sábado, 28 de septiembre de 2019
Postales noventistas: Alberto, entre Magnetto, Arcioni y la Fundación Mediterránea
De Menéndez a Cavallo, la historia y la Fundación Mediterránea. La “paz social”, eterno reclamo del peronismo. Un Pacto Social de dos patas.
“Ando penosamente lastimándome las plantas con el filo del presente”. Los peregrinos del fin del mundo. Gustavo Ferreyra.
El 6 de julio de 1977, en plena noche negra de la dictadura, Piero Astori puso la piedra basal de la Fundación Mediterránea. Conformado como una suerte de think tank, fue siempre algo más. Devino símbolo del poder económico y político de los grandes grupos empresarios. Bajo su techo se bendijeron presidentes y gobernadores, eventuales y efectivos.
Aquel origen está indisolublemente ligado a un nombre: el de Luciano Benjamín Menéndez, el genocida que regenteaba diez provincias argentinas. El periodista Camilo Ratti recordó que aquel represor “recibió la bendición de los sectores eclesiásticos y económicos que confiaron en él para conducir la Córdoba de mediados de los ´70. Los Roggio, los Tagle, los Verzini, los Garlot, los Urquía, los Astori, los dueños de Fiat y muchos otros popes del empresariado mediterráneo, hacían cola en el comedor del Tercer Cuerpo para sacar número y tener el privilegio de almorzar con el ‘Comandante’”.
Pasaron los años, pero no los apellidos. A la cabeza de la Fundación están hoy, entre otros, María Pía Astori y Sergio Oscar Roggio.
Alberto Fernández no desconoce esta historia. El candidato presidencial inició su carrera muy cerca de Domingo Cavallo, otro nombre estrechamente asociado a la Mediterránea. El ex ministro de Economía supo oficiar de director de la revista Estudios, publicada por la fundación.
Este jueves, cerca del mediodía, Fernández posó los pies en el lujoso hotel Holliday Inn para hablar ante los dueños del poder económico. Según describió el periodista Gustavo Molina en El Destape, cosechó varias rondas de aplausos a lo largo de su exposición. El último, directamente, se celebró de pie.
Moderación infinita
El “frente antimacrista” cristalizó en una verdadera trampa para quiénes ejercen algún nivel de progresismo. En nombre del “mal menor”, la sapofagia se amplió exponencialmente. A los gobernadores peronistas y Sergio Massa se sumó la buena sintonía con Clarín. Ahora, el rango se amplió hacia las patronales que apadrinaron a Domingo Cavallo.
Este viernes, ilustrando lamentos y tensiones, Alejandro Bercovich escribió que “hasta los ateos en el Instituto Patria rezaban ayer porque el candidato haya encontrado en Córdoba su límite hacia la derecha”.
En el terreno estrictamente político, esa moderación se volvió a escenificar en la tierra del sol y el vino. En un acting de federalismo, Alberto Fernández acudió rodeado de gobernadores. Entre ellos estuvo Mariano Arcioni, el ajustador de Chubut sobre el que sus aliados guardan un cuidadoso silencio.
Inmersa en la neblina, la (alguna vez) llamada “izquierda kirchnerista” sufre y se lamenta por la deriva derechista de Alberto Fernández. Padece por su candidato, aun antes de que éste devenga presidente formalmente electo.
Bajo la misma presión, cierto progresismo fustiga al Frente de Izquierda Unidad. Molesta, básicamente, el que sostenga una posición independiente en la escena nacional. En nombre de un “realismo” que consiste en honrar las ganancias del gran capital, esta semana le tocó el turno al economista Emmanuel Álvarez Agis.
Este sábado 5 de octubre, apostando a sostener esa ubicación política independiente y reunir a miles de personas, la izquierda se prepara para un acto histórico en la avenida 9 de Julio.
