viernes, 31 de mayo de 2019
La “peronización” del Cordobazo, el anticordobazo
Cuando el 29 de mayo de 1969 los trabajadores cordobeses marchaban desde las fábricas y lugares de trabajo por las calles de Córdoba hacia el centro de la ciudad, enfrentándose y derrotando a los piquetes policiales, lo hacían al grito de “luche, luche y no deje de luchar por un gobierno obrero, obrero y popular” y establecían el que fue el rasgo distintivo y relevante de esta huelga que hirió de muerte a la dictadura de Onganía provocando una situación revolucionaria.
Que los trabajadores salieran a la lucha y se enfrentarán a la represión no era una novedad en la historia de la clase obrera argentina, que incluso lo hicieran sobrepasando a sus direcciones sindicales y rompiendo la parálisis de las mismas e incluso como respuesta al colaboracionismo de estas con el gobierno, tampoco fue nuevo. Lo que sí fue novedoso es que la consigna cantada tenía una clara delimitación de clase y de asociación con los planteos y el programa del socialismo revolucionario rompiendo con la identificación de los trabajadores con el nacionalismo burgués. Para hacerlo más claro aún, el 29 de mayo de 1969 en Córdoba no se reclamó por el fin de la proscripción del peronismo y del propio Perón y la exigencia de que este vuelva, sino por un gobierno de los obreros.
El peronismo no estaba a la cabeza de este levantamiento obrero y popular, ni en Córdoba ni en los que se produjeron en el resto del país. La burocracia sindical, identificada con el peronismo, había llevado a la derrota todas las luchas que se desenvolvieron para enfrentar los ataques a los derechos y conquistas laborales, a las condiciones de vida del conjunto de la población, resultado además de un parate de la economía, de la inflación, del alza desmesurada de impuestos, todo ello apoyado con una fuerte represión. La burocracia peronista había concurrido a la asunción de Onganía luego del derrocamiento de Illia, y lo hizo con la venia del propio Perón que dio su cuota de apoyo al golpe llamando a “desensillar hasta que aclare”, es decir, a hacer una tregua mientras Onganía entraba a las universidades con los “bastones largos”, y avanzaba sobre los trabajadores. El peronismo se encontraba desarticulado entre el colaboracionismo directo y la parálisis a la cual lo llevaba Perón. Los dirigentes sindicales que participaron del Cordobazo y del paro nacional del 30 convocado por ambas CGTs lo hicieron a la rastra de la iniciativa obrera que le quería poner fin a las derrotas y defender así que la crisis capitalista que sacudía a la Argentina y al mundo, no recayera sobre sus espaldas. Y esto fue corroborado por los hechos posteriores, no solo por la nacionalización de los “azos” sino fundamentalmente por el proceso de expulsión de la burocracia de las comisiones internas y de los gremios, como fue el SitraC-SitraM y luego el propio Smata Córdoba ganado por la lista Marrón dirigida por René Salamanca, para señalar los casos más emblemáticos. Perón y el peronismo, en el gobierno desde 1973, buscó bloquear este proceso: el pacto social, la ley de asociaciones profesionales e incluso la represión fueron las principales herramientas usadas pero fue finalmente el golpe genocida del 76 el que vino a poner fin al período abierto con el Cordobazo con la aniquilación física de 30.000 luchadores.
Es decir, que el “luche por un gobierno obrero y popular” implicaba una “desperonización” de la clase obrera que abría un rumbo propio y potenciaba aun más el derrumbe de la dictadura y del régimen de conjunto.
