domingo, 11 de enero de 2009

Hace un año moría el agente más honrado que la CIA nunca tuvo


Ahí está representada, en una sola imagen, toda la nobleza del personaje que falleció a los 73 años de edad, hace un año, el 7 de enero de 2008, en Ciudad de La Habana, en esta tierra cubana desde donde seguía denunciando las actividades terroristas y subversivas desarrolladas por los servicios de inteligencia de los EE.UU. contra gobiernos y líderes progresistas del continente.
Phillip B. Agee, ciudadano estadounidense, fue oficial de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) en América Latina durante doce años hasta que abandonó sus filas en 1969 por motivos de conciencia. Ocupaba entonces un puesto de fachada en la embajada norteamericana, como agregado olímpico, con el pretexto de la preparación de los Juegos de 1968. Anteriormente, había sido ubicado en Ecuador y en Uruguay.
En 1967 fue asignado a la estación de la CIA en México como refuerzo por la proximidad de los Juegos Olímpicos de 1968.
"Millones de personas en el mundo entero han sido matadas o, por lo menos, han visto sus vidas destruidas por la CIA y las instituciones que soporta", declaró Agee en una entrevista concedida en 1975.
"Yo no podía quedarme sentando, haciendo nada", añadió.
Al salir de la Compañía, mientras sufría amenazas y una constante persecución que puso su vida en peligro en más de una oportunidad, se dedicaba a redactar su libro "Inside the Company: CIA Diary" ( Dentro de la Compañía: Diario de la CIA).
La obra, verdadera síntesis de las actividades criminales de la CIA en América, fue publicada en 1974, acompañada de un anexo 22 paginas de nombres de agentes infiltrados en todo el continente. Constituyó una verdadera bomba que estremeció a todos los sectores de los servicios norteamericanos de inteligencia.
Determinada a eliminarlo, la CIA encargo al ex jefe de la estación CIA de Miami, Ted Shackley, conocido como el Fantasma Rubio, la misión de capturarlo. Agee tuvo que salir de Francia donde se encontraba para refugiarse en Cambridge, Gran Bretaña, Agee fue entonces expulsado por los británicos a solicitud de Washington.
Impedido de radicarse, sucesivamente, en Italia y en los Paises Bajos, donde las autoridades fueron constantemente presionadas para negarle algún estatuto migratorio, privado de pasaporte norteamericano por ser una "amenaza a la seguridad nacional", se exiló en 1980 en la isla caribeña de Granada, bajo el gobierno revolucionario de Maurice Bishop.
Con la invasión estadunidense contra ese pequeño país, en 1983, se refugió en Nicaragua, para luego de la llegada al poder de la contrarrevolución sostenida por Washington, instalarse en Cuba que le ofreció su hospitalidad.
A pesar de todos los peligros y dificultades, Agee publicó Trabajo sucio: la CIA en Europa occidental, con Louis Wolf y varios artículos de prensa además de conceder entrevistas y asistir a reporteros en búsqueda de información.
En cinco oportunidades, el gobierno estadounidense intento llevarlo a juicio por la revelación de secretos, pero sin éxito, sus ex jefes temiendo, en última instancia, el uso que pudiera hacerse de la enorme cantidad de informaciones que conservaba.
Rabioso, George Bush padre, el ex jefe de la CIA reciclado en presidente que apadrinó la fundación de la CORU terrorista y la operación Condor, lo calificó de traidor y lo calumnió, en numerosas oportunidades. Su esposa, Barbara, fue condenada a retractarse cuando lanzó el mismo insulto por escrito, en una autobiografía redactada a cuatro manos.
Amigo fiel de Cuba, Agee demostró como la Isla se encontraba víctima de un nuevo programa mundial desarrollado por la CIA para financiar y desarrollar organizaciones llamadas disidentes bajo la fachada de la Agencia para el Desarrollo Internacional (AID) y un fondo expresamente establecido en 1983 con este objetivo, The National Endowment for Democracy (NED).
Mientras el New York Times se interroga, al anunciar su muerte, sobre la dimensión de los "daños" causados por Agee a los servicios de inteligencia de EE.UU., los medios progresistas del mundo reconocen, al contrario, los servicios que rindió a la humanidad, como verdadero patriota norteamericano, al haber desenmascarado una organización que llevo hasta extremos nunca vistos el uso de la violencia por una gran potencia contemporánea.
Una potencia que protege a un terrorista como Luis Posada Carriles mientras mantiene encarcelados en condiciones infrahumanas a los cinco agentes antiterroristas cubanos que intentaban contrarrestar sus planes.
Cuando el mundo entero se escandaliza con las torturas infligidas en Abu Ghraib, en Guantanamo y en toda una red de centros de interrogatorio conformada por la CIA en el mundo entero, cuando descubre que altos oficiales de la agencia en colusión con miembros del gobierno Bush han destruido cientos de horas de videograbaciones de interrogaciones con técnicas "severas"… ¿que pensará el agente de la CIA que se sumó a la organización con la ilusión de defender a su país?
¿Cuantos miembros honrados entre los más de 20 000 personas que conforman esa inmensa maquinaria se preguntarán, como Philip Agee, si no ha llegado el momento para ellos de renunciar a las ventajas que procura un empleo de funcionario, de cambiar por fin el curso de su vida, de sumarse a la lucha de los miles de millones de seres humanos que, armados con la sola fuerza de sus convicciones, creen que un mundo mejor es posible?

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