lunes, 23 de septiembre de 2019
Millones en las calles en la huelga por el clima
Más de 5.000 actos se llevaron a cabo en 156 países. En Argentina movilizamos el 27 al Congreso Nacional.
Más de tres millones de personas se movilizaron en todos los continentes en el comienzo de la huelga internacional por el clima, según las organizaciones convocantes. Más de 5.000 actos se llevan a cabo en 156 países, algunos de ellos verdaderamente multitudinarios. Nueva York se vio sacudida desde el mediodía por cientos de miles de jóvenes, 100.000 marcharon en Londres, 50.000 en Berlín, casi 400.000 en todo Australia, 40.000 en Francia, 30.000 en Irlanda. También hubo movilizaciones en México y Chile, e incluso en países de África y hasta en Afganistán. En otros países, como Argentina, la convocatoria a manifestarse es para el 27. Efectivamente, la acción contra la crisis climática ha cobrado un carácter mundial y de masas.
La huelga internacional por el clima ha logrado así cumplir con las expectativas de quienes anticipaban una jornada histórica. El movimiento de huelgas estudiantiles había ido ganando protagonismo y masividad desde comienzo de año. Desde la fundación de Fridays for Future (Viernes por el Futuro), encabezada por la activista sueca de 16 años, Greta Thunberg, la modalidad de huelgas estudiantiles para concentrarse frente a los parlamentos se generalizó, y se convirtió en un potente factor de movilización de la juventud, principalmente en Europa, pero se ha ido extendiendo a todas las latitudes.
Las marchas reclaman acciones urgentes contra el cambio climático. En primer lugar, la reducción en la emisión de gases que generan el efecto invernadero, y se concentran en particular en limitar la utilización de combustibles fósiles. La masividad en el hemisferio norte es fácilmente comprensible, toda vez que venimos del verano boreal más caluroso de la historia, generalizando así las discusiones en torno al calentamiento global y sus consecuencias. Las investigaciones científicas demostraron que la crisis climática se desprende del accionar de las empresas más grandes del mundo, hecho que llevó a un sector del movimiento a levantar consignas como “el capitalismo quiere destruir el planeta, ¡destruyamos al capitalismo!”. Sin embargo, este movimiento en ascenso debe aún superar importantes límites políticos para progresar en sus objetivos.
¿Imperialismo ecologista?
La fecha de esta semana de acciones coincide con la Cumbre por el Clima de la ONU, que tendrá lugar en Nueva York. Hacia allí están dirigidos principalmente los reclamos de las organizaciones que iniciaron la convocatoria, con la expectativa centrada en que se alcance un acuerdo entre las potencias económicas para establecer pautas para reducir un 45% las emisiones de dióxido de carbono hacia 2030, y lograr en 2050 la neutralidad (es decir que las emisiones no superen la cantidad que se puede absorber).
Pero la ONU no es otra cosa que el cónclave donde los países imperialistas imponen su curso a la política internacional, incluido el respaldo necesario para las aventuras bélicas contra las naciones oprimidas. La expectativa en que un acuerdo entre las potencias capitalistas pueda detener la devastación del medio ambiente y contener el cambio climático cuenta con magros antecedentes, si consideramos el fracaso absoluto del Protocolo de Kyoto, primero, y del Acuerdo de París, después. Las emisiones no han dejado de aumentar por parte de todos los países que suscribieron esos pactos internacionales, sin considerar a Estados Unidos -el principal emisor de estos gases- que los rechaza.
Un sector del imperialismo busca valerse de estas movilizaciones masivas para reposicionarse políticamente. Tanto es así que Barack Obama recibió a Greta Thunberg para confesarse un admirador de la joven sueca, cuando en realidad su gobierno llevó a cabo el mayor aumento de la producción petrolera de la historia de Estados Unidos (incrementó un 74% la producción diaria de barriles de crudo).
El referente del ala izquierda del partido demócrata, Bernie Sanders, ha hecho del Green New Deal (impulsado primero por la congresista demócrata Ocasio-Cortez) un eje de su campaña electoral. Ese programa para limitar la industria de energía fósil y nuclear en pos del desarrollo de otras formas sustentables, entre otros puntos, parte de considerar, por un lado, que EEUU puede utilizar su lugar como principal potencia imperialista para “liderar la acción climática” y, por el otro, que con créditos e impuestos se puede redireccionar por completo el curso de desarrollo económico y productivo del planeta. En este punto empalma con todo un sector de la burguesía yanqui, que promueve facilidades de financiamiento a empresas con planes de sustentabilidad.
