacen circular la versión de que Dardo Cabo ha participado en este crimen junto con el periodista Rodolfo Walsh y Carlos Caride, un militante histórico de la Juventud Peronista. Afirman que Walsh planificó el operativo, Cabo trazó el plano de la sede de la UOM y Caride suministró las armas. Alguno va más allá y asegura que Dardo fue uno de los que entró, arma en mano, al local sindical. Todas estas versiones configuran un frágil conjunto de falacias.
PRIMERA FALACIA: LA PARTICIPACIÓN DE CARIDE
Según la Real Academia Española, “falacia” es “engaño, fraude o mentira con que se intenta dañar a alguien”. En Wikipedia figura una definición del filósofo y profesor de lógica estadounidense Irving Copi: “Razonamiento lógicamente incorrecto, aunque psicológicamente pueda ser persuasivo”.
A los “serviciales” periodistas les hubiera bastado revisar los diarios de la época para enterarse que Carlos Caride, uno de los fundadores de las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP), estaba preso cuando murió Vandor. Había sido detenido el 24 de abril de 1969 en un departamento de la calle Paraguay, después de resistir a tiros un allanamiento de la Policía Federal y matar a un oficial. Salió en libertad el 25 de mayo de 1973, con la amnistía para los presos políticos ordenada por el efímero presidente Héctor Cámpora.
Caride no puede rebatir la acusación de haber participado en la muerte del Lobo. Fue asesinado en 1976. Walsh, tampoco. Murió el 25 de marzo de 1977, resistiendo con una ridícula pistola 22 a un grupo de tareas de la marina.
SEGUNDA FALACIA: LA FECHA
Mucha de esta información errónea puede hallarse en Aramburu, el crimen imperfecto, libro publicado en 1987 por Eugenio Méndez. Allí se dice: “El último en incorporarse [al Ejército Nacional Revolucionario], a comienzos de 1969, apenas salido de la prisión de Ushuaia luego de cumplir tres años por el Operativo Cóndor de las islas Malvinas, fue Dardo Cabo”.
Si se entiende que “comienzos” de año incluye enero, febrero, marzo y abril, que “mediados” de año abarca mayo, junio, julio y agosto, y que “fines” de año contiene a septiembre, octubre, noviembre y diciembre, entonces hay una segunda falacia: Cabo sale en libertad condicional el 29 de mayo de 1969, es decir a mediados de año y apenas un mes antes de la muerte de Vandor.
La fecha de salida de la cárcel de Ushuaia figura en el prontuario Nº 25/66 bis de la Policía Territorial de Tierra del Fuego y lleva la firma del comisario Gregorio Manuel Albornoz, jefe de la División Judicial. Cualquiera puede solicitar una fotocopia.
TERCERA FALACIA: 21 DÍAS PARA “FABRICAR” UN ASESINO
Dardo Cabo llega a Buenos Aires en la primera semana de junio, tras dos años y siete meses de cárcel. ¿Se suma inmediatamente a un grupo clandestino –en el que no conoce a nadie y cuyos miembros provienen de una militancia muy distinta a la de él, que es un peronista ortodoxo– para asesinar a Vandor a fines de ese mes? Suena un poco vertiginoso.
Lo cierto es que en las tres semanas que transcurren entre su arribo a Buenos Aires y la muerte del líder de la UOM, Cabo se dedica a algo muy distinto a la planificación de una muerte. Se dedica a comer comida decente (en prisión sólo le daban guiso de carnero capón), dormir, llamar a viejos compañeros. Se dedica al reencuentro con su mujer, Cristina Verrier, quien permaneció detenida siete meses y con la que se casó en la cárcel. Y, fundamentalmente, se dedica a conocer a la pequeña hija de ambos: María.
La nena tiene poco más de un año y ha nacido mientras él estaba en prisión. Apodada cariñosamente “la Tata”, se llama María en recuerdo de la madre de Dardo, María Campano, fallecida de un derrame cerebral el 16 de junio de 1955, mientras los aviones de la marina bombardeaban la Plaza de Mayo.
