viernes, 6 de septiembre de 2019

La Orquesta Roja bajo los acordes de la Segunda Guerra Mundial



La Segunda Guerra Mundial tuvo una batalla subterránea: la del espionaje ruso infiltrado en el Estado Mayor nazi.

En un intercambio de cartas León Trotsky, a finales de los años 20, escribía esta analogía con la música, reflexionando entre las dos guerras mundiales: “los acontecimientos difíciles del último período, con las consecuencias que nosotros sufrimos, sólo marcan el preludio de los desarrollos por venir. Igual que la obertura de una ópera anuncia todos los temas musicales que se desarrollarán en ella y les da una expresión aguda y concentrada, nuestra obertura política no ha hecho más que anticipar las melodías que encontrarán más tarde su plena amplitud, con la intervención de los metales, contrabajos, tambores y otros instrumentos de esta música seria, la de las clases”.
Pero en este articulo, en lugar de la “obertura” que señala Trotsky, nos concentramos en la “ópera” misma, precisamente en la historia de la flamante Orquesta Roja.

¿Qué fue la Orquesta Roja?

La llamada Orquesta Roja fue conformada a fines de los años 30 en la Unión Soviética (URSS) en la antesala de la Segunda Guerra Mundial. Su objetivo era hacer espionaje en las metrópolis de Europa. Se la conoció como “orquesta” por analogía con el mundo de la música, ya que sus miembros tocaban “el piano” que era un transmisor clandestino. El mismo emitía informes en código cifrado para dar cuenta de las novedades de la guerra, tanto de los preparativos como de los posibles ataques que amenazaban a la URSS.
Y como toda orquesta tiene un director, ésta quedó a cargo de Leopold Trepper. En sus memorias, conocidas bajo el título de El gran juego (Ed. Ariel, 1977, Barcelona) recuerda su preparación previa. Allí sostiene que “mi escuela fue mi vida de militante. Nada podía prepararme mejor para dirigir una red como la Orquesta Roja, que los veinte años tumultuosos, a menudo clandestinos, que precedieron mi ingreso en los servicios de información. Aprendí la clandestinidad en Polonia y en Palestina, y esta experiencia insustituible tiene mucho más valor que todos los estudios del mundo”.

La pantalla

La Orquesta Roja montó una empresa falsa para que pueda comerciar libremente con el Ejército alemán, proveyéndolo de pertrechos. Trepper adoptó el disfraz de un burgués industrial, director de una supuesta “empresa” llamada Simex. El director industrial y sus “asistentes” fueron invitados a grandes banquetes del Estado Mayor nazi, donde se ganaron la confianza de los oficiales, y en medio del champagne y los buenos vinos y manjares, recaudaban información acerca de los planes de ataque de Hitler.
Una vez instalado el escenario, comienzan a sonar los primeros “acordes”: las emisoras de radio con sus respectivos “pianistas” instaladas en los Países Bajos, Bélgica y en el corazón del imperio nazi; Berlín. Transmitían a Moscú información precisa acerca del estado de las tropas, disposición de fuerzas y moral del ejército. Recaudaron los planos de las instalaciones portuarias y de las fortificaciones, los mapas militares y los organigramas. Este tipo de información se enviaba a través de microfilms. Los miembros de la red, cruzaban permanentemente todas las fronteras hasta hacerlos llegar al Centro receptor del Estado Mayor soviético. Los enlaces para esta tarea fueron desde empleados del propio entorno de Hitler, hasta una empleada de la Bolsa de Comercio de Bruselas con oficina en París. Desde allí enviaban toda la correspondencia a su debido curso. También colaboraban maquinistas de tren y marinos que efectuaban viajes por el Báltico.

El concierto de la guerra

A mediados de 1941, el Ejército Rojo se hallaba en una situación crítica. En pocos meses, el ejército alemán (Wehrmacht) había avanzado unos 1.200 Km en territorio ruso. Mientras tanto, se produjo una cumbre del Estado Mayor nazi en la que se preparó el ataque a Moscú. Leopold Trepper lo recuerda así: “hoy día puedo revelar que un combatiente de la Orquesta Roja asistió a aquélla reunión en la cumbre. El taquígrafo que tomaba nota de las palabras de Hitler y de sus generales era miembro del grupo (…) el estado mayor soviético, que así estuvo al corriente de los detalles de aquel ataque, pudo preparar la contraofensiva que rechazó victoriosamente a la Wehrmacht. El mismo taquígrafo dio aviso de la ofensiva contra el Cáucaso con nueve meses de antelación (…) Stalingrado constituiría, pues, una etapa esencial en el desarrollo del previsto ataque. El 12 de julio, se estructura un estado mayor para el frente de Stalingrado bajo la dirección del general Timoshenko. Así queda ultimada la trampa en la que va a caer la Wehrmacht”.
Por su parte la Policía Secreta (Gestapo), las SS, la Wehrmacht formaron una división especial de lucha contra la Orquesta Roja. La red fue descubierta recién a mediados de 1941 y comenzó una verdadera cacería de rojos. Como un “efecto dominó” fueron cayendo presos uno tras otro los miembros de la red, hasta dar con el “Gran Jefe”: Leopold Trepper. Hacia fines de 1942, fue detenido en París. El propio Hitler, cuando se enteró de su captura, ordenó que sea apresado y metido en una profunda fosa y con las más pesadas cadenas. Pero esa orden del Führer nunca fue cumplida.

