Mauricio Macri prometió acabar con el “cepo” cambiario kirchnerista y lo suprimió no más llegar a la presidencia. Pero ahora, aunque acotado, termina su mandato reinstaurándolo. Sin embargo, no para proteger las reservas internacionales y la economía popular, como era el caso con Cristina Fernández de Kirchner (KFK). Al contrario. El gobierno macrista ha llevado al país a una situación límite. Default o cesación de pagos, palabras malditas ahora traducidas eufemísticamente por los tecnócratas como “reperfilamiento” de la deuda y una devaluación acumulada del peso al cierre de agosto de 304 por ciento. Argentina, que estaba desendeudada y con inflación controlada en el gobierno de CFK ha pasado a ser uno de los países más endeudados del planeta, con las más altas tasas de interés, la segunda mayor inflación, el mayor riesgo país y una de las más acentuadas caídas del PIB. Todo ello significa una enorme pérdida en los ingresos de las mayorías, pobreza, cuando no indigencia de millones, hambre de niños y ancianos. Asombroso, multitud de personas con trabajo malcomen una o dos veces al día. A la vez, la desenfrenada especulación financiera, los privilegios fiscales y en el uso de divisas que conservan los capitales concentrados han propiciado un enriquecimiento obsceno de una pequeña elite local e internacional, comenzando por Macri y los miembros de su gabinete. No ha de extrañar que el objetivo del cepo cambiario macrista, a diferencia del de CFK, sea crear otro mecanismo para continuar facilitando la fuga de capitales, como lo denunció el miércoles 4 el periodista Horacio Verbitsky.
Neoliberales compulsivos, Macri y sus socios capitalistas financieros son insaciables y estarán apropiándose de las ya mermadas reservas internacionales de Argentina mientras algo quede. Junto al sueño de la reelección, posiblemente, esa sea la principal causa de su angustia por el riesgo de que el Fondo Monetario Internacional no autorice el faltante de cinco mil millones de dólares, última tajada del mayor financiamiento concedido por la institución en su historia. El inquilino de la Casa Rosada se aferra a la esperanza de una nueva manito de su amigo Trump, sin cuyo apoyo jamás habría conseguido tamaño empréstito para una economía destruida en menos de cuatro años por la ortodoxia neoliberal. Su plan de medidas para enfrentar las carencias ocasionadas por la nueva devaluación son cosméticas, electoreras y no lo salvarán de caer aplastado por el Frente de Todos. CFK lo radiografió al calificar a Macri de mala persona.
Criminalmente, los 57 mil millones del préstamo se están gastando solo en pagar deuda, intereses, contener la caída del peso con la venta en las últimas sesiones de 300 millones de dólares diarios por el banco central. Esta semana, al acelerarse la corrida cambiaria llegaron a inyectarse casi 1000 millones en una jornada. O sea, con esa suma colosal no se han construido una escuela, un hospital, ni comprado alimentos para los desabastecidos comedores escolares y populares, ni medicamentos para los necesitados, como el caso apremiante de los jubilados. Tan grave, que el candidato a la presidencia del FT, Alberto Fernández, ya aseguró que, de ser electo, una de sus primeras medidas será dotar de remedios gratuitos a ese grupo tan vulnerable. Dijo que con solo dejar de pagar los intereses de ciertos papeles del gobierno por unos días era perfectamente posible financiar el proyecto. Pero una medida como esa nunca pasará por la cabeza de un neoliberal, para quien es mucho más importante salvar un banco que dar de comer a un niño. A la vista de esta megacrisis argentina y del catastrófico cuadro social, económico y cultural que vemos dondequiera se aplican las cada vez más destructivas políticas neoliberales, los pueblos, los luchadores sociales, los militantes y organizaciones populares están en el deber de unirse para batirlas frontalmente. El neoliberalismo no es solo un modelo económico, sino una estrategia para controlar a los pueblos en el orden material, de identidad, valores, cultura y educación aplicando la violencia. Qué son, si no, las intervenciones militares de Washington, pero también sus llamadas guerras contra el terrorismo y las drogas. Por eso es necesario estudiar sus causas y efectos, su evolución, sus viejas y nuevas caras, para poder combatirlo con éxito.
El neoliberalismo no puede ser erradicado del todo en un solo país, pues consiste en una política económica impuesta por el Consenso de Washington a escala global. Pero como se ha visto en Venezuela, Argentina, Brasil, Bolivia, Uruguay etc. sí es posible hacerlo retroceder, en mayor o menor rango, mediante una clara voluntad política de combatirlo con todos los recursos del Estado. En México lopezobradorista, pese a la camisa de fuerza del T-MEC y la Iniciativa Mérida, lo demuestran la política energética soberana, la fuerte injerencia del Estado en la orientación social de la economía y la no intervención en Venezuela.
Ángel Guerra Cabrera
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