Presidente durante dos períodos (1989-1999), fue una figura política fundamental en la Argentina posdictatorial. Llevó a cabo grandes reformas reaccionarias, antiobreras y proimperialistas que el gobierno militar no había logrado terminar de imponer. Lo pudo hacer porque contó con el apoyo activo del movimiento nacionalista burgués, el peronismo en todas sus variantes, la burocracia sindical que traicionó y frenó los fuertes intentos de resistencia de los trabajadores e incluso de sectores de la izquierda (como el PTP-PCR).
Para ganar su primera presidencia Menem realizó una campaña con eslóganes populistas. Fue a las minas de Río Turbio, bajó al último socavón y, desde allí, declaró que iba a producir una “revolución productiva”, insinuando una política de inversiones en las empresas estatales y creación de puestos de trabajo. Cuando asumió el gobierno privatizó la mina.
Habló de un “salariazo” e impuso un récord histórico de desocupación y miseria.
Esta verborragia seudopopulista no fue una improvisación. Menem la desarrolló toda su vida política. Con los militares bajo el golpe: fue amigo del asesino almirante Massera mientras hablaba sobre derechos humanos. Desde su puesto como gobernador de La Rioja cultivó sus relaciones con diversos grupos empresariales no solo de su provincia, sino nacionales e internacionales, mientras se ponía un poncho y hablaba de los desposeídos, etc.
En 1986, el senador yanqui Edward Kennedy viajó a La Rioja para corroborar la profundidad de los dichos antiimperialistas de Menem. Se retiró de la entrevista elogiando al riojano, quien a partir de ahí morigeró un poco el tono de sus arengas contra los yanquis.
“Si vota por Menem le sale Alsogaray”
El gobierno de Alfonsín tuvo que adelantar las elecciones de 1989 de octubre a mayo, por el estallido de una catástrofe económica. El país entró ese año en recesión, defol de la deuda, devaluación e hiperinflación, atizando el descontento social y pavimentando el camino a la campaña verborrágica de Menem y a su triunfo electoral. Este ganó la elección. El conjunto de la izquierda o apoyó su campaña o tuvo expectativas en el “carácter popular y nacional” de Menem.
El PO denunció la farsa de la campaña menemista y su tendencia a una “coalición” con la derecha proimperialista planteando “si vota por Menem le sale un… Alsogaray” (Prensa Obrera, 28/3/1989). Alsogaray era expresión del derechismo neoliberal. Muchos sectores políticos tomaron esta denuncia como un brulote de una política sectaria del PO. La coalición Izquierda Unida (PC-MAS) no se quiso pronunciar sobre a quién votarían en el Colegio Electoral sus representantes en caso de ser elegidos. Era vox populi que el PC estaba negociando volcar sus votos a favor de Menem contra la “derecha”. No hizo falta, porque Menem ganó una mayoría propia. Efectivamente hizo una coalición con Alsogaray y la plataforma “neoliberal”.
El hambre se enseñoreó en los barrios populares, provocando movilizaciones y asalto a supermercados. Alfonsín proclamó el estado de sitio y montó provocaciones contra las fuerzas combativas y de izquierda. Nuestro Partido Obrero fue especialmente perseguido, nuestros locales allanados y parte de la dirección fue apresada y puesta “a disposición del Poder Ejecutivo” (Altamira, Rath y Capurro en la propia Casa Rosada, Cata Guagnini, Goyo Flores y Rieznik en el local Central).
No pudiendo dominar el desarrollo de la conflictividad popular y la falta de apoyo burgués, Alfonsín pactó su renuncia con Menem y el adelantamiento de la asunción del segundo, de diciembre a julio. Este pacto vino acompañado por el compromiso de la UCR de aprobar en el Congreso los proyectos que presentara el nuevo oficialismo.
