La campaña hacia las elecciones presidenciales en Colombia se acerca a su desenlace.
El domingo 29 se realizará la primera vuelta, y todos los sondeos posicionan a Gustavo Petro, el líder del Pacto Histórico (coalición de centroizquierda que aglutina tanto a referentes sindicales y populares como a sectores del empresariado colombiano), en primer lugar, oscilando entre el 35 y el 48% del total, aunque sin alcanzar la mayoría requerida para ganar sin balotaje.
En contraste, la derecha aparece dividida y con una merma significativa en la intención de voto. El segundo lugar está en disputa entre “Fico” Gutiérrez, que ha recibido el apoyo del uribismo y de los partidos tradicionales de la burguesía, y Rodolfo Hernández, un empresario y ex gobernador de 77 años, que posa de “outsider”.
Los apoyos, abiertos y velados, a la candidatura de Hernández se multiplicaron en la última semana, en especial cuando se tornó evidente las dificultades de una eventual candidatura de “Fico” para sobrepasar a Petro en segunda vuelta.
Se trata de las dos apuestas principales del régimen, en continuidad con la postración total del país al imperialismo y a sus entes financieros y militares, y de una gobernanza interna basada en la represión a cualquier disidencia popular.
Las mismas elecciones estuvieron manchadas de operativos gubernamentales represivos y denuncias desde sectores del Pacto Histórico. Pocas semanas atrás, se produjo un alzamiento de un sector narco-paramilitar en respuesta a la extradición de su líder a Estados Unidos, lo cual muestra la vigencia de la violencia social, y la desidia con la que el gobierno aborda estos hechos.
En este contexto, la posibilidad de un triunfo de Petro, en unos comicios farsescos y amañados en favor del régimen, representa una novedad política. Petro sostiene un programa con planteos parciales de redistribución, pero sin golpear los nodos centrales de dominio capitalista.
Su candidatura es percibida por importantes sectores populares como la posibilidad de terminar con décadas de uribismo y políticas represivas, y poner en marcha aspectos democráticos y sociales elementales.
Esto no borra que el propio Petro sea, para muchos, el “sapo” a tragar con tal de derrotar a la derecha. Todavía sigue fresco en el activismo la oposición de Petro a continuar la rebelión del año pasado, y su rol como sostén del presidente Iván Duque, cristalizado en sus declaraciones “a favor de la continuidad del gobierno”.
En las últimas legislativas, los candidatos combativos, o de extracción obrera, campesina o popular, fueron relegados en las listas del Pacto Histórico en favor de empresarios o figuras mediáticas. Esto a pesar de que, tras ellos, se encuentran organizaciones con una importante capacidad de movilización, que constituyen una de las bases de Petro.
Prácticamente la totalidad de la izquierda colombiana se ha encolumnado tras Petro. Esto incluye, también, a los grupos o activistas que salieron a luchar en las jornadas de la rebelión. El equipo de campaña de Petro se jacta de esto al referir que una porción de su caudal electoral está constituida por quienes, en el pasado, elegían expresarse con la abstención electoral.
Algunos pequeños núcleos militantes, como el Grupo de Trabajadores Socialista, apuesta al voto en blanco con una orientación revolucionaria, y polemiza con el PST colombiano (miembro de la LIT) por su posición de votar críticamente a Petro -que en este caso incluyó el llamado a participar de la interna del Pacto Histórico. La legislación electoral colombiana, por otro lado, es profundamente proscriptiva, lo cual torna casi imposible la presentación electoral de pequeñas fuerzas independientes.
En caso de que ningún candidato logre superar el umbral del 50% de los votos, el escenario más probable, se realizará una segunda vuelta con los dos que recibieron más apoyo, con fecha de 19 de junio.
Luciano Arienti
No hay comentarios:
Publicar un comentario