“Paz social” a pedido
“Te quería adelantar que vamos a solicitar al gremio una tregua para garantizar que los estudiantes puedan volver al aula (…) Es importante para garantizar la paz social que haya una tregua, que los estudiantes puedan volver al aula”.
No es María Eugenia Vidal quien habla. Tampoco Soledad Acuña, la cuestionada ministra de Educación porteña. El audio -que circuló profusamente entre la docencia de Chubut- fue enviado por Guillermo Oyarzo, referente de la Agrupación de Docentes Peronistas, a Santiago Goodman, secretario general de Atech.
Un retazo de esa “paz social” fue la que logró Arcioni este lunes. La obtuvo muy lejos de su provincia, en Buenos Aires, de la mano de Sergio Massa y Wado de Pedro.
Sin prisa, pero sin pausa, el candidato presidencial suele repetir el pedido de “paz social”. Esta semana, en una entrevista radial, intentó asustar con la perspectiva de que “haya muertos”.
La demanda del candidato choca contra la realidad. El ajuste, a diferencia de la campaña electoral, no se toma una pausa. La resistencia, tampoco.
En la semana que pasó hay que contabilizar no solo la continuidad de la lucha en Chubut, sino también las movilizaciones y acciones por distintos reclamos. El martes, el sindicalismo combativo y sectores del movimiento de desocupados tomaron las calles.
Cabría sumar, a modo de breve enumeración, la pelea de las obreras de Mielcitas, el reclamo contra el vaciamiento en Ran-Bat, o el rechazo a la amenaza de desalojo en La Terre (Mendoza).
Una mesa con dos patas
El esquema del Pacto Social publicitado por el peronismo se sostiene en un eventual acuerdo tripartito entre empresarios, burocracia sindical y gobierno. Se basa en la posibilidad conceptual de conciliar intereses entre capitalistas y asalariados. La historia, reciente y antigua, demuestra su inviabilidad. Son “consensos” donde los de abajo siempre pierden.
Sin embargo, en ese universo de actores no todos parecen dispuestos a desempeñar el papel imaginado en, valga la redundancia, el papel. La conducción burocrática de los gremios se muestra, como siempre, más que solícita para postergar demandas de sus afiliados. Los empresarios, por el contrario, muestran poca empatía con la idea de “compromiso”. Repasemos.
La semana inició con un reclamo de los grandes jugadores del sector petrolero. Reunidos en el siempre lujoso predio de La Rural, desplegaron un pliego de demandas hacia el futuro inmediato.
A la hora de boicotear consensos, la Unión Industrial Argentina no quiso quedarse atrás. La presión patronal logró que el bono de $ 5.000 no sea ni obligatorio ni inmediato. Librado a la negociación entre las partes, los capitalistas estarán habilitados para abonarlo cuando consideren. Lo cual también podría equivaler a…nunca.
Evidenciando la misma sintonía, esta semana la patronal de Ran-Bat decidió vaciar de máquinas la empresa. La acción, manifiestamente ilegal, implica desconocer lo firmado por ella misma en el Ministerio de Trabajo.
La posibilidad de conciliar intereses entre capitalistas y asalariados es el engaño más viejo del mundo. O por lo menos, el más viejo de la llamada modernidad. Ante los ojos del empresario, los trabajadores asumen la forma de un simple costo. Bajo esa mirada, el Pacto Social equivale a congelar temporalmente costos.
El desprecio capitalista a la vida obrera quedó duramente al desnudo esta semana. Ocurrió el martes, cuando una obra en construcción se derrumbó sobre la cabeza de los operarios. Los heridos superaron la decena. Un par de gravedad. José Bulacio perdió la vida.
Hacia el futuro inmediato, el peronismo le propone a la clase trabajadora un pacto con fugadores, vaciadores y cómplices de las muertes obreras. La respuesta obligada es la organización y la preparación consciente para la lucha.
Eduardo Castilla
@castillaeduardo
Viernes 27 de septiembre | 23:42
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