El Boletín Epidemiológico del gobierno nacional -aunque con datos de 2021- informa que ese año se notificaron 12.569 casos entre nuevos y recaídas. El 60 por ciento, en la población joven y en edad productiva (15 a 44 años).
La tuberculosis es una enfermedad producida por el bacilo de Koch, muy antigua, pero tuvo un desarrollo exponencial a partir de la revolución industrial, cuando los campesinos migraron a las ciudades. Porque el caldo de cultivo de la tuberculosis es la pobreza: los contagios crecen por el hacinamiento, la malnutrición y la falta de acceso a la salud.
Sin embargo, desde hace un siglo tiene vacuna, la BCG, y el tratamiento, si se completa, es efectivo. Por muchos años se la consideró controlada, pero desde 2016 los casos aumentan en sintonía con el derrumbe de las condiciones de vida de la clase obrera.
Datos recientes de la Ciudad de Buenos Aires lo confirman. Entre enero y julio de este año se multiplicaron los registros y cuatro comunas (la 1, la 4, la 7 y la 8) concentran 470 de los 848 casos porteños. La mayoría, en Flores, Villa Soldati y Retiro. El propio informe del gobierno adjudica el mayor impacto territorial a “los asentamientos precarios y villas de CABA”. La tendencia es inversa en la zona norte de la Ciudad: Belgrano, Núñez y Colegiales suman apenas 8 casos. (Cl 26/8)
Los adolescentes son los que más se contagian, algo que se explica porque el 66 por ciento de los chicos y adolescentes vive bajo la línea de pobreza, pasa hambre y su familia tiene muchos problemas para acceder al cuidado de la salud. En la Ciudad de Buenos Aires, el 31,9 de los casos cada 100 mil habitantes son chicos de menos de 20 años.
Otra cuestión dramática es la falta de atención médica. El diagnóstico tardío o la falta de tratamiento vuelve a la enfermedad incurable y más del 60% de las personas con tuberculosis muere por este motivo.
El tratamiento es bastante estricto y dura entre 6 meses y un año. Al principio exige controles cada 15 días y después una vez por mes. Pero la cadena de transmisión se rompe a las dos semanas de tratamiento. En la Ciudad de Buenos Aires, donde se predica que sobran los hospitales, de las 1.219 personas registradas en 2021 solo el 16 por ciento se curó y el 8% murió (96 personas). De las restantes, un 40 por ciento hizo el tratamiento, pero no tuvo control bacteriológico final y del 21 por ciento directamente no se conoce la evolución.
Claro que el tratamiento no solo es la medicación. Los pacientes necesitan descanso, aislamiento las primeras dos semanas y fortalecerse con una alimentación adecuada. Con los índices galopantes de pobreza y la crisis de vivienda, con la contaminación y el hacinamiento, ¿cómo conseguir desde alimento hasta aire limpio? ¿Cómo faltar al trabajo para ir al médico?
La situación también es de altísimo riesgo para el entorno ya que los contagios se producen por los bacilos que el enfermo expulsa cuando estornuda o tose. Se calcula que cada enfermo contagia entre 10 y 15 personas por año.
El capitalismo ya no es capaz de garantizar ni la vivienda, ni el alimento ni la salud de los explotados. Los grandes desarrollos científicos son estériles cuando se impone el afán de lucro del capital.
Olga Cristóbal
01/09/2023
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