Mientras llegaba un nuevo cargamento de vacunas a la Argentina, de AztraZenaca/Oxford, el ministro de Salud de la Nación Ginés González García afirmaba que «si todo va bien, en agosto o septiembre tendremos vacunados a todos los argentinos». En realidad el ritmo de vacunación está entre los más lentos del mundo, producto del ajuste en el sistema sanitario.
El nuevo cargamento es de 580.000 dosis de la vacuna Covidshield, fabricada en la India, y sería el primero de las 1.160.000 que llegarían del Serum Institute. Con esta, Argentina cuenta con un total de 1.800.000 dosis sumando las que comenzaron a arribar en diciembre, aunque tanto la Sputnik V como la Covidshield requieren dos dosis cada una, por lo que se podría vacunar a un total de 900.000 personas.
Los medios oficiales hablan de que comenzaría una “campaña masiva de vacunación”. Pero inocular a toda la población en condiciones de recibir la vacuna implica un enorme operativo de producción -en manos de grandes farmacéuticas nacionales que incumplen los compromisos ya firmados-, abastecimiento del país -en el marco de una carrera imperialista por aprovisionarse de dosis- y de logística de distribución que no se vio en estos primeros meses.
La población adulta en Argentina es aproximadamente 30 millones de personas, lo que significa que contando desde marzo se deberían vacunar a 5 millones por mes, o sea más de 1 millón por semana y más de 40.000 por día. Son cifras que están muy lejos del ritmo de vacunación actual: al 12/2 (último día que se actualizaron los datos en la página del Ministerio de Salud) los vacunados con la primera dosis eran tan solo 367.000 personas, y con la segunda 222.000. Es decir que a poco de cumplirse dos meses de iniciada la vacunación se inyectaron solo el 32% de las dosis que llegaron al país, lo que representa menos de 11.000 dosis por día.
Es parte de una desastrosa política sanitaria en general. Los testeos, otra de las importantes formas de prevención, brillan por su ausencia y escasez. La tasa de positividad se encuentra entre las 15 mayores del mundo, cuando es uno de los parámetros que se usa para medir el control que tienen los Estados sobre la pandemia. Esto evidencia que los tests no son suficientes.
Las declaraciones de Ginés González García buscan llevar calma a una población que vio al gobierno cambiar su discurso semana a semana, producto de la improvisación con la que se abordó a la pandemia en su conjunto, sin inversión ni reforzamiento de los sistemas de salud. Pero también va de la mano de la intención del gobierno de arribar a una apertura total de actividades, como sucede con las escuelas que son reabiertas sin condiciones sanitarias y epidemiológicas. El propio ministro de Educación, Nicolás Trotta, afirmó una semana atrás que esperan vacunar a 1,4 millones de docentes y no docentes en tres meses, para ocultar que no asigna ningún tipo de presupuesto extraordinario para garantizar la seguridad de estudiantes, docentes y no docentes.
De esta manera, la política del gobierno significa colocar a millones de personas en aulas en pésimas condiciones y en un transporte público hacinadas; un desastre anunciado. La pelea contra la pandemia solo puede ir de la mano de un aumento de presupuesto para poner en pie centros de vacunación, la contratación de personal capacitado en condiciones y de todos los dispositivos necesarios para que la vacuna llegue a cada una de las provincias del país. Por un control popular de todo el operativo de aprovisionamiento, distribución y colocación de las vacunas contra el coronavirus.
Lucía Cope
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