Se constituyó un régimen de coalición burguesa peronista-radical-alsogaraísta que sacó un conjunto de leyes reaccionarias (Reforma del Estado, etc.) de privatización de empresas públicas, postración frente al FMI y los banqueros usureros, ataque a los derechos de los trabajadores, etc.
La clase obrera lo enfrentó
Los trabajadores que, en su mayoría, habían votado a Menem no vacilaron en enfrentarlo cuando empezó a llevar a la práctica su programa de entrega y ajuste. Cuando Menem puso en marcha en 1990 la privatización de la empresa telefónica (ENTel) los trabajadores fueron a la huelga general por tiempo indeterminado. Menem, ante la contundencia del paro, tuvo que enviar militares para mantener un mínimo funcionamiento en ciertos servicios. Después de 50 días de huelga y movilizaciones, aislada por la CGT, la huelga fue traicionada y levantada fraudulentamente por la dirección burocrática. A esto le siguió la privatización-concesión de los ferrocarriles. Aquí también las burocracias de la Unión Ferroviaria y La Fraternidad desorganizaron una lucha de conjunto, la que quedó en manos de una amplia vanguardia nucleada en las seccionales rebeldes. Así fueron entregadas una por una las empresas estatales a la privatización a favor de grandes capitalistas. Aerolíneas, Siderúrgica Somisa, Gas del Estado, petrolera YPF, los canales televisivos, etc. El conjunto de la burguesía acompañó esta política.
La burocracia sindical empresaria
La burocracia sindical peronista fue cómplice directo de estos planes de entrega. Ibáñez, secretario del sindicato petrolero (Supe), hundió los principios de resistencia de los petroleros. Había ido como candidato en la lista de Menem. Toda la burocracia fue cómplice de la entrega privatizadora. Menem dio un paso más en el proceso de regimentación de las burocracias sindicales: transformó una parte de ella en empresaria. Con las privatizaciones armó un programa de participación de las burocracias en el directorio de las empresas (Propiedad Participada, etc.) y una serie de negocios paralelos de tercerización. “Cooperativas” superexplotadoras de obreros despedidos, etc. Este plan saltó al conocimiento de la opinión pública con la lucha de los tercerizados de FC Roca, en la cual fue asesinado nuestro compañero Mariano Ferreyra.
La deuda
Las privatizaciones con su ola de despidos fueron acompañadas por un agravamiento de la deuda externa. La adhesión de Menem al Plan Brady significó en primer lugar el reconocimiento de una deuda acusada de falsificada e ilegítima y la reanudación del pago de la misma. Los “compradores”-privatizadores de las empresas públicas lo hicieron pagando precios irrisorios: abonando los montos fijados con bonos defolteados, que cotizaban una quinta parte de su valor de emisión en el mercado mundial pero fueron aceptados a su valor nominal. Sobre esa base el FMI y la banca mundial aceptaron una reprogramación del pago de la deuda, con altísimas tasas de interés. Planteaba una tasa de interés variable calculada por los bancos a los que debía someterse la administración argentina. Lo concreto es que la deuda externa de 96 mil millones de dólares en los inicios del menemato, terminó con 145 mil millones de dólares al final del mismo. Luego de 10 años de remate de empresas públicas.
Cualquier semejanza con el gobierno Macri y con las negociaciones que ha cerrado el actual gobierno Fernández-Fernández con el FMI y los Bonistas usureros no es casual.
Contra las jubilaciones
Una de las grandes “transformaciones” antiobreras impulsadas por Menem fue la privatización del sistema jubilatorio. Esquilmando las cajas estatales creó las AFJP, compañías de seguro privado, basadas en el depósito-“ahorro” de las contribuciones de los trabajadores. Se trata de una actividad parasitaria la de esas AFJP que de entrada descontaban 10/15 % de los aportes obreros a “su cuenta”, como gastos administrativos y comisiones por gestionar el dinero obrero. Luego se dedicaban a comprar bonos del Estado o a realizar “inversiones” en acciones de empresas privadas, fuente de todo tipo de desfalcos (compra a la alta, venta a la baja de las mismas). Las “jubilaciones” privadas eran menores a las estatales (al día de hoy aún se encuentran varias decenas de miles que cobran las llamadas “rentas vitalicias” de miseria). Para hacer esto posible Menem contó con la complicidad “empresaria” de las burocracias sindicales que crearon sus propias AFJP y de la centroizquierda (PC, el actual diputado del “cooperativismo” Carlos Heller, enrolado en el oficialismo).