El Cordobazo planteó al conjunto de la clase capitalista la necesidad de operar un cambio de frente y poner en marcha un operativo de restauración de la autoridad del Estado, es decir, el “anticordobazo”. En un marco de divisiones y enfrentamiento como resultado de la propia crisis económica la burguesía debía encontrar la salida para retomar el control de la situación e imponerles a los trabajadores el costo de su crisis. Esta fue la esencia del “Gran Acuerdo Nacional” (GAN) de Lanusse, pero para llevar adelante este operativo, sacar a los trabajadores de las calles y de los sindicatos e internas, se necesitaba autoridad política que nadie tenía, a excepción del proscripto Perón, el mismo al que las masas cordobesas no había acudido para irrumpir ese 29 de mayo.
“Luche por un gobierno obrero”
La transformación de las consignas (del “luche por un gobierno obrero” al “luche y vuelve”) dependió de varios factores. El primero de qué comprensión tenían los trabajadores y fundamentalmente el activismo de cuál era el programa y los medios que aseguraran la dominación del proletariado, es decir, su propio gobierno. Y como señalaba Política Obrera N° 61: “Acorde con esto, aún es muy confuso, su pensamiento acerca de la necesidad de construir un partido proletario socialista”.
La penetración de las corrientes socialistas revolucionarias, de aquellas que se reivindicaban del marxismo y levantaban la dictadura del proletariado como estrategia, en el seno de la vanguardia era muy escasa.
Nuestra organización (Política Obrera) debutó caracterizando que Perón no iba a retornar al país en 1964 (algo a lo que apostaba el conjunto de la izquierda) porque la burguesía no lo requería y que sí iba a hacerlo cuando la clase a la que respondía, la clase capitalista, lo necesitara. Es decir, que pudo prever que la ausencia de corrientes revolucionarias desarrolladas abría la posibilidad de peronizar la situación. Así lo decía el artículo citado de Política Obrera: “El movimiento de mayo se presenta entonces carente de programa y liderazgo revolucionario. Es sobre esta carencia sobre la que especulan las variantes izquierdistas del peronismo y de los grupos pequeñoburgueses que todos los días dedican una parte de su tiempo a ´peronizarse. Es sobre esta carencia, también, sobre la que especula el Partido Comunista”. Política Obrera era una organización muy reciente y pequeña aún, que había desenvuelto una política de “proletarización” que la había llevado a penetrar físicamente en las fábricas. Pero este proceso era aún incipiente.
El proceso de peronización tampoco era sencillo y estaba destinado fundamentalmente a sumar a aquellos que al calor de la lucha fueron ganando posiciones, es decir, que debía desarrollarse una “colonización” política de los mismos.
Una definición de cómo se irían parando estas fuerzas se vivió en el Congreso de agosto de 1971, convocado por las direcciones de Sitrac y Sitram para constituir una tendencia nacional clasista. En el congreso “se hizo presente la casi totalidad de las internas, cuerpos de delegados, ´provisorias´ y agrupaciones que estaban protagonizando una verdadera revolución dentro y fuera de los sindicatos” (PO 9-6-16).Y la declaración de convocatoria decía entre otras importantes definiciones que “Es una importante tarea de las organizaciones sindicales clasistas y revolucionarias luchar por la independencia gremial y contra cualquier injerencia estatal y patronal en los sindicatos, bregando por la derogación del actual régimen legal de asociaciones profesionales (ley 14.455 y decretos reglamentarios) y de toda legislación que interfiera y anule el derecho de huelga y acción gremial directa (leyes de conciliación y arbitraje…)” y que “los sindicatos y la CGT deben ser los organismos de la unidad proletaria en torno a sus intereses de clase” .
