El gobierno enfrenta el segundo mes del año a los tumbos. Desorientado, con choques internos, cruzado por sus contradicciones y especialmente afectado por sus dos grandes fracasos: el sanitario y el económico. El empantanamiento del gobierno es tan grande que ha cedido de nuevo la iniciativa a la dividida y golpeada derecha que explota Formosa, educación y corrupción, a pesar de coincidir estratégicamente con toda la política fondomonetarista.
Cuando los números marchan directo a los dos millones de contagios y a las 50 mil víctimas, festejan como un campeonato la publicación en la revista científica The Lancet la confirmación de la efectividad de la Sputnik V, algo que ya el Anmat había adelantado. El problema es que estamos en febrero y no se ha vacunado ni el 1% de la población, cuando el primer tramo de esenciales, mayores y vulnerables no baja de 15 millones. No aparece garantizada siquiera la infraestructura y personal para un ritmo de aplicación a millones, cuando las vacunas que no están, estén.
Desde luego, la crisis sanitaria y de vacunación es un aspecto de la crisis mundial. El orden social capitalista ha engendrado con su depredación este tipo de virus y sus sistemas de salud no respondieron, afectados por los ajustes dictados por el capital financiero y las crisis de las últimas décadas. Pero allí no terminó el calvario. Ahora, el feroz sistema de monopolios de los laboratorios, jugadores de los más poderosos del planeta, se ha transformado en un obstáculo para la vacunación en general y para los pueblos oprimidos en particular.
La guerra de piratas entre Boris Johnson y la UE por la vacuna de AstraZeneca, los pagos al 50% demás de Israel a Pfizer (que facturará U$S 15.000 millones por la vacuna junto al alemán BiNTech, el mayor negocio de la historia de los laboratorios), la exigencia china a Argentina -que se conoce ahora- de pago por adelantado de una vacuna que vale el doble que la rusa, son botones de muestra. Pero el punto es que el régimen “nacional y popular” solo es una dócil oveja del sistema. Porque siendo Argentina sede de fabricación masiva de una de las vacunas, la de Oxford-AstraZeneca, justamente, no tiene garantía alguna de provisión. Somos rehenes inertes de un sistema que descarga los negociados y la peor parte de la pandemia sobre las naciones semicoloniales. La bofetada simbólica más dolorosa es quizás que en estos días la mitad de la población de nuestras Malvinas usurpadas será protegida con la vacuna de AstraZeneca, la que fabricamos acá y no vemos.
La pandemia pone en discusión el sistema. Las patentes deben ser socializadas, cuando la salud de la humanidad está en juego. El Estado debe tomar en sus manos los laboratorios disponibles y centralizar bajo su órbita y el control del personal de salud, todo el sistema sanitario. Una misión rusa visitó tres laboratorios, de los cuales uno podría fabricar la Sputnik V (Ámbito, 2/2), si es aceptada la transferencia de tecnología. Pero depende de acuerdos comerciales de firmas capitalistas, no de una decisión del Estado que pone bajo su jurisdicción el laboratorio.
Extendemos nuestro planteo transicional, como programa de lucha de los trabajadores, de la centralización del sistema de salud a la estatización bajo control de los trabajadores de los laboratorios.
El problema macroeconómico número uno: el poder adquisitivo de los trabajadores
El gobierno nacionalista expone todos los días su adaptación a un orden mundial y nacional establecido. Lo mismo sucede en el plano económico.
La escalada inflacionaria ha ganado la plana política y el podio de las preocupaciones populares. Claramente, la inflación es un arma del ajuste contra la clase obrera. Porque los precios los fija el capital y porque el Estado recauda en base a esos precios. Ambos, capital privado y Estados nacional y provinciales, están imbricados por completo en la responsabilidad de la inflación. Se trata de un mecanismo de confiscación del bolsillo popular.
En lo esencial, el gobierno indexa la economía a distintas variables y solo desindexa a los trabajadores. El caso más emblemático lo marcan las naftas que aumentaron 37% desde agosto y un 10% en el primer mes del año. Se trata de la estratégica cuestión energética que mueve toda la economía y con ella todos los precios. Y allí lidera los aumentos YPF que es una sociedad anónima de bolsa con mayoría estatal. La bancarrota de la compañía, en default, está siendo facturada mediante tarifazos a la población, en beneficio de todo el capital petrolero.
Otra variable inflacionaria son las tasas de interés del 58% para las Leliqs en las que se calzan los bancos (política del Banco Central Nac&Pop), o directamente los bonos ajustados por CER (índice de precios) que son la estrella actual del mercado financiero, justamente por la enorme inflación que los especuladores prevén para el año.
En otro orden están en liquidación los precios máximos -que nunca dieron resultado alguno, que se están desmantelando en favor de los “precios cuidados”, que son voluntarios y se ajustan sistemáticamente. Más allá que unos y otros no han neutralizado la brutal inflación en alimentos, especialmente frescos. La inflación en alimentos, muy mayor a la general, estimada en no menos de 5% para enero, está llevando la línea de pobreza arriba de los $57.000.
Otro factor inflacionario, se sabe, es el dólar. Lo están ajustando sistemáticamente aparte de permitir el famoso desdoblamiento, hoy en un 70% de brecha, que es motivo de permanente remarcación de precios de bienes transables y pasaje a costos de insumos importados que se retacean o se consiguen por la vía de los dólares financieros.