Reestatizado años más tarde el sistema, la burguesía, sin embargo, persiste en que el régimen previsional se transforme en un sistema asistencial. Eliminando los aportes patronales. Quiere que se sostenga solo con el “ahorro obligatorio” de los trabajadores. Que desaparezca como integrante del salario (diferido) que deben pagar las patronales. La reforma jubilatoria en marcha sigue bajando el monto a pagar a los jubilados, mientras las patronales gozan de crecientes reducciones de sus aportes a la Anses.
Surgimiento del movimiento piquetero
La desocupación dio un gran salto bajo el menemato. Pasó del 7% en el inicio de su mandato al 15% al finalizar el mismo. Se instaló definitivamente una miseria social que más de dos décadas después no ha logrado ser superada. Fue producto de las privatizaciones menemistas. Derrotadas-traicionadas por la burocracia las luchas obreras contra las privatizaciones, la resistencia de los trabajadores se manifestó por otras vías. Dialécticamente, la ofensiva menemista provocó la formación de los “piquetes” de los obreros desocupados y combativos con cortes de ruta contra la miseria provocada por la crisis del capital. En junio de 1996 estallaron los cortes de ruta de Cutral-Co (Neuquén). Los obreros petroleros despedidos años antes ganaron las rutas contra la miseria. La reacción y la crisis capitalista detonó la acción militante de los obreros despedidos. Los piquetes surgieron al margen y enfrentados a las burocracias sindicales entregadoras. Inauguraron un nuevo protagonismo obrero, el de los desocupados. Menem, involuntariamente, fue el artífice de esta creación combativa. Para frenar esto, el kirchnerismo primero, el macrismo después y ahora Alberto Fernández se lanzaron a un trabajo de cooptación de direcciones piqueteras colaboracionistas.
Cutralcazo
Corrupción contra el pueblo
Toda su política fue reaccionaria y antiobrera. Aumentó los impuestos al consumo (IVA) del 19 al 21% que paga el bolsillo obrero, etc.
Desde ya no tocó la renta de la oligarquía agraria: colocó inicialmente como ministro de Economía a un miembro del directorio de Bunge y Born ligado a las exportadoras agrarias. (Luego, ya fuera del gobierno, fue llevado enfermo desde una internación hospitalaria para que votara contra la resolución 125 que incrementaba las retenciones agropecuarias.) La justicia, luego de décadas de cajoneo, reconoció hace un par de años un desfalco de Menem por más de 100 millones de dólares, por haber “regalado” a “precio de remate” los terrenos fiscales, donde está instalada la sede de la Sociedad Rural, en Palermo.
Este último hecho de corrupción no fue un rayo en cielo sereno. Bajo su mandato la corrupción se enseñoreó. Se rodeó de corruptos: creó un sistema de corrupción estatal, que su ministro de Interior, Manzano, justificó bajo el lema del “robo para la corona”. Gran parte de estos negociados eran de carácter mafioso. Los atentados a la Embajada de Israel y la Amia -e incluso el “accidente” contra la vida de su hijo- fueron denunciados como ajustes de cuentas entre grupos mafiosos. Lo concreto es que nunca se pudieron esclarecer estos hechos y establecer la “conexión local” con los mismos. Fueron obstruidos los caminos para hacerlo.