El gobierno de Angela Merkel presentó en el parlamento alemán un proyecto de medidas ambientales por el orden de los 40.000 millones de euros. Esto, luego de incumplir las metas del Acuerdo de París. “La coalición pelea esta semana no solo por el clima, sino sobre todo por su propia supervivencia”, comenta El País (20/9) en alusión a la crisis que atraviesa la coalición gobernante entre los conservadores y la socialdemocracia. Las principales formaciones políticas del viejo continente han tomado nota del ascenso electoral de los partidos verdes en las últimas elecciones del parlamento europeo, con un programa que se asemeja al Green New Deal.
Sin embargo, el hecho de que un tercio de la deuda mundial tenga tasas de interés negativas y que persista la tendencia a una recesión global, refleja el desplome de la tasa de ganancia capitalista y refuta de plano la idea de que la depredación ambiental pueda detenerse sobre la base de estímulos financieros a empresas “sustentables”. Estamos ante una crisis capitalista mundial que, lejos de tender hacia consensos productivos en torno a morigerar el cambio climático, potencia la guerra comercial y hasta los choques militares… ¡por el petróleo! El desarrollo de energías renovables de los últimos años fue a la zaga del aumento de la energía fósil. El capitalismo, en su decadencia histórica, es incapaz de aplicar el progreso de las fuerzas productivas para un desarrollo sustentable; por el contrario utiliza las mejoras técnicas para sobreexplotar la fuerza de trabajo y emprender nuevas formas contaminantes de explotación de los recursos naturales.
Un caso que pinta de cuerpo entero estas movidas del imperialismo es el del presidente de Francia, Emmanuel Macron. Se valió de la crisis generada por la devastación del Amazonas para presionar a Brasil y al Mercosur en pos de un acuerdo más ventajoso para los pulpos agrícolas galos, mientras la petrolera francesa Total busca extraer hidrocarburos submarinos destruyendo los 9.500km2 de corales del arrecife amazónico. Dicho sea de paso, los desmontes en el mayor pulmón del planeta están financiados por agentes como BlackRock, el fondo inversor más grande del mundo. Bolsonaro no está solo en su promoción a los negocios en la Amazonia, por eso se la disputan.
Un programa anticapitalista
Es un desafío para la izquierda revolucionaria es intervenir como un factor de impulso a la movilización de la juventud que se vuelca a la acción contra la depredación ambiental y el cambio climático. Las expectativas en los acuerdos entre potencias imperialistas y las resoluciones de la cumbre de la ONU son una vía muerta para progresar en estos reclamos. La voracidad del capital tiene en el imperialismo su versión más aguda, no la más “responsable”.
En países como Argentina, las problemáticas ambientales se desprenden directamente del saqueo de los recursos naturales por parte de pulpos multinacionales. Es el caso de Monsanto y los agrotóxicos, de la Barrick Gold y la megaminería, de Chevron y el fracking. La burguesía nacional actúa como socia menor de estas empresas contaminantes. El presidente virtualmente electo, Alberto Fernández, plantea que juntará los dólares necesarios para pagar la deuda sobre la base de aumentar los estímulos a la exportación de estos mismos pulpos. La depredación ambiental se profundiza a medida que se agudiza el carácter colonial de la economía criolla.
Para terminar con este saqueo es indispensable la nacionalización de los recursos estratégicos, como parte de un plan de desarrollo nacional bajo control de comités de obreros, científicos y asambleas populares de las zonas afectadas. Ello a su vez requiere romper la subordinación al FMI y al capital financiero internacional, y se opone por el vértice a la reforma laboral que aumenta el despotismo patronal. Es un programa que solo puede liderar la clase obrera. Con este programa llamamos a ganar la calle el 27 frente al Congreso.
La lucha contra la depredación ambiental y la crisis climática solo puede conquistar sus objetivos si se enlaza en una lucha común con los trabajadores, contra el capital y el imperialismo.
Iván Hirsch
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