Una aceleración de la inflación respecto de mayo.
El primer semestre de la presidencia de Milei cerró con un 80% de inflación, un robo a todo el pueblo. El 4,6% del IPC de junio significa un repunte respecto de mayo, contra la supuesta tendencia descendente del discurso oficial. De todas formas, lo más grave son las “bombas inflacionarias” que hasta ahora nadie sabe cómo desactivar: la presión devaluatoria, los tarifazos que faltan, la emisión monetaria para pagarle a los bancos en caso de corrida. Para los que vivimos de un salario la única perspectiva de una “recuperación” es derrotando con la lucha todo el rumbo ajustador.
Milei y Caputo saben que es mentira que hayamos entrado en una estabilización de precios, y menos aún que eso vaya a dar lugar a una recomposición de los ingresos de la población trabajadora. Si no, no hubieran vuelto a postergar en julio los tarifazos anunciados… por segunda vez en los tres meses que lleva el esquema. En el informe del Indec resalta el 14,3% de inflación mensual en el rubro “vivienda, agua, electricidad, gas y otros combustibles”, empujados por la categoría “regulados”. Probablemente dimensionaron lo que pasaría si con semejante ola polar seguían con los ajustes de tarifas que habían previsto.
Ni siquiera es para celebrar que el índice del rubro “alimentos y bebidas no alcohólicas” se haya movido en junio por debajo del nivel general, con un 3%. Esto porque el sector acumula en estos seis meses un derrumbe del consumo del 21,6%, según el relevamiento de la Came en comercios minoristas, y en comparación con el mismo mes del año pasado los precios casi se cuadruplicaron (285,1% de variación interanual).
El único “logro” del gobierno con la inflación es estadístico: la devaluación de diciembre disparó el IPC y desde entonces la misma siguió alta pero con números descendentes. Ahora no solo dejó de bajar sino que acumularon un “atraso cambiario” por el cual casi todos los sectores capitalistas reclaman un nuevo “sinceramiento” del dólar oficial. Caputo se resiste, pero ¿hasta cuándo? Los sojeros no liquidan, los bancos ya desconfían de su exposición a la deuda pública, el FMI y el gran capital exigen un plan para salir del cepo.
Por eso, nada hay de “buena praxis” fiscal o monetaria que anuncie una estabilización prolongada. La relación entre el ajuste del gasto público y el índice de inflación, si es que hay alguna, es difícil de probar. Mucho más indiscutible es que la suba de precios motorizó la licuadora que permite al gobierno enorgullecerse por “el ajuste más grande de la historia”. Finalmente, uno de cada tres pesos que recortó lo hizo gracias a la desvalorización de las jubilaciones. La recaudación cae también como consecuencia de la contracción del consumo, pero con un ritmo menor porque es parcialmente compensada con la suba de precios: el “impuesto inflacionario”.
Más que a las puertas de un “repunte en V” de la economía, como promete Milei, estamos al borde de una nueva escalada inflacionaria. Su magnitud y sus ritmos van a depender de cómo se procesen las contradicciones de la política económica y el curso de la crisis política. Para los trabajadores, sea cual sea la resolución de estos choques, únicamente se va a abrir una posibilidad de recuperación si logramos derrotar la ofensiva antiobrera del gobierno y los que los sostienen, y para eso la tarea es preparar la huelga general.
Iván Hirsch
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