Como la gilada paga el IVA, los impuestos a los combustibles, ingresos brutos, impuesto a las ganancias sobre el salario, etc., quiera o no quiera, la recaudación de enero batió un récord de aumento con el 46%, diez puntos más que la inflación a un año vista. El ajuste de Guzmán para contentar al FMI está arriba de la mesa, en ejecución.
La derrota de la inflación es la derrota del conjunto de su política económica. Mediante el no pago de la deuda, la nacionalización de la banca y el comercio exterior (la fuga de capitales superó los U$S 3.000 millones en 2020, cepo mediante), la nacionalización bajo control obrero de los recursos naturales y la apertura de libros de todas las empresas formadoras de precios al control de los trabajadores. Una salida que combina medidas nacionales y socialistas que solo podemos llevar adelante los trabajadores como alternativa de poder y que constituye un programa de lucha que orienta nuestras reivindicaciones.
Se trata de un programa que parte de luchar por el poder adquisitivo de salarios, jubilaciones y de todos los ingresos de los trabajadores, también autónomos, precarizados y desocupados.
La trampa del “minipacto social”
Ya tuvimos la pérdida salarial respecto de la inflación 2020, brutal en el Estado y de varios puntos para la generalidad de los salarios. También la pérdida de las jubilaciones que osciló del 0,6% al 8,7% en el mismo período. Digamos de paso, para los repetidores del discurso oficial, que todo esto ocurrió encima de las pérdidas del período macrista, de las cuales no recuperamos nada de nada. Pero vienen por mucho más.
En materia de jubilaciones la aplicación de la nueva fórmula que debuta en marzo, ya se prevé entre un 7 y 8%, en el mejor de los casos. Si miramos que enero está en el orden del 4% como índice general y del 4,7/5% en alimentos, según todas las mediciones privadas, los jubilados perderían otra vez una friolera porcentual respecto de la inflación del primer trimestre. Esto vale para todos los beneficiarios de AUH y planes sociales, los 18 millones que capciosamente dice la burguesía que viven de un “cheque del Estado”.
Con los salarios no estamos mejor. Cavalieri acaba de firmar la paritaria 2020/2021 más grande del país, para más de un millón de trabajadores, en tres tramos de 7% para 2021 cuya pérdida anual se verá a fin de marzo. Pero la cosa no termina allí. Son tres cuotas no remunerativas. Quiere decir que a la patronal no le cuesta un solo peso adicional, no tiene aporte, ni obrero ni patronal. Tengamos en cuenta que este sistema, al desfinanciar la recaudación de la Anses, a su turno deprime las jubilaciones futuras. Todo esto están explicando los “técnicos” de Guzmán y Cristina a los “técnicos” del FMI, de ahí la “buena onda” con Kristalina.
Este esquema, de paritarias cortas, con importes no remunerativos, es el modelo del “minipacto social” que se proyecta de precios y salarios, donde se convocaría a la UIA, la CGT y al resto. El objetivo es respetar en el año una pauta del 30% -el presupuesto dice 29%- “para no alentar la inercia inflacionaria”.
En resumen, toda la política económica alimenta la inflación. Y por otro lado, se pretextan controles de precios y pacto social para deprimir el poder adquisitivo de los trabajadores. No es solo el ajuste de las cuentas fiscales, es también una descarga de toda la crisis capitalista sobre las espaldas de los trabajadores en el sector privado, en el sector informal, en toda la línea. Por eso atenuaron la prohibición de despidos y la doble indemnización que tampoco han impedido centenares de miles de despidos.
Aumento de emergencia, paritarias libres, asambleas
El Partido Obrero lanza una campaña sindical y política. De agitación fabril y en todos los lugares de trabajo. La CGT y las CTAs no tienen mandato para pacto social alguno que entregue nuestro salario, nuestras jubilaciones y planes sociales. Los burócratas vociferan que no aceptan techos, pero sí un acuerdo de precios y salarios, viejo truco. La defensa del salario y del puesto de trabajo se asocian. Liquidando la base del movimiento económico que conforma el mercado interno, solo agravarán la recesión, cuando la inversión está por el suelo.
El reclamo de un aumento de emergencia ya mismo tiene lugar en función de la magnitud del salto inflacionario planteado. Al mismo tiempo se vienen las paritarias de todo el movimiento obrero. Rescatamos la gran huelga aceitera de fines de diciembre que el gobierno repudia, porque puso en la agenda el salario equivalente a la verdadera canasta familiar, como lo puso en agenda el Sutna y el clasismo.
Sobre esas bases, impulsamos la deliberación del movimiento obrero, asambleas en los lugares de trabajo, plenarios de los delegados. Junto a los protocolos obreros de salubridad contra el coronavirus, a los comités conjuntos de docentes, padres y alumnos para luchar por las exigencias de salubridad en la improvisada vuelta a clases presenciales, impulsamos la lucha por el salario, las jubilaciones y planes sociales. Nadie cumplirá las aspiraciones del movimiento obrero y popular, sino las imponemos con los métodos de la lucha y la movilización política.
Néstor Pitrola
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