sábado, 19 de julio de 2014

LEAR, una causa de todos

El domingo, el pitazo final del árbitro italiano cerraba un mes de clima mundialista. Horas más tarde “el país real” quedaba expuesto crudamente. La represión a quienes fueron a festejar al Obelisco, donde “metieron la cola” las internas peronistas, de barrabravas y policías, fue un primer baño de realidad. Al otro día la Presidenta intentaba atribuirse parte del prestigio de la selección, diciendo que ella tiene “puesta la camiseta los 365 días del año”. ¿Pero qué camiseta tiene el gobierno?
La semana que arrancaba despejaba cualquier duda. Los trabajadores de Lear seguían acampando frente a la fábrica, suspendidos ilegalmente y luego despedidos, con sus delegados sin poder entrar a la planta pese a un fallo judicial favorable. Además, rodeados de cientos de policías que custodian la empresa y cientos de gendarmes dispuestos a reprimirlos. En la carpa obrera los carteles dicen “Detrás de cada despedido, hay una familia en la calle”. Los despidos matan el relato del “empleo para todos”; las cacerías en la Panamericana y en la General Paz, el de la “no represión”.
La semana había empezado con la caravana de la selección, pero siguió con otra caravana que impactó a los miles de trabajadores y vecinos del corredor industrial de la Zona Norte del Gran Buenos Aires, tanto como a los que la vieron llegar a la Ciudad de Buenos Aires y a todos los que la siguieron por televisión. Retomando las mejores tradiciones del movimiento obrero, y con creatividad para sortear los dispositivos represivos, los obreros encabezaron una movilización que recorrió 35 kilómetros, copando la Panamericana a paso de hombre. Descolocaron al “sheriff” Berni y su ejército, y llegaron al Ministerio de Trabajo al grito de “Vamos a volver”, denunciando los nuevos despidos y las negociaciones del SMATA y la empresa a espaldas de los trabajadores.
La jornada estuvo acompañada de cortes solidarios y movilizaciones en las principales ciudades del país: en la zona sur (Puente Pueyrredón), La Plata, Rosario, Córdoba, Mendoza, Neuquén, Bahía Blanca, Jujuy, Tucumán y Paraná.
Los obreros de Lear volvieron a mostrar que están de pie. Cualquier metáfora futbolística se queda corta: la garra, el coraje y la inteligencia para enfrentar enemigos durísimos, despertaron un gran movimiento solidario de trabajadores, estudiantes, vecinos y militantes.
Del otro lado están los que juegan “el partido del orden”.

Una política derechista

Cristina tiene puesta la camiseta de las patronales buitres. Ella ya decidió: si la transición hacia el próximo gobierno será con recesión, con crisis como la de la deuda, o con crisis políticas como la del corrupto Boudou, frente al surgimiento de luchas de resistencia al ajuste, el kirchnerismo ya empezó a sacarse la careta. Si durante años el crecimiento le ayudó a ser el “partido de la contención” (haciendo concesiones para desviar el proceso surgido en 2001 y recuperar la autoridad del Estado), hoy actúa más como “partido del orden” dispuesto a reprimir y endurecer las leyes contra los reclamos y golpear al sindicalismo combativo y la izquierda. Con ese plan del gobierno se encolumnan el empresariado, la burocracia oficialista y las fuerzas políticas patronales.
La represión en EmFer y Lear de la semana pasada, se complementa con la insistencia sobre la Ley Antipiquetes, que con el consenso de todo el oficialismo ya se discute en la Comisión de Asuntos Constitucionales de Diputados. El proyecto viene “adornado” con una amnistía a los luchadores procesados pero no es más que un proyecto represivo para minar la fuerza de las medidas de lucha, exigiendo que todo piquete deje libre la mitad de la calle o ruta cortada. Los partidos patronales opositores presentaron sus propios proyectos represivos.
Pero esa política derechista no es fácil de digerir incluso para el “progresismo K”. Legisladores del Movimiento Evita y el sabbatellismo, organismos de derechos humanos como el CELS y dirigentes sindicales oficialistas (subte, docentes) criticaron los despidos y la represión en Lear y Emfer. Críticas de la “tropa propia” en un marco de deterioro económico y una inflación que devora los salarios con los techos de las paritarias. Los planes sociales cada vez alcanzan para comprar menos bienes básicos. La mitad de los asalariados apenas llega a los $4.500.
El gobierno aprovecha la cumbre de los BRICS en Brasil y la visita de los presidentes de Rusia y China, para mostrarse independiente ante el capital financiero imperialista y alimentar su relato de “soberanía”. Pero pese a la verborragia, el apoyo a la patronal de Lear y las negociaciones con los buitres que litigan en Nueva York, muestran que no hay ni miras de romper con el imperialismo. El gobierno aspira, sobre todo, a obtener dólares frescos, por eso está dispuesto a seguir entregando los recursos naturales para el saqueo y a cambio obtener algo de divisas.

