domingo, 21 de marzo de 2021

Isaak Babel y la caballería roja


Entre los numerosos testimonios literarios sobre la guerra civil, ninguno alcanzó la brillantez ni la veracidad de las narraciones de Isaak Babel (Odesa, 1894-Siberia, 1938), un auténtico inconformista, que desapareció en 1938 en un campo de concentración en la Siberia acusado de «simpatías trotskistas» ya que en alguna ocasión se mostró de acuerdo con las ideas de Trotsky expresadas en Literatura y revolución, y obviamente por oposición al estalinismo.
 No sería (parcialmente) rehabilítado hasta los años cincuenta en la URSS, cuando ya había sido consagrado internacionalmente. Babel era hijo de un comerciante judío que le obligó a estudiar hebreo, amén de la Biblia y el Talmud hasta los 18 años, pero que desde entonces se sintió li­teralmente fascinado por la literatura rusa y por Flaubert (esto último lo llevó a escribir sus primeros cuentos en francés). En 1915 se fue a San Petersburgo, y colaboró en la revista de Maiakovski, Left aunque no perteneció a ninguna de las corrientes literarias en boga. Bolchevique, participa en la revolución de Octubre. En un esbozo autobiográfico escribe: «He sido sol­dado en el frente rumano, serví en la Cheka (Comisión extraordinaria para combatir la contrarrevolución y la especulación), en el Comisariado de Instrucción Pública, en las expediciones de 1918 para acopio de alimentos en el ejército del Norte contra Yudénich, en el primer Ejército de Caballería, y en el Comité Regional de Odesa, fui redactor en la imprenta número 7 de Odesa, periodista en San Petersburgo y Tiflis. etc».
 Su testimonio sobre su experiencia con la Caballería roja (tituló de su obra más famosa de la que existen numerosas ediciones, en Alianza por ejemplo, la misma que también editó sus Cuentos de Odesa), suscitaron la indignación de Budionny que escribió una denuncia contra él acusándolo de presentar un cuadro unilateral y deformado del Ejército Rojo y de sus actuaciones. En ella. los personajes morían gritando !Viva la revolución mundial!, pero también lo hacían blasfemando, co­metían actos de heroísmo, pero también de brutalidad, en resumen «sabían morir, asesinaban pero soñaban con la fraternidad .Y el amor, se comportaban como bestias, pero en el atardecer cantaban canciones lentas y melancólicas sobre su tierra natal y su hogar paterno.
 Esta especie de luz y sombra, de ternura y crueldad, de crimen y anhelo de justicia, de sangrientas batallas y los «románticos bosquecillos primaverales, todo ello estaba resumido en sus novelas cortas». Lo que era natural en los primeros años de la revolución, resultó innegable en la segunda mitad de los años treinta. Babel representa, junto con Maiakovski, Esenin, Block y Mandelstam, la parte más distinguida y comprometida con los años más creativos de la revolución, y fueron algunas de las víctimas más reconocidas de la barbarie estalinista, fruto de un extraño matrimonio entre una reedición particular de las tradiciones más bárbaras del zarismo con unas premisas escolásticas y de una brutalidad enloquecida.
 La literatura rusa de la revolución dan la medida del alcance de la revolución y la guerra mirando los hechos de frente, sin miramientos ni hipocresías, entrando de lleno en una deslumbrante descripción de los hechos. Así pues nada que ver con el llamado “realismo socialista” en la los “héroes positivos” son de una pieza y la revolución es antes que nada el Partido y el Estado. 
 Un autor y una obra pues que es de obligada recuperación para las nuevas generaciones que nunca agradecerá suficientemente la recomendación.

Pepe Gutiérrez-Álvarez
 14 Mar, 2021

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