El Consejo Nacional Electoral de Venezuela ha informado que resulto reelecto presidente Nicolás Maduro con 5.150.092 votos (51,5%), obteniendo su principal opositor, Edmundo González Urrutia, de la Plataforma Unitaria Democrática ((PUD), 4.445.978 (44,2%).
Este resultado fue anunciado unas 7 horas después de la hora oficial de cierre de los comicios, debido –según la versión oficial- a un intento masivo de hackeo informático, atribuido –difusamente- al “imperio”.
Los candidatos del PUD salieron a denunciar “irregularidades” y sospechas de “fraude”, anunciando que un recuento parcial de datos recogidos por ello, le habría dado un triunfo general del 70%, ganando en todos los Estados. Reclama que se hagan públicas las actas de todas las mesas de votación y se haga un nuevo recuento con presencia de sus fiscales que, afirman, han sido bloqueados de participar en muchos casos.
No hay, hasta el momento, grandes manifestaciones impugnando el resultado electoral. Y el propio PUD, en forma contradictoria, no ha llamado a la “acción directa”.
Se abre una nueva crisis política
Horas antes del cierre en una actitud cauta Kamala Harris, actual vicepresidenta yanqui y candidata a presidente por el Partido Demócrata, “pidió respeto a los resultados y reconoció que en el futuro seguirán trabajando por la prosperidad” de Venezuela. Antony Blinken desde Japón, planteó que ”tenemos la seria preocupación de que el resultado anunciado no refleje la voluntad o los votos del pueblo venezolano”.
El resultado dando triunfador a Maduro no ha sido reconocido internacionalmente, salvo por los gobiernos de Bolivia, México, Cuba, Nicaragua, Honduras, China, Siria e Irán. Otros como Estados Unidos, la Unión Europea, Francia, España, Portugal, Alemania, Brasil, Colombia y el Reino Unido han exigido un “conteo transparente y verificable”, a la vez que reclamaron “observadores internacionales independientes” (La Nación, 29-7).
El que ha salido a la vanguardia de una intervención directa (y hasta golpista) es Milei. Los diarios del mundo destacan que promovió una concentración de emigrados venezolanos frente a la Embajada de Venezuela en Buenos Aires, donde concurrieron durante toda la jornada los ministros Bullrich, Mondino y Petri, azuzando a luchar “contra el socialismo”. A su vez en un comunicado “los gobiernos de Argentina, Costa Rica, Ecuador, Guatemala, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana y Uruguay manifiestan su profunda preocupación por el desarrollo de las elecciones presidenciales de la República Bolivariana de Venezuela y exigen la revisión completa de los resultados”.
Hay, evidentemente, muchos hechos que apoyan las tesis de manipulación electoral por parte del madurismo. Desde la proscripción de candidatos, como el de la ultraderechista Corina Machado, reemplazada al frente del PUD, por el conservador González Urrutia, hasta la proscripción lisa y llana de cualquier oposición de izquierda (el Partido Comunista que fue intervenido por el régimen, un intento frentista de partidos que se reclaman trotskistas, la Alianza Popular Revolucionaria que se presentó a las elecciones parlamentarias del 2020), hasta trabas e irregularidades varias, especialmente en el conteo de los sufragios.
Una incógnita es cómo intervendrán las Fuerzas Armadas Nacionales Bolivarianas (FANB). Hasta ahora, aparentan mantenerse firmes en torno al gobierno de Maduro. Cuando Corina Machado fue a votar quiso saludar dándoles la mano a los soldados que custodiaban las urnas y estos, públicamente, se negaron a ello.
Las Corina Machado y los Milei proclaman vencedor a González Urrutia. ¿Quieren repetir la experiencia de Juan Guaidó, que fue “nombrado”, arbitrariamente, presidente “interino” de Venezuela, en el 2019, como parte de un operativo golpista/imperialista para justificar la invasión yanqui a Venezuela?
