Emilio Ocampo, el empleado de grandes bancos y fondos buitre que Milei eligió como encargado de presidir el Banco Central en caso de llegar al gobierno, justificó en una entrevista la estafa del menemismo a millones de ahorristas con el Plan Bonex. Anticipa así que un eventual plan económico “libertario” debutaría con un robo en masa del Estado a los depositantes, para rescatar a la banca. Una confesión de que todo el discurso antiestatista y en defensa de la propiedad privada es un fraude: como hizo Menem, recurrirán a la arbitrariedad estatal para salvar los negocios capitalistas a costa del pueblo.
Sabemos que, a principios del ’90, como consecuencia del Plan Bonex, los depositantes habían sufrido pérdidas bastante significativas. Sin embargo, pasados 16 meses se anunció la convertibilidad y la gente empezó a depositar de nuevo pesos y dólares en el sistema financiero. Y esto es lo que tenemos que entender, que un cambio de régimen implica eso, que la gente cambia y percibe que el cambio es duradero”. Como la confiscación de los ahorros fue una de las bases sobre las que se asentó luego la convertibilidad (un peso = un dólar) estaría justificada, y finalmente no hizo daño porque tras un tiempo la gente volvió a poner su dinero en los bancos. Se nota que Ocampo no estuvo entre las víctimas de ese robo, e incluso como asesor financiero probablemente haya estado junto a los que se beneficiaron.
¿Qué fue el Plan Bonex aplicado por Menem a poco de asumir? Fue una conversión forzosa de los depósitos a plazo fijo en bonos, por lo que quien tenía colocados sus ahorros en una cuenta a 7 o 30 días recibió a cambio un papel que decía que se lo iban a devolver en 10 años. La cotización de esos bonos rondó en un primer momento al 25% de su valor nominal, de manera que todos los que estaban urgidos por recuperar su dinero tuvieron que vender sus títulos recibiendo a cambio solo la cuarta parte de lo que tenían en el plazo fijo. Un estafa multimillonaria.
No hay que pensar que fue un episodio que afectó a los más acaudalados. El Plan Bonex se anunció a fines de 1989, año que cerró con una inflación superior al 3.000%. Con semejante dinámica de precios los trabajadores ponían sus salarios en depósitos a plazo fijo, muchos por solo una semana, apostando a que los intereses (tasas del 138% mensual) cubrieran parte de la desvalorización de sus ingresos. Los que confiscaron eran los ahorros de los laburantes, e incluso el sueldo que usaban para vivir durante el mes.
Recién pasado un año la cotización de los Bonex se estabilizó en torno al 80% del monto nominal, resultando todo esto en una ganancia extraordinaria para los bancos que devolvieron mucha menos plata que la que la gente había depositado. De hecho, en el medio pasó una nueva hiperinflación, con una suba de precios del 700% en el primer cuatrimestre de 1990. Queda claro quiénes perdieron, y quiénes ganaron. Poco después el mismo Ocampo pasaría a ser funcionario del gobierno menemista.
Este repaso importa porque la situación actual tiene mucha similitudes con aquella época, y no solo por el descontrol inflacionario. Resulta que el Plan Bonex fue una forma de facturarle a la población la quiebra del Banco Central -que se había quedado sin reservas por sucesivos pagos de deuda. Como pasa hoy con los intereses usurarios que paga a los bancos por las Leliq, entonces el BCRA no podía hacer frente a los encajes remunerados; y lo resolvió pagando con Bonex para que los bancos los entregaran a sus depositantes. Así fue como se puso fin al principal factor de emisión monetaria, que es también lo que sucede ahora con las Leliq.
En conclusión, el camino a la convertibilidad se allanó con el robo del Estado a los ahorristas en beneficio de la banca. Se ve que la intervención estatal contra la propiedad privada de los trabajadores no es lo que molesta a los “libertarios”; solo defienden la propiedad capitalista. Ocampo en eso es un profesional: trabajó hasta con Cristina Kirchner para sellar el canje de deuda fraudulenta en manos de fondos buitre en 2010. Ahora que los libertarios prometen terminar con la inflación cerrando el Banco Central y con una dolarización, cuyo primer capítulo sería una fuerte devaluación del peso, es alarmante que justifiquen semejante estafa menemista.
Nuevamente los perdedores serían quienes viven de su trabajo, ya que los empresarios ni siquiera colocan sus ganancias en el sistema financiero local sino que las fugan al exterior. Por eso las reservas del Banco Central están en rojo, y el gobierno mete la mano en los encajes para hacer frente a los vencimientos de deuda externa.
Milei es un impostor, que pretende volver a cobrarnos la crisis a los trabajadores para rescatar a los capitalistas.
Iván Hirsch
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