Comienza “el gran juego”

Con los miembros detenidos, los alemanes siguieron manteniendo en función a las emisoras y obligan a los “pianistas” a que mantengan contacto con el Centro ruso. El objetivo era “intoxicarlo” con falsas informaciones. Pero tal maniobra no duró demasiado ya que el Centro se dio cuenta de que “algo anda mal”, por lo que los nazis se vieron obligados a dar información verdadera y ofrecieron material verídico que favoreció las posibilidades militares de Moscú.
La palabra “juego” significaba espionaje, de allí el nombre de las memorias de Trepper. Por lo tanto, lo que sucede de ahí en más fue un doble juego; el que creyeron jugar los nazis y el que realmente jugaron los comunistas bajo la dirección de Trepper. Pero ¿cuál es la razón de fondo por la que la división especial hitleriana juega este “juego”? ¿Por qué no liquidaron físicamente a los todos miembros de la red? La respuesta hay que buscarla en que a medida que la guerra avanzaba y las posibilidades bélicas de Alemania disminuían -derrota de Stalingrado mediante-, los nazis entendían que una paz separada con los rusos era la única solución para evitar una catástrofe mayor. Por esta razón la orquesta sigue siguió “tocando”.
Trepper fue tratado por los nazis como un preso especial. Discutían con él la situación política y el curso de la guerra. De esta manera, se valió de la necesidad que pesaba sobre él de parte de los sabuesos de Hitler e impuso sus condiciones: que cesaran las torturas y la represión a los miembros de la red.
Por otra parte, desde su celda comienza a redactar un mensaje cifrado que entregará a un miembro de la red para alertar al Centro sobre el estado real del juego. Ese mensaje llegará a destino y constituye un gran primer triunfo. El resto de los miembros de la red son el blanco de la más oscura represión.

Final del juego

Trepper se ganó la confianza de sus carceleros y en septiembre de 1943, en un traslado en auto, su carcelero enfermo le pide que entre sólo a una farmacia, mientas el nazi lo esperaba. Como la misma tenía doble entrada por dos calles laterales se fugó al instante. “Audacia” se le llama. Tuvo la única oportunidad de escapar de las garras del nazismo y la aprovechó.
Permaneció luchando en la clandestinidad hasta la liberación de París por los Aliados y el fin de la guerra. Así, informa al Centro la verdad de la situación y siguen transmitiendo con varias de las emisoras que no fueron descubiertas.
Hacia el final de la guerra, los nazis acabaron con las vidas de los miembros de la Orquesta Roja, arrojando el siguiente saldo: “ochenta personas fueron detenidas en Francia y en Bélgica: treinta y dos fueron condenadas a muerte y cuarenta y cinco enviadas a los campos de concentración, de los que nunca regresaron trece de ellas. En Alemania, de las ciento treinta personas capturadas, cuarenta y nueve fueron ejecutadas, cinco sucumbieron mientras eran torturadas y tres se suicidaron”.

Contrarrevolución y guerra

En El significado de la Segunda Guerra Mundial, el trotskista Ernest Mandel habló de la misma como de “la historia de la contrarrevolución”. La definición, entre otras cuestiones, aplica al propio Stalin ya que tenía la “teoría” (si es que puede llamarse así) de que todos los miembros del Ejército Rojo, agentes y personal diplomático que habían trabajado fuera del territorio soviético mientras duró la guerra, eran sospechosos de ser “contrarrevolucionarios”, “criminales contra el pueblo soviético” y la lista seguía. El antecedente hay que encontrarlo en las purgas estalinistas previas a la guerra.
Trepper, el jefe de la Orquesta Roja, pagó con diez años de prisión en las cárceles de la URSS. El mismo, se encargaría de rendir un significativo homenaje a quienes lucharon consecuentemente contra la deformación de la revolución de Octubre de 1917. Y en sus memorias reflexiona: “Pero, ¿quién protestó en aquella época? ¿Quién se levantó para gritar su hastío? Los trotskistas pueden reivindicar este honor. A semejanza de su líder, que pago su obstinación con un pioletazo, los trotskistas combatieron totalmente al stalinismo y fueron los únicos que lo hicieron. En la época de las grandes purgas, ya solo podían gritar su rebeldía en las inmensidades heladas, a las que los habían conducido para mejor exterminarlos. En los campos de concentración, su conducta fue siempre digna e incluso ejemplar. Pero sus voces se perdieron en la tundra siberiana.
Hoy día los trotskistas tienen el derecho de acusar a quienes antaño corearon los aullidos de muerte de los lobos. Que no olviden, sin embargo, que poseían sobre nosotros la inmensa ventaja de disponer de un sistema político coherente, susceptible de sustituir al stalinismo, y al que podían agarrarse en medio de la profunda miseria de la revolución traicionada. Los trotskistas no “confesaban”, porque sabían que sus confesiones no servirían ni al partido ni al socialismo”.
Una denuncia muy a tono con la que sostuvo León Trotsky en La Revolución Traicionada.
Al cumplirse el 80 aniversario del inicio de la Segunda Guerra Mundial, no podíamos dejar de lado el rol que jugó la Orquesta Roja. Una historia poco conocida pero que a la vez es clave para entender el desarrollo y el desenlace de la carnicería imperialista mas grande del siglo XX.

Daniel Lencina
Jueves 5 de septiembre
Ilustración: Sabrina Rodriguez

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