Las bolsas de cadáveres que simuló la oposición en la movilización a Plaza de Mayo son un acto eminentemente fascista. La simbología de arrojar cadáveres frente a la Casa Rosada no tiene nada que ver con la lucha por el acceso a la vacuna, que por otro lado ha sido totalmente ajena a estos grupos. La escenificación colocaba en las bolsas de cadáveres la leyenda “Estaba esperando la vacuna pero se la dieron a…” y luego los nombres de dirigentes involucrados en el escándalo de las vacunas, incluida Estela de Carlotto. De esta forma, los nombres de los dirigentes del oficialismo quedaron en primer plano en las bolsas.
Bolsas que, por otra parte, nadie utiliza para enterrar muertos por Covid, pero que recuerdan a la forma de arrojar cadáveres de la última dictadura militar. Esta asociación no es una casualidad, visto que la agrupación autora del hecho, los Jóvenes Republicanos, tiene un discurso negacionista respecto de los 30.000 detenidos desaparecidos, y justificatorio respecto de la dictadura. La acción fascistizante fue defendida por Yamil Santoro, y puesta en práctica por una corriente que se encuadra políticamente bajo la órbita de Patricia Bullrich. La oposición que rechazó la medida banca a Bullrich, con su secuela de defensa de los Chocobar, el encubrimiento cerrado de la Gendarmería por el caso Maldonado y la muerte de Rafael Nahuel.
Una acción en estos términos no tiene nada que ver con la lucha por el acceso igualitario a la vacuna. Cambiemos denunció penalmente a Alberto Fernández por aplicar la vacuna Sputnik V, cuestionando la compra a Rusia. Los privilegios en el acceso a la vacunación, en tanto, se dan en la Ciudad donde gobierna Horacio Rodríguez Larreta, quien le proporcionó las dosis a Hugo Moyano y sus hijos, por sus convenios con la medicina privada. O a Jujuy, donde gobierna el radical Gerardo Morales y al intendente radical de Rosario, Pablo Javkin. Se trata de privilegios de un régimen político y social, que se concentran en el oficialismo pero tienen un alcance generalizado.
El repudio generalizado a las bolsas de cadáveres le sirvió a Alberto Fernández para tratar de sacar el foco del escándalo de las vacunas, que todavía resuena, mientras la vacunación avanza a cuentagotas. El acto de barbarie que Fernández le critica a la oposición no puede tapar la responsabilidad del Estado en la crítica situación sanitaria e inclusive los muertos que realmente son responsabilidad del Estado bajo su gobierno.
La sucesión del escándalo de las vacunas, de un lado, y esta performance fascista del otro son un buen reflejo de la crisis del régimen político en el país. El gobierno le dio aire a la golpeada oposición mostrándose, vacunando por izquierda a sus funcionarios, como cabeza de un régimen de privilegios contra el pueblo. La oposición le da aire al gobierno mostrando que es el caldo de cultivo de planteos fascistizantes. Ninguno es capaz de ofrecer una salida a la crisis terminal que viven las masas del país, sino que los dos sacan su fuerza de golpearse mutuamente. Ambas variantes conforman un régimen que ha cogobernado y hundido al 50% de la población en la pobreza y la miseria, sin resolver tampoco los problemas planteados por la pandemia.
Una salida a esta crisis solo puede venir del control obrero y popular de la vacuna, la derogación del régimen capitalista de patentes sobre la producción de las mismas para poder proveerlas a gran escala. Es un planteo que ni el gobierno ni la derecha van a levantar, porque ambos ponen en primer término preservar los intereses de los monopolios que actúan en el terreno de la salud.
Juan García
No hay comentarios:
Publicar un comentario