Todos con el fondo de huelga y la solidaridad

Como señaló un columnista del diario Clarín: “El conflicto de la autopartista Lear, está lejos de la pasión futbolística y mucho más cerca de transformarse en un caso testigo para todo el sindicalismo peronista, el Gobierno, el empresariado y la izquierda”. (Clarín, 14/07)
El análisis da cuenta de dos cosas: la preocupación del SMATA, el gobierno y las patronales de que ésta se convierta en una lucha ejemplar contra el ajuste y el intento de barrer al sindicalismo combativo y la izquierda de las fábricas, por un lado; y que efectivamente la causa de Lear se está convirtiendo en una causa del pueblo trabajador, por otro. La campaña solidaria recorre el país y crece a nivel internacional.
En muchos aspectos recuerda la gran lucha de Kraft de 2009, con una multinacional yanqui ensañada con los obreros y obreras que no querían condiciones insalubres en medio de la Gripe A. Un conflicto largo donde los trabajadores enfrentaron la “santa alianza” de la patronal (y su Embajada), el sindicato y el gobierno.
A la alianza que busca derrotar a los obreros de Lear y su comisión interna (dirigida por la combativa Lista Celeste), hay que oponerle un gran movimiento militante que rodee de solidaridad a los obreros y aporte a su fondo de lucha. La campaña “Un millón de pesos por Lear” (ver pág. 4) busca retomar las mejores tradiciones de la clase obrera, que en sus huelgas más duras supo sobreponerse al hambre y a los momentos difíciles con la solidaridad obrera y popular.
Esta debe ser una tarea de todo el sindicalismo combativo. Junto a los compañeros del Encuentro Sindical Combativo de Atlanta, con quienes sacamos una declaración contra los despidos y suspensiones (ver pág. 3), al Partido Obrero y las organizaciones que se reclaman clasistas, tenemos que redoblar el apoyo a la lucha de Lear y el resto de los conflictos, exigiendo a las centrales sindicales un plan de lucha. La CGT Caló se acaba de reunir para decidir que seguirá siendo un peón oficialista. Hugo Moyano y Pablo Micheli hablan de un paro para agosto. Llegan tarde. Que pongan fecha, pero sobre todo que convoquen ya mismo a acciones contundentes para que esta lucha histórica triunfe. No alcanza con meras declaraciones de apoyo. Tienen que responder a la altura de la dureza de la patronal de Lear. Es necesario un paro de 36 horas, activo, con movilización desde los lugares de trabajo, para que triunfen todos los reclamos obreros y populares. Contra el impuesto al salario, los despidos y las suspensiones, por la reincorporación inmediata de todos los despedidos, el reparto de las horas de trabajo entre todas las manos disponibles sin afectar el salario, y el no pago de la deuda externa.
Impulsemos asambleas en los lugares de trabajo y plenarios y reuniones en cada ciudad o municipio, para exigir este programa y plan de lucha, y apoyar el fondo de lucha y las acciones para que los trabajadores de Lear triunfen. Convocamos a todos los lectores a ser parte activa de esta gesta.

Christian Castillo

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