jueves, 17 de marzo de 2011

La energía atómica debe dejar de ser una cuestión de Estado o de expertos y ser plebiscitada


“Al borde de un holocausto”, “situación desesperada”, “cerca de otra catástrofe”; son los términos que utilizan los comunicadores, con mayor o menor grado de sensacionalismo, para intentar explicar a los hombres y mujeres del mundo lo que está ocurriendo en Japón. Pero, lo más sugestivo es que reflejan expresiones de científicos, políticos y funcionarios de los países más desarrollados que, hasta hace unos días, con el mismo énfasis, explicaban las bondades de la utilización de la energía nuclear para la producción de electricidad. Proclamaban que era la forma de producción de energía “más económica y ambientalmente más segura". Sin embargo ahora no tienen otra alternativa que aceptar la gravedad de la situación derivada de sus orientaciones.
Pero, lo que es evidente, es que la naturaleza acaba de ofrecer a los seres humanos una formidable lección, frente a la soberbia mancomunada de funcionarios, científicos y empresarios del sector. Nada menos que en Japón, el país catalogado como de la máxima excelencia en el perfeccionamiento tecnológico y de la mayor previsibilidad para detectar posibles fallos, se produjo un notable sismo y un tsunami que pusieron en evidencia la fragilidad de esa creencia sobre la eficiencia nipona.
Hace más de dos años, el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) había llamado la atención sobre posibles deficiencias en la seguridad antisísmica de las centrales nucleares de Japón y que solo podrían resistir un sismo de hasta siete puntos de magnitud. Sin embargo, se sostiene que frente al terremoto todo estaba previsto, pero no se habían contemplado las consecuencias que generaría un posible maremoto. No obstante, la advertencia del portentoso tsunami de fines de 2005, los gobernantes nipones siguieron con su rutina como si nada hubiera pasado, con la frescura de un adolescente que cree que eso nunca le va a pasar.
La humanidad no deja de preguntarse: ¿Por qué se erigieron 53 plantas nucleares en el cinturón de fuego del Pacífico, para que queden expuestas a las violentas manifestaciones de la naturaleza? ¿Puede ser que los campeones de la previsibilidad y la eficiencia queden limitados a analizar la velocidad y el sentido de los vientos para determinar las consecuencias de las emanaciones radiactivas? ¿Si esto pasó en Japón, qué puede esperarse en otras sociedades donde la precariedad de recursos, la informalidad de los hábitos y la connivencia con los intereses empresarios es mucho más contundente?
La energía nuclear alcanzó su máxima expansión hace cuatro décadas, pero se frenó abruptamente con la advertencia que planteó Three Mile Island en Estados Unidos, en 1979, y, sobretodo, por las graves consecuencias humanas y ambientales que ocasionó el desastre de Chernobyl, en 1986.
Estos advertencias fueron consideradas propias de una etapa de experimentación y que, a partir de las recomendaciones y protocolos del OIEA, todo podía encaminarse sin mayores contratiempos. El paso de los años, también adormeció los reflejos populares y dejaron actuar a los gobiernos. Así, se produjo una nueva reactivación en la generación de energía por la vía nuclear, con el principal argumento de constituir la mejor opción contra el calentamiento global. Esta fundamentación fue tan poderosa que llegó a introducirse como una cuña en la prédica de los propios grupos ecologistas.
No se tomaron en cuenta las afirmaciones de algunas entidades ambientalistas que rechazaban absolutamente la euforia por la energía atómica. "Las centrales nucleares son una fuente de energía sucia y peligrosa y siempre serán vulnerables a la combinación potencialmente mortal de un error humano, fallos de diseño y desastres", expresó Conrado García del Vado, de Greenpeace en España, a la BBC.
Los ecologistas también señalaban que una gran parte de las centrales nucleares estaban construidas en lugares que tenían una notoria actividad sísmica. El OIEA reconoció que uno de cada cinco reactores está construido en sitios propensos a seísmos.
Las placas tectónicas irrumpieron con su cansino andar, sacaron la discusión de los círculos recoletos de científicos y políticos, y lanzaron un nuevo llamado de atención a los seres humanos. Esto debe acicatearlos para que se involucren en el tema, porque de ello depende su subsistencia.
El grado de vulnerabilidad humana que ha dejado en evidencia lo sucedido en Fukushima, debe motorizar el debate y la participación popular para que nunca más semejantes decisiones queden en manos de los políticos de turno, de científicos que hacen ensayos de imprevisibles consecuencias o de empresarios que hacen prevalecer sus réditos particulares a los intereses de la humanidad.
Para que las consecuencias no dependan de la dirección del viento, para que la preservación de la especie humana pueda sobreponerse a catástrofes naturales y para que el planeta que habitamos pueda seguir siendo usufructuado por nuestros descendientes, cada decisión que revista riesgos para la humanidad debería ser debatida y plebiscitada, para sacarla definitivamente del ámbito de los poderosos círculos que resuelven sin tomar en cuenta los intereses de las mayorías.

