La deuda externa como mecanismo de sometimiento nacional.
El carácter improvisado de la gira presidencial por España, Alemania y Francia no debe ocultar su contenido efectivo. En medio de la guerra en Ucrania y el cerco a Rusia impulsado por Estados Unidos y la Otan, las reuniones de Alberto Fernández con las cabezas de la Unión Europea no tiene nada de incidental, sino que son un alineamiento explícito para congraciarse con el imperialismo. No es casualidad que en las reuniones bilaterales uno de los temas dominantes haya sido la renegociación de la deuda con el Club de París.
Habida cuenta de que el presidente argentino condenó la “agresión a Ucrania” y el “avance sangriento de Rusia”, y se comprometió a apoyar la exclusión de esta del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, un artículo publicado en el portal moscovita Sputnik catalogó de “traidor” a Alberto Fernández, quien hace tres meses se reunía en persona con Vladimir Putin para reivindicar una suerte de “multilateralismo”.
Lo mismo vale para el carácter comercial que intentaron dar a la gira en el discurso oficial, especialmente el ofrecimiento a Alemania del (futuro) gas de Vaca Muerta como contribución a disminuir la dependencia energética de la industria germana respecto del pulpo estatal ruso Gazprom. “No fue una gira de anuncios, sino de declaraciones”, resumió un columnista de La Nación (11/5).
El lugar central que ocupó en la agenda de encuentros con el español Pedro Sánchez, el alemán Olaf Scholz y el francés Emmanuel Macron la necesidad de avanzar en la reestructuración de los pagos pendientes con el Club de París por 2.000 millones de dólares es una confirmación de que la deuda externa es un mecanismo de sometimiento, incluso geopolítico, al imperialismo. El mensaje que repitieron a la delegación argentina es que quieren un “trato igualitario” al del resto de los acreedores, es decir que si pagan a otros (léase China) deben cobrar ellos también.
El problema que reaparece es entonces el mismo que supuestamente se pretendía solucionar con el viaje del presidente al viejo continente: el Banco Central no tiene los dólares para pagar. Y eso se debe, precisamente, a que la “renta inesperada” que resulta de la estampida de los precios internacionales de las commodities, derivada de la guerra en Ucrania, solo aceita los pagos de deuda y la fuga de capitales. Un círculo vicioso.
Para maquillar la situación, el canciller Santiago Caffiero dijo que la reciente gira europea es una muestra de la “diversidad de la política exterior” argentina. En realidad sucede lo contrario: es una muestra de lo condicionada de esta. La relación con Rusia o China, incluido el ingreso a la Nueva Ruta de la Seda, obedece a la dependencia de las exportaciones primarias y a la desesperación por captar inversiones extranjeras, como vías para cumplir con el repago de la deuda. Estos acercamientos obligan al gobierno argentino a contrapesar con “gestos” como los brindados a Macron y Scholz, casualmente al mismo tiempo que la misión del FMI tomaba examen a los funcionarios criollos acerca del cumplimiento con el programa de ajuste, al cual están condicionados los desembolsos para evitar el default.
Al igual que con el Fondo Monetario, la deuda que reclama el Club de París es un ejemplo de cómo expolia el imperialismo a nuestro país con hipotecas fraudulentas, e incluso refuta todo el relato de Cristina Kirchner acerca de la “firmeza” con que habría negociado el kirchnerismo en el gobierno con el capital financiero.
En 2014 Axel Kicillof acordó con el Club de París pagar 9.000 millones de dólares por la deuda que había sido defaulteada en 2001, el doble de lo que se adeudaba cuando asumió Néstor Kirchner, y a una tasa superusuraria del 9% anual. Que nuevamente se haya caído en cesación de pagos y se discutan nuevas reestructuraciones (que otra vez van a capitalizar intereses y agrandar la hipoteca) es la consecuencia lógica de esta dinámica de rescates, que perpetúan un pasivo cuyo monto original proviene de fraudes de las dictaduras y fue pagado ya varias veces.
Un gobierno tutelado por el FMI no puede tener ninguna política exterior soberana, así como no puede resolver el hundimiento de la economía nacional. La lucha contra las masacres de la guerra imperialista, por expulsar a la Otan y a las tropas de Putin de Ucrania, solo es emprendida por aquellos que rechazamos a la vez la entrega del país para pagar la deuda usuraria y fraudulenta.
Iván Hirsch
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