Evidentemente un rumbo clasista para intervenir y sostener la acción obrera, a la hora de definirse y votar “las agrupaciones Vanguardia Obrera Mecánica, Vanguardia Metalúrgica y Trinchera Textil, agrupaciones orientadas por el PO, votaron su apoyo a la declaración presentada por las direcciones clasistas, como fundamento a la constitución de una tendencia clasista nacional. No lo hicieron los sectores peronistas asistentes al Congreso -Peronismo de Base-, no podría haberlo hecho la JP o el PC que, junto a los gremios independientes orientados por Tosco, no fueron y lo sabotearon. Tampoco las agrupaciones maoístas (VC y PCR), que retiraron su apoyo al documento de base, o el PRT-EC que planteó no ponerlo a la firma. Una política que los colocaba como rehenes de la izquierda peronista, una conducta que se repetiría en el plenario de Villa Constitución de abril del ’74. La conducta del PRT La Verdad (Moreno) esta relatado en su historia oficial: ´la tendencia del Banco Nación (orientada por el PRT-LV, coincidiendo con Sitrac-Sitram supeditó la discusión política a la coordinación de medidas de organización y trabajo, para evitar la ruptura del plenario´. Es decir, tampoco la hizo suya… ¿Quiénes la votaron? Los representantes del PO” (ídem).
“Luche y vuelve”
El nacimiento de Montoneros, un grupo de jóvenes provenientes en su mayoría de Tacuara, fue el secuestro de Aramburu (el general que dio el golpe contra Perón en el 55, cabeza de la Fusiladora) un año después del Cordobazo, que fue fusilado por la represión contra la resistencia peronista y por la desaparición del cadáver de Eva Perón. Se dio así el primer paso en colocar los símbolos que permitieran recrear la “identidad peronista” de los trabajadores, que no había estado presente en el Cordobazo.
La “identidad peronista” fue colocada como la marca indeleble que no se podía violar para someterse a una salida dirigida por el propio Perón. Un caso paradigmático fue el de la FAR, integrada por ex izquierdistas que se autocriticaron de no haber comprendido a Perón y su vigencia en las masas para pasar a formar parte del peronismo junto a Montoneros.
El grueso de las corrientes actuantes al calor del proceso abierto por el Cordobazo fue de alguna manera asimilada al operativo de abandono de la consigna del gobierno obrero y a ser parte de un operativo de salida a la crisis que finalmente desembocaría en la convocatoria a elecciones en marzo de 1973. Cerrar la situación revolucionaria abierta por el Cordobazo llevando a los trabajadores a validar a un gobierno de la clase capitalista.
El 11 de marzo de 1973 en las elecciones convocadas por Lanusse triunfa la fórmula Cámpora-Solano Lima, puesta por Perón ante las chicanas con que Lanusse trabó su candidatura. Cámpora ganó apoyado por la izquierda peronista, por Montoneros, las FAR, etc. que desenvolvió una campaña con el luche y vuelve. La izquierda peronista creció enormemente al calor de esta campaña, incluso con el guiño del propio Perón que alababa las “formaciones especiales”, a la vez que entre sus íntimos adelantaba la necesidad de un “somatén” (lo que luego fue la Triple A) y durante los 45 días que duró el gobierno de Cámpora relegó del escenario a la derecha y a la burocracia sindical. El triunfo de Cámpora fue saludado por toda la izquierda, a excepción del PO, como un triunfo popular, cuando era la cabeza de playa para el desembarco de la derecha liderada por el propio Perón, que rápidamente ocuparon ministerios claves, y organizaron el enfrentamiento físico con la vanguardia que los echaba de los sindicatos y de las fábricas. La orden de largada fue el ataque a la multitudinaria movilización que había marchado a Ezeiza a recibir a Perón el 20 de junio provocando una verdadera masacre.
Anticordobazo
No faltó mucho para comprobar el verdadero papel que Perón venía a jugar que era enterrar al Cordobazo, y liquidar la situación abierta por éste. Cuando el gobierno de Cámpora no había cumplido un mes Perón retorna a la Argentina y a la masacre de Ezeiza le siguió el desplazamiento de Cámpora del gobierno, la entrega de este a Lastiri, yerno de López Rega y la llegada de Perón al gobierno.
Cámpora y Perón pusieron en pie el pacto social con la CGT y la CGE, el mismo que CFK reivindicó en su discurso en la Rural para sostener su planteo de un “Contrato Ciudadano”. Con el pacto social se suspendieron las paritarias, se congelaron los salarios (a la baja) y los precios (al alza). Junto al pacto social se aprobó la ley de asociaciones profesionales que reforzaba a la burocracia sindical.
