jueves, 28 de septiembre de 2023

La elección presidencial marcada por el 40,1% de pobreza


Las cifras de pobreza suministradas por el Indec golpean por su contundencia.

 Cuatro de cada diez personas bajo la línea de pobreza, casi uno de cada diez habitantes no tiene para comer, una pobreza entre los jóvenes de menos de 14 años que llega al 56%, con 13% de indigencia entre las niñeces (menos de 14 años), golpeadas por la crisis social e inflacionaria. El conurbano supera esos índices, arañando la mitad de la población bajo la línea de pobreza (47%) y ni hablar del Gran Resistencia o Concordia, que rozan el 60% y tienen casi la quinta parte de la población con ingresos que no permiten alimentarse. 
 El motor de este empobrecimiento generalizado fue la inflación, concentrada en el aumento de los precios de los alimentos, que golpea especialmente sobre los desocupados y sobre el 36,8% de la clase obrera que tiene trabajo no registrado. Un enorme porcentaje de la clase trabajadora no llega a la canasta de pobreza. El deterioro salarial que está en la base de estas cifras significa una monumental transferencia de ingresos en favor de las patronales, que fue calculada por el centro de estudios Cifra, de la oficialista CTA, en 87.000 millones de dólares para el período 2016-2022, y sigue creciendo.
 Hay que decir aquí que estos datos no contemplan el nuevo salto en la pobreza, producto de la devaluación producida luego de las Paso. En relación con esta situación, las medidas de Massa siguen siendo totalmente insuficientes. Los bonos, circunstanciales, no pueden compensar una caída permanente del ingreso, producto del deterioro de salarios y jubilaciones. La única medida de fondo, la eliminación del impuesto a las Ganancias, es una conquista que deberá pasar la prueba de los gobiernos por venir y de los intentos de las patronales de retacear los aumentos en paritarias con la complicidad de la burocracia sindical. 
 Los datos de pobreza están en el centro del debate de la campaña electoral. Porque lo que están discutiendo todas las fuerzas patronales y el gran capital es un enorme plan de estabilización, que arranca con una devaluación. El conjunto del arco político discute que “no es posible” el gradualismo en los ajustes. La incógnita es cómo reaccionará la población ya empobrecida a este nuevo golpe.
 La devaluación posterior a las Paso ya se trasladó íntegramente a los precios. El comercio exterior está al borde de la parálisis por la falta de reservas, que siguen en negativo a pesar de las sucesivas variantes de estímulo a las exportaciones mediante el dólar soja, que financia el Banco Central con emisión. El rojo de reservas indica que el Estado utiliza los depósitos en dólares para uso corriente, lo cual coloca el riesgo de una corrida bancaria.
 Estas escasas reservas se usan, sí, para seguir financiando la fuga de capitales: vendiendo dólares para mantener el precio del dólar MEP, entre otros mecanismos. El Estado se financia a un costo de bancarrota, atiborrando a los bancos de bonos, cubiertos a la vez contra la inflación y la devaluación monetaria. La suma de desequilibrios desemboca de cabeza en una nueva devaluación, que puede incubar una hiper y eventualmente una confiscación de depósitos, resultado de la insolvencia del Estado para respaldarlos. 
 Y no, como sostiene la derecha, por las medidas “sociales” de Massa, sino por el fracaso de la política del gobierno y su pacto con el FMI, así como la insolvencia de un régimen de ajuste para el pago de la deuda y la fuga de capitales que saquean día a día las arcas nacionales. 