El contrabando de armas a Ecuador, Croacia y Bosnia bajo su mandato está asociado al estallido de la fábrica militar de Río Tercero. Como en otros casos nunca se pudo averiguar la causa de esto, pero sirvió para tapar faltantes y comprobantes al costo de vidas humanas.
La prensa festejó su práctica de “bon vivant” celebrando sus relaciones con la farándula y farandulizando su actuación gubernamental. Todo le era “perdonado” (regalo de una carísima Ferrari deportiva, etc.) al hacedor de la política “modernizadora”, entreguista y antiobrera que ejecutó.
Su reaccionarismo se evidenció en todos los campos. Decretó el indulto a las condenas de los comandantes en jefe de la represión dictatorial. Condecoró al dictador chileno Pinochet. Impuso una “reforma educativa” resistida por maestros y estudiantes, que institucionalizaba el traspaso a las provincias de colegios terciarios y secundarios, quitándoles el apoyo del presupuesto estatal; atacó la educación universitaria estatal (arancelamiento de los posgrados, etc.); propugnó la pena de muerte, entre otras.
Más papista que el Papa
Fue un acerado opositor al derecho al aborto. Luego de una entrevista con el Papa Juan Pablo II en 1998, creó por decreto el “día de los derechos del niño por nacer”, en directa oposición a la campaña por el derecho al aborto. La embajada argentina en Roma declaró: “con este gesto, el presidente Menem se pone por delante de la Santa Sede. Hasta ahora, el papado nunca había sugerido algo de este tipo a un país”. Efectivamente fue punta de lanza para que otros países (Guatemala, etc.) replicaran la reaccionaria iniciativa antiabortista.
Ya fuera de la presidencia, fue uno de los 7 votos de diferencia que en el Senado impidió en el 2018 se sancionara la ley del derecho al aborto, votada por Diputados.
El estallido del “argentinazo”
La crisis capitalista que Menem impulsó y sus desastrosas consecuencias sociales contra el pueblo fueron continuadas por el gobierno De la Rúa, que le sucedió. Terminaron provocando un levantamiento nacional y su caída: el argentinazo del 2001. El adelantamiento de emergencia de las elecciones a mayo del 2003 para encauzar la potenciación de la rebelión popular lo encontró nuevamente presentándose como candidato a presidente. Esta vez el peronismo se presentó dividido en tres fracciones. La candidatura de Menem con el «Frente por la Lealtad – Ucede», salió en primer lugar con el 24,45% de los votos, sobre Néstor Kirchner, promovido por el presidente interino, Duhalde, con el «Frente para la Victoria” que llegó al 22,24%. Era necesario realizar una segunda vuelta entre los dos candidatos más votados para dirimir la Presidencia. Pero… la mayoría de la burguesía presionó para que Menem abdicara a su derecho electoral, a pesar de haber sido el que más votos había sacado. La burguesía era consciente que la emergencia del “argentinazo” hacía necesario un cambio de frente para defender las conquistas reaccionarias del menemo-delaruismo. Un eventual nuevo gobierno de Menem solo echaría nafta al fuego de la rebelión popular.
Menem, un hombre del gran capital, escuchó la voz de su clase y renunció a presentarse.
Menemistas de la primera hora
Por otra parte, los Kirchner eran discípulos directos de Menem. Apoyaron en forma incondicional la política de privatizaciones que éste desarrolló. Néstor
Kirchner recibió importantes sumas por su apoyo a la privatización de YPF, que hasta el día de hoy se sigue discutiendo dónde están porque las depositó en el exterior. Entonces, Néstor K. dijo que “Menem había sido el mejor presidente de la historia argentina con excepción de Perón”.
Kirchner subió al poder –luego de la autoexclusión de Menem- con el propósito de canalizar la rebelión popular del “argentinazo” y salvar las conquistas reaccionarias. En lugar de nacionalizar las empresas de servicios públicos privatizadas, las apoyó con cuantiosos subsidios; etc.