CUARTA FALACIA: UN VANDORISTA ANTIVANDORISTA
“Cuando Dardo sale de la cárcel, aprovecha su relación con la UOM y comenzamos a trabajar como obreros metalúrgicos. Él va a la fábrica de frenos Tensa, en Munro, y yo a una fábrica de envases de aluminio”, me cuenta en 1999 el veterano militante peronista Omar Marinucci. “Estábamos recién llegados al gremio y le quisimos hacer una rosca a Victorio Calabró, que era el delegado de la UOM en Vicente López y que en 1974 terminó como gobernador de la provincia de Buenos Aires; resultado: nos echaron a los dos”.
Este relato parece más cercano a la realidad. Ex cadete y repartidor del periódico Palabra Argentina –fundado por Alejandro Olmos en noviembre de 1955, después del derrocamiento de Perón– y amigo de Cabo desde los 15 años, Marinucci fue el responsable de prensa de la Operación Cóndor en septiembre de 1966.
Américo Rial es otro añejo militante del peronismo. El 9 de junio de 1961 fue uno de los fundadores del Movimiento Nueva Argentina (MNA) junto con Dardo Cabo, Rodolfo Pfaffendorf, Andrés Castillo, Edmundo Calabró, José López Vargas y Antonio Arroyo. Periodista del diario Crónica desde su adolescencia, fue un personaje clave para llenar páginas enteras sobre el Operativo Cóndor durante meses, con artículos, entrevistas, referencias históricas, cronologías, notas de color y docenas de fotografías.
Rial es claro: “Luego del operativo, se fractura la conducción del MNA”, me dice en 1998 en el café Los 36 billares, en Avenida de Mayo. “Dardo queda en el sector de Augusto Vandor, de los metalúrgicos, y los otros en el de José Alonso, de los textiles”.
Más categórico es Rodolfo Pfaffendorf, quien además de ser uno de los pioneros del MNA, fue compañero de escuela primaria de Cabo en el Colegio San José y uno de sus mejores amigos. “Después de salir de la cárcel, Dardo siguió siendo vandorista. A él lo estaban formando desde los 16 o 17 años como uno de los cuadros sindicales de la UOM”, me explica en enero de 2010 en el restaurant El Imparcial. Y recuerda con vehemencia que es la tercera o cuarta vez que me lo explica en los últimos diez años.
“Dardo estaba destinado a suceder a Armando, su papá, y a llegar muy alto en la UOM o la CGT”, insiste Pfaffendorf. “La muerte de Vandor anuló esta posibilidad. A Vandor lo sucedió Lorenzo Miguel, que rajó a todos los muchachos vandoristas. Armando no esperó que lo echaran: se fue dando un portazo. Y sin el respaldo del Lobo, poco a poco Dardo terminó buscando otros caminos políticos”.
QUINTA FALACIA: EL ROSTRO DESCUBIERTO
Si Dardo Cabo hubiera ingresado el 30 de junio 1969 a la UOM a rostro descubierto, lo hubiera reconocido cualquiera de las más de 30 personas que se encontraban en ese momento en el local y que alcanzaron a ver las caras de los atacantes. Lo conocían desde que era pibe. Y, además, poco tiempo antes, todos los diarios y revistas de Argentina habían publicado fotografías a causa del Operativo Cóndor. Este detalle se le escapa a los que sostienen que participó en “la acción directa”.
Y también se le desliza a un periodista de extensa trayectoria, Andrés Bufali, quien trabajó en las revistas Primera Plana, Panorama, Siete Días y Somos, y en los diarios La Opinión y Clarín. Bufali escribe el 20 de julio de 2004 en La Nación que el escritor Osvaldo Soriano –que en 1969 aún no se ha convertido en novelista y es su compañero de redacción en el semanario Primera Plana¬– creía haber “descubierto” que Cabo estaba entre los asesinos de Vandor. Soriano le cuenta que a uno de los guardaespaldas del Lobo le pareció escuchar que el líder de la UOM, antes de caer herido de muerte, había dicho algo como “¡Hola, Cóndor!” o “¿Qué hacés, Cóndor?”.
Lamentablemente, el talentoso Osvaldo Soriano no puede confirmar su “descubrimiento”. Falleció en enero de 1997.
SEXTA FALACIA: EL PRECOZ INGRESO A DESCAMISADOS
Entre los integrantes del fugaz Ejército Nacional Revolucionario, los informantes cívico-militares también mencionan a Horacio Mendizábal, Oscar Degregorio, Norberto Habegger, Raimundo Villaflor y Roberto Perdía. Aseguran que posteriormente todos integraron el grupo guerrillero Descamisados.