La situación internacional parece haber cambiado. Donald Trump salió, días antes de la elección, a contemporizar con Maduro. El expresidente y actual candidato republicano “elogió la gestión chavista en seguridad y dijo que logró bajar la criminalidad en 72 por ciento”. “Les dije a los líderes empresariales”, reafirmó, que “el año que viene iremos a Venezuela para la reunión, de la Mesa Redonda de Negocios”.
Cuando habla de “seguridad” lo hace extensivo no solo a la criminalidad abierta, sino a los negocios.
En nuestra nota anterior (25/7), caracterizábamos que “en realidad, según informan medios de difusión imperialistas (Financial Times, Wall Street Journal), la convocatoria a elecciones ha sido negociada con un sector del imperialismo. Por eso se aceptó la proscripción de Corina Machado y su reemplazo por González Urrutia”. Pero, completábamos, “el imperialismo juega a dos puntas, no solo al triunfo de la derecha. El capital financiero internacional, en primer lugar de la mano de los monopolios petroleros, quiere retomar un avance y control sobre el negocio petrolero. Esencial para bajar los costos de su producción dada la cercanía para el flete y la calidad particular del petróleo venezolano. Los monopolios estarían de acuerdo en retomar a fondo los negocios en Venezuela, si Maduro se mantiene en el poder por haber ‘ganado’ las elecciones con o sin fraude, salvo que el fraude fuera alevosísimo. Protestarían, pero a… ejercer una real politik” y retomar los negocios con Maduro, al que consideran como casi el único que podría mantener a las masas quietas y regimentadas. El frente derechista es heterogéneo y correría riesgo de dividirse”.
El propio Trump, en un reportaje a Bloomberg, “elogió la seguridad en Venezuela y abre la puerta para negociar con Maduro”. Trump estaría revisando las sanciones económicas contra Venezuela, siguiendo la línea de conciliar con Rusia y poner fin a la guerra en Ucrania. Maduro celebró este cambio de retórica: “Es otro Trump”, afirmó, dispuesto a fortalecer las negociaciones en curso para el regreso por la puerta ancha de las petroleras yanquis e imperialistas. Como señaláramos en la nota anterior el chavismo/madurismo ha sido el instrumento utilizado para un feroz “ajuste” contra el pueblo trabajador y es el que ha reiniciado los acuerdos y negociaciones con los grandes pulpos petroleros imperialistas.
Este curso espera ser profundizado por Maduro, que está también trabajando a dos puntas: girar más abiertamente hacia una política de asociación con el imperialismo yanqui/europeo y/o abrirse, en su defecto, a su incorporación al grupo Brics, apoyándose en Rusia y China.
El primer mensaje de Maduro, después de su autoproclamación como ganador electoral, fue el llamado a un “gran dialogo nacional”, profundizando también un curso de asociación con las comunidades religiosas.
La evolución de esta crisis poselectoral dependerá de varios factores: la actitud final que tomara el imperialismo (¿sanciones económicas?), la conducta de las Fuerzas Armadas, transformadas como nunca en árbitro político y, fundamentalmente, la movilización de las masas. Hasta el momento, este último factor es poco evidente: tanto por el lado de la derecha, como de la escasa intervención de masas en apoyo al régimen. Lo cual indica un escenario de descomposición de la confianza de las masas en el gobierno madurista.
Un frente de la izquierda venezolana no ha llamado, en esta oportunidad, a votar por Maduro. Los trabajadores necesitan constituir una alternativa política independiente. Esto solo se realizara sobre bases firmes, realizando un balance de la subordinación de la izquierda durante un largo período al chavismo y luego coqueteando con la oposición derechista/proimperialista con un programa formal democratizante.
La lucha antiimperialista está unida a la del combate por las libertades democráticas y las reivindicaciones obreras: basta de persecución y represión a las luchas obreras, no a la regimentación sindical: libertad de organización y movilización de los trabajadores, aumentos de emergencia salariales y previsionales. Marchar a un Plenario Nacional antiburocrático, por la defensa del movimiento obrero independiente del gobierno y la oposición burguesa. Los trabajadores necesitan de su propio partido de clase.
Rafael Santos
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