No es solo cinismo: es la impunidad de una clase social reaccionaria
Preguntado Carlos Menem por la contradicción evidente entre la propaganda electoral a favor del “salariazo” y la “revolución productiva” y su posterior política de privatizaciones y ataque a las condiciones de vida de las masas, contestó: “si yo les decía lo que iba a hacer, no me votaba nadie”. Esta frase que algunos periodistas se la atribuyen directamente a Menem y otros a alguno de sus voceros calificados, no solo indica el cinismo de Carlos Saúl, sino la esencia del régimen político estatal burgués. Los candidatos burgueses disfrazan sus intenciones políticas reaccionarias con promesas demagógicas y una vez que asumen poder no pueden ser revocados por hacer lo contrario. Toda la maquinaria del Estado sale a defender su libre albedrío en términos capitalistas contra la “impaciencia” de las masas trabajadoras.
Macri, también hizo lo mismo en la campaña electoral. Lanzó a diestra y siniestra promesas verborrágicas de que a través de la lucha contra la corrupción kirchnerista iba a hacer realidad una drástica mejora en las condiciones de vida de las masas trabajadoras. Igual que Menem, en una reunión con empresarios, manifestó: “si yo les decía a ustedes hace un año lo que iba a hacer y todo esto que está sucediendo, seguramente iban a votar mayoritariamente por encerrarme en un manicomio; y acá me ven, soy el presidente”.
Evolución reaccionaria del nacionalismo burgués
La izquierda peronista afirma que Menem no representaba al peronismo. La derecha del PJ dice lo mismo del kirchnerismo.
Este intento de exclusividad de la bandera peronista está errado. Los dos son expresiones del mismo movimiento nacionalista burgués. Un movimiento que intenta representar los intereses de la clase patronal nativa. Pero siendo la clase burguesa de un país atrasado, dependiente del imperialismo, no puede desarrollarse soberanamente. Tiene que “compartir” la explotación de las masas trabajadoras del país con el capital extranjero y tiene diferentes pleitos con éste por ese motivo. La burguesía nacional ora gira hacia una política abierta de alianza con el capital financiero internacional, ora se acuerda de sus “deberes-derechos”. El ascenso del kirchnerismo al poder solo en el relato aparece como opuesto al menemismo: en realidad es continuador de aquel en las nuevas condiciones de la rebelión popular. No solamente Menem fue “protegido” de rendir cuentas frente a la justicia con la inmunidad que le brinda su elección como senador, sino que en noviembre del 2019 se sumó al bloque del “Frente de Todos” (y fue aceptado) con Alberto y Cristina. El nuevo gobierno alber-kirchnerista sigue el camino de Menem y de Néstor Kirchner de renegociar la continuidad del pago de la deuda externa usuraria; defender y potenciar a los privatizadores-apropiadores de las empresas públicas; atacar a los jubilados usando la disminución de sus pensiones como uno de los factores centrales del ajuste contra el pueblo; etc. El kirchnerismo llegó al poder montado en la rebelión popular del “argentinazo” que no generó, sino en la que se montó. Tampoco nació por fuera de los partidos tradicionales de la burguesía, es continuidad del peronismo. Su progresividad histórica está agotada. Pero, políticamente debe aún ser superado por una expresión de independencia de clase, que luche por imponer un gobierno de trabajadores. En esa tarea está empeñado el Partido Obrero y su apoyo al Frente de Izquierda. Lamentablemente, la muerte de Menem no cierra una época, ni el período de dominio político del nacionalismo burgués sobre sectores importantes de las masas.
Este balance histórico del menemismo pretende recordar a la vanguardia que luchó contra él para que no sea arrastrada al campo verborrágico pero impotente y antiobrero del nacionalismo burgués. Y a las nuevas generaciones que no lo conocieron para que no tengan que repetir nuevamente todas las experiencias: que se sumen a la histórica tarea de poner en pie un gran Partido Obrero.
Rafael Santos
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