 Morales con Massa, Milei con Barrionuevo 

En estas condiciones, el debate en la campaña electoral está teñido por la amenaza del cuadro explosivo que se abre bajo una doble presión de una nueva devaluación en una situación social que ya es crítica. El deterioro social del país ha ido muy lejos. En estas condiciones, Milei se reúne con la peor “casta”, la burocracia sindical de Barrionuevo, y rescata a esta burocracia contra el clasismo y la izquierda, para ganar volumen que le permita presentarse como una alternativa viable para manejar el enorme golpe contra el pueblo, con el que amenaza, compuesto de un combo de devaluación, reforma laboral y privatizaciones.
 Pero la candidatura de Milei también afronta nuevos problemas. Es que el gobierno la enfrenta ahora en forma más abierta después de manijearla fuertemente, hasta armándole las listas en el conurbano. Lo mismo le ocurre con empresarios amigos y aliados, como Eurnekian, socio del Estado en mil negocios, que sale ahora a criticarlo fuertemente luego de haberlo criado en su empresa durante años. O la Iglesia, que le perdonó las ofensas al papa Francisco durante dos años y salió extemporáneamente a denunciarlo. 
 En el fondo, no están solamente las inconsistencias del eventual programa económico de Milei, sino fundamentalmente su debilidad política. Por eso, el grueso del empresariado apunta a resucitar la candidatura de Bullrich, apostando a que ocurra esta vez lo que no pasó en las Paso: que los triunfos provinciales le den aire a su performance nacional. Bullrich basa su campaña en atacar los paros docentes -como si fueran “los sindicatos kirchneristas que tomaron las escuelas”, cuando las huelgas se han hecho en todo el país contra los sindicatos kirchneristas- y a las víctimas centrales del ajuste: los desocupados y más empobrecidos que, junto al movimiento piquetero, reclaman trabajo genuino y asistencia elemental para salir de la indigencia. 
 Massa, en cambio, trata de salir del marasmo en el que la crisis económica coloca su candidatura utilizando el cuadro social para venderle a la burguesía su capacidad de contención. La política para la cual se postula es abiertamente reaccionaria: se trata de apuntar a ganarse a una ruptura de Juntos por el Cambio para un planteo de cogobierno. 
Massa seduce y elogia al represor Morales, mientras la delegación jujeña del Malón de La Paz reclama respuestas contra la Constituyente del gobernador en el Congreso sin que el oficialismo levante consecuentemente ningún planteo. La foto con Massa incluye al radical correntino Valdez, revalorizado por el triunfo de Leandro Zdero en Chaco. Es una política que se extiende a la campaña de la Ciudad, donde Leandro Santoro reivindica las Taser y se propone aplicar el programa de Lousteau, que pide más policía en la Ciudad y amenazaba con ir a fondo en la criminalización de la protesta. 

 Vamos con el Frente de Izquierda 

Con la realización de los debates electorales, la campaña entrará en una nueva fase. En el debate de vicepresidentes, el Frente de Izquierda (con Nicolás del Caño) apareció tratando de quebrar la polarización instalada por el choque entre la negacionista Victoria Villarruel y Agustín Rossi. Quedó en evidencia no solamente el carácter negacionista de Villarruel, sino la inconsistencia política del oficialismo para criticarla una vez que ha tenido a Milani como jefe del Ejército. En la Capital, al cierre de esta edición, comenzaba el debate en el cual Vanina Biasi discute, como candidata a jefa de Gobierno, con Macri, Marra y Santoro, variantes de la Ciudad entregada a las corporaciones inmobiliarias, con alquileres impagables y donde lo único que crece es la población en villas.
 Para el Partido Obrero importa destacar desde qué ángulo votamos al Frente de Izquierda. Es un voto de defensa de una posición de independencia política, tanto respecto de la derecha mileísta como del gobierno de Massa. Y de preparación de las luchas que se vienen, por el otro. La conciencia política en la vanguardia obrera y popular de la necesidad de una alternativa obrera y socialista jugará un rol clave en un próximo período de grandes convulsiones, que preparamos con las luchas de hoy. 
 Por eso en la campaña realizamos una agitación en favor de salir a las calles, a denunciar los planteos derechistas y antiobreros de Milei y su tropa reaccionaria, y a colocar los reclamos populares frente al ajuste y la entrega del gobierno de los Fernández y Massa. Desde ese lugar, nuestra campaña electoral reivindica la acción del movimiento piquetero independiente junto a las organizaciones sindicales y populares en la movilización del 14 de septiembre y luego frente al Consejo del Salario Mínimo. O la gran movilización del 28S en defensa del aborto legal. Algunas luchas, como las de los municipales, los telefónicos o el Subte demuestran que cuando los sindicatos habilitan la clase responde con todo. 
 Unimos a estas reivindicaciones un problema clave: la defensa de la libertad de organización y de movilización. Por eso vamos al Plenario Nacional Antirrepresivo que convoca el Encuentro Memoria, Verdad y Justicia, para organizarnos en todo el país por el cese de la persecución y para que ningún compañero vaya preso por luchar. 
 Vamos a la campaña electoral explicando lo que está en juego y llamando, en charlas, asambleas y reuniones abiertas, a agrupar fuerzas para luchar por los reclamos y enfrentar lo que se viene. Con esta perspectiva votamos a las listas que encabezan Myriam Bregman y Nicolás del Caño, y en provincia de Buenos Aires, especialmente, vamos a una campaña con la candidatura de Néstor Pitrola a Diputado. 
 En la Ciudad de Buenos Aires, donde la lista del Frente de Izquierda la encabeza Vanina Biasi para jefa de Gobierno, vamos a colocar fuertemente los reclamos del movimiento popular contra el acuerdo Macri-Marra que se viene y que cuenta con la complicidad del peronismo. Organizando la campaña desde los barrios populares, donde el peso del movimiento piquetero se hace sentir respondiendo a las provocaciones de Jorge Macri; desde las escuelas, junto a la docencia que lucha por el salario y todos los reclamos; desde el movimiento estudiantil, los hospitales y los trabajadores de la salud, vamos a la pelea por colocar a la izquierda como alternativa y por defender la presencia en la Legislatura porteña del bloque del FIT-U al servicio de todos estos reclamos.

Juan García

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