Para imponer ese pacto, que hacía agua por todos lados, con desabastecimiento y luchas obreras, la represión empezó a cobrar forma y fuerza. En Córdoba en febrero del 74 por inspiración del propio Perón se da un golpe contra el gobernador, ligado a la izquierda peronista. Y comienza un operativo selectivo, primero, de represión contra el activismo, sería el debut de la Triple A que en pocos meses se extiende a todo el territorio del país.
Todo ello era el anticordobazo en marcha. Sin embargo las corrientes que se identificaban con el Cordobazo profundizaron su sometimiento a la orientación establecida por la clase capitalista.
El Partido Comunista que en marzo del 73 había conformado la Alianza Popular Revolucionaria que llevaba como candidatos a Oscar Alende, proveniente del frondicismo, y Horacio Sueldo, un sector de izquierda de la Democracia Cristiana; en octubre de ese año vota a la fórmula Perón-Perón militando previamente contra el intento de forjar una fórmula obrera que se opusiera al propio Perón encabezada por Agustín Tosco y Jaime. El propio Tosco desechó aceptar la candidatura que hubiera opuesto en los hechos al Cordobazo contra el Anticordobazo. Esta orientación política Tosco la sostuvo en el plenario de Villa Constitución del 74 donde se opuso a la constitución de una coordinadora nacional en defensa de los sindicatos, comisiones internas y activistas antiburocráticos y clasistas, así como la convocatoria a un 1° de Mayo independiente de Perón. Tosco privilegió un frente que incluyera a la izquierda peronista que le había dado la espalda al plenario antiburocrático nacional convocado por las internas recuperadas de Acindar, Metcon y Marathon. Esto cuando ya se había producido el Navarrazo . El ERP que había saludado el triunfo de Cámpora conformó el FAS (Frente de Antiimperialista y por el Socialismo) con un programa de colaboración de clase, un “frente patriótico y democrático”, como una “rama política” de su acción guerrillera.
El morenismo que había armado al PST con un sector de la socialdemocracia (Coral) si bien mantuvo su independencia en el terreno electoral cuando comenzó el avance represivo integró el Grupo de los 8, una entente con los partidos patronales (UCR, PRC, PSP, PI, UDELPA, PDP).
Es decir, las tendencias a la colaboración de clases en oposición al planteo del Cordobazo se fueron acentuando a pesar de la evidencia del operativo en marcha.
Conclusión
Finalmente, el peronismo se reveló como incapaz de ponerle punto final a la situación abierta por el Cordobazo. El Villazo, la huelga general de 45 días en junio-julio del 75 contra el Rodrigazo y en defensa de las paritarias, son dos expresiones de que la clase obrera no había perdido su capacidad de intervención. La burguesía, que había acordado en apelar al propio Perón para cerrar el ciclo abierto en mayo del 69, comenzó a preparar una masacre contra el movimiento obrero y popular apelando a la intervención de las fuerzas armadas, es decir, el golpe genocida del 76. Truncando así la evolución del movimiento obrero y la superación del propio peronismo.
Es por ello que la vigencia del Cordobazo está planteada por sus métodos (el del paro activo, el de la asamblea de fábrica, el de la lucha contra la burocracia, el de la unidad obrero estudiantil, etc.) pero fundamentalmente por sus objetivos.
Hoy el kirchnerismo viene a plantearles a los trabajadores que la salida al gobierno de Macri es el pacto social del 73 y pagarle al FMI, la historia ha sido elocuente a dónde nos llevan. Sobre ese balance sostenemos nuestra lucha por el gobierno de los trabajadores, por la construcción de un partido revolucionario de la clase obrera que la conduzca a la victoria.
Eduardo Salas
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