miércoles, 10 de julio de 2019

Altamira y los estatutos del PO

La crisis que atraviesa hace tiempo el PO y que ahora ha desembocado en la ruptura bochornosa de Jorge Altamira y su grupo, fue ampliamente preparada por él, primero con la intención de tomar el control de la organización y luego, una vez fracasada esa intentona, para romper el partido y conformar un nuevo grupo donde no existe un método de organización, sino simplemente la discreción personal de sus impulsores. La división es presentada por el grupo altamirista como una oposición al Comité Central, que según expresan estaría copado por una burocracia electoralista. Sobre la base de esa tesis falsa el grupo desconoce el Congreso de abril, la Conferencia de marzo, y al CC y la Comisión de Control electos en el Congreso. Es decir que han abandonado el centralismo, para dedicarse a injuriar pública y permanentemente a los organismos representantes del PO, planteando incluso que van a “recuperar” la organización, contra la mayoría de sus militantes, como si se tratara de un sindicato patronal. Un número interminable de compañeros han defendido al partido y rechazado las mentiras y provocaciones del grupo. Pero Altamira y su grupo no sólo desconocen el centralismo. De la misma forma transgreden sistemáticamente la democracia partidaria. Es decir, y como no podría de ser otra forma, reniegan por completo del centralismo democrático.
Altamira en su incursión en los medios atacando al Partido Obrero ha sostenido que él actúa de acuerdo con los estatutos del Partido Obrero, cuando en la violación de los estatutos partidarios por parte de Altamira y el grupo se ha vuelto sistemática. Cabe aclarar que el estatuto fue escrito en 1964 por Altamira y el resto de los fundadores de la organización, y que jamás tuvo la más mínima modificación. Los estatutos toman el legado del Partido Bolchevique de Lenin y Trotski, y especialmente las resoluciones de la III Internacional: “Condiciones de admisión de los partidos en la Internacional Comunista” (Segundo Congreso), “Tesis sobre la estructura, los métodos y la acción de los partidos comunistas” (Tercer Congreso), entre otros. La “condición” 12 de la III Internacional dice expresamente: “Los partidos pertenecientes a la Internacional comunista deben ser organizados sobre el principio de la centralización democrática. En una época como la actual, de guerra civil encarnizada, el Partido comunista solo podrá desempeñar su papel si está organizado del modo más centralizado posible, si es mantenida una disciplina de hierro quasi militar y si su organismo central está munido de amplios poderes, ejerce una autoridad incuestionable y cuenta con la confianza unánime de los militantes”. Cuando Altamira reniega del PO, no solo se separa de una organización revolucionaria, sino que está desconociendo cien años de historia de los partidos que luchan por el socialismo.
En primer lugar hay que decir que el grupo niega las obligaciones esenciales de cualquier militante que integra la organización. Expresan los estatutos al respecto: “Es miembro pleno de Política Obrera aquel que participa regularmente de una célula de la organización, que defiende públicamente con su actividad el programa de la organización y la línea definida por sus congresos, que cumple con las tareas y directivas que le son asignadas por los organismos de la organización en forma regular y disciplinada…”(Artículo 2). Para Altamira un militante no debe defender a la organización y cumplir con las tareas que le asignan sus organismos dirigentes, sino que tiene derecho a decir y hacer lo que individualmente decida, como él mismo viene haciendo desde hace ya mucho tiempo. El desconocimiento de este artículo esencial lleva por sí mismo a la liquidación del PO; pero ello además es complementado con el método de las injurias que han sido promovidas también por Altamira. Decisiones individuales e injurias hacen a la forma y el contenido del ataque altamirista, que no ha dudado en impulsar todas las intrigas habidas y por haber en las relaciones sociales que configuran subjetivamente nuestra organización. Altamira promueve el distanciamiento cuando no el enfrentamiento directo de viejos contra jóvenes, de hombres contra mujeres, de las provincias contra el centro, de obreros ocupados contra obreros desocupados, del conjunto de la militancia contra los compañeros rentados, del Partido Obrero contra el Frente de Izquierda. Aplica hacia el interior de la organización la máxima romana “divide y reinaras”, en oposición abierta a los principios socialistas.
En segundo lugar se desconoce la democracia partidaria que se asienta en el Congreso partidario y en las Conferencias nacionales. Expresa el estatuto: “El congreso es la instancia suprema de la organización. El congreso es la real representación de la organización y su máxima autoridad…” (Artículo 5); “El congreso decide soberanamente la línea política de la organización…” (Artículo 7); “El congreso se compone de delegados elegidos directa e indirectamente por los miembros de las células. Solo ellos tienen derecho a voto resolutivo en el congreso…” (Artículo 10); “La CN decide soberanamente sobre las cuestiones que le son sometidas a discusión en el orden del día que le es presentado por el CC y el cual no puede modificar” (Artículo 19). Para impugnar todo el proceso del Congreso que culminó hace dos meses, Altamira no tiene más excusa que aludir a que él personalmente no fue parte de los plenarios previos; algo que además de ser soberanamente falso es un verdadero atentado al debate y resoluciones de miles y miles de militantes. Altamira viajó a Estambul como parte de la delegación del PO cuando empezaron los plenarios. A la vuelta, en pleno proceso congresal, tomó algunos días de vacaciones; y luego fue a algunos plenarios y rechazó ir a otros. Otros miembros de su fracción participaron de plenarios sin bloqueo alguno. Como máximo un miembro del CC puede haber participado de seis o siete plenarios ¿Puede cambiar esto el curso del debate y posicionamiento de centenares de plenarios? Se advierte en este detalle la falsificación para engañar al compañero desprevenido.
El ataque más insidioso a nuestro estatuto se refiere igualmente al capítulo en el cual se estructura el centralismo. Expresan los estatutos del PO: “El Comité Central es la expresión centralizada de la totalidad de la organización. Es una delegación del congreso y dentro del cuadro de las decisiones del congreso, dispone de todos sus poderes” (Artículo 20); “En tanto que expresión suprema del carácter políticamente centralizado de la organización, el Comité Central predomina sobre los otros organismos de la organización. En caso de conflicto es siempre la posición del Comité Central la que prevalece” (Articulo 22); “… Las células están subordinadas a las decisiones del Comité Central como este está subordinado a las decisiones del congreso” (Artículo 27). Para preparar y proceder a la ruptura del PO, Altamira y su grupo lanzaron hace ya tiempo sobre todos los dirigentes del PO la acusación sin pruebas de “burocracia”. Como nunca hubo una resolución, una investigación y tampoco una denuncia de burocracia; a Altamira no le quedó más remedio que atacar directamente nuestro método centralista. El mismo Altamira fue el primer ejecutor y promotor de desarrollar líneas políticas distintas y contrarias al PO, por medio de su página facebookera, en abierto desconocimiento de otro artículo del estatuto que expresa: “El Comité Central controla todas las publicaciones externas e internas y designa los comités de redacción bajo responsabilidad de uno de sus miembros. Controla también la participación de todo militante en cualquier publicación” (Artículo 25).
Para justificar la ruptura, el grupo simplemente se ha inventado un “estatuto” donde, según ellos, la fracción debe ser “pública”, es decir que sus referentes tienen derecho a decir y hacer lo que quieran e incluso atacar al PO; donde la fracción tiene su propia asamblea y autoridades, es decir funciona como un partido autónomo adentro de otro partido; donde tienen sus propias finanzas, por eso reclaman la mayoría de los recursos del PO; y donde tienen el control de locales y legalidades, actuando como punteros patronales al apropiarse de nuestro patrimonio común. Los verdaderos estatutos del PO no dicen ni una palabra de estas aberraciones. Y tampoco podrían decirlo sin suprimir a la vez nuestro método revolucionario, que es el centralismo democrático.
El estatuto partidario regula muy claramente los derechos de tendencia y fracción, los cuales siempre se sitúan “…dentro del marco de acción centralizada de la organización” (Artículo 39). Expresan los estatutos al respecto: “… El reconocimiento del derecho de fracción se legitima como el último intento de preservar la unidad de la organización a través de la clarificación de las divergencias sin que estas puedan contrarrestar el desarrollo de la actividad centralizada de la organización (Articulo 42). Como surge incuestionable, el fundamento de la fracción se encuentra en la “clarificación” de las divergencias, y no en la potestad de atacar al partido, de tener finanzas propias y de disputar el aparato del partido a un CC designado por el Congreso, y expresarse a la luz pública atacando las posiciones del partido y a sus representantes en un verdadero desfile mediático.
El estatuto también regula el procedimiento para el establecimiento de una fracción. Dice literalmente: “Toda fracción debe constituirse públicamente a través de un documento anunciando tal decisión, dirigido al Comité Central, solicitando su reconocimiento y exponiendo las bases políticas. El derecho de tendencia se ubica dentro del cuadro de la organización basado en los principios del centralismo democrático, y no puede en ningún caso atentar contra el cumplimiento de las decisiones del Congreso y del Comité Central (Articulo 43). El grupo de Altamira lejos de querer mantener la unidad del Partido Obrero y clarificar divergencias ha violado el estatuto hasta en el momento de constituir la denominada “Fracción pública”. No fue presentada antes, incluso cuando sobran las pruebas que Altamira y sus seguidores hace meses y años se vienen organizando para quebrar la organización. Cuando sesionó el Congreso en abril pasado, el grupo como tal no sólo no presentó documento alguno pidiendo fracción, sino que por el contrario se cansó de repetir que estábamos en presencia de una discusión de consignas, así lo hizo Altamira en su intervención final al Congreso. El documento fundacional del grupo no fue presentado al CC, sino que fue divulgado previamente y no solo en forma interna, sino fundamentalmente en forma externa. No se solicitó el reconocimiento al CC, sino por el contrario, sin tener en cuenta en lo mas mínimo la resolución del CC al respecto, se lanzó a organizar dos asambleas clandestinas, cosa que el estatuto no habilita. Previo a eso se había formado un comité clandestino del NOA, al margen del CC. Cuando el CC planteó que el grupo se colocaba por fuera del partido, terminaron su camino atacando públicamente a la organización, denunciando expulsiones que nunca existieron.
Si Altamira y el grupo hubiesen querido realmente formar una fracción hubieran recorrido un camino distinto, de debate con sus compañeros. Hubieran apelado al CC, a la Comisión de Control, o en última instancia al Congreso. No es lo que ha sucedido. El grupo se ha convertido en banda que se dedica exclusivamente a atacar a sus compañeros. Incluso Altamira en su conferencia de prensa, llegó al absurdo de afirmar que son la “mayoría militante” del PO. La oportunidad de la división tampoco es casual, se lleva adelante pocos días después de haber alcanzado una unidad histórica de la izquierda en la Argentina. La división del PO es un ataque también al Frente de Izquierda-Unidad.
Por último, los estatutos del PO también caracterizan al grupo altamirista, expresando que: “Todo otro tipo de agrupamiento en el seno de la organización, fuera de los prescriptos por el derecho de tendencia y el derecho de fracción, todo juego de camarillas, constituyen una violación de los principios del centralismo democrático… (Artículo 44). El carácter pequeñoburgués y sectario del nuevo grupo no le aporta más que división y confusión a la clase trabajadora; cuando la lucha por construir un partido obrero de masas está más vigente que nunca. Seguiremos con firmeza nuestro camino.

Jorge Navarro

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