jueves, 26 de septiembre de 2019

80 años de la muerte de Freud: la vigencia de su legado y el psicoanálisis



Frente al reciente octogenario aniversario de la muerte de Sigmund Freud, portales, sitios de interés general, columnas y espacios de diarios se han visto inundados por toda una serie de efemérides, recordatorios y artículos referidos a su legado, el psicoanálisis, lo cual evidencia tanto su carácter controversial como su plena vigencia en la actualidad.
De lo que estamos casi seguros que hasta el día de hoy, hay algo nunca se le perdonará a Freud por haber “descubierto” al Inconsciente. Un pecado casi inexcusable para la mayoría de los mortales y seres conscientes: nuestro pretendido y presumido gobierno del (nuestro) Yo sobre nuestra conducta, nuestros deseos y pulsiones, lejos de ser el “Director Técnico” que comanda nuestra vida anímica y sexualidad día y noche, no es más que simplemente un “jugador obediente” que a modo de espejismo obedece silenciosamente lo que es direccionado en “otro lado” (o más “lacanianamente” diríamos en el “lado del Otro”). Nada fácil de asumir. Nuestro Yo se aloja lejos muy lejos de la Sala de Comandos, donde el Inconsciente es el protagonista principal.
Para peor, Freud nos vino a revelar que a pesar de nuestra resistencia o tozudez orgullosa a resignarnos a semejante dislate donde ni siquiera a través de nuestra conciencia y voluntad somos nuestro propio “Director Técnico”, siempre habrá una “psicopatología de la vida cotidiana” (así se llamó una de sus primeras obras de mayor relevancia) que nos lo viene a hacer notar permanentemente en nuestra cotidianeidad: lapsus, actos fallidos, olvidos de nombres propios, sueños (también en las noches a modo de “guardián” del dormir decía Freud, por si quedaban dudas que el Inconsciente nos determina “24x7”) hasta las categorías más “pesadas” de la clínica freudiana: síntomas, las inhibiciones y la angustia (los pesares que a cualquier sujeto lo interpelan como para al menos proponerse iniciar un análisis o al menos una “terapia”).
No casualmente desde su nacimiento como praxis (síntesis dialéctica de una teoría cuyos pilares fue formulada a finales del siglo XIX y principios del siglo XX pero que fue reformulándose permanentemente a lo largo de la obra freudiana por el propio “Padre” de la disciplina por medio de los obstáculos y dificultades que se iban presentando en su práctica clínica) hasta el día de hoy, Freud y el psicoanálisis han sido tan atacados y siguen siéndolo. En sus inicios por la psiquiatría y las ciencias médicas hegemónicas en la época, por el stalinismo, los regímenes fascistas, por las corrientes positivistas del campo de las ciencias sociales y la psicología, por las dictaduras militares en América Latina, algunas corrientes queer y hasta por el postestructuralismo francés. Corrido por “izquierda”, “centro” y por “derecha”. Acusado inicialmente de “inmoral”, (otro de sus pecados fue haber planteado en los primeros años del Siglo XX que los niños, lejos de ser seres pulcros e inocentes son sujetos sexuales “perversos” y “polimorfos”), “anticientífico”, “idealista”, “machista”, “falocentrista”, “antimaterialista”, “colaboracionista” y siguen las firmas.
El psicoanálisis freudiano desde luego que no es una praxis irrebatible (si así fuera no tendría tantas corrientes y tendencias enfrentadas en su propio nombre). Aunque sí queda claro como el agua que en no pocos casos –no en todos- sus detractores ya no parten de un prejuicio a la hora de su crítica sino directamente de la supina ignorancia.
Así como el legado y la vigencia de Marx, a través de la praxis revolucionaria cobra una vigencia inobjetable hasta nuestros días en la perspectiva de transformar la sociedad capitalista en su versión barbárica agravada día a día por la agudización de la crisis mundial, la herencia freudiana a través de su teoría pero por sobre todas las cosas en su clínica encuentra algunos puntos en común con el legado de Marx: la desalienación de un sujeto en su padecimiento (neurótico) cotidiano. ¿Promete el psicoanálisis “la felicidad” a través de su experiencia clínica? De ninguna manera. Pero sí al menos apostar a la posibilidad de hacer consciente en un análisis cuál es el “otro partido” (o también partido del “Otro”) que solemos jugar en nuestra vida creyendo estar jugando un único partido propio. Y, acto seguido, “elegir” desde el Inconsciente si querer seguir jugando para ese “Otro”. No es poco. O en palabras del propio Freud, “es grande la ganancia si conseguimos mudar la miseria histérica en infortunio ordinario. Con una vida anímica restablecida se podrá defenderse mejor de este último”
El mismo Trotsky, desde su erudita lectura de la obra freudiana –aunque no “docta” en el campo específico- reivindica en Literatura y Revolución lo que él considera la base materialista de la doctrina freudiana –complementándolo con el científico fisiologicista ruso Pavlov-
La escuela del psicoanalista vienés Freud (…) da por sentado que la fuerza impulsara de los procesos psíquicos más complejos y delicados es una necesidad fisiológica. En este sentido general es materialista, incluso la cuestión de si no da demasiada importancia a la problemática sexual en detrimento de otras, es ya una disputa dentro de las fronteras del materialismo. Pero el psicoanalista no se aproxima al problema de la conciencia de forma experimental, es decir, yendo del fenómeno más inferior al más elevado, desde el reflejo más sencillo al más complejo, sino que trata de superar todas estas fases intermedias de un salto, de arriba hacia abajo, del mito religioso al poema lírico o el sueño a los fundamentos psicológicos de la psique (….) los idealistas nos dicen que la psique es una entidad independiente, que el “alma” es un pozo sin fondo. Tanto Pavlov como Freud piensan que el fondo pertenecen a la fisiología. Pero Pavlov desciende al fondo del pozo, como un buzo, e investiga laboriosamente subiendo poco a poco a la superficie, mientras que Freud permanece junto al pozo y trata de captar, con mirada penetrante, la forma de los objetos que están en el fondo. El método de Pavlov es experimental; el de Freud está basado en conjeturas, a veces en conjeturas, a veces en conjeturas fantásticas. El intento de declarar al psicoanálisis “incompatible” con el marxismo y volver la espalda a Freud es demasiado simple, o más exactamente demasiado simplista. No se trata de que estemos obligados a adoptar su método, pero hay que reconocer que es una hipótesis de trabajo que puede producir y produce sin duda reducciones y conjeturas que se mantienen dentro de las líneas de la psicología materialista”.

Hernán Scorofitz

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