Salvo Perdía, todos están muertos. Pero él y Villaflor no pertenecen a Descamisados. En 1969, el primero es un abogado laboral vinculado a la juventud democristiana; después, ingresa a Montoneros. El segundo, milita en la Alianza Revolucionaria Peronista (ARP), dirigida por Alicia Eguren de Cooke, y luego se suma al Peronismo de Base. Se han publicado alrededor de 20 libros y unos 300 artículos y entrevistas donde figuran estos datos. Villaflor fue secuestrado el 4 de agosto de 1979 por una patota de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA); murió en el cuarto de torturas a los tres o cuatro días.
Es cierto que Mendizábal, Degregorio y Habegger pertenecen Descamisados, que aparece públicamente en septiembre de 1970, cuando irrumpen en un cine de La Tablada donde se proyecta la película La hora de los hornos. También es cierto que a principios de 1973 se fusionan con Montoneros.
Mendizábal fue abatido por agentes de civil que lo emboscaron el 19 de septiembre de 1979 en Munro, durante la llamada “contraofensiva”. Degregorio, herido y capturado el 18 de noviembre de 1977 en la ciudad uruguaya de Colonia, fue trasladado a la ESMA, donde murió en una mesa de operaciones mientras intentaban revivirlo médicos no muy hipocráticos. Habegger, que se inició como periodista deportivo en las revistas Primera Plana y Panorama y en 1973 llegó a ser subdirector del diario Noticias, fue secuestrado por militares argentinos el 6 de agosto de 1978 en Río de Janeiro. Nunca más se supo de él.
También es cierto que Dardo Cabo se suma a Descamisados. Pero lo hace tardíamente, recién en 1972, después de la muerte José Alonso, el caudillo de los trabajadores textiles. Y más tarde, como sus compañeros, también ingresa a Montoneros.
"Conocí a Dardo cuando salió de la cárcel y creamos la Agrupación Peronista de Base 17 de Octubre (Apeba 17)”, relata Héctor Carrica, que a mediados de la década del 60 militaba en el Comando de Organización (CdeO), fundado por Alberto Brito Lima. Al ser entrevistado, en 1998, era integrante de la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA) y de la agrupación HIJOS. Su madre, la enfermera y docente Irma Laciar de Carrica, fue detenida en abril de 1977 por un comando conjunto de la Policía Federal y el ejército argentino y “desaparecida”.
Apeba 17 organiza en 1970 a los trabajadores municipales que recogen la basura y “recupera” –es decir, ocupa de prepo– un corralón que era del dirigente metalúrgico Paulino Niembro. Ese año, recuerda Carrica, hay un acercamiento hacia Guardia de Hierro, la organización creada en 1961 por Alejandro Álvarez. Cabo coordina sus actividades políticas con Eduardo Baca, un militante de Guardia que más tarde, durante el segundo gobierno de Carlos Menem, será senador y presidente del Partido Justicialista.
A fines de 1971, Guardia de Hierro y Apeba 17 se ponen de acuerdo con el Frente Estudiantil Nacional (FEN), que dirige el estudiante de Filosofía Roberto “Pajarito” Grabois, y los Comandos Tecnológicos, que conduce el ex teniente Julián Licastro, y fundan la Mesa del Trasvasamiento Generacional. Considerada ortodoxa, la Mesa privilegia la lucha política antes que la lucha armada. Se ubica en una posición intermedia entre dos bandos que ya muestran los colmillos: la llamada “burocracia sindical” de la CGT y los grupos guerrilleros. Aunque Cabo permanece poco tiempo en la Mesa, sus coincidencias con Guardia son visibles. Todo esto me lo confirma en enero de 2010 un militante de la primera hora de esta “orga”, el publicista Alejandro Pandra, director de la publicación digital Agenda de Reflexión.
Recién cuando Cabo se separa de la Mesa del Trasvasamiento, Horacio Mendizábal lo convence de unirse a Descamisados. Esto posiblemente es en 1972, tres años después de la muerte de Vandor.
SÉPTIMA FALACIA: CABO Y WALSH
Resulta casi alucinante creer que Dardo Cabo y Rodolfo Walsh hubieran podido en el convulsionado 1969 planificar juntos un crimen político. En aquella época aún no se conocían personalmente y, además, ni siquiera se hubieran sentado juntos a tomar un café. Hubieran terminado a las trompadas.
Ese año, Walsh comienza a militar en el Peronismo de Base, dirige el semanario CGT de los Argentinos y publica su segundo libro: ¿Quien mató a Rosendo? El texto narra el tiroteo en la pizzería La Real, de Avellaneda, donde el 13 de mayo de 1966 murieron Rosendo García, dirigente local de la UOM, y dos militantes de la Resistencia Peronista, Domingo Blajakis y Juan Salazar, quienes estaban desarmados.
Augusto Vandor y Armando Cabo, que están sentados con García, sí tenían armas. Walsh inculpa al padre de Dardo: “En la cabecera de la mesa vandorista, Armando Cabo se había parado y avanzaba tirando metódicamente con su 38 especial”. Lo retrata como “un hombre de la vieja guardia metalúrgica, héroe de la Resistencia, ahora dilapidado por las transacciones y el alcohol”. De todos los que acompañaban al caudillo de la UOM, afirma, era el “mejor tirador”. Y describe la muerte de Salazar en una sola línea que tiene el peso de una lápida: “Armando Cabo, que estaba sentado al lado de Vandor, terminó de tomar su whisky, hizo puntería y lo mató”.
En septiembre de 1999 entrevisté al memorioso Andrés Framini, dirigente histórico de la Asociación Obrera Textil, secretario adjunto de la CGT en 1955, preso político tiempos de la Resistencia Peronista y candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires en las elecciones de 1962. “Poco después de publicarse el libro de Walsh, me encontré con Armando y Dardo, que lo andaban buscando para darle una paliza. Les dije que no jodieran, que él había dicho la verdad: los otros no estaban armados”, me contó en su casa de Floresta. Framini falleció en mayo de 2001, a los 87 años, pero conservo la grabación.
Hay que ser un auténtico imbécil para inventar que en esas circunstancias Dardo Cabo y Rodolfo Walsh pudieran participar juntos en un asesinato político. Años después, ciertamente, los dos ingresaron a Montoneros. Pero ésa es otra historia.
Y PARECE QUE ESA HISTORIA ES ASÍ:
Un domingo a mediodía, en el primer mes del agitado verano de 1973, Miguel Bonasso, entonces secretario de prensa del Frente Justicialista de Liberación (Frejuli), organiza un asado en el patio de su departamento de la planta baja de Moldes Nº 2460. El pretexto es juntar a miembros de dos agrupaciones de prensa: la 26 de Enero –afín a la Juventud Peronista pro Montoneros, en la que él milita junto con Dardo Cabo– y la 26 de Julio, cercana al Peronismo de Base, en la que revista Rodolfo Walsh.
A la comida asistieron alrededor de 30 periodistas y fotógrafos. “La verdadera intención era acercar a Dardo y Rodolfo, lo que era una misión casi imposible”, me comenta Bonasso en febrero de 1998, en un café del barrio de Palermo.
Cuando llegan los de la 26 de Julio, Walsh y Cabo se saludan fríamente. Durante la comida, quedan sentados frente a frente en la mesa puesta en el jardín. Mientras Bonasso ofrece chorizos y morcillas e intenta chistes, los dos periodistas no se dirigen la palabra.
Después, cuando se sirve el café y se arma una guitarreada, Walsh y Cabo se levantan de la mesa y entran a la casa. Están largo rato conversando en la sala, solos. Muchos de los invitados se van retirando de a poco, pero los dos hombres permanecen como clavados en sus sillones. Bonasso recordará, 25 años después, que tuvo la impresión de aquella tarde se sirvieron litros de café y fumaron kilos de tabaco.
Anochece cuando el anfitrión acompaña a sus dos amigos a la puerta del edificio y es testigo de cómo se despiden con un fuerte y honesto apretón de manos.
Menos de tres años después, en su célebre Carta abierta a la Junta Militar, del 24 de marzo de 1977, Walsh recriminará, entre otras muchas cosas, “el asesinato de Dardo Cabo, detenido en abril de 1975, fusilado el 6 de enero de 1977 con otros siete prisioneros en jurisdicción del Primer Cuerpo de Ejército que manda el general Suárez Mason”
Imagen: Dardo Cabo y María Cristina Verrier
Roberto Bardini
Bambú Press
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