Las premoniciones de Kurosawa

“El Japón es tan chico no hay adonde escapar”

La escena transcurre en una barraca frente al mar, todo el ambiente se encuentra envuelto de una espesa niebla. Los protagonistas son un joven, un hombre maduro vestido con un elegante traje y una señora desesperada con dos niños en sus brazos.
Señor.- ¡Este es el fin!
Joven.- Pero, ¿qué pasó? ¿Adónde está toda la gente? ¿Adónde huyeron?
Señor.- Al fondo del mar.
Joven (mirando hacia el mar).- Los delfines, hasta ellos están huyendo; qué suerte tienen, se pueden ir nadando…
Señor.- De nada les servirá, los matará la radiactividad… ¡Las nubes! La roja es de plutonio 239, la diez millonésima parte de un gramo causa cáncer. La amarilla, es estrarcio 90, se mete dentro… y causa leucemia. La morada es cesio 137, afecta la reproducción, causa mutaciones, da origen a deformidades… La estupidez del hombre es increíble, la radiactividad era invisible y debido al peligro le dieron color. Pero eso sólo no deja saber que nos está matando. La tarjeta de visita de la muerte. Hasta luego... (se despide y se dirige hacia el mar dispuesto a arrojarse por la barranca)
Joven.- ¡Espere! La radiación no mata enseguida…
Señor.- ¿Y que importa? Una muerte lenta es mucho peor…
Señora.- ¡Me niego a morir así! Que mueran adultos, ya han vivido suficiente. Pero los niños aún no han vivido. No es justo.
Señor.- El esperar la muerte no es vida…
Señora.- Nos dijeron que los reactores no eran peligrosos…
Señor.- El peligro es el error humano, no el reactor propiamente.
Señora.- Cero accidente, cero peligro. Esto nos dijeron. ¡Qué monstruoso! ¡Si no los cuelgan por eso, los colgaré yo misma!
Señor.- No te preocupes, la radiactividad lo hará por ti. Lo siento, yo soy uno de los que merece morir… (y se lanza al mar)
Una nube rojiza invade la escena y el joven se quita su abrigo e intenta usarla como pantalla para proteger a la mujer y a los niños.

(Del episodio “Fujiyama en rojo”, perteneciente al film Los Sueños de Akira Kurosawa)

Centrales nucleares

Países que tienen centrales 29
Cantidad de reactores 442
En construcción 65
Previstos hasta 2010 150
Previstos 2011-2020 200
* Estados Unidos cuenta con 104 reactores. El ex presidente George Bush habilitó la construcción de nuevas instalaciones.
* Francia cuenta con 59 reactores y la energía nuclear provee el 80% de la electricidad.
* Japón cuenta con 53 reactores, dos en proceso de construcción, planeaba construir 8 antes de 2020 y otras 6 antes de 2030.
* China puso en marcha 20 y tiene 30 en construcción.
* Alemania cuenta con 17 centrales, que aportan un tercio de su energía.
* España tiene 9 reactores.
* Argentina tiene 2 reactores, tiene uno en construcción y otro proyectado. Brasil tiene 2 funcionando y uno en construcción. México tiene dos. Chile y Venezuela tienen proyectos de construcción.

Qué pasa en Argentina

En varias ocasiones, se formularon denuncias que ponían en tela de juicio la aparente inmunidad de la actividad nuclear. Sin embargo, ya en la década del setenta, se realizaron cuestionamientos sobre interrupciones de funcionamiento de Atucha I y problemas en el sistema de refrigeración, en 1974. En 1983, una serie de incidentes llevó a calificar a la central como de ruinosidad completa. En 1984, otro incidente detuvo la bomba de agua de alimentación del circuito de enfriamiento del reactor. También en 1985 y 1987 se denunciaron desperfectos.
El 22 de diciembre de 1987, se derramaron 50 toneladas de agua pesada durante los tets de presurización. Debido a esa fuga radiactiva, la central estuvo parada 150 días.
En 1992, hubo pérdida de potencia del reactor por recalentamiento del líquido moderador que afectó la refrigeración.
También, la planta de combustibles nucleares del Centro Atómico Ezeiza, fue cuestionada en varias ocasiones por la cantidad de enfermedades propias de la radioactividad que afectaba a sus trabajadores y ex trabajadores.

Bernardo Veksler

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