miércoles, 22 de mayo de 2019
Fernández-Fernández: audacia y moderación
En su editorial de esta semana, Fernando Rosso analiza el terremoto político que significó la designación de Alberto Fernández como candidato a presidente y de Cristina como vice. Fue en “El Círculo Rojo”, el programa de La Izquierda Diario que se emite todos los domingos por Radio Con
La sorpresiva designación de Alberto Fernández como candidato a presidente por parte de Cristina Kirchner –con ella como candidata a vice- sacudió el escenario político.
En primer lugar, la fórmula generó expectativas y aspiraciones como posible herramienta para desalojar al macrismo de la Casa Rosada. Anhelos que son tan entendibles, como injustificables las ilusiones de que va a ser una alternativa con la capacidad de sacar al país de la crisis bajo la promesa de un pacto social en el que todos ganan.
El daño hecho por el Gobierno de Macri a las mayorías populares con su ajuste infinito y permanente genera esas expectativas. Contra todo pronóstico e incluso contra consejos milenarios, como aquel de Maquiavelo que recomendaba: “el mal se hace todo junto y el bien se administra de a poco”; Cambiemos hizo un mal constante y dosificado que ya lleva más de tres largos y sufridos años y es realmente agobiante. Los resultados electorales, incluidos los de hoy de La Pampa, están dando un veredicto contra ese desastre.
Con la novedad de la designación del candidato impensado, muchos hablaron de una vuelta al kirchnerismo de los orígenes, al nestorismo amplio que emergió allá por el 2003, que incluso contenía a varios de los referentes actuales como protagonistas (con Alberto Fernández como uno de sus armadores centrales). Este relato se construye para generar la imagen de que puede venir una década de expansión económica que favorezca a cierto crecimiento general.
Esa lectura tiene un problema: la situación real, empírica, los datos duros, sentencian que estamos ante un contexto mucho más similar al pre-2001 que al 2003. Una situación más parecida al momento de la crisis que implicó una dura devaluación y ajuste (que llevó adelante Duhalde); antes que al momento en el que -gracias al ajuste ya aplicado y relativamente superada la crisis- comenzaba una recuperación.
Algunos elementos para fundamentar esto:
* Hoy tenemos una deuda externa que está en el orden del 100% del PBI, creciente e impagable y que no está sólo en manos de los acreedores privados como en el año 2001, sino que es con el Fondo Monetario Internacional, por lo tanto la quita no es una opción disponible o es muy difícil. Además, en aquel momento, la negociación vino después del default, de la crisis y de una Argentina levantisca.
* Las tarifas están dolarizadas y representan hoy alrededor del 30% del presupuesto familiar y con tendencia a la suba.
* La pobreza ronda el 40% de la población general y 50% en menores de 15 años.
* La inflación es récord y las industrias operan a la mitad de su capacidad instalada.
* La situación internacional es completamente adversa y está afectada por la guerra comercial entre EEUU y China, con una caída en el precio internacional de los commodities. Un factor que fue esencial para el sostenimiento del esquema económico de aquellos años fueron los precios altos de las materias primas hoy ausentes.
El establishment considera que el ajuste no alcanzó, que la tarea realizada fue necesaria, pero no suficiente y eso está en la base de la fenomenal crisis de Macri.
Algún editorialista afirmó hoy que, en este contexto áspero, la decisión de colocar al frente a Alberto Fernández “también significa que Cristina sabe que puede ganar, pero que deberá gobernar con un mundo político-financiero hostil y una situación difícil para sus gustos políticos. Prefiere que de esa dura tarea se encargue otro”.
La gravedad de la situación llevó también a que muchos aseguren que las biografías no importan: que Alberto Fernández haya nacido de las entrañas de cavallismo; que haya criticado incluso las medidas que fueron consideradas como las más progresistas del kirchnerismo (ley de medios, disputa con las patronales del campo); que haya sido el armador de la punitivista campaña de Sergio Massa en 2013 e incluso de la resentida campaña de Florencio Randazzo en 2015 (en la que además, votó en blanco, un dato que sólo se reclama con rabia a la izquierda); que sea un hombre con relaciones carnales con el grupo Clarín, que haya criticado el intento de subir algunos puntos de retenciones a la oligarquía sojera. Que todo eso, es nada. Yo creo que el pasado dice algo de lo que se puede hacer en el presente y sobre todo en el futuro.
Pero, al margen de esto, Alberto Fernández ya empezó a hablar del futuro: en las primeras declaraciones como candidato reafirmó el “contrato social de ciudadanía responsable” y explicó que “el ciudadano es algo más que ‘la gente’: es la gente con derechos y obligaciones”, inmediatamente después dijo que “por ahí puede haber un acuerdo entre sindicatos y empresarios para tratar de ordenar salarios y precios”. Algún lector perspicaz de Página 12, destacó eso del “orden sobre los salarios” y afirmó: “otra vez sopa”. Además, sin que Mario Wainfeld o Nora Veiras le preguntaran, Fernández aseguró que nunca se habló de no pagar y que va a cumplir con las obligaciones del FMI. Y hoy explicó en un reportaje radial que “la guerra con Clarín terminó”.
La realidad es que la biografía se puede olvidar, pero en este caso coincide con las primeras propuestas.
Salir de la famosa grieta con un candidato amable, dialoguista, con más concesiones a los poderes fácticos, con una propuesta de ajuste con rostro humano y una coalición moderada que todavía está en abierta moderarse aún más; parece ser la apuesta que tiene más de cálculo que de audacia.
***
Una vez, allá por el año 2002 le preguntaron a Margaret Thatcher cuál era el mayor logro de su vida: “Tony Blair y el Nuevo Laborismo. Obligamos a nuestros oponentes a cambiar sus ideas”, contestó la llamada “Dama de Hierro” que fue vanguardia en la consolidación del neoliberalismo en el mundo.
Veremos si tanta pasión por demostrar moderación y domesticación no llevan a que un personaje como Macri -de mucho menor envergadura e importancia- no termine festejando un éxito similar en medio de una derrota espantosa.
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