Un discurso explosivo
El jueves se inauguró la Feria del Libro 2022 con un discurso explosivo. El escritor Guillermo Saccomanno sacudió el ambiente editorial con palabras y hechos. Uno de los hechos que debería captar la atención de las y los escritores es que cobró por su discurso. Contrariamente a la tradición de la Feria, en la que ningún orador de apertura había cobrado honorarios, Saccomanno prefirió solicitarlos, en la conciencia de que el escritor es un trabajador, y que el trabajo requerido para un evento comercial debe tener su contrapartida contante y sonante. No es difícil imaginarse que este simple hecho haya causado revuelo y discusiones al interior de la comisión organizadora de la Feria: “Supe de quienes se opusieron al pago. Su argumento consistía en que pronunciar este discurso significaba un prestigio. Me imaginé en el supermercado tratando de convencer al chino de que iba a pagar la compra con prestigio”, ironizó el escritor.
Pero éste fue sólo el principio. El discurso de Saccomanno tuvo momentos que sacudieron al auditorio, y seguramente a los organizadores, por la justeza, profundidad y actualidad de sus críticas. Es significativo que el escritor se haya preguntado por qué la Feria del Libro se realiza en un predio —la Sociedad Rural— cuyos dueños son, entre otros, dueños de las empresas monopolizadoras del papel en la Argentina, insumo cuya escasez actual provoca el encarecimiento de la producción del libro:
“La falta de papel se debe a la menor producción de las dos empresas productoras de papel para hacer libros. Una es Ledesma, propiedad de la familia Blaquier/Arrieta, una de las más ricas del país, apellidos vinculados con la última dictadura en crímenes de lesa humanidad, además de relacionados con la Sociedad Rural, escenario en el que hoy estamos. La otra empresa es Celulosa Argentina. Su directivo es el terrateniente y miembro de la Unión Industrial José Urtubey, conectado con la causa Panamá Papers (…) Uno se topa con un injuriante pabellón Martínez de Hoz, que homenajea al esclavista y saqueador de tierras indígenas, antepasado del tristemente célebre economista de la última dictadura”, dijo el orador, y agregó: “Otra pregunta me queda picando: ¿es una paradoja o responde a una lógica del sistema que esta Feria se realice en la Rural, que se le pague un alquiler sideral a la institución que fue instigadora de los golpes militares que asesinaron escritores y destruyeron libros?”.
Se refirió a la situación de las y los escritores en relación con la industria: “Ésta es una Feria de la industria, y no de la cultura, aunque la misma se adjudique este rol. En todo caso, es representativa de una manera de entender la cultura como comercio en la que el autor, que es el actor principal del libro, como creador, cobra apenas el 10% del precio de tapa de un ejemplar”. Y eso, claro, en el caso de los libros contratados por editoriales, pues en la gran mayoría de los casos, el autor no cobra nada y debe costearse la publicación de sus obras.
La situación actual que atraviesan los trabajadores no estuvo ausente del discurso. Dijo Saccomanno: “No es una novedad que nuestro país ha superado el 40% estadístico de pobreza y que la línea de hambre es impiadosa (…) Hay muchas personas que olvidan, cuando crecen, lo mucho que les costó aprender a leer (…) Corresponde entonces preguntarse si un chico con hambre está en condiciones de realizar esa operación, asimilar conocimiento cuando no ha asimilado alimento”.
Criticó las políticas extractivas, con un Estado cómplice, que llevan a desastres naturales, y los ataques sistemáticos a los pueblos originarios para desalojarlos de sus tierras: “Tampoco, se me dirá, es pertinente traer acá la indigencia de los pueblos originarios y sus territorios que históricamente les pertenecen y les fueron expropiados a partir del genocidio roquista. Sin embargo, tanto el asesinato de Santiago Maldonado y Rafael Nahuel como la represión sobre el pueblo mapuche están en línea directa con esta estrategia de expoliación y entrega de recursos”.
Hacia el final de su discurso, el escritor se preguntaba cómo se podía hablar de lectores en un país que degradaba la educación degradando la función docente: “No creo necesario extenderme abarcando la situación siempre precaria de los docentes en el país donde fue asesinado el maestro Fuentealba y en los últimos años otros maestros murieron por la explosión de las garrafas en escuelas convertidas en comederos”.
“Si bien la escritura no puede transformar el mundo, puede hacerlo un poco mejor”, dijo Saccomanno. Es cierto, sólo con escribir no se transforma el mundo. Pero la conciencia de que la explotación humana y la depredación ambiental son un mal inherente al capitalismo es un buen comienzo para organizarse con ese objetivo.
